“La
democracia no es natural al ser humano. La democracia es un invento. Y por ser
un invento, una creación, es necesario enseñarla y es necesario aprenderla”,
sobre todo en casos como el que padece Venezuela, donde un lenguaje criminal
pretende reducir la democracia a un asunto de miedo y resignación. Las amenazas
concretas de los hombres de poder que han sustituido al extinto, nos llevan a
determinar que la lucha es entre democracia y socialismo como una traducción de
civilización vs barbarie.
Como
demócrata estoy convencido de la superioridad creadora de la libertad, pero
también de su fragilidad, y por ello es insoslayable la responsabilidad de
difundir sus valores para enfrentar la amenaza de oscurantistas formas de
opresión que la ignorancia sustenta, justificadas por la pobreza, como la que
un grupo de retrógrados manejados desde Cuba, el país más miserable del
planeta, que hasta practica la trata de esclavos, ha intentado imponer a sangre
y fuego en Venezuela, tarea ciclópea - porque no nos rendimos ni lo haremos -
que les ha consumido 15 años de su deletérea existencia, la vida de muchos de
sus dirigentes y arruinado la república.
Esto
aunado al hecho incontrovertible, comprobado, y lo repito, en la confusión del
pueblo ingenuo del concepto de democracia con el desempeño de los gobiernos en
democracia, de que el único fracaso de la democracia venezolana ha sido la
incapacidad de la educación para formar demócratas, es decir, ciudadanos, con
la suficiente conciencia inteligente para ser capaces de vivir plenamente la
libertad con la suficiente compromiso ciudadano para impedir que la desigualdad
creada por su ejercicio genere insalvables brechas sociales que amenacen el
sistema político que la consagra.
El
problema de la pobreza es un enemigo mortal de la democracia porque genera
argumentos para los cultores del gorilismo de izquierda, que preconizan la tiranía como su
panacea, obviando que ella ha sido precisamente su caldo de cultivo por impedir
el desarrollo del individuo, que solamente puede ejercer en libertad, y por
ello se considera este derecho valor fundamental de la democracia, por encima
de la igualdad, porque
mientras la libertad es un derecho natural -
inherente a la naturaleza humana - junto a la vida y la propiedad, la igualdad es jurídica,
política y social, es decir artificial, para garantizar que ante las leyes
todos sean de igual condición, que es mejor definida como equidad, y que por nacimiento todos tengan la
misma oportunidad de acceder a la autoridad a través del sufragio,
a los beneficios de la
sociedad, a través de la educación gratuita y obligatoria hasta el nivel
superior, y a las artes, la industria y el comercio, aunque no todos lo logren.
Algunos
teóricos confundidos pretenden, demagógicamente, privilegiar la igualdad
genérica, por encima de la libertad, porque el ejercicio de ésta produce lógica
desigualdad social o económica. Entonces, según ellos, para corregir esta
“injusticia” hay que igualar por debajo impidiéndole la libertad de crecer a
quien lo procure con su esfuerzo y dedicación para que sean “iguales” a los
imposibilitados intelectuales o morales. Aunque el ascenso de los hombres
libres produce desigualdad, su paradigma equilibra las
acciones.
La Oración de Pericles
En
el siglo V antes de Cristo, Pericles, que era un brillante tribuno, como Jefe
del Partido Democrático, sintetizó a sus conciudadanos en una Oración, que ha
llegado hasta nuestros días, su definición de Democracia: “Nuestra
administración favorece a la mayoría y no a la minoría; es por ello que la
llamamos Democracia. Nuestras leyes ofrecen una justicia equitativa a todos los
hombres por igual, en sus querellas privadas, pero esto no significa que sean
pasados por alto los derechos del mérito. Cuando un ciudadano se distingue por
su valía, entonces se lo prefiere para las tareas públicas, no a modo de
privilegio, sino de reconocimiento de sus virtudes, y en ningún caso constituye
obstáculo la pobreza.
La
libertad de que gozamos abarca también la vida corriente, no nos entrometemos
en los actos de nuestro vecino, dejándolo que siga su propia senda. Pero esta
libertad no significa que quedemos al margen de las leyes. A todos se nos ha
enseñado a respetar a los magistrados y a las leyes, y a no olvidar nunca que
debemos proteger a los débiles. Y también se nos enseña a observar aquellas
leyes no escritas cuya sanción solo reside en el sentimiento universal de lo
que es justo.
Nuestra
ciudad tiene las puertas abiertas al mundo. Somos libres de vivir a nuestro
antojo y no obstante siempre estamos dispuestos a enfrentar cualquier peligro.
Tratamos de perfeccionar nuestro intelecto, amamos la belleza y esto no
debilita nuestra voluntad. Admitir la propia pobreza, no tiene entre nosotros
nada de vergonzoso; lo que sí consideramos vergonzoso es no hacer ningún
esfuerzo para evitarla.
El
ciudadano ateniense no descuida los negocios públicos por atender sus asuntos
privados. No consideramos inofensivos,
sino inútiles a aquellos que no se interesan por el Estado; y si bien sólo unos
pocos pueden dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de
juzgarla. No consideramos la discusión como un obstáculo colocado en el camino
de la acción política, sino como un preliminar indispensable para actuar
prudentemente. Creemos que la felicidad es el fruto de la libertad, y la
libertad, el del valor”.
Democracia vs socialismo
Para
nuestros jóvenes políticos que encontraron esta lucha en su camino, una
comparación entre democracia y socialismo, perteneciente a Alexis de
Tocqueville (1848): "La democracia extiende la esfera de
la libertad individual, el socialismo la restringe. La democracia le da todo el
valor posible a cada hombre; el socialismo hace de cada hombre un simple
agente, un número. La democracia y el socialismo no tienen nada en común sino
una palabra: igualdad. Pero observen la diferencia: mientras la democracia
busca la igualdad en la libertad, el socialismo busca la igualdad en
la restricción y la servidumbre".
Rafael
Marrón González
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