Escucho a mi apreciada diputada Liliana Hernández expresar
en una entrevista con César Miguel Rondón, que “si este gobierno fuera
socialista ella lo apoyaría”, pero que no, que es capitalismo de Estado. Y me
quedo como siempre me he quedado en este país político en el cual quien no es
socialista es guate`perro, estupefacto. Por eso es tan difícil construir una
mayoría opositora ofreciendo lo mismo pero con distinto cachimbo. Y además, en
el poder, todo socialismo/comunismo – lo dijo Fidel: socialismo es comunismo
- deriva en capitalismo de Estado y punto.
¿O no es por
definición el socialismo/comunismo la estatización de los medios de producción
económica, la abolición, o subalternización a los intereses del Estado, de la
propiedad privada y la preeminencia de la masa – “femenina y estúpida”, como la
calificara Hitler - sobre el individuo? Hasta que no tomemos el toro por
los cachos y, sin eufemismos galantes ni temor a nombrar la soga en casa del
ahorcado, le hablemos con la verdad lacerante a ese pueblo confundido,
explicándole que el socialismo real es esclavitud y que la única manera de
salir de abajo es trabajando, bajo un sistema político de amplias libertades
que respete el derecho del hombre a disfrutar el fruto de su trabajo y a
obtener la debida recompensa por su esfuerzo. Y, sobre todo, a ascender en la
vida por mérito propio, que es la aspiración máxima de todo hombre libre, y que
son los inservibles con aspiraciones burguesas, quienes buscan desesperadamente
ese mismo ascenso, al que jamás accederían por sus incapacidades innatas, a
través de la incondicionalidad rastrera al poder abusivo.
Por eso es
importante que el pueblo aprenda a sacar sus propias conclusiones al comparar
el discurso oficial con la realidad y con sus auténticas aspiraciones, que, por
supuesto, no pueden ser convertirse en parásito del Estado. Así, se espantaría
cualquier hombre del pueblo al escuchar a Maduro, tratando de sobarle el lomo a
Rafael Ramírez, decir que este “libró a PDVSA de la meritocracia”, lo que va a
contrapelo de las aspiraciones personales de cualquier individuo. Y hablando de
Rafael Ramírez, me pregunto qué encontraría Maduro contra este todopoderoso
oligarca uña en el rabo para lograr sacarlo de la presidencia de la única
industria del país y confinarlo a una oscura cancillería tercermundista, donde
el único aliciente es echarse palos de cocuy en los saraos de los chulos
bananeros que exprimen las finanzas nacionales. Ni el extinto, con todo su
inmenso poder, logró esa hazaña. Algo sigue oliendo a podrido en la comarca
psuviana.
Este gobierno sí
es socialista
Así que, sin la menor duda al respecto,
este gobierno, presidido por el señor Maduro, sí es socialista, y por eso, como
todo socialismo real, es decir socialcomunismo, es, por imperativo de su
esencia, militarista y como tienen financiamiento petrolero, entonces tenemos
un “petrosocialcomunismo militarista”, cuyo
apelativo mediático, diplomático, es “Socialismo siglo XXI”, cuyo
menú operativo se basa en el centralismo exacerbado, salvaje
capitalismo de Estado – el comunismo es capitalismo de Estado, aunque no todo
capitalismo de Estado es comunismo - limitación a la propiedad privada,
intervencionismo gubernamental en el aparato productivo, sustitución paulatina
de la empresa privada nacional por transnacionales – chinas, rusas, bielorrusas
e iraníes - que no se meten en política, destrucción de la formalidad
institucional de la república disfrazada de misiones electoreras, educación
ideologizante, sacrificio del individuo por la masa, patronalización del
movimiento sindical en las empresas y entidades del Estado, control de las
protestas sociales por el sistema represivo cubano, estatización de la cadena
alimentaria, leyes expresas para la criminalización de la
disidencia, parasitismo social para atar la voluntad del pueblo a la riqueza
del gobierno, entre otros elementos como la regulación de la libertad de
expresión y de alimentación.
Frente
a esto no ha surgido ninguna propuesta que lo sustituya, por el supuesto apoyo
popular, masivo, que el asistencialismo ha logrado en las comunidades más
empobrecidas del país bajo la premisa de la sumisión por la subsistencia. Los
líderes emergentes y los tradicionales se encuentran atrapados en una profunda
contradicción, unos por no abandonar antiguas posiciones ideológicas, a pesar
de su manifiesto fracaso, y otros por seguirle la corriente al pueblo que
todavía no ha percibido el desastre económico que significa la improductividad
inducida que lo convierte en parásito.
Pueblo confundido es mono con hojilla
Aunque
las encuestas, reflejan un alto rechazo al modelo cubano y, por ende, al
socialismo, el gobierno insiste en que el pueblo decidió apoyar un régimen
comunista en Venezuela. No entiendo para qué necesita una nación petrolera como
la nuestra, un sistema político diseñado para la repartición equitativa de la
miseria, sino para crear las condiciones legales necesarias para imponer la
permanencia en el poder de un reducido grupo de iniciados jefaturados desde el
Más Allá por un santón eternizado, sentado sobre una almohada de petrodólares
asentada sobre un montón de bayonetas.
Por
eso la fuerza del SS- XXI, es el militarismo. Todo su poder se concentra en los
petrodólares, en la Fuerza Armada y en los llamados colectivos paramilitares.
Mientras este gobierno tenga a su discrecional voluntad los primeros, ya
escasos, tendrá lo segundo. Y algo de pueblo. Ya no mucho, porque por
privilegiar la regaladera que lo mantendrá en el poder indefinidamente, según
sus húmedas aspiraciones, e invertir en la exportación de la revolución
castrista en los países depauperados de América Latina, para retar a los
Estados Unidos, ha descuidado la inversión en los grandes problemas nacionales
que están llegando al nivel desesperante de todos los socialismo que en el
mundo han sido. Sale pa´llá.
Rafael Marrón González
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