Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de octubre de 2014

IMBECILANDIA



Según el Drae, que es el diccionario oficial del idioma que hablamos en Venezuela - artículo 8 de la Constitución - la palabra “imbécil”  significa  “escaso de razón”, lo que traduce a su vez “incapacitado para el discurrir del entendimiento”, es decir “para reflexionar, pensar, hablar acerca de algo, aplicar la inteligencia”, actuar con criterio para diferenciar lo verdadero de lo falso, por ello el afectado cree ciegamente las falsas premisas que le han sido inoculadas por una figura de autoridad. 

Y observando la terca actitud del gobierno frente a la profunda gravedad de la crisis sistémica - económica, política, social y moral - que colapsa la república - consecuencia de la maniática aplicación de erradas políticas públicas - que lo ha llevado a despreciar la mano que le tendió gallardamente la Mesa de la Unidad, no se me ocurre otra posibilidad más que presumir que este sufre una infección generalizada de imbecilidad que le impide el adecuado discernimiento para asumir las decisiones correctas que enderecen el rumbo, asumiendo de una vez por todas que es una imbecilidad seguir tomando como ejemplo el modelo cubano que  arruinó a esa nación durante 55 años ininterrumpidos de práctica socialista, a pesar de los ingentes recursos suministrados por Moscú para mantener un enclave propagandístico comunista en las inmediaciones de los Estados Unidos, y un apoyo económico internacional incesante, hasta de los propios Estados Unidos cuyo embargo no ha sido óbice para la ayuda humanitaria que han socorrido la inmensa miseria inherente a este sistema.

Sencillamente porque no sirve. La fórmula no funciona. Para lo único que sirve es para encumbrar inservibles, que usan el poder para, adivinen, enriquecerse robando a familia entera. Mientras la pobreza crece exponencialmente. Como está sucediendo en Venezuela. Parece cosa de la más siniestra imbecilidad que un inservible comprobado como Fidel Castro sea todavía el líder fundamental de los izquierdistas del mundo, impermeables a la dantesca realidad de ese sufrido pueblo, al que utilizan como andrajosa bandera de una supuesta dignidad frente al imperialismo yanqui, en cuyo suelo han encontrado refugio y progreso cerca de tres millones de cubanos que han retado al destino.

Pero a esa monstruosidad ha entregado en ofrenda el socialismo venezolano  la cuna de Bolívar, llevándola inexorablemente por el mismo camino cubano, porque, y se cansa uno de decirlo, con aguacates no se pueden producir batidos de fresa, y es una imbecilidad continuar tercamente en su práctica. Y ese es el problema sustantivo de la ignorancia, que no le permite entender que, por ejemplo, la economía es una ciencia, inexacta por la interacción humana, pero una ciencia aplicada, con parámetros universales, que no es adjetivable - ni capitalista ni socialista - es sencillamente economía… imbécil, cuya definición, en el campo político, más precisa es arte de administrar bien, eficientemente, los bienes del Estado.

Y la voz “administrar” significa, “cuidar de”, es decir que no se los pueden robar ni usarlos para ganar elecciones fraudulentas ni regalarlos alegremente por “solidaridad”, que es realizar rifas pro fondos, no dar los de la nación. Y la economía demanda productividad, es decir que en lugar del verbo “repartir” que produce salivación en la flojera, debemos hablar de “crear”,   pues ya en esa creación de riqueza está implícita la más justa de las reparticiones: la que produce el trabajo individual según la capacidad de cada quien, cuya máxima aspiración es el bien común, traducido seguridad social y jurídica y  servicios públicos  eficientes y oportunos.

Pero imbecilandia comenzó a repartir el flujo petrolero sin preocuparse en mantener, preservar e invertir, hasta que lo inevitable ha sucedido. Del viejo chorro petrolero solo queda un prostático chorrito intermitente, repartido ahora entre el mercado interno y los gringos, que son los únicos que pagan en divisas contantes, por eso exploran aumentar, inmoralmente, el precio de la gasolina, o vender Citgo, para tapar el cráter de la regaladera y la corrupción. Y el “hombre nuevo”, tal como el parásito cubano, estupefacto ante lo que supone “una desviación de la revolución”,  suena las viandas vacías en desesperada demanda de más almuerzos gratuitos. Que no hay. Porque no los produjo. Pero perdigones y gas del bueno si hay para garantizarles a los verdaderos usufructuarios de la repartición “equitativa”  de la riqueza su permanencia en la manguangua de mansión, avioneta y viajes   para… disniguor no porque la DEA no los va a pelar.

Se ha perdido hasta el honor

En estos dieciséis años de desgobierno, en lo que hemos perdido todo, hasta el honor, solamente el más alto grado de imbecilidad puede negar la realidad que nos agobia a todos los venezolanos, sin distinción, la única igualdad que ha conseguido este gobierno insensato, es la incertidumbre. Y frente a ella, como respuesta embrutecida por el virus de la imbecilidad, el discurso falaz para el endoso de la culpa. Uno de sus más encumbrados “diente roto” acaba de declarar que “la empresa privada tiene sus días contados”, como si su imbecilismo contara entre  los más exitosos.

Y otra oscura luminaria confiesa que “el control de cambio es una decisión política”, concediéndome la razón cuando aseguro que inflación y escasez son políticas de un Estado imbecilado.  Con razón tenemos compatriotas desesperados que ya no ven la hora de salir de esta maldición bíblica  que le ha caído a Venezuela, causando, para la extensión del mal de la felicidad,  el éxodo de jóvenes talentos que huyen de la hórrida venganza de Fidel. Pero no hay manera de lograr que el reino de imbecilandia escuche este alarido de la verdad y continúa, a traspiés batiente, militarismo mediante e in crescendo, como torpe mastodonte en su destructiva marcha hacia la nada, con una recua de “pueblo”  atada todavía al botalón de la ignorancia, derramando su resentimiento, como lava ardiente sobre toda posibilidad de progreso. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González

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