El
Estado de Derecho, cuyo sustento es la Ley, ante cuyo imperio todos somos
iguales – la única igualdad posible es ante la ley, principio constitucional
que el gobierno “igualitarista” viola - es el garante de las libertades
civiles, con énfasis en la libertad de expresión, y el camino corto hacia el
respeto al derecho ajeno, mientras se forma en la escuela, que es el camino
largo, el ciudadano imprescindible para la república - por introyección de
valores - y que elimina la lucha de clases socialista.
El
simple cumplimiento y aplicación de las leyes, en su soberbia característica
igualitaria, generarían la más soberbia de las revoluciones que
Venezuela haya conocido - y mire que ha conocido. Porque las leyes,
en su inexorabilidad, son el sustituto social a la barbarie del hombre contra
el hombre, y marcan la relación hombre – sociedad con dos definiciones: ética,
que es la responsabilidad y compromiso del sujeto con la sociedad; y justicia,
que define la responsabilidad o compromiso de la sociedad con el individuo, lo
que vendría a ser la “venganza” de la sociedad, a través de la ley y sus
instituciones, contra el sujeto transgresor de sus normas de
convivencia. Aquí vemos mucha gente pidiendo justicia, pero a nadie exigiendo
ética.
El estado está conformado por
instituciones
La otra base de la
Democracia es la Institucionalidad pública, que llamamos Estado, que es
la entidad que establece la relación del poder con el ciudadano, y se
define como el conjunto organizado de la entidades políticas, jurídicas,
sociales, militares, policiales, administrativas y económicas, cuyo funcionamiento
debe obedecer a estrictas normas constitucionales para impedir su subordinación
al poderoso poder ejecutivo, que lo es por la administración de los recursos
económicos del estado, cuyo manejo personalista determina la dictadura.
Por eso es imposible
que el socialismo pueda funcionar en un estado democrático, pues le
estorba la división de poderes, como la alternabilidad y la descentralización,
ya que considera que su llegada al poder significa la derogación de toda
instancia perturbadora de su síndrome de colocación final. El socialismo es un
acto de barbarie que se asume, en su esquizofrenia, la máxima aspiración de los
pueblos, la alternativa final del orden político universal y quien disienta es
traidor a la patria.
La división de poderes
La
democracia se sustenta en la división y autonomía de los poderes públicos, que
en el caso nuestro, según la Constitución 1999, son cuatro, dos de los
cuales son herramientas de regulación y control del poder ejecutivo para evitar
posible propensión a la autocracia o a la corrupción. La sumisión de los
poderes públicos de control al poder ejecutivo significa, sencillamente,
dictadura.
En
la actualidad la división de poderes es inexistente y sus magistrados se han
encargado de confesarlo sin rubor alguno, al manifestar su adhesión
incondicional a los lineamientos políticos del partido gobernante, llegando al
extremo de asegurar que la autonomía de los poderes de control frente al poder
ejecutivo, obstaculiza la eficiencia del estado. De esa misma manera podemos
inferir que la policía obstaculiza la eficiencia del hampa.
De 7 millones de habitantes a 23 millones
en 40 años
Durante
esos cuarenta años, que transcurren de 1958 a 1998, la población venezolana
asciende de 7 a 23 millones de habitantes, a una tasa de 400 mil habitantes por
año, proporción superior a toda la registrada en la historia del país, si
contamos que desde el año 1800 a 1961, en 161 años, el censo pasó de 800 mil
habitantes a 7.523.999, es decir, 41.763,9 h/a.
Esto
ocurre, entre otras variables, por el manifiesto aumento de la calidad y
expectativa de vida de la población, ya que Venezuela dio un salto
espectacular, en este tiempo, a pesar de haber malgastado sus primeros doce
años en la lucha contra el castrocomunismo alzado en armas que cobró centenares
de vidas jóvenes de parte y parte, distrajo ingentes sumas de dinero y perdió
una generación que hoy todavía deambula moribunda en el primitivismo político.
Venezuela de país rural a la modernidad
física en 40 años
Cuando
el 23 de enero de 1958 se restaura el hilo constitucional interrumpido en
1948, la empobrecida población provinciana, condenada a la miseria por el
tirano Pérez J. que concentró toda su obra arquitectónica en Caracas para poder
robar cerquita, emigra del campo agotado e insalubre a las grandes urbes
donde crea improductivos cordones miserables que constituirían el descalabro de
la Democracia. Y todo ello porque los precios irrisorios del petróleo fueron
insuficientes para atender la creciente demanda de servicios públicos de una
población ávida de progreso, pero sin su aporte productivo.
Por
ello el éxito político del proceso castro comunista en Venezuela se debe al
elevado precio del petróleo que sortaria y sorpresivamente recibió el extinto,
cuya absoluta falta de escrúpulos le permitió usarlos discrecionalmente para el
reparto irresponsable que le redituó inmensa caudal político interno y externo,
a costa de la ruina de la república, que en su oceánica ignorancia confundió
con liderazgo ideológico, encontrándose hoy sus herederos con que si no hay
real no hay ropa.
El fracaso más notorio de la democracia
El
chavismo toma la escuela ideológicamente porque entendió que el fracaso más
notorio de los 40 años de democracia sucedió en el campo de la educación,
porque la democracia no se decreta, es un largo proceso cultural. Sin embargo,
a la democracia le costó 40 años desgastarse, por errores y omisiones propios
de un liderazgo tercermundista, pero el “proceso” en apenas 15 años es un
traste grotesco y despreciable. Sale pa´llá.
Rafael
Marrón González
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