Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

25 de marzo de 2013

LA CONSPIRACIÓN DEL FRAUDE



El fraude ha consistido en instalar en la mente de demasiados opositores el convencimiento del fraude que estimula la estéril y colaboracionista abstención, una manera insensata de protestar cediendo un derecho, pues si el fraude es una convicción legítima, la lucha de calle es la solución. Y esta conspiración del fraude tiene ideólogos inmutables que han obtenido reconocimiento social por haber tenido, supuestamente, razón, en cada pérdida electoral.

Es innegable el ventajismo grosero del oficialismo, el uso descarado de los recursos públicos y la absoluta falta de higiene moral que ha caracterizado la participación electoral del liderazgo oficialista, cuyo fin último es el poder. Que si el pueblo opositor hubiera tomado acciones contra cada evidencia de esa amoralidad los abusadores no se atrevieran a seguirla cometiendo. Sin embargo el descaro de sus acciones ha redituado pingües beneficios electorales a los infractores de la ley, que ya actúan como si fueran correctos, legítimos y legales sus desafueros. Y así se ha impuesto silenciosamente la conspiración del fraude.

Los electores no asumen con firmeza que hemos perdido porque no hemos logrado los votos suficientes para ganar, estimulando los liderazgos particulares, sino que “nos robaron”, como a niños, una y otra vez. De nada vale esgrimir el argumento contundente de que cuando los hemos obtenido nos ha sido reconocida la victoria. Los obtuvimos para la Asamblea Nacional, pero los líderes de la oposición aceptaron concurrir con unas reglas inversas – quien saca más votos obtiene menos diputados – cuando en condiciones normales se retiraron de las elecciones, entregando la Asamblea en pleno a la inescrupulosidad política.

Los obtuvimos cuando el remiendo constitucional que imponía el Estado comunal. Y, así, los hemos obtenido en distintas gobernaciones, que se nos han asignado, como la de Miranda, en plena arteria coronaria del antiguo chavismo. Y esto no significa que esté otorgando patente de pulcritud al CNE, pues ha sido su rectorado – con la excepción de Vicente Díaz - el que ha lanzado sobre la institución el velo de la sospecha – “la mujer del César además de ser honesta debe parecerlo” -como colocar la bandera de Cuba en sus instalaciones o portar la presidente un brazalete guerrillero en el antebrazo, como si estuviera en las selvas colombianas. O secuestrar la sala de totalización. O permitir que sea salvajemente agredida por el sicariato del régimen, una marcha estudiantil pacífica que pide elecciones limpias. Y lo más pernicioso de todo, no poner límites a los abusos del gobierno.

Quizá por cobardía, pero es nuestro deber traducirlo en duda de complicidad, pues “llamarse jefe para no serlo es el colmo de las miserias”. Pero reconocer esta anormalidad - “eso es lo que hay” - no tiene por qué mutar en abstención colaboracionista. De lo que se trata es de admitir que nuestros testigos han sido muro de contención, que los organismos de organización de la oposición no se están vendiendo ni pactando con el adversario “por un puñado de dólares”, y que si algo necesitamos es más participación ciudadana en la conquista de nuevos electores y su movilización hacia los centros electorales, el cuido de las mesas y la protección y atención de los testigos.

Participar ha sido inteligente

Gracias a nuestra participación electoral colocamos sobre el tapete universal que la mitad del país está en contra del totalitarismo que roe nuestra institucionalidad, lo que desmonta el mito de la hiper publicitada aclamación socialista. Y logramos detener durante catorce años la imposición del sistema cubano en nuestra vida republicana, que es un triunfo nada desdeñable.

La abstención es el fraude

La abstención  es una conspiración contra la democracia. Si hay elecciones hay que votar. La abstención es un acto de protesta contra un mal gobierno como el de Maduro, pero es ilógica como ejercicio opositor. Y en la actualidad no hay excusa alguna para mezquinarle nuestra participación a un líder que se ha empinado por encima del asqueroso ventajismo - que hoy carga una urna de tarima - logrando como piso una votación histórica.

Henrique Capriles ya no es un candidato de oposición, es el presidente que la nación – madurista y no madurista – necesita. Es el factor aglutinante que garantiza la paz imprescindible para vencer las dificultades económicas creadas por el gobierno del cual Maduro es responsable directo. Es un líder con un proyecto político y social incluyente, viable y admisible por todas las partes. Es un gerente probo y eficiente con resultados demostrables, incomparables con las lamentables ejecutorias del candidato continuista de las desastrosas políticas públicas del gobierno anterior, con el atroz hándicap de no ser el presidente muerto, que por lo menos mantenía la paz social por su relación idolátrica con el pueblo chavista.

Capriles es un presidenciable ajeno totalmente al caudillismo fascista que impera en las filas del gobierno. Y sus ejecutorias como alcalde y gobernador marcan sustancial diferencia con la providencialidad que, desde 1999, pauta la gestión pública tanto del gobierno del presidente muerto como del gobiernillo de su radical aspirante a sucesor, que en cien días de ejercicio devaluó la moneda, incrementó la inflación y la escases, y al hampa le soltó las pocas riendas que tenía. Si el pueblo necesita alguna prueba de su ineptitud, estos cien días son contundentes. Maduro no sirve. Y el asunto es con Maduro, no con el presidente muerto.   

Para árbitro parcializado, victoria contundente

Así que hay que ir a votar contra viento y aguacero. La patria clama por su dignidad y soberanía mancilladas por la postración ideológica ante un gobierno extranjero. Así que tu voto es confirmación de fe democrática y, parodiando a Celaya,  un arma cargada de futuro, pues, como me dijo un amigo que ama esta patria: “los malos gobiernos son electos por los buenos ciudadanos que no van a votar”.

Rafael Marrón González
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17 de marzo de 2013

MADURO Y EL GOBIERNO ANTERIOR




Si alguna vez fue cuestión de vida o muerte para la república acudir a votar es en estas elecciones del próximo 14 de abril, pues el candidato del gobierno anterior, Nicolás Maduro, es una herramienta política de los seniles hermanos Castro, que necesitan el petróleo venezolano más que el oxígeno para que su ruinosa revolución pueda seguir respirando.

Sin los dólares imperiales que la irresponsabilidad chavista derrama sobre Cuba, en detrimento de los venezolanos, no existiría socialismo ni fidelismo en Cuba, pues a la llegada del presidente muerto al poder ya Fidel estaba en brazos de los gringos. Y Nicolás Maduro no es el candidato del presidente muerto sino de Raúl Castro, Por ello este candidato embustero / vendido y paquetero, tiene que ser derrotado por la racionalidad y la lucidez del pueblo.

Sabemos que Henrique Capriles enfrenta la inmensa y multimillonaria maquinaria estatal, usada sin vergüenza ni escrúpulos, ni observancia de la ley ni de la Constitución por el candidato del gobierno anterior, cuyo comando de campaña está integrado por burócratas del régimen. Sin embargo han sido tan cuantiosos y dolorosos los embustes que ha metido al país chavista y no chavista, este candidato de la inflación, el desabastecimiento, el hampa desatada, el desempleo, la falta de viviendas y “una infraestructura en decadencia y parte de producción de crudo hipotecada a los chinos”, que su campaña se limita a tratar de engatusar al pueblo, envuelto en el sudario del presidente muerto, para que no perciban la tristeza de su figura insípida de lengua entaparada y cerebro en duermevela – “abran más el telepronter” -  sino la visión ectoplásmica del presidente muerto, pero  a pesar del disfraz - ¡a qué no me conoces¡ - y de sus esfuerzos balbuceantes, el pueblo sigue viendo un bulto sin carisma ni credibilidad que se desvanece cuando se apaga la luz.

Maduro no es el presidente muerto. Por mucho militarismo que lo rodee. Y por mucho “yo soy el comandante en jefe”. Y lo está percibiendo en la mezquindad de los aplausos. Y esto pasa porque cuando dice al pueblo que va a combatir el hampa porque “la familia venezolana merece vivir en paz”, está atacando al gobierno del presidente muerto, del cual fue vicepresidente, que durante catorce años no levantó un dedo para reducir ese flagelo asesino que costó la vida a 150.000 venezolanos – ya en el gobiernillo de Maduro van 2.000 según diputada de Carabobo.

Un candidato presidencial atado de pies y manos, porque cualquier alusión a cualquiera de las penurias que sufre a diario el pueblo devoto del presidente muerto es un insulto a su memoria inmortal de ídolo que vivirá por siempre – cual Pedro Infante -  según el cronograma oficial. Pero el sol no se puede tapar con deseos. Porque esto lo sabe hasta el gato de Cilia: La situación socioeconómica del país es culpa de la falta de gerencia y probidad del gobierno anterior. Y en la actualidad hay inflación y desabastecimiento porque el gobiernillo de Maduro devaluó la moneda en un 46,5%, y fue el gobierno de Maduro porque  Argénis Chávez – y no tengo porque dudar de su palabra -  asegura que el presidente muerto sufrió un derrame cerebral durante la operación en Cuba.

¿Entonces, cómo es que autorizó con su firma la destrucción del poder adquisitivo del salario de los trabajadores? Esa traición al movimiento obrero no la hubiera cometido jamás el presidente muerto, sobre todo porque esa devaluación favorece los grandes capitales, incluyendo los de la godarria chavista. Y eso significa que, a pesar del endoso del presidente muerto, ese cheque es incobrable.      

La hora de Capriles

Maduro, cautivo en su media hora de fama inconcebible – “jamás se vio un elefante volar” - se limita a insultar la soltería de Capriles, lo que multiplica la imagen del candidato de las fuerzas democráticas que si puede atacar con la energía de la verdad las fallas estructurales en materia social y económica del gobierno anterior y el del propio Maduro, que gobierna al país desde el 10 de diciembre del 2012 y su única gesta revolucionaria fue meterle la mano al bolsillo al pueblo venezolano para tratar de tapar el gigantesco hueco fiscal que la irresponsabilidad en el manejo de la casa pública ocasionó, con los mejores ingresos petroleros de la historia.

Así que esta es la hora de Capriles - y de nosotros los demócratas – en una versión siglo XXI de la Campaña Admirable de nuestro egregio Simón Bolívar, el único libertador. Y Capriles lidera, nada menos, que una gesta liberadora de la satrapía cubana, cuyas garras infectas hunden sus uñas en la dignidad de la patria, con la anuencia del servilismo ideológico, “inmaduro y descabellado”, y cuenta con la participación entusiasta y voluntaria de millones de conciudadanos, para quienes es imperativo moral el rescate de la soberanía nacional mancillada, y consideran la libertad un derecho natural irrenunciable, y, al respecto, recordamos las palabra de Bolívar en el Manifiesto de Carúpano: “No son los hombres vulgares quienes pueden entender el eminente valor de la libertad”.               

En conclusión

Vamos a aglutinar voluntades en la senda democrática hacia la libertad, apartando a los “duros” que consideran la participación electoral como “legitimar al régimen” sin presentar ni evidencias del fraude ni alternativas viables, y votemos masivamente contra este aliado del mal de la felicidad.

No olvidemos que el presidente muerto no es el Cid.  Estoy consciente de las dificultades abrumadoras que enfrentará Capriles en la presidencia, dada la maraña de complicidades de la secta que mantiene secuestradas la institucionalidad, sin embargo somos mejores y tenemos razón, y esa fuerza derrumbará obstáculos en la medida de su aparición. Por los momentos lo importante es que arranca Capriles con siete millones de votos  y el candidato del gobierno anterior tiene que buscar los suyos, por ello debemos convencernos y convencer de la inmensa importancia de acudir a votar el 14 de abril, ya que se trata de arrancar de las manos del sicariato político de los Castro, la integridad republicana de la patria de Bolívar. La abstención contra Capriles es un crimen de lesa patria en este momento histórico. Sale pa´llá.            

Rafael Marrón González
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10 de marzo de 2013

MEMENTO HOMO…



“Hubiera preferido otra muerte”, expresó Carlos Andrés Pérez ante el Congreso de la República cuando las ambiciones subalternas de su propio partido estimularon su defenestración, propiciando estúpidamente la muerte de la democracia liberal en Venezuela y el ascenso de la barbarie que hoy chapotea encharcando el futuro de la patria de Bolívar.

De esa misma manera hubiera deseado la muerte política para Hugo Chávez y no ese escape por la tangente que le prodiga honores cómplices y lágrimas inconsolables, tanto de la chulería de sus parapetos latinoamericanistas, como de la ingenuidad que medra en las orillas de la miseria sustentada con becas y misiones empobrecedoras.

Me indigna que la muerte haya intervenido groseramente en los asuntos políticos internos de este país. Hugo Chávez era un problema nuestro no de la muerte. Pero ahora, por esa estúpida intervención, este hombre al que las circunstancias, no las decisiones, otorgaron el poder más absoluto y discrecional que detentara gobernante alguno en esta nación, entra al altar de la patria, cosa que no me perturba, al recordar el destino  del cadáver embalsamado de otro caudillo de similares características, Vladimir Lenin - “ay del hombre que de pueblo fíe” - sin embargo me hubiera gustado mucho que mis veinte años de lucha radical, intolerante y frontal contra este caudillo militarista – y sus acólitos inmorales y  corruptos -  que impuso el parasitismo social como aspiración plena de un pueblo confundido en su ingenuidad, hubiera desembocado en la derrota por el convencimiento político del fraude que en verdad fue su propuesta autocrática pivotada en el azar de los precios peroleros que pagan los países capitalistas, verdaderos sostenes de su régimen.

Que otro gallo hubiera cantado si la cotización de la cesta que afectó al débil Rafael Caldera se mantiene en los primeros años de consolidación del neo caudillismo chavista. Pero así es la vida. Chávez está muerto. Murió de muerte natural. En una escenografía cheispieriana. Rodeado de afectos y ambiciones. Pero eso sí, entre las penumbras de la mentiras y el engaño al pueblo que hasta el último minuto aseguraba que regresaría. “No me dejen morir” sostiene un edecán que le escuchó susurrar en sus últimos instantes al moribundo privilegiado con los portentosos recursos tecnológicos y científicos que ni en sueños recibe ningún venezolano afectado por el mismo  mal, que debe sufrir adicionalmente la falta de insumos en los destartalados hospitales públicos.

Chávez no murió asesinado como las víctimas del 4F y del 11 de Abril o como los mártires de la Plaza Altamira. Ni dejado morir como a Franklin Brito, virilmente inmolado por sus convicciones. Sencillamente muerto, como muere cualquier hijo de vecino. Desconectado por decisión familiar para aliviar el horrido sufrimiento al que fue condenado para segregarle impíamente poder a sus latidos mecanizados.

Pero, como no soy afecto a los rituales de la hipocresía ni encuentro virtudes ocultas en quien pudo ser justo y decidió no serlo y se negó a gobernar para todos los venezolanos, dividió al país en bandos irreconciliables y prefirió privilegiar gobiernos extranjeros de similar sectarismo antes que invertir seriamente en combatir la pobreza nacional que nos conmueve, debo manifestar que, por mucho que lo acunen al lado de Bolívar, no escapará al juicio inexorable del tiempo, que es un océano en el cual solo flota la verdad.

¿Chavismo sin Chávez?

No existe chavismo sin Chávez con alguna posibilidad de éxito. Porque no existe pollo con dos cabezas ni el chavismo es una Hidra intelectual. Una vez cortada la cabeza el cuerpo del pollo queda saltando hasta, que perdido el reflejo condicionado, se congela.

Chávez se encargó personalmente de impedir que cualquier pensamiento propio le hiciera sombra. Tal como con el Che y Camilo hiciera Fidel – el monstruo que le indicó lo que “podía” hacer y no lo que “debía”. Nunca tuvo a su lado quien se atreviera a recordarle que era mortal, que polvo era y en momia se convertiría. Por ello, bajo el inclemente trópico el cuadro es deprimente:

Un grupete estupefacto por la real ausencia omnipresente, escudado detrás esa ficción utilitaria que mientan “pueblo”, colectivo que sufre el ahogo consecuente de las pésimas políticas económicas del ahora gobiernillo, con un discurso que destila violencia y odio – debajo de la fina seda siempre la mona - para ocultar la amargura y el miedo que lo embarga.

Todos esos gobiernos de mano saqueadora, que se aprovecharon hasta el asco de la inescrupulosidad en el manejo discrecional del tesoro púbico, serán espaldas en el horizonte. Y Raúl Castro asumirá, ya sin pudor alguno, las riendas de Venezuela por interpósita persona, por ello - eso derriba el mito del nacionalismo chavista- Nicolás Maduro – el más obsecuente a los lineamientos castristas - fue designado candidato a suplir la ausencia de Chávez por el voto emocional, como próximo presidente de la república, si la lucidez no dispone otra cosa.     .       

Ya Chávez no existe…

Sin embargo, sorpresas intuyo: Pues, mientras Chávez mantuvo las riendas del poder, el pueblo chavista sufría los rigores de la incompetencia del gobierno y de las miserables políticas socialistas, bajo la fe de que “Chávez no sabe”. Porque para ese pueblo que mutó a Chávez en una deidad que solamente podía querer su bienestar, todos sus problemas derivaban del desconocimiento que de ellos tenía Chávez. Pero ahora Chávez no existe. Y el gobierno volverá a ser responsable directo de las penurias populares que son muchas y variadas.

Pronto se verá obligado a arremeter contra el país entero cuyo recalentamiento suena a protesta multitudinaria, pues no hay ni un solo segmento poblacional que no esté afectado por el corrosivo virus socialista que no paga prestaciones sociales ni salarios al día, destruye la producción nacional, hipoteca las reservas petroleras y despide trabajadores obviando impunemente la inamovilidad laboral. Y esa verdad resquebraja la romántica entelequia que les redituó catorce años de godarria champañizada. Tic tac.  
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5 de marzo de 2013

QUÉ GANAS DE MATAR…



Una película de la Segunda Guerra Mundial narra las peripecias de un joven francotirador a quien asignan, por radio, objetivos que son suspendidos cada vez que está a punto de lograrlo, hasta que recibe el permiso de disparar, tiene el blanco en la mira y el dedo en el gatillo, pero en el instante de realizar el disparo, entra un coronel y aborta la misión porque la guerra ha terminado. La reacción del muchacho fue histérica. Quería disparar. Necesitaba matar. Pedía, por favor, lo dejaran realizar ese solo tiro y ya. No era posible que luego de tantas penurias no hubiera podido matar a nadie.

Parecida reacción encuentro en un converso llamado Juan Carlos Loyo o algo parecido, aquel civil que apareció en una gráfica con un arma de alto poder fajada a la cintura, en un operativo de despojo de unas tierras de vocación ganadera. Este sujeto pide a Dios en su tuiter lo que interpreto como una súplica para  que este ser supremo genere las condiciones para salir a matar. La forma como alarga las vocales alarma. Invoca al pueblo como instrumento de destrucción, como si este estuviera integrado por asesinos. Lo que revela esa súplica es la frustración por no haber tenido la oportunidad de matar impunemente, y ahora la revolución terminó. La excusa para tal degradación humana, es que la oposición está “ofendiendo” a su comandante.

No veo ofensa ninguna en pedir al gobierno que diga la verdad al pueblo – chavista o no chavista – sobre la salud de un hombre que ostenta la primera magistratura de la nación. Si el enfermo fuera el Loyo o Aristóbulo, a nadie preocuparía. El meollo del asunto es que crearon un mito que se desvanece en la contundencia de la realidad: Un hombre enfermo, muy enfermo, ya sin fuerzas para seguir haciendo el papel de robusto percherón,  halando la carreta que los transportó de la pata del tambor en el barrio deshilachado, de algún clandestino pueblo de la torturada geografía venezolana, al mármol de Carrara en el vecindario copetudo, prendidos al dólar petrolero gringo, y el terror de interrumpir esa vida regalada, que les manó del cielo revolucionario – con la ayuda de su inescrupulosidad manifiesta -  los hace perder la escasa sindéresis que los ha caracterizado desde su irrupción, con la boca abierta y viendo hacia arriba, en el escenario político venezolano.

Saben a ciencia exacta que serán reos de la vindicta pública, por sus desmanes y abusos de poder y hasta por su manifiesta inhumanidad. Por eso obligaron a un hombre de salud delicada a participar en una difícil campaña electoral que le agotó las fuerzas necesarias para su supervivencia. Por eso  el CNE aceptó postular la candidatura de una persona desvalida sin posibilidades ciertas de asumir el poder de resultar electo, como así sucedió. Por eso el sartal de mentiras que han generado todo tipo de chistes populares, surgidos no precisamente de las filas de la oposición oficial, que más seriecita, respetuosa y modosita, frente a este escarnio nacional, no puede ser.

Porque hay que ver la deshonra para la patria de Bolívar que traduce este acto burlesco, propio de  un país sin instituciones ni valores democráticos, al más puro estilo del realismo mágico garcimarquiano. Todo lo que ha hecho el gobierno para engañar al pueblo sobre la salud del presidente, es una burla a la dignidad del enfermo. Son ellos los que irrespetaron la vida de este hombre, mortal y susceptible a enfermedades comunes, con tal de conservar los privilegios derivados de su incondicionalidad, y son ellos quienes  irrespetan la dignidad de “su comandante” - ¿civil con comandante? - cada vez que le mienten al pueblo con reuniones ministeriales de cinco horas – “cuando no le habla un segundo al país”  - un hombre que no puede respirar por sí, bailando la conga con Maduro, redactando, de su puño y letra, extensas salutaciones imperiales a los subalternos del ALBA o de UNASUR o a demagogos reelectos por insuficiencia democrática de sus pueblos.

Cualquier engañifa es válida para las ventosas que le succionan el poder. Eso sí es un acto inhumano. Impío. Una falta de respeto. Como lo es a la Constitución asegurar, como el charrasqueado, que se juramentará cuando esté “bueno y sano”, lo que equivale a “cuando nos salga – “a nojotros mesmos” -  del real forro de la chistera”, de la cual sacaron la “continuidad administrativa” que alarmó de la Rousseff a Fidel - hasta el Insulza carraspeó – y motivó su devolución clandestina a Venezuela. Basirruque no sube en ascensor.

Una cosa es que los Castro manden en el país y otra cosa es que se sepa. Y cuando la opinión pública internacional pidió una fe de vida, no se les ocurrió nada mejor que apelar a una “pìrulin pin pon, con su misma chaqueta y su mismo pantalón”, pero sin verruga, que revirtió en burla la preocupación internacional, y no contra el paciente, al que el humanismo signa respetar, sino contra los manipuladores de la verdad, que olvidan que, salvo el pueblo cubano, al que sus amos comunistas manipulan como les da la gana, todo el planeta sabe operar photoshop.

Volvió, volvió…

Esta paranoia atrapa muchos ingenuos, enamorados del líder mesiánico que los hizo soñar, como a la embarazada del viento, y se inscriben en los dislates más candorosos, bajo el húmedo influjo cuasi religioso de “volvió, volvió”. ¿Cómo que volvió? ¿Cuál es el significado de volver para un presidente que no ha podido asumir? Este señor está tan ausente como si siguiera en La Habana.

Afirmar que “está al frente del gobierno” es un soberbio insulto a la más elemental inteligencia. La verdad es si este señor está incapacitado para tomar decisiones de Estado, quien funja en su nombre es un usurpador – ¿cofradía de usurpadores? - que, al no estar bajo la égida constitucional, constituye un serio peligro para la república. Así que quien volvió no fue el Chávez de bronce y redoblante, sino un doliente enfermo terminal, un saco de huesos y agonías, con un grave problema respiratorio que anula su capacidad mental. Y quienes lo insultan y contaminan su historia, además de someter a la nación al ludibrio internacional, son precisamente quienes tienen ganas de matar para escapar de la verdad. Sale pa´llá.  

Rafael Marrón González

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