Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de octubre de 2014

“EL TRABAJO LO HIZO DIOS COMO CASTIGO”



Me contaba un amigo portugués el caso de su abuelo materno, quien, viudo, al cumplir 60 años, decidió emigrar, de su humilde pueblo del Tras os Montes, para Brasil. Luego de un silencio de veinte años recibieron una efusiva carta del abuelo que al cumplir 80 años, en unión de sus hijos habidos en una nueva pareja, les invitaba a pasar unos días en Brasil, y les anexaba los pasajes y dinero para gastos.

En 20 años, este anciano había logrado el sueño americano con su trabajo y su responsabilidad. En cambio, en cualquier conversación entre jóvenes trabajadores nuestros, usted escuchará el deseo de dejar de trabajar a los 50. Se trabaja para dejar de trabajar y, lo más grave, se comete, según San Agustín, el pecado de amar el dinero sin el trabajo, es decir la parte sin el todo. Y en la letra de una canción venezolana, inmortalizada por nuestro Alfredo Sadel, se asegura que el trabajo, que es la esencia de la afirmación, de la liberación, de la promoción y del crecimiento del hombre, “lo hizo Dios como castigo”, concepción bíblica del trabajo como la sanción penal que Dios impuso a Adán al expulsarlo del paraíso terrenal y maldecirlo por su pecado original:

“Maldito sea el suelo por tu culpa. A fuerza de fatiga sacarás de él tu subsistencia todos los días de tu vida” (Génesis, 3, 17). Recordemos que el paraíso terrenal estaba a orillas del Tigris y del Eúfrates, única zona feraz en esa inmensa extensión de infertilidad y soledad. Al ser expulsado Adán de ese lugar donde todo nace y produce con facilidad, sus descendientes tuvieron que hacer prodigios para subsistir, ganarse el pan a fuerza de sudor.

Fue Adám Smith (1723 – 1790) quien utiliza la palabra como la idea central de la economía política, al sostener que la riqueza de una nación no está en el oro ni en la plata que posee, sino en el trabajo de sus habitantes. Eso explica por qué un país rico en productos naturales, como Venezuela, tiene tan alarmante índice de pobreza, pues el Estado, como sustituto del Paraíso bíblico, está constitucionalmente obligado a mantener al pueblo, regalándole comida, vivienda y vacaciones, pero… como escribió León Trostky, con la perversión que sufre hoy Venezuela, “el viejo principio quien no trabaje no comerá, ha sido reemplazado por quien no obedezca no comerá”.

Para Carlos Marx, el trabajo es, “…en tanto que produce valores de uso, en tanto que es útil, la condición indispensable de la existencia del hombre, una necesidad eterna, el mediador de la circulación material entre el hombre y la naturaleza”, razonamiento que Raúl Castro entendió demasiado tarde y que lo hizo confesar que “el pueblo cubano no podía seguir siendo el único pueblo del planeta que vivía sin trabajar”. Ahora no lo hace trabajar ni Dios. Que ser parásito es una de las virtudes del socialismo real.      

Juan Pablo II y el trabajo

“El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza”.

Trabajo y sindicato

Soy un crítico del sindicalismo venezolano por su obsesión simplista hacia lo salarial y centrarse en el bienestar del propio trabajador, obviando la familia y el entorno social. Esa indiferencia ha creado una de las mayores perversiones históricas de nuestra sociedad, que el trabajo estable, llamado “empleo” porque debería producir movilidad social, produzca miseria y miserables.

La concepción marxista de las relaciones obrero patronales, se ha calcificado en la estructura sindical, impidiendo la generación de nuevas ideas y nuevas formas de relacionarse, en una moderna visión corresponsable, sindicato, patrono, trabajador, familia, entorno, que  en realidad produzca desarrollo. Si un trabajador es vicioso y dilapida su salario, el sindicato debe pedir a un tribunal declararlo menor de edad y judicialmente llevar el salario, o la mitad como contempla la ley, a su familia.

El sindicato debe tener una secretaría de asuntos sociales que se ocupe de la supervisión de la educación de los hijos de los trabajadores y de conseguirles becas a los mejores estudiantes. El sindicato no solo debe lograr mejoras salariales para el trabajador, sino que es su responsabilidad, delegada en el momento de su elección, el bienestar integral del trabajador, no como masa, que es como les gusta, sino como individuo que es como progresa la sociedad. Porque el fin último del trabajo es la familia.


El sindicalismo venezolano, que es el que conozco, se ha constituido, con las excepciones de rigor,  en una forma de vivir sin trabajar. Sempiternos dependientes del sistema, indiferentes al conmovedor drama humano que se escenifica a sus espaldas y que crece como hiedra venenosa amenazando destruir la sociedad: vicios, violencia intrafamiliar, abandono, miseria, ignorancia, delincuencia, miedo, todo mantenido con el trabajo. No se han percatado todavía, o les interesa que así continúe, que en buena medida el pueblo adulto venezolano es aduldolescente (adultos físicos pero adolescentes mentales) por sus carencias e irresponsabilidad.

La cultura del trabajo

Sorpresivamente para muchos, por su populismo ruinoso, Juan Domingo Perón sostenía: “solamente hay una clase de hombres, los que trabajan”, con lo que definía contundentemente la cola de parásitos que amanecían a las puertas del despacho de Eva Duarte para recibir una limosna estatal.

La fracasada escuela venezolana tiene el deber histórico de reinventarse, comenzando por imponer la cultura del trabajo como elemento esencial de su pedagogía, de la que derivará la cultura de la dignidad, del orgullo personal por la productividad y el respeto inmanente por el producto del esfuerzo personal: la propiedad privada. 


Rafael Marrón González
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DE LA MEMORIA HISTÓRICA



Escucho decir a una señora, de edad respetable, que había que hacer una colita – de cinco horas – pero sí se conseguía aceite. Si se hubiera tratado de una adolescente no tendría mayor importancia, pero tratándose de una persona que atravesó como adulto por lo menos la mitad del siglo XX, es inexcusable, porque esta persona fue testigo del abastecimiento hasta con exceso y la pluralidad de marcas de los productos de primera necesidad como el aceite – antes de la llegada al poder de esta plaga perniciosa, infectada de la imbecilidad socialista, que somete al pueblo a la sumisión por la subsistencia, mediante la aplicación de controles en el suministro de alimentos, porque pueblo en cola no reclama derechos.

Es incierto que sean ineficientes, son sencillamente hijos de puta. Crean inflación y desabastecimiento por reacción. El pueblo que hace cola no las sufre, y, al contrario, se beneficia pecuniariamente, pero la ciudadanía independiente, que trabaja y se rebela contra sus delirios comunistas, pues conoce los peligros contra la libertad que ese modelo antinatural y esencialmente criminal representa,   es puesta en la disyuntiva de ceder su dignidad y entrar por el aro o sufrir las consecuencias.

Ellos cuentan con que la ignorancia tiene como falencia adicional la incapacidad mnemotécnica. El ignorante vive al día, sin recuerdos ni historia. Es una especie de concha de aguacate flotando en una laguna. Por eso les es tan fácil a los demagogos socialcomunistas, como estos, meterlos en una cola por una bombona de gas que en años recientemente anteriores eran llevadas a sus casas, luego de pedirlas por teléfono.

La memoria histórica es un valioso recurso que nos permite valorar nuestro pasado y hacer comparaciones que permitan un juicio crítico. Por ello, y ante su obvia ausencia, es imperativa una gran cruzada nacional para restablecerla, mostrando a viva voz el pasado reciente de la nación en materias tan sensibles como servicios públicos, educación salud, seguridad y abastecimiento.

No basta con señalar precariedad y carencia, hay que enfrentar el discurso gubernamental negador del pasado, que muestra como grandes logros el abastecimiento regulado, ahora con captahuellas que traducen “libreta de racionamiento digital”; que ahora sí “tenemos patria” – quien repita esto y se llame bolivariano es un idiota sin remedio – la guerra al contrabando – el tráfico ilegal de mercaderías entre Colombia y Venezuela es histórico, el problema es que ahora no hay producción de este lado y hay más dólares del otro – que han reducido la pobreza, mentira de tamaño oceánica, ya que sus propios dirigentes se han encargado de aclarar que la pobreza es la base fundacional del proceso revolucionario, y que no les conviene combatirla porque al convertirse en clase media, los pobres se meten a “escuálidos”, es decir recobran su capacidad de pensar, anulada por el virus del parasitismo social que a demasiados venezolanos, de los catalogados en pobreza, disfrutan a flojera batiente.

A recordar se ha dicho    

Desde el comienzo de esta pesadilla la dirigencia opositora ha asumido la cómplice posición suicida de acompañar al gobierno en su complejo de Adán. Se prohíbe hablar del pasado. Sin embargo nuestra única arma contra el verbo conjugado en promesas a futuro de esta imbecilidad decadente, es mostrar los logros de los cuarenta años de democracia, porque el pasado es…

la represa de Guri, que permitió energizar todo nuestro territorio con el ahorro de millones de barriles de petróleo,  o la construcción de Ciudad Guayana, que costó 25.000 millones de dólares, cifra similar a la extraída ilegalmente de Cadivi.

El pasado es…

ochenta mil kilómetros de carreteras clase A y autopistas y puentes y el asfaltado de miles de kilómetros de vías de penetración rurales, que sistemáticamente está destruyendo esta inservible administración de la infraestructura nacional.

El pasado es…

la formidable red de hospitales y ambulatorios eficientes que atendían las necesidades de salud de la población frente al engaño político de Barrio Adentro que consume el presupuesto de la institucionalidad formal, generando el grave deterioro en la materia que hoy sufrimos los venezolanos.

El pasado es…

Tres mil seiscientas escuelas creadas por el gobierno del Rómulo Betancourt en sus primeros dos años de gobierno, que le merecieron un reconocimiento de la Unesco. ¿Cuántas ha hecho  “el proceso” en estos dieciséis años de despilfarro, corrupción y destrucción de lo construido, por envidia?

Así que sí, hay que hablar del pasado claro y alto, porque fue ese pasado el generador de la clase media – incluyendo su versión deformada, sustantivada en una contradicción de términos “clase media socialista” – y la clase media profesional con decenas de miles de egresados universitarios – de Universidades de verdad - en distintas áreas del conocimiento científico, tecnológico y humanista, que ahora, gracias al milagro al revés de la idiotez socialcomunista se ven obligados a emigrar.

Y hay que hablar del pasado en materia de seguridad, sobre todo porque el propio gobierno declara que el 76% de los homicidios son por enfrentamiento entre bandas de delincuentes, cuyos integrantes son jóvenes que tenían entre 5 y diez años cuando este elefante penetró a la cristalería de la república causando los destrozos morales, éticos y sociales que su ignorancia y barbarie anunciaban.

Los errores del pasado                    

Fueron muchos los errores y las perversiones cometidas por el estamento político en ese pasado, que con sus bemoles es inmodificable, pero esa no fue la causa de la caída de la república liberal, sino la baja de los precios del petróleo que impidió que los subsidios en blanco continuaran alimentando el clientelismo político llamado “pueblo”. Y eso mismito está por sucederle al proceso, pues ya la OPEP anuncia una baja en los precios petroleros, que aunado al despilfarro que generó esta crisis, se llevará por los aires el espejismo revolucionario que devastó la Venezuela desarrollada que comenzaba a descollar en el mundo civilizado. El retroceso ha sido tan brutal, que ya el paisaje venezolano promociona desolación. Sale pa´llá.   


Rafael Marrón González
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SOCIALCOMUNISMO SIGLO XXI



Escucho a mi apreciada diputada Liliana Hernández expresar en una entrevista con César Miguel Rondón, que “si este gobierno fuera socialista ella lo apoyaría”, pero que no, que es capitalismo de Estado. Y me quedo como siempre me he quedado en este país político en el cual quien no es socialista es guate`perro, estupefacto. Por eso es tan difícil construir una mayoría opositora ofreciendo lo mismo pero con distinto cachimbo. Y además, en el poder, todo socialismo/comunismo – lo dijo Fidel: socialismo es comunismo -  deriva en capitalismo de Estado y punto.

¿O no es por definición el socialismo/comunismo la estatización de los medios de producción económica, la abolición, o subalternización a los intereses del Estado, de la propiedad privada y la preeminencia de la masa – “femenina y estúpida”, como la calificara Hitler -  sobre el individuo? Hasta que no tomemos el toro por los cachos y, sin eufemismos galantes ni temor a nombrar la soga en casa del ahorcado, le hablemos con la verdad lacerante a ese pueblo confundido, explicándole que el socialismo real es esclavitud y que la única manera de salir de abajo es trabajando, bajo un sistema político de amplias libertades que respete el derecho del hombre a disfrutar el fruto de su trabajo y a obtener la debida recompensa por su esfuerzo. Y, sobre todo, a ascender en la vida por mérito propio, que es la aspiración máxima de todo hombre libre, y que son los inservibles con aspiraciones burguesas, quienes buscan desesperadamente ese mismo ascenso, al que jamás accederían por sus incapacidades innatas, a través de la incondicionalidad rastrera al poder abusivo.

Por eso es importante que el pueblo aprenda a sacar sus propias conclusiones al comparar el discurso oficial con la realidad y con sus auténticas aspiraciones, que, por supuesto, no pueden ser convertirse en parásito del Estado. Así, se espantaría cualquier hombre del pueblo al escuchar a Maduro, tratando de sobarle el lomo a Rafael Ramírez, decir que este “libró a PDVSA de la meritocracia”, lo que va a contrapelo de las aspiraciones personales de cualquier individuo. Y hablando de Rafael Ramírez, me pregunto qué encontraría Maduro contra este todopoderoso oligarca uña en el rabo para lograr sacarlo de la presidencia de la única industria del país y confinarlo a una oscura cancillería tercermundista, donde el único aliciente es echarse palos de cocuy en los saraos de los chulos bananeros que exprimen las finanzas nacionales. Ni el extinto, con todo su inmenso poder, logró esa hazaña. Algo sigue oliendo a podrido en la comarca psuviana.

Este gobierno sí es socialista

Así que, sin la menor duda al respecto, este gobierno, presidido por el señor Maduro, sí es socialista, y por eso, como todo socialismo real, es decir socialcomunismo, es, por imperativo de su esencia, militarista y como tienen financiamiento petrolero, entonces tenemos un “petrosocialcomunismo militarista”, cuyo apelativo mediático, diplomático, es “Socialismo siglo XXI”, cuyo menú operativo se basa en el centralismo exacerbado, salvaje capitalismo de Estado – el comunismo es capitalismo de Estado, aunque no todo capitalismo de Estado es comunismo - limitación a la propiedad privada, intervencionismo gubernamental en el aparato productivo, sustitución paulatina de la empresa privada nacional por transnacionales – chinas, rusas, bielorrusas e iraníes - que no se meten en política, destrucción de la formalidad institucional de la república disfrazada de misiones electoreras, educación ideologizante, sacrificio del individuo por la masa, patronalización del movimiento sindical en las empresas y entidades del Estado, control de las protestas sociales por el sistema represivo cubano, estatización de la cadena alimentaria, leyes expresas para la  criminalización  de la disidencia, parasitismo social para atar la voluntad del pueblo a la riqueza del gobierno, entre otros elementos como la regulación de la libertad de expresión y de alimentación.

Frente a esto no ha surgido ninguna propuesta que lo sustituya, por el supuesto apoyo popular, masivo, que el asistencialismo ha logrado en las comunidades más empobrecidas del país bajo la premisa de la sumisión por la subsistencia. Los líderes emergentes y los tradicionales se encuentran atrapados en una profunda contradicción, unos por no abandonar antiguas posiciones ideológicas, a pesar de su manifiesto fracaso, y otros por seguirle la corriente al pueblo que todavía no ha percibido el desastre económico que significa la improductividad inducida que lo convierte en parásito.

Pueblo confundido es mono con hojilla

Aunque las encuestas, reflejan un alto rechazo al modelo cubano y, por ende, al socialismo, el gobierno insiste en que el pueblo decidió apoyar un régimen comunista en Venezuela. No entiendo para qué necesita una nación petrolera como la nuestra, un sistema político diseñado para la repartición equitativa de la miseria, sino para crear las condiciones legales necesarias para imponer la permanencia en el poder de un reducido grupo de iniciados jefaturados desde el Más Allá por un santón eternizado, sentado sobre una almohada de petrodólares asentada sobre un montón de bayonetas.

Por eso la fuerza del SS- XXI, es el militarismo. Todo su poder se concentra en los petrodólares, en la Fuerza Armada y en los llamados colectivos paramilitares. Mientras este gobierno tenga a su discrecional voluntad los primeros, ya escasos,  tendrá lo segundo. Y algo de pueblo. Ya no mucho, porque por privilegiar la regaladera que lo mantendrá en el poder indefinidamente, según sus húmedas aspiraciones, e invertir en la exportación de la revolución castrista en los países depauperados de América Latina, para retar a los Estados Unidos, ha descuidado la inversión en los grandes problemas nacionales que están llegando al nivel desesperante de todos los socialismo que en el mundo han sido. Sale pa´llá.


Rafael Marrón González
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“TIERRA FÉRTIL PARA EL SOCIALISMO”



Un “borrego” cubano, enviado para supervisar la gestión de su pitcher designado, tuvo la desfachatez de declarar que Venezuela era “tierra fértil para el socialismo”, es decir para la extrema pobreza y degradación humana que sufre la infeliz isla de Cuba, cuya población ha sido reducida en su dignidad hasta el más abyecto parasitismo, evidenciado en las últimas emigraciones a los Estados Unidos que han exigido los devuelvan al mal de la felicidad tan pronto pasa la euforia del éxito de la peligrosa travesía y se percatan de que deben trabajar para vivir, prefieren una cárcel en Cuba que un empleo en la libertad. Y me pregunto, si el socialismo es miseria para todos, según palabras del propio Fidel Castro, ¿por qué Venezuela es, entonces, “tierra fértil” para esta maldición que llevó a Cuba a la ruina más espantosa? Ese es un insulto intolerable para cualquier hombre libre, pues con ese eufemismo “tierra fértil” este prepotente ex asistente del homicida Che Guevara, quiere significar que nuestro país está poblado por una masa ignorante, floja y sinvergüenza que anhela la esclavitud política con tal de evitar la responsabilidad por el sustento propio y el de su familia.

Y lo más vergonzoso es comprobar que sí, que al tipejo no le falta razón, pues existe un elevado porcentaje de venezolanos, producto de la reproducción irresponsable, que están prestos a convertirse en tierra fértil para el socialismo, que para ellos es pasar doce horas en una cola para adquirir una bombona de gas o algún kilo de cesta básica que luego revenden con pingües beneficios, que llegan hasta los 25.000 Bsf semanales. Y nadie los monta en un avión y se los lleva para Cuba para que conozcan en carne y hueso el socialismo de verdad, el que tapa la factura petrolera gringa.

Tierra feraz es Venezuela….

Venezuela sí es tierra fértil, pero para el progreso colectivo por el desarrollo de las potencialidades de sus ciudadanos, debidamente despiojados de toda forma de parasitismo dependiente. Individuo y libertad es la fórmula del progreso colectivo. La colosal fortuna lanzada al albañal por esta irresponsabilidad enloquecida que lleva dieciséis años en el poder, bien hubiera servido para construir una formidable plataforma autosustentable para acoger la pobreza en tránsito y ofrecerle una posibilidad cierta de movilidad social.

Porque, estemos claros, dentro de ese amplio espectro que llamamos “la pobreza” hay de todo, desde los que ejercen la pobreza como rentable oficio libre de impuestos y responsabilidades, hasta los que no les da la gana salir de la pobreza porque disfrutan la dependencia que les prodiga la aduldolescencia, de estos últimos especímenes se nutre el socialismo para imponer por las armas de la represión sus designios sobre una nación, para reducirla a la esclavitud, bajo el subterfugio de la soberanía popular.

Por ello he sostenido la necesidad de hablar claro al pueblo verdadero, el que sale todos los días a trabajar de sol a sol, presentándole los hechos con argumentación histórica precisa, sin la necia urbanidad que distorsiona la verdad, pues el discurso socialcomunista, que así deberíamos llamarlo para cortar por lo sano con el criminal engaño socialista,  es seductor y ofrece al pueblo un paraíso terrenal sin explicarle que para acceder a él hay que morir políticamente exactamente como hay que morir físicamente para llegar al paraíso de las religiones, lo que nos permite deducir que sólo la muerte dispensa felicidad sin trabajar por lo que aquí en la vida terrenal hay que comprometerse con el trabajo, el estudio y la responsabilidad para edificar nuestros ideales contando con la indispensable  garantía de la propiedad privada, el respeto al libre albedrío y la libertad para el desarrollo de la personalidad de cada individuo que en su conjunto conforma sociedad y genera progreso. 

La verdad nos hará libres

El más grave problema que confrontamos los liberales es que el discurso romántico y pobrecitista de la izquierda, flota incontaminado por encima de los cien millones de muertos y de las atrocidades que los socialistas y comunistas han cometido antes de fracasar estrepitosamente y convertirse en capitalistas. Y es que ese discurso atrapa especialmente a la juventud que no ha incursionado críticamente en la historia - "si uno conoce a un izquierdista muy viejo es porque debe estar con problemas", Luis Inacio Lula da Silva. 

Por eso es tan importante llevar a nuestra juventud, de todas las edades, la verdad resultante de comparar el discurso romántico contra la injusticia inspirada en Robin Hood, y la realidad de un siglo de crueldades de este perverso sistema ideológico enemigo de la libertad, del individuo y de la democracia. Han sido tan horrendos y tan profusos los crímenes contra la humanidad que han cometido los regímenes socialcomunistas que en el mundo han tenido la desgracia de imponerse sobre sus pueblos, que los seguidores de esta antinatural corriente política reaccionan definiéndolos con el derivado de los líderes que dirigieron y dirigen esos gobiernos olvidando que un gobierno es una estructura de poder, y así, en Cuba hay “fidelismo” no socialismo; en Corea del Norte es “polpotismo”, en la Unión Soviética hubo estalinismo,  no socialismo ni comunismo, porque el comunismo es “una utopía” me corrige un criminal potencial afilando la daga de degollar hombres libres.

La realidad del socialismo es tan espantosa que ahora, por seguir en su terquedad de no reconocer que se equivocaron, que el socialismo es criminal y ladrón en lo político y ruinoso en lo económico, que inventaron un modelo paniaguado para estafar bocabiertas que mientan “socialismo democrático”, que no es otra cosa que socialdemocracia, que a su vez no es más que  democracia liberal con filantropía oficial. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González


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ATRAPADOS, SIN SALIDA



Qué patética es la ignorancia. Uno de los más devastadores jinetes del Apocalípsis – los otros son la superstición, el fanatismo y el miedo. Impide a los hombres la adultez que dota de la responsabilidad imprescindible consigo, con los suyos, con la sociedad, por ello hace descender en la escala de los valores humanos a quienes el azar permite ascender. Confunde esperanza con esperar y es de un atrevido singular, aunque ese atrevimiento es su cadalso.

Cómplice bastardo de los liberticidas -   así como Atila lo era de Dios, la ignorancia es el azote de la libertad -  jura que sus creencias son producto del pensamiento y sus actitudes primitivas de sus decisiones, lo que deriva en el fanatismo que confunde con militancia voluntaria, cuando es una forma de esclavitud, por ello no basta la razón para derrotar sus bestiales preferencias políticas, pues el poder tiránico captura su afecto como la luz a las polillas. “Se humilla en las cadenas” y se exalta en el libertinaje tumultuario que confunde con democracia. Su igualdad está basada en el irrespeto y el desplante soberbio.

Compensa su baja autoestima con la violencia y su cobardía innata diluyendo su conciencia en la masa. Es enemiga irracional de las dos únicas fuentes de progreso sustentable: la individualidad y la libertad, de ambas por el terror que le produce la independencia. Atada por el miedo a la incertidumbre al eterno padre munífico, su  transcurso vital es un asunto de Dios, del gobierno, del azar. Y unida por la miseria y estimulada por la codicia, pugna contra su propia redención, hasta el extremo de asumirse como clase social, banalizando el valor ascensional de la cultura. Y lo triste es que cuando la ignorancia logra percibir todo ha sido consumado, porque su abstracción es tal que cree que la equivocación está en el comportamiento de la realidad y no en sus acciones, sencillamente porque siempre ha tenido la simpleza de sus especulaciones aleatorias como verdades absolutas.

Y existe quien se llame político porque sigue los caprichos de la ignorancia, con el resultado degradado del ascenso del más popular sobre el más capaz, obviando que autoritaria, sectaria, inmoral e inepta, suele ser la conducta de la ignorancia en el poder. Así que si la voz de la ignorancia es la voz de Dios, renuncio a la esperanza.

Defender la patria significa librarla de ignorancia

Para edificar una nación sobre la cual construir patria es imprescindible comenzar por liberar la escuela de la ignorancia, porque hay que ver cuánta ignorancia sale de sus aulas, inclusive universitarias, con la capacidad de razonamiento mutilada, anulado el pensamiento por carencia de lógica y sentido común. Legiones de sujetos de derechos sin criterio para discernir lo verdadero de lo falso. Pero con la posibilidad cierta de acceder a los más elevados cargos de la autoridad con los resultados más que previsibles. Por eso el triste espectáculo que la Venezuela actual emite al planeta, pues cayó en manos de la ignorancia, y eso es catastrófico.

Ignorancia, que al asumir que su posición relevante es merecida obvia el pensamiento – no existe tal pensar distinto, se piensa o no se piensa, lo que existe es creer diferente – por lo que ha hecho metástasis en estupidez, pues no es capaz de percibir los alertas de la historia ni los ejemplos que a su alcance coloca la información globalizada, y sigue tercamente – uno de los “atributos” de la ignorancia – tratando de convertir un fracaso secular y recurrente en posibilidad.

No entiende que una nación se desarrolla según el porcentaje de seres pensantes que posea su población y, por supuesto, con acceso a la toma de decisiones. A mayor porcentaje de creyentes mayor será la miseria, aunque la naturaleza le haya sido pródiga. Unos cuantos pensadores edificaron progreso en un desierto plagado de creyentes.

Por ello, seguiremos atrapados, sin salida, mientras sea tan minúsculo nuestro porcentaje de seres pensantes y tan descomunal la masa irredenta con poder de decisión. Por ello, la batalla a librar es contra la ignorancia en todos los estamentos de nuestra sociedad, y el arma para combatirla es la cultura, que decanta la actitud del hombre frente a sus semejantes, lo transforma en artífice de su propio destino y desarrolla su dignidad ante las adversidades. La escuela ha fracasado en esta lucha contra la ignorancia, solo nos queda la cultura, que no debe confundirse con tradicionalismos, porque es cultura todo lo que hace el hombre desde el pensamiento. Y si la mayoría de nuestra población carece de neocorteza cerebral y por lo tanto sus acciones y reacciones son eminentemente emocionales, es nuestro deber usar la escuela para implantarle conciencia y criterio, elementos básicos del sentido común que podrá desarrollarle la facultad de reflexionar antes de actuar, además de fortalecerle la voluntad que es la fuente de energía necesaria para progresar mediante el uso racional de los talentos naturales, que sin esa fuerza de voluntad se pierden o desperdician.

Es decir, transformarlo de operario físico pasivo en operario inteligente. El pequeño sector desarrollado del país se ha visto arrollado por la fuerza telúrica del poder omnímodo en manos de creyentes devotos del fracaso, que copian un modelo imposible cuyos catastróficos resultados están, como en una virina, a los ojos del mundo, pues se niegan a admitir que la economía es una ciencia, con principios universales, que no admite adjetivos, y que la pobreza se combate con trabajo, estudio y responsabilidad.

Es la ignorancia con poder, a cuyo conjuro se abate el silencio y las sombras sobre nuestras probabilidades, con el apoyo entusiasta de un “robusto ciego” sin más horizonte que sus limitadas expectativas. Triste final para una república con vocación de grandeza y potencialidades económicas para lograrlo. ¡Ignorancia, ignorancia, cuánta nulidad engreída ha elevado tu idiotez!


Rafael Marrón González
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GOBIERNO OBRERÓFAGO



Es bastante difícil lograr que la aduldolescencia – adulto con síndrome de adolescencia tardía – escuche la voz de la verdad, sobre todo si la mentira que lo encandila está recubierta de promesas conjugadas en futuro, aunque  imposibles a la luz del más elemental de los análisis críticos, propios de la razón, del sentido común y de la lógica, para no mencionar la experiencia donada por la historia.

El socialismo, el real, no la fábrica de ilusiones para seducir conmovedoras inocencias de todas las edades,  ha logrado imponer la convicción de que es posible lograr la igualdad, la felicidad y el progreso por decreto, sin el concurso del esfuerzo individual. Ello le ha redituado pingües beneficios a la oligarquía empoderada por la ingenuidad en cuyo nombre alega gobernar, cuando en verdad es la carcelera de sus derechos, como estamos viendo en la actualidad venezolana.

El gobierno, una oligarquía real, se publicita como “de los trabajadores”, y estos creen que es cierto que ellos están en el poder – “el compañero Maduro me dio la espalda” - cuando no es más que un eufemismo para privarlos de sus reivindicaciones, puesto que al ser gobierno y este dueño de la empresa, el trabajador no precisa protección contra sí mismo, cuando en realidad  se asume como un activo del Estado, es decir que el trabajo no es un activo social, sino una obligación del individuo con el Estado, por ello el socialismo es enemigo de los contratos colectivos – socialismo no paga prestaciones sociales – y de los sindicatos independientes, que son sustituidos por organizaciones gubernamentales, encabezadas por esquiroles, que en el caso venezolano opinan que, por ejemplo los sidoristas, “pretendan la barbaridad  de mantener su permanente espiral de reivindicaciones salariales”, obviando, en su desprecio por lo que consideran una perversión burguesa, que el salario ha sido mermado por la inflación generada, precisamente por las políticas socialistas del régimen, y que esa “espiral de reivindicaciones”, como la descalifica el desprecio socialista, es producto de la justa aspiración de los trabajadores de tener una calidad de vida cada vez mejor, y ese deseo eminentemente humano pretende ser castrado por el socialismo, lo que define su inhumanidad además de evidenciar su procedencia como “error intelectual".

El socialismo en su práctica, y hay que aprender a diferenciar la serenata de enamorar, de la realidad, es un sistema “obrerofago”, sobrevive alimentándose del trabajo de los ciudadanos a los que se priva de  jerarquía laboral, todos son obreros, por esto la ignorancia cree que el socialismo es el cielo de los obreros. Pero la doliente ingenuidad que deja los pulmones frente a un horno de Sidor, envejecido prematuramente, jura por el saldo de vida que le queda que el socialismo lo sacará de abajo.

Y no pienso que la represión recientemente recibida en estos predios lo haga cambiar de creencia, pues ya ha llevado palo del bueno en otros días, en vida del extinto, y siguió impertérrito en su fe de carbonero rezándole al come obreros del Che o gritando en los portones que es más “chavista” que el extinto. Y es que la combinación de resentimiento con ignorancia es mortal para la libertad.

Cuba como ejemplo nefasto

Bastaría echarle una ojeada a la Constitución cubana para que los trabajadores venezolanos salieran espantados, ella, por ejemplo, pregona un supuesto Estado donde “se realiza la voluntad del pueblo trabajador”, pero la realidad es que no existe en ella ni un solo artículo que mencione alguna reivindicación para el trabajador, como la obligación de pagar prestaciones sociales que ordena el artículo 92 de la Constitución venezolana; ni artículos que garanticen un salario mínimo, ni la estabilidad en el trabajo ni protección contra despidos injustificados, ni el derecho a  huelga como lo contemplan nuestros artículos 87, 91, 93 y 97; ni ciertos principios del derecho laboral que son internacionalmente comunes, y que los contempla la Constitución de Venezuela en su artículo 89, como por ejemplo:

“Los contratos laborales se interpretan en la forma más favorable al trabajador”.
“Los derechos laborales son irrenunciables”.
“Se prohíbe todo tipo de discriminación por razones de política, edad, sexo o credo o por cualquier otra condición”.
“Deben existir límites obligatorios a los trabajos que sean potencialmente peligrosos o dañinos a la salud y las medidas de seguridad son obligatorias”.

Es notable que el derecho a la libre sindicalización y el de la contratación colectiva no existan, como sí existen en la Constitución venezolana, en sus artículos 95, 96 y 97. Pues en la relación laboral siempre existirá quien ordena y quien obedece y si el que ordena es el gobierno y detenta todo el poder es evidente que el potencial para abusos es ilimitado. Y en todo caso: ¿Cómo puede coexistir la sindicalización libre con el "trabajo voluntario, no remunerado - y obligatorio - realizado en beneficio de toda la sociedad, en las actividades industriales, agrícolas, técnicas, artísticas y de servicio, como formador de la conciencia comunista de nuestro pueblo”?, que establece la carta fidelista. 

La regulación del trabajo es uno de los abusos más notorios del sistema comunista. ¿Sabes cómo concede el gobierno cubano las libertades que tú disfrutabas en la Venezuela democrática? Pues, entérate, porque la ignorancia es la madre de todas las estupideces:

Artículo 62: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”. Y algo de suma importancia: la indefensión jurídica del trabajador, ya que es omnímodo el monopolio que la constitución fidelista confiere al Estado “para resolver cuestiones laborales y sindicales”.

¿Qué te parece? Sindicalista venezolano que se confiese socialista o es un farsante al servicio del patrono gobierno o es un estúpido. Ambas cosas conspiran en contra de tus derechos laborales. Respóndele como hombre libre: ¡Sale pa´allá!   

Rafael Marrón González
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IMBECILANDIA



Según el Drae, que es el diccionario oficial del idioma que hablamos en Venezuela - artículo 8 de la Constitución - la palabra “imbécil”  significa  “escaso de razón”, lo que traduce a su vez “incapacitado para el discurrir del entendimiento”, es decir “para reflexionar, pensar, hablar acerca de algo, aplicar la inteligencia”, actuar con criterio para diferenciar lo verdadero de lo falso, por ello el afectado cree ciegamente las falsas premisas que le han sido inoculadas por una figura de autoridad. 

Y observando la terca actitud del gobierno frente a la profunda gravedad de la crisis sistémica - económica, política, social y moral - que colapsa la república - consecuencia de la maniática aplicación de erradas políticas públicas - que lo ha llevado a despreciar la mano que le tendió gallardamente la Mesa de la Unidad, no se me ocurre otra posibilidad más que presumir que este sufre una infección generalizada de imbecilidad que le impide el adecuado discernimiento para asumir las decisiones correctas que enderecen el rumbo, asumiendo de una vez por todas que es una imbecilidad seguir tomando como ejemplo el modelo cubano que  arruinó a esa nación durante 55 años ininterrumpidos de práctica socialista, a pesar de los ingentes recursos suministrados por Moscú para mantener un enclave propagandístico comunista en las inmediaciones de los Estados Unidos, y un apoyo económico internacional incesante, hasta de los propios Estados Unidos cuyo embargo no ha sido óbice para la ayuda humanitaria que han socorrido la inmensa miseria inherente a este sistema.

Sencillamente porque no sirve. La fórmula no funciona. Para lo único que sirve es para encumbrar inservibles, que usan el poder para, adivinen, enriquecerse robando a familia entera. Mientras la pobreza crece exponencialmente. Como está sucediendo en Venezuela. Parece cosa de la más siniestra imbecilidad que un inservible comprobado como Fidel Castro sea todavía el líder fundamental de los izquierdistas del mundo, impermeables a la dantesca realidad de ese sufrido pueblo, al que utilizan como andrajosa bandera de una supuesta dignidad frente al imperialismo yanqui, en cuyo suelo han encontrado refugio y progreso cerca de tres millones de cubanos que han retado al destino.

Pero a esa monstruosidad ha entregado en ofrenda el socialismo venezolano  la cuna de Bolívar, llevándola inexorablemente por el mismo camino cubano, porque, y se cansa uno de decirlo, con aguacates no se pueden producir batidos de fresa, y es una imbecilidad continuar tercamente en su práctica. Y ese es el problema sustantivo de la ignorancia, que no le permite entender que, por ejemplo, la economía es una ciencia, inexacta por la interacción humana, pero una ciencia aplicada, con parámetros universales, que no es adjetivable - ni capitalista ni socialista - es sencillamente economía… imbécil, cuya definición, en el campo político, más precisa es arte de administrar bien, eficientemente, los bienes del Estado.

Y la voz “administrar” significa, “cuidar de”, es decir que no se los pueden robar ni usarlos para ganar elecciones fraudulentas ni regalarlos alegremente por “solidaridad”, que es realizar rifas pro fondos, no dar los de la nación. Y la economía demanda productividad, es decir que en lugar del verbo “repartir” que produce salivación en la flojera, debemos hablar de “crear”,   pues ya en esa creación de riqueza está implícita la más justa de las reparticiones: la que produce el trabajo individual según la capacidad de cada quien, cuya máxima aspiración es el bien común, traducido seguridad social y jurídica y  servicios públicos  eficientes y oportunos.

Pero imbecilandia comenzó a repartir el flujo petrolero sin preocuparse en mantener, preservar e invertir, hasta que lo inevitable ha sucedido. Del viejo chorro petrolero solo queda un prostático chorrito intermitente, repartido ahora entre el mercado interno y los gringos, que son los únicos que pagan en divisas contantes, por eso exploran aumentar, inmoralmente, el precio de la gasolina, o vender Citgo, para tapar el cráter de la regaladera y la corrupción. Y el “hombre nuevo”, tal como el parásito cubano, estupefacto ante lo que supone “una desviación de la revolución”,  suena las viandas vacías en desesperada demanda de más almuerzos gratuitos. Que no hay. Porque no los produjo. Pero perdigones y gas del bueno si hay para garantizarles a los verdaderos usufructuarios de la repartición “equitativa”  de la riqueza su permanencia en la manguangua de mansión, avioneta y viajes   para… disniguor no porque la DEA no los va a pelar.

Se ha perdido hasta el honor

En estos dieciséis años de desgobierno, en lo que hemos perdido todo, hasta el honor, solamente el más alto grado de imbecilidad puede negar la realidad que nos agobia a todos los venezolanos, sin distinción, la única igualdad que ha conseguido este gobierno insensato, es la incertidumbre. Y frente a ella, como respuesta embrutecida por el virus de la imbecilidad, el discurso falaz para el endoso de la culpa. Uno de sus más encumbrados “diente roto” acaba de declarar que “la empresa privada tiene sus días contados”, como si su imbecilismo contara entre  los más exitosos.

Y otra oscura luminaria confiesa que “el control de cambio es una decisión política”, concediéndome la razón cuando aseguro que inflación y escasez son políticas de un Estado imbecilado.  Con razón tenemos compatriotas desesperados que ya no ven la hora de salir de esta maldición bíblica  que le ha caído a Venezuela, causando, para la extensión del mal de la felicidad,  el éxodo de jóvenes talentos que huyen de la hórrida venganza de Fidel. Pero no hay manera de lograr que el reino de imbecilandia escuche este alarido de la verdad y continúa, a traspiés batiente, militarismo mediante e in crescendo, como torpe mastodonte en su destructiva marcha hacia la nada, con una recua de “pueblo”  atada todavía al botalón de la ignorancia, derramando su resentimiento, como lava ardiente sobre toda posibilidad de progreso. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González

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¿SOCIALISMO? DICTADURA Y POBREZA



La ignorancia es el flagelo de la democracia, como lo es la incultura al progreso: se cansa el verbo de señalar los elementos que hacen imposible conciliar el socialismo, el real, no la serenata teórica, con los principios democráticos, sencillamente porque los valores que sustentan la democracia hacen imposible el éxito de una forma de gobierno de suyo autoritaria, que se considera “la alternativa”, la máxima aspiración política de los pueblos, de tal manera que si llega al poder, por cualquier vía, es para quedarse, para el “siempre” de la estupidez. Así que socialismo es dictadura o no es socialismo.

La ignorancia suele sorprenderse cuando la realidad del socialismo la alcanza: “¡esto no es socialismo!”. “¿Qué socialismo es este?”. Porque las palabras usadas por el socialismo en su serenata son irresistibles para la ignorancia: “gratis”, “dar”, “repartir”, “justicia social”, “igualdad”, “felicidad… por decreto”, “todo el poder para el pueblo”, “igual salario por el mismo tiempo”, “el triunfo del proletariado”, “poder popular”, “comuna”, y ese imposible semántico por contradicción de términos: “gerencia obrera”. El socialismo, que ha destruido toda posibilidad de popularizar el desarrollo con su nefasto parasitismo social, ha logrado introyectar la idea de la igualdad, la seguridad social y el bienestar general como derechos adquiridos a los cuales se puede acceder sin responsabilidad alguna con la sociedad. 

Por ello en ninguna parte de la serenata habla de trabajo - “hay una sola clase de hombres, los que trabajan” decía Juan Domingo Perón - ni de estudio y responsabilidad – consigo, con los suyos, con la sociedad – ni de esfuerzo y mérito – obtenido por el tenaz cumplimiento del deber – ni de compromiso - lealtad, probidad, integridad – ni tampoco de equidad. Y menos de una palabra que es anatema para el socialismo: productividad, pero entiéndase que nacional, porque hay que ver como estimula este socialismo la productividad internacional que nos vende hasta papelón con limón.

Y su desconcierto deriva de haber creído con fe militante  que socialismo es... capitalismo pa´los obreros, pero sobre todo para inservibles, flojos y mantenidos. De nada vale presentar casi cien años de fracasos del socialismo donde ha sido, precisamente por la inviabilidad de obtener eficiencia a través del ascenso de los peores, indicando con evidencias que, por ejemplo, socialismo no paga prestaciones sociales – de allí la estupefacción de los sidoristas por las declaraciones de Cabello, a pesar de habérselos dicho incontables veces por este y otros medios, pero siguen sin captar que es el modelo no Cabello ni Maduro, así de perversa es la ignorancia - y que considera la movilidad social por el mérito, inmoralidad pequeño burguesa, y la propiedad privada un robo, cuando es el primer factor de la libertad del individuo.

El lloroso despertar de la ignorancia

Cuando el pueblo despierte - regularmente demasiado tarde - del arrobo romántico que le produjo miríada de votos a los socialistas, que usan los elementos de la democracia para destruirla, se dará cuenta de que el gobierno, al que le endosó ingenuamente su soberanía, lo usó de estribo para montarse en el poder y  crear una nueva burguesía pero de ladrones y traficantes, mientras la “repartición de la riqueza” que le hizo agua la boca, se traduce en una larga cola frente anaqueles vacíos, con la libreta de racionamiento en la mano y en el lomo el sello que certifica haberle vendido el alma al partido.

Pero cómo introyectar esta verdad incontrovertible a priori, a un pueblo pervertido por la promesa de vivir sin trabajar – cambio riqueza petrolera por ciudadanos - que no quiere escuchar la verdad que lo hará libre por la asunción responsable de sus actos, y cuya premisa es universal: este sistema fallido y forajido de gobierno no puede combatir la pobreza, pues además de que su desacierto en materia económica reditúa obligatoria miseria, la pobreza le es tan necesaria como el militarismo.

Sin pobreza mendicante no es posible la perennidad del socialismo, que, como le expresara Fidel al insepulto, es miseria para todos. Es incalificable que un pueblo no sea ni siquiera capaz de analizar la realidad de un gobierno  que ha entregado a todo pulmón la soberanía política de la nación a Cuba, la económica a China y la alimentaria a Brasil y Argentina. Y cuya generosidad irresponsable derivó de los altos precios del petróleo, y no de la superioridad moral del socialismo, y que al bajar estos o declinar la producción petrolera, como está sucediendo, ese reparto se imposibilita dejando a los favorecidos en peor estado de postración social. Y, lo más grave, que para compensar su desastre financiero, en lugar de rectificar esta insania, esté apelando a los ruinosos empréstitos internacionales, uno de los argumentos del extinto para alzarse contra la democracia, septuplicando la deuda que para aquel momento tenía la república, hipotecando a futuro  la ya exigua producción petrolera a los salvajes capitalistas chinos, lo que extenderá la pobreza por siglos.

Así de inconsciente es el pueblo que insiste en apoyar esta inmensa traición a la soberanía nacional y a la libertad de su nación. Y este es un misterio desentrañable: “No existe en el mercadeo internacional un producto peor que el socialismo que se haya vendido tanto y durante tanto tiempo. Es un misterio que un producto tóxico para la libertad del individuo y para el desarrollo de un país tenga como adeptos fanáticos especialmente aquellos que más perjudica”. Por eso Bolívar, el histórico, no el político que sirve para los intereses de cuanto desaprensivo quiera hurgar en las entrañas del pueblo, el que es símbolo de unidad para todos los venezolanos, sencillamente porque solamente puede querer el bien para todos, no se peló: “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”. Sale pa´llá.   


Rafael Marrón González
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REPÚBLICA, EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA II



El Estado de Derecho, cuyo sustento es la Ley, ante cuyo imperio todos somos iguales – la única igualdad posible es ante la ley, principio constitucional que el gobierno “igualitarista” viola - es el garante de las libertades civiles, con énfasis en la libertad de expresión, y el camino corto hacia el respeto al derecho ajeno, mientras se forma en la escuela, que es el camino largo, el ciudadano imprescindible para la república - por introyección de valores - y que elimina la lucha de clases socialista.

El simple cumplimiento y aplicación de las leyes, en su soberbia característica igualitaria,  generarían la más soberbia  de las revoluciones que Venezuela haya conocido  - y mire que ha conocido.  Porque las leyes, en su inexorabilidad, son el sustituto social a la barbarie del hombre contra el hombre, y marcan la relación hombre – sociedad con dos definiciones: ética, que es la responsabilidad y compromiso del sujeto con la sociedad; y justicia, que define la responsabilidad o compromiso de la sociedad con el individuo, lo que vendría a ser la “venganza” de la sociedad, a través de la ley y sus instituciones, contra el sujeto  transgresor  de sus normas de convivencia. Aquí vemos mucha gente pidiendo justicia, pero a nadie exigiendo ética.

El estado está conformado por instituciones

La otra base de la Democracia es la Institucionalidad pública, que llamamos Estado,  que es la  entidad que establece la relación del poder con el ciudadano, y se define como el conjunto organizado de la entidades políticas, jurídicas, sociales, militares, policiales, administrativas y económicas, cuyo funcionamiento debe obedecer a estrictas normas constitucionales para impedir su subordinación al poderoso poder ejecutivo, que lo es por la administración de los recursos económicos del estado, cuyo manejo personalista determina la dictadura.

Por eso es imposible que el socialismo pueda  funcionar en un estado democrático, pues le estorba la división de poderes, como la alternabilidad y la descentralización, ya que considera que su llegada al poder significa la derogación de toda instancia perturbadora de su síndrome de colocación final. El socialismo es un acto de barbarie que se asume, en su esquizofrenia, la máxima aspiración de los pueblos, la alternativa final del orden político universal y quien disienta es traidor a la patria. 

La división de poderes

La democracia se sustenta en la división y autonomía de los poderes públicos, que en el caso nuestro, según la Constitución 1999,  son cuatro, dos de los cuales son herramientas de regulación y control del poder ejecutivo para evitar posible propensión a la autocracia o a la corrupción. La sumisión de los poderes públicos de control al poder ejecutivo significa, sencillamente, dictadura.

En la actualidad la división de poderes es inexistente y sus magistrados se han encargado de confesarlo sin rubor alguno, al manifestar su adhesión incondicional a los lineamientos políticos del partido gobernante, llegando al extremo de asegurar que la autonomía de los poderes de control frente al poder ejecutivo, obstaculiza la eficiencia del estado. De esa misma manera podemos inferir que la policía obstaculiza la eficiencia del hampa.       

De 7 millones de habitantes a 23 millones en 40 años

Durante esos cuarenta años, que transcurren de 1958 a 1998, la población venezolana asciende de 7 a 23 millones de habitantes, a una tasa de 400 mil habitantes por año, proporción superior a toda la registrada en la historia del país, si contamos que desde el año 1800 a 1961, en 161 años, el censo pasó de 800 mil habitantes a 7.523.999, es decir, 41.763,9 h/a. 

Esto ocurre, entre otras variables, por el manifiesto aumento de la calidad y expectativa de vida de la población, ya que  Venezuela dio un salto espectacular, en este tiempo, a pesar de haber malgastado sus primeros doce años en la lucha contra el castrocomunismo alzado en armas que cobró centenares de vidas jóvenes de parte y parte, distrajo ingentes sumas de dinero y perdió una generación que hoy todavía deambula moribunda en el primitivismo político.

Venezuela de país rural a la modernidad física en 40 años

Cuando el  23 de enero de 1958 se restaura el hilo constitucional interrumpido en 1948, la empobrecida población provinciana, condenada a la miseria por el tirano Pérez J. que concentró toda su obra arquitectónica en Caracas para poder robar cerquita,  emigra del campo agotado e insalubre a las grandes urbes donde crea improductivos cordones miserables que constituirían el descalabro de la Democracia. Y todo ello porque los precios irrisorios del petróleo fueron insuficientes para atender la creciente demanda de servicios públicos de una población ávida de progreso, pero sin su aporte productivo.

Por ello el éxito político del proceso castro comunista en Venezuela se debe al elevado precio del petróleo que sortaria y sorpresivamente recibió el extinto, cuya absoluta falta de escrúpulos le permitió usarlos discrecionalmente para el reparto irresponsable que le redituó inmensa caudal político interno y externo, a costa de la ruina de la república, que en su oceánica ignorancia confundió con liderazgo ideológico, encontrándose hoy sus herederos con que si no hay real no hay ropa.    

El fracaso más notorio de la democracia

El chavismo toma la escuela ideológicamente porque entendió que el fracaso más notorio de los 40 años de democracia sucedió en el campo de la educación, porque la democracia no se decreta, es un largo proceso cultural. Sin embargo, a la democracia le costó 40 años desgastarse, por errores y omisiones propios de un liderazgo tercermundista, pero el “proceso” en apenas 15 años es un traste grotesco y despreciable.  Sale pa´llá.


Rafael Marrón González
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JHON SAMPSON WILLIAMS: EL ÚLTIMO BOHEMIO




En verdad su nombre era Juan Orlando, pero quiso llevar el nombre de su padre, más acorde con su generosa negritud, y de su admirado Coltrane que también le metía al vino con  fruición desesperada. Pero conste que en eso de admirar Jhon era más bien parco salvo Zubin Mehta y su Jesús Soto, el perínclito, como lo adjetivara en texto indispensable para la lectura del maestro del Cinetismo, que escribía con ortografía de primer grado porque lo suyo era la plástica y no la literatura, a la inversa de Jhon.

Leal a los amigos, en lo que coincidía con el poeta Nicolás Guillen: “la humanidad, los amigos, lo demás, la selva”, Jhon era un asunto de versos y tabernas. Y de la placidez de il dolce non far niente, del que era devoto impenitente en ese trasegar a brazada larga en el que transcurrió su vida en un delirio de alcohol. De  la creación  plástica se alejó, aunque talento y destreza la sobraban, quizá la cercanía bohemia con Soto le espantó las pretensiones y se dedicó a estimular valores de su Ciudad Bolívar adoptiva que lo vio sampsonear por las tabernas del Paseo Orinoco en pos de la prolongación de la parranda.

Fue un gran bebedor de 12 a 12 – “que el sol no me atrape en el camino” - y un fumador empedernido. Aunque el exceso le pasó factura,  estoy seguro de que la pagó gustoso, pues  en los sordos mostradores, entre el denso humo que le causó el enfisema,  surgieron poemarios como Talco y Bronce o Habitantes del agua. Y es que Jhon disfrutó su pasión militante por el escocés, al que se mantuvo fiel hasta el final, gracias al aporte cómplice  de varios amigos de Ciudad Bolívar que se encargaban de que no  faltara el suministro, pero hubo días de sequía verdaderamente preocupantes, pues la sobriedad es cruel con aquellos que la eluden para evadir la realidad, que suele ser despiadado espadachín –

“…bebo y debo en Venezuela/ donde como en todas partes el delito es vitalicio. Y puesto que nadie sabe/ donde guarda réplicas la nada/ me sucedo”.

Y es que Jhon era poeta. De la clase verdadera. De los que aman la belleza sin codiciarla. De los que sufren tanto el dolor de vivir que son incapaces de asumirlo a la luz de la conciencia: “Dichoso el árbol/ que es apenas sensitivo”, escribió Rubén Darío, otro insigne borracho como el viejo Ernest. “Pues no hay dolor más grande / que el dolor de ser vivo / ni mayor pesadumbre /que la vida consciente”.

Mientras tuvo autonomía para desplazarse, apoyado en su bastón, se aventuraba por cercanas barras de amigables contertulios, pero al fallarle la fuerza se recluyó en su hogar “acompañado de la única mujer que no me ha abandonado”, la televisión: “La calle, el mundo interior, los artificios de la culpa, demuestran que el riesgo de ser feliz es atroz”. En la casona familiar llena de recuerdos y con la respetada huella de su padre en los rincones, colgó Jhon su colección de arte, la que fue enriqueciendo con los años, con obsequios de sus amigos artistas, consagrados y noveles.

Amó Jhon a sus hijos y a su madre con sagrada devoción:

“Madre y mis hijos/ madre amiga/ bebiendo la llama desde luego/ mientras ni Cristo estropea sus nogales. Ella ha de ser sobre la tierra/ lentisco, hazaña y alma. Con sus remos. Madre conjuntada. Mis hijos/ mis hijos de luces/ ornados de polen donde no ponen cercos. Mis hijos por el bosque. Que cantan en las terrazas segando águilas. Que sin verlos los veo en el ayuno con los bueyes de Itaca. Huelen a líquenes y risas averiadas/ en un abrazo sobre el agua. En el fondo de sus gargantas los signos cortan carenas e imputaciones al alba. ¿Qué serán?”.

La última vez que nos encontramos fue en la fiesta aniversaria del diario el Progreso, en Ciudad Bolívar. Llegó en taxi y percibí su deterioro físico, a duras penas subió los pocos escalones que lo separaban del asiento más cercano. Respiraba con dificultad y las piernas le flaqueaban mientras posaba para una foto oportuna y cuando alguien le trajo una silla de ruedas, le reclamó su trago, porque la sobriedad en silla de ruedas tiene mucho de tragedia.

Así era Jhon, el entrañable amigo que he perdido. Al que solía visitar cuando el aburrimiento hacía metástasis, bien provisto de los sabrosos roti de la calle Roma de Puerto Ordaz,  que degustaba con especial deleite, y del güisqui cuya oferta permitiera su consumo inmoderado en el bar de su casa, con “Solo llamé para decir te amo” como fondo, tema que exigía repetir hasta el exhausto. Y eran tardes de conversa prolongada que en más de una oportunidad comenzaban con una entrevista espontánea que se transmitía por un canal privado, cuyo propietario gratificaba a Jhon con un programa pret a porter, que el poeta grababa con su vaso en la mesa transmitiendo el inconfundible ámbar de su contenido. Que para los poetas no hay nada más insúltate que la hipocresía. Y Jhon se nos ha ido.  Y a su sepultura se llevó el desplante de último bohemio: “La muerte es más benigna de lo que suponen sus exégetas”. Hasta siempre poeta.    


Rafael Marrón González
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