Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

18 de junio de 2012

PRAGMATISMO SOCIAL VS IDEALISMO SOCIAL





Como rezago de la ignorancia político-social tercer mundista del siglo XX, arrastramos la confusión entre utopía social - o idealismo social – que es una aspiración de equidad y un sentimiento de pena ante la pobreza, sin mayor análisis crítico de ella ni aportes sustantivos para su superación, y socialismo, que en la realidad es un régimen político, que pesca incautos con el anzuelo de “lo social, que debe, esencialmente, ser ferozmente dictatorial, que suprime la individualidad - “no importa el individuo sino la masa” - la responsabilidad y la recompensa, que considera su propuesta ideológica como “la alternativa” – la única - por lo cual al tomar el poder, por vía de fuerza o, como en el caso venezolano, por equivocación popular, es para siempre, pues la alternabilidad propia del sistema democrático, se considera una debilidad burguesa, y cuya oferta  económica es el esclavista capitalismo de Estado, que suprime la propiedad privada y la libre empresa.

Y, por desgracia para los pueblos ingenuos, engañados por su prédica de igualdad por encima de la libertad y la promesa de recibir derechos sin la contraprestación del deber ser – sin consecuencias por las acciones – muchas personas de escasa formación política o ideologizadas por su ignorancia, sobre todo en la juventud – aunque también hay mucho canalla, que, sabiendo la verdad, se presta para difundir la mentira por el beneficio subyacente - confunden su legítimo romanticismo social – salpullido que se torna virueloso en los aduldolescentes - con ser socialistas, cuando su forma de ser y sus aspiraciones personales desmienten esa filiación hormonal que pivota en el control social, inexorablemente  militarizado, para permanecer, pues ningún hombre de verdad resigna su libertad – que es la verdadera palanca de la igualdad - sino es por la poderosa fuerza del terror de masas, perfeccionado por Lenin, ese lunático asesino.

De allí la enorme contradicción que observamos en las distintas encuestas que señalan el rechazo, en inmensa proporción, al modelo cubano, pero que a la vez apoya a Chávez, sin profundizar en el interés que subyace en sus limosnas sociales: Sencillamente porque esa masa tiene un anhelo de equidad y cree que la vía es la promesa del “proceso” chavista que ofrece desinstitucionalizar al Estado, convirtiéndolo en el padre imprescindible de una inmensa familia de parásitos sociales, organizados en comunas – “las misiones estarán en la Constitución” - sin percibir que esa oferta es necesariamente engañosa  por imposible y que de imponerse este sistema liberticida, el costo será sufrir el despojo de su capacidad de ascenso por el mérito personal, porque, como lo aseverara el filósofo del paredón, Fidel Castro Ruz, “socialismo es comunismo” y al paraíso comunista, que ha sido infierno en donde ha sido, se ingresa muerto políticamente, es decir sumiso por la supervivencia, que es la peor forma de morir.

Del idealismo social

La principal falencia del romanticismo social es sencillamente que no es realista, atribuye a la “injusticia” lo que no es más que producto de la naturaleza humana – “lo que natura no da no lo gradúa Salamanca” – y jura y perjura que si el gobierno reparte proporcionalmente todos sus ingresos – combatir la pobreza desde afuera mantiene intactas sus estructuras – y elimina la posibilidad del enriquecimiento individual – que, en alianza estrecha con la cultura, sí combate la pobreza - la “injusticia” desaparecería como por arte de magia y cada quien ostentaría la “igualdad” que le había sido arrebatada.

Sin embargo la historia nos presenta la realidad de esos románticos idealistas – de delicado estómago democrático, se entiende - cuando han logrado el poder y se percatan de la imposibilidad de generar progreso por la vía estatista del socialismo, y han asumido – Ollanta Humala, por ejemplo reciente – el modelo pragmático que les permite salir airosos de su prueba de fuego y, como Lula o la Bachelet, salen con olor a multitud, vistiendo sus galas socialistas, pero bien ruborizado el éxito de sus políticas públicas, que dieron un duro golpe a la pobreza, por la práctica del libre mercado y de la libre competencia, incentivando la inversión privada y respetando disidencia, propiedad privada, libertad de expresión y alternabilidad en el ejercicio del poder.

En contraposición tenemos el caso de Venezuela cuya economía ha sido sistemáticamente destrozada por socialistas invertebrados – más papistas que el Papa - que siguen aferrados al más costoso error intelectual de la historia de la humanidad, la “propiedad social” – lo que es de todos es de nadie - siguiendo al flautista cubano que guía, a ellos al degredo de la historia y a la nación venezolana al abismo de la miseria estructural, tal cual Cuba, si no les damos un parado el 7 de Octubre, y es importante que se reconozca la diferencia, pues tras el idealismo social de la inmadurez política se mimetiza el devastador socialismo real  que ha sembrado de muerte y destrucción la historia de los pueblos que han tenido la desgracia de sufrirlos.   

En conclusión

Así que para frenar el avance del socialismo, camuflado en la angustia social, debe imponerse el pragmatismo social: Hay que eliminar la pobreza, hasta por egoísmo, como expresión de miseria, ignorancia, fanatismo, superstición y miedo, pues se presta para el cultivo del resentimiento que amenaza el progreso por el desarrollo del individuo, cuyo cauce es el trabajo, el estudio y la responsabilidad, tomando en cuenta que las generaciones de ambos sectores se van a desenvolver en el mismo espacio y tiempo y el pragmatismo señala que contribuir al bienestar general deriva felicidad individual, pues el progreso que la genera, si con miedo, no es progreso.     

Rafael Marrón González

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