Como rezago de la ignorancia político-social tercer mundista del
siglo XX, arrastramos la confusión entre utopía social - o idealismo social –
que es una aspiración de equidad y un sentimiento de pena ante la pobreza, sin
mayor análisis crítico de ella ni aportes sustantivos para su superación, y
socialismo, que en la realidad es un régimen político, que pesca incautos con
el anzuelo de “lo social, que debe, esencialmente, ser ferozmente dictatorial,
que suprime la individualidad - “no importa el individuo sino la masa” - la
responsabilidad y la recompensa, que considera su propuesta ideológica como “la
alternativa” – la única - por lo cual al tomar el poder, por vía de fuerza o,
como en el caso venezolano, por equivocación popular, es para siempre, pues la alternabilidad
propia del sistema democrático, se considera una debilidad burguesa, y cuya
oferta económica
es el esclavista capitalismo de Estado, que suprime la propiedad privada y la
libre empresa.
Y, por desgracia para los pueblos ingenuos, engañados por
su prédica de igualdad por encima de la libertad y la promesa de recibir
derechos sin la contraprestación del deber ser – sin consecuencias por las
acciones – muchas personas de escasa formación política o ideologizadas por su
ignorancia, sobre todo en la juventud – aunque también hay mucho canalla, que,
sabiendo la verdad, se presta para difundir la mentira por el beneficio
subyacente - confunden su legítimo romanticismo social – salpullido que se
torna virueloso en los aduldolescentes - con ser socialistas, cuando su forma
de ser y sus aspiraciones personales desmienten esa filiación hormonal que
pivota en el control social, inexorablemente militarizado, para permanecer, pues ningún
hombre de verdad resigna su libertad – que es la verdadera palanca de la
igualdad - sino es por la poderosa fuerza del terror de masas, perfeccionado
por Lenin, ese lunático asesino.
De allí la enorme contradicción que observamos en las
distintas encuestas que señalan el rechazo, en inmensa proporción, al modelo
cubano, pero que a la vez apoya a Chávez, sin profundizar en el interés que
subyace en sus limosnas sociales: Sencillamente porque esa masa tiene un anhelo
de equidad y cree que la vía es la promesa del “proceso” chavista que ofrece
desinstitucionalizar al Estado, convirtiéndolo en el padre imprescindible de
una inmensa familia de parásitos sociales, organizados en comunas – “las
misiones estarán en la Constitución” - sin percibir que esa oferta es
necesariamente engañosa por imposible y que de imponerse este
sistema liberticida, el costo será sufrir el despojo de su capacidad de ascenso
por el mérito personal, porque, como lo aseverara el filósofo del paredón,
Fidel Castro Ruz, “socialismo es comunismo” y al paraíso comunista, que ha sido
infierno en donde ha sido, se ingresa muerto políticamente, es decir sumiso por
la supervivencia, que es la peor forma de morir.
Del idealismo social
La principal falencia del romanticismo social es
sencillamente que no es realista, atribuye a la “injusticia” lo que no es más
que producto de la naturaleza humana – “lo que natura no da no lo gradúa
Salamanca” – y jura y perjura que si el gobierno reparte proporcionalmente
todos sus ingresos – combatir la pobreza desde afuera mantiene intactas sus
estructuras – y elimina la posibilidad del enriquecimiento individual – que, en
alianza estrecha con la cultura, sí combate la pobreza - la “injusticia”
desaparecería como por arte de magia y cada quien ostentaría la “igualdad” que
le había sido arrebatada.
Sin embargo la historia nos presenta la realidad de esos
románticos idealistas – de delicado estómago democrático, se entiende - cuando
han logrado el poder y se percatan de la imposibilidad de generar progreso por
la vía estatista del socialismo, y han asumido – Ollanta Humala, por ejemplo reciente
– el modelo pragmático que les permite salir airosos de su prueba de fuego y,
como Lula o la Bachelet, salen con olor a multitud, vistiendo sus galas
socialistas, pero bien ruborizado el éxito de sus políticas públicas, que
dieron un duro golpe a la pobreza, por la práctica del libre mercado y de la
libre competencia, incentivando la inversión privada y respetando disidencia,
propiedad privada, libertad de expresión y alternabilidad en el ejercicio del
poder.
En contraposición tenemos el caso de Venezuela cuya
economía ha sido sistemáticamente destrozada por socialistas invertebrados –
más papistas que el Papa - que siguen aferrados al más costoso error
intelectual de la historia de la humanidad, la “propiedad social” – lo que es
de todos es de nadie - siguiendo al flautista cubano que guía, a ellos al
degredo de la historia y a la nación venezolana al abismo de la miseria
estructural, tal cual Cuba, si no les damos un parado el 7 de Octubre, y es
importante que se reconozca la diferencia, pues tras el idealismo social de la
inmadurez política se mimetiza el devastador socialismo real que
ha sembrado de muerte y destrucción la historia de los pueblos que han tenido
la desgracia de sufrirlos.
En conclusión
Así que para frenar el avance del socialismo, camuflado en
la angustia social, debe imponerse el pragmatismo social: Hay que eliminar la
pobreza, hasta por egoísmo, como expresión de miseria, ignorancia, fanatismo,
superstición y miedo, pues se presta para el cultivo del resentimiento que
amenaza el progreso por el desarrollo del individuo, cuyo cauce es el trabajo,
el estudio y la responsabilidad, tomando en cuenta que las generaciones de
ambos sectores se van a desenvolver en el mismo espacio y tiempo y el
pragmatismo señala que contribuir al bienestar general deriva felicidad
individual, pues el progreso que la genera, si con miedo, no es progreso.
Rafael Marrón González
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