Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

14 de mayo de 2013

¿ES POSIBLE PENSAR DIFERENTE?




Suele encontrarse por allí al garete algún fulano que sostenga que el tarugo Pérez Jiménez “ha sido el mejor presidente que ha tenido Venezuela”, basándose en la obras de infraestructura que hizo en Caracas. ¿Esta aseveración es producto de un análisis histórico o es simplemente una “opinión” contaminada por la subjetividad? ¿Considerar a un monstruo liberticida “buen presidente”, es pensar diferente a quienes con pruebas fehacientes lo consideramos un feroz dictador y ladrón, o la confesión de alguien  que siente vértigo ante la libertad y prefiere resignar sus derechos a vivir en situación de riesgo? Un ejemplo pueril puede graficar mejor el asunto:

¿Agregar salsa de tomate a un lomito strogonoff, es pensar diferente o falta de cultura gastronómica? ¿Un empresario que apoya al comunismo, piensa diferente o es un estúpido codicioso que vende a sus verdugos el mecate con el que lo ahorcarán? ¿Una religión que considera a la mujer materia impura sin derechos humanos, y, en general, a quienes no profesamos sus creencias, “excremento de camello que ha comido excremento”,  piensa diferente o es una peligrosa secta misógina y criminal? ¿No será que estamos confundiendo “creer” con “pensar? Creer diferente no es lo mismo que pensar diferente.

Pensar es un acto reflexivo individual, creer es una acción inducida, masificada. Si creo no necesito pensar. Y mientras más firme mi creencia, más tiempo tengo para no pensar, pues hacerlo me pudiera producir una situación conflictiva al encontrarme con la verdad desnuda, que es más fea de lo que se cree. Y, además, miles de vacas no pueden estar equivocadas.

Por ello teorizar sobre una creencia genera volúmenes de instructivos para aliviar el dolor de la vida consciente o tener que llegar a conclusiones contradictorias con la irresponsable manera de actuar. Por ejemplo, el caso de la pobreza estructural: El pensamiento universal coincide que es una injusticia que hay que eliminar, sin embargo existen varias propuestas diferentes para combatirla, hasta aquella inhumana que sentencia a todos a ser pobres para eliminarla por medio de la igualdad por debajo impuesta por las armas. Esa es una creencia antinatural. No un pensar diferente.

Este tipo de situaciones me hacen considerar que no existe tal “pensar diferente”, pues si pensar es concebir, juzgar, razonar, para valorar y poder apreciar entonces no es posible pensar excluyendo los principios de la lógica. Y, además, ¿“pensar diferente a qué? A la razón, a la experiencia histórica, a la evidencia de la modernidad y posmodernidad, que ambas conviven todavía.

El resultado de pensar es la evolución, el desarrollo, el bienestar general, la ciencia y la tecnología, las artes y la literatura. Si alguien dotado con el equipo de pensar – es falso que sea dotación general – lo usa para delinquir, para acceder al poder como fin totalitario, para la deshonestidad, es un enemigo de la humanidad, infiltrado entre la gente. El pensamiento es libre y universal o no es pensamiento sino dogma o ideología esquizofrénica impuestas desde el miedo.

El infierno, el hambre o un fusil son poderosos instrumentos de dominación estratégica, que eliminan el peligroso factor pensar del comportamiento del hato humano a dominar. Es por medio del pensar que se dilucida el bien y el mal, y si existiera ese “pensar diferente”, el mal sería aceptado tal como el bien. Y es que hasta se usa la palabra pensar fuera de contexto: “Piensa mal y acertarás en lugar de “duda…”. Y ese mal uso del lenguaje induce estos errores.

Condenar a quien piensa

Así que no es cierto que se persiga a quien “piensa diferente” a la ortodoxia de un régimen, se condena sencillamente a quien piensa. Porque los regímenes autoritarios, como el que sufre Venezuela, tienen creencias que asumen inmutables y criminalizan el pensamiento libre que los juzga y les evidencia la verdad. Porque, en el caso interno, ellos creen que su “revolución” es la alternativa deseable y quien esté en contra es un enemigo del pueblo y de la patria. Y están tan convencidos de que les asiste la razón – nunca razonada - que ni siquiera con la evidente prueba del contraste de la realidad con su discurso, rectifican.

Creer que es posible desarrollar una nación castrando la individualidad y eliminando la recompensa, no es pensar diferente, es no pensar en absoluto, pues con la más ligera reflexión el resultado será negativo. Por eso el militarismo que les es inmanente y que tampoco piensa diferente. Actúa diferente. A contrapelo de la razón. El militarismo cree que por la fuerza de prohibir y obligar se convence. De allí su estruendoso fracaso histórico. Y no logra entender cómo, por mucho crimen que cometa contra la rebeldía esta sigue rebelándose.

Si el militarismo pensara no lo sería. Jamás. Aunque la estupidez insista en creer que es una opción.  En ese mundo de orden y disciplina – en el del pensamiento es lucidez y coherencia - pensar está prohibido, se obedece sin cuestionar, por responsabilidad delegada. Y punto.

Por ello todos los regímenes providenciales, que supuestamente tienen todas las respuestas al sufrimiento humano,  se sustentan en la coacción y el terror de un aparato militar. El represor obedece órdenes. Dispara perdigones o balas a quema ropa contra la disidencia. No piensa ni tiene conciencia. A él lo mandaron: Obedezco, ergo existo. Y como el pensamiento es el espacio impune de la libertad, no conviene permitir pensadores. Hay que liquidarlos. No porque piensen diferente, sino porque enfrentan el credo universal que sustenta esa barbarie, con el pensamiento, que es el auténtico partero de la historia, no la violencia como sostenía el cretino de Marx, pues la violencia como medio  de edificar un orden nuevo es muy mal negocio y dura muy poco. Aunque dure mucho.   

La democracia producto de la razón

Y en el caso de la democracia – en la cual se elige por creencias pero se debe gobernar pensando - es un sistema – su praxis es sistémica - de gobierno perfectible, producido por un ejercicio intelectual que no admite “pensar diferente” a sus postulados, pues dejaría de ser democracia, por ello los adjetivos con la que la personalizan los dictadores avergonzados no logran esconder su negación. Y es precisamente a pensar, aunque sea para juzgar el orden interno de su realidad, que la democracia tiene que enseñar al pueblo llano que conforma su capital electoral, para cerrarles el paso a los flautistas del desastre que en su oceánica ignorancia creen que “piensan diferente”. Sale p allá.   

Rafael Marrón González
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5 de mayo de 2013

LA BELLAQUERÍA PATRIOTERA



“El patriotismo es el último refugio de los canallas”, célebre frase del poeta inglés Samuel Jhonson que aplica perfectamente a la camarilla que se apoderó de las instituciones republicanas con la intención de imponer el modelo cubano de destrucción masiva que convirtió un país próspero en un lodazal de ignominia. El proclamado Nicolás Maduro, por ejemplo, se refiere a la masiva pérdida de votos de su herencia política alegando que “un grupo de patriotas engañados votaron por los enemigos de la patria”, esto reseña como antipatriotas al universo electoral que considera que el comunismo es una virulenta enfermedad mental que carcome las bases productivas de la nación, con la ruina como producto final.

Y que “patriotas” son todos aquellos seres de claridad inmarcesible que votaron por la inflación, el desabastecimiento, las fallas crónicas del sistema eléctrico, la quiebra de las empresas de Guayana, la violación a los contratos colectivos, la destrucción del sistema vial de la nación, entre un largo etcétera que incluye la falta de vivienda y la precarización de los servicios públicos que afecta mayoritariamente a esta suerte de “patriotas” de “lo mío me lo dejan en la olla”, que dan la razón plena a Bolívar cuando expresara que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.

Obviando, por ahora, que decidieron elegir un presidente que formó parte ejecutiva del gobierno anterior y por lo tanto responsable directo del desastre integral que aqueja al país, en franca contradicción con la posición de estos mismos “patriotas” – “pata en el suelo”, los llamó su nuevo líder – que sufrían las calamidades producidas por la ineficiencia de los incondicionales por la rapiña, porque según la aguda percepción que los aniquila, el presidente muerto no sabía de sus penurias, porque la culpa la tenían sus subalternos, es decir Maduro.

Estos “patriotas”, a la manera de Maduro, son incapaces de entender que el mayor daño infligido a la dignidad patriótica es haber devaluado la moneda durante sucesivos decretos antinacionales – de 649 Bs x $ a 6.300 (6,30) en 13 años, 869%  y  con el agravante del barril de petróleo por encima de los $100 - pues el valor de una moneda es motivo de orgullo patriota, ya Sócrates aconsejaba devaluar la moneda de los países invadidos para quebrar la resistencia ciudadana. Qué distinto sería si estos “patriotas” de oropel – ahora con la estrella de Fidel en la solapa – fieles a su discurso nacionalista, se hubieran dedicado a fortalecer la economía para rescatar el poder adquisitivo de la moneda, cuya destrucción, es cierto, comenzó en 1983, pero estos “patriotas” uña en el rabo siguieron tan campantes devaluando y devaluando, es decir traicionando y traicionando, para llegar hasta imponer el peso cubano como moneda nacional, lo que deduzco de sus húmedas obsesiones fidelistas.

¿Por qué no le preguntarán al fariseo de Rafael Correa por la dolarización de la economía ecuatoriana? En la década de los ´70, la de mayor crecimiento económico, nuestra moneda tenía curso legal internacional, como el dólar o la libra esterlina, pero una sucesión de errores políticos, estupidez económica, bajos precios petroleros y descuidos sociales trajeron estos lodos que están acabando con todo vestigio de civilización, pero eso si henchidos de “patriotismo”.

Como en Cuba, cuya falsa supremacía moral brota por los huecos de la más espantosa miseria derivada del parasitismo social propiciado por el paternalismo estatal, ahora financiado por el inmenso patriotismo entreguista del petróleo venezolano que sale a raudales a engordar hijos de pueblos “hermanos” mientras los nuestros mendigan en los semáforos.

La patria es la gente

“Lo que quieran patria vénganse conmigo” frase que bien pudo pronunciar Moisés para sacar a los judíos de Egipto, pero que en boca de un presidente electo constitucionalmente por el pueblo no pasa de una baladronada insensata y ofensiva, que promueve la guerra civil, pues el ingenuo ignorante a quien está dirigida no maneja abstracciones y su respuesta la puede graficar la actitud violenta del chavismo sin Chávez en la Asamblea Nacional – corporificada en la bestialidad confesa de Diosdado –“ideas locas” - Cabello, que destruye la escaza vida democrática de la nación a patadas autocráticas contra diputados de oposición electos por el pueblo con mayoría de votos, pero son minoría porque por la marramucia chavista quien saque más votos, obtiene menos diputados.

Quisiera saber cuál de estos impúdicos presidentes latinoamericanos que, en pos de las monedas petroleras, saltaron a convalidar una proclamación seriamente cuestionada, aceptaría una inversión de principios democráticos como esa. Y es que no hay manera de penetrar la dura costra de la demagogia que para preservar el poder mantiene al pueblo amarrado al botalón del Estado, engañado por una supuesta amenaza externa sobre la soberanía y estimulado por el discurso fascista de odio.

Para ellos la patria es el poder y el presidente muerto se encargó de crear una ficción cuasi religiosa con la patria en sus altares, para driblar su absoluta ineficacia en la solución de los graves problemas socio económicos que debió enfrentar su gobierno y que, al contrario, los agravó por imponer la incondicionalidad de sus subalternos sobre su eficiencia, tratando estúpidamente de preparar batidos de fresa con aguacates.

Pero la bandera del “patriotismo” bien sirve para cubrir las pústulas de la corrupción, la pérdida de la moral pública y el desgobierno sistémico, entre otras muchas perversiones. Y el pueblo ofuscado por el discurso patriotero puño alzado contra la nada, y sobornado por la promesa enloquecedora de vivir sin trabajar, se niega a admitir que la patria es la gente y que si quiere mejor patria es imperativo formar mejor gente en el crisol del trabajo, el estudio y la responsabilidad consigo, con los suyos, con la sociedad, y esa es la única manera de practicar el patriotismo y ser patriota. Lo demás es pura indigestión. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González


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