Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

23 de noviembre de 2014

DE LA IGNORANCIA A LA ESTUPIDEZ



La ignorancia es la falta de información adecuada para formar una opinión válida y poder tomar una decisión acertada, ajustada a la lógica y al sentido común, es absolutamente curable con la profusión de medios informativos y formativos al alcance del común. Pero si se descuida hace metástasis en estupidez, que es la incapacidad para entender, para asimilar el aprendizaje y usar el conocimiento, creando una barrera impenetrable para la lucidez, y la estupidez es incurable, y si toma el cuerpo social por imperativos de la autoridad, como está sucediendo en Venezuela, el asunto es de lo más delicado, cualquier exabrupto puede suceder.

Recuerdo nítidamente cuando la ignorancia supina asaltó el poder con su complejo de Adán y sus planes refundadores. Había que destruir todo para construir sobre los escombros una nueva república, una nueva sociedad y, por encima de todo, ¡un hombre nuevo!, (aquí fanfarrias). El asombro no cesaba ante cada declaración pública de los próceres del nuevo proceso independentista, cada una más destartalada y risible y ruinosa por imposible. Sabíamos que  esas propuestas eran una apuesta segura al fracaso.

Porque ya había sucedido múltiples veces. Y para comprobarlo solamente había que darse un ligero paseo por el malecón de La Habana, luego de 50 años de socialcomunismo. O acudir a los textos de historia que están repletos de revolucionarios que, como el poeta Maiakovski que quiso cambiar hasta el idioma en Rusia y acabó suicidándose, terminan arando en el mar como Bolívar, es decir, cambiándolo todo a sangre y fuego, para que todo siga igual -Tancredo dixit- con nuevos actores pero en las mismas ubicaciones: vivos arriba, pendejos abajo.

Porque sencillamente lo que es fue y lo que será ha sido. Por lo tanto no hay nada nuevo bajo el sol, como dijera Salomón. Por esto no es posible entender que luego de quince años en el poder, codeándose con lo más granado, por selecto, del estrellato internacional, participando en cenas de 80 mil dólares en Nueva York, alojándose en hoteles constelados, todavía esta gente se meta el paltó por dentro del pantalón, salvo por la ignorancia eclosionada en estupidez. Y es así, literalmente porque solo de esa manera podemos explicarnos cómo es posible que este gobierno siga aferrado a un modelo político inviable por el fracaso económico que arrastra consigo.

Son quince años de evidencias contundentes y no han sido capaces de intuir siquiera, que su modelo es un imposible práctico, que se mantenía, con la ficción de funcionar, por los altos precios del petróleo, pero que era insostenible en el tiempo y que la terquedad de no reconocerlo, adosando las consecuencias de sus errores a elementos exógenos, practicando la filosofía del avestruz, causaría la ruina de la nación y la destrucción de su proyecto político pivotado en la pobreza a conveniencia. Y es que la ignorancia cree que es posible que el socialcomunismo combata efectivamente la pobreza, cuando es su base de sustentación.

No lo hará jamás porque para ello es imprescindible combatir la ignorancia en primer término. Y eso generaría una oleada de pensamiento crítico que barrería con dogmas, mitos, creencias, supersticiones, ideologías y oscurantismo, imponiendo la razón sobre las emociones. Así que la pobreza es cuidadosamente cultivada por el socialcomunismo como fruto exquisito del munífico árbol de la ignorancia. Y es el ignorante quien -reconociendo que sufre de ignorancia y que ésta es curable con información y conocimientos- debe percatarse a plenitud de su falencia -en lugar de irritarse con quien lo diagnostica- y buscar remedio eficaz a su dolencia si en verdad quiere abandonar la pobreza en la cual  vive en un indolente desgaste orgánico.

Insisto en la característica calamitosa de la ignorancia, que debe ser tratada con contundencia, si no queremos que siga la estupidez, como hiedra, asfixiando las posibilidades de la nación.

La ignorancia: fábrica de pobreza

Simón Rodríguez -colgado en el “árbol de las tres raíces”- solía decir: son pobres porque son ignorantes no a la inversa -porque la ignorancia no logra entender que el futuro, como lugar o cosa que viene hacia ti, no existe, sino que es un sustantivo que define al laborioso edificar de los sueños para que vayan convirtiéndose en realidad.

El ladrillo se llamará pared o casa al final del trabajo de colocarlos uno encima del otro, sin pausa, presente a presente. Y el primer ladrillo iniciará el futuro como el primer año universitario edificará al doctor. O la primera moneda ahorrada se llamará riqueza. Sin embargo, para la ignorancia el futuro es un lugar pletórico de felicidad -otra magalla que no existe o como dice Fernando Savater “lo que llamamos felicidad es en verdad prolongados momentos de alegría”- al que arribará sin esfuerzo, y por lo tanto vive lleno de “esperanzas”, otro artificio que la ignorancia confunde con esperar, cuando debiera llamarse “buscanza”, porque es en el “buscar” donde anida el “encontrar”.

Pero la ignorancia busca en esperanzas lo que tiene al alcance de su voluntad. Otra de las falacias que ha creado la ignorancia para justificar su torpeza, es la “suerte”, porque considera que el logro personal -que debe ser a través del trabajo, el estudio y la responsabilidad- es asunto del azar, de la buena fortuna, del gobierno “de mano bienhechora” y por ello malgasta el tiempo sin tomar la menor decisión para su mejoramiento social, y dilapida su salario, que es vida no renovable, logrando que el trabajo estable produzca miseria estabilizada.

Y la ignorancia cabalga también en pos de lo gratuito, que tampoco existe porque alguien lo paga, esclavizándose mentalmente por las promesas de una vida mejor que supuestamente reside en la generosidad paternal del Estado, cuando no es así y las evidencias sobran en el Primer Mundo que en muchos casos no tiene riquezas naturales de ningún tipo. Así que no le tengamos temor a llamar las cosas por su nombre y a reconocer en sí, en los suyos o en el otro los rasgos que determinan la ignorancia, y hacer todo lo necesario para combatirla, pues así como Atila lo era de Dios, la ignorancia es el azote de la libertad.

Rafael Marrón González
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¡¿ALTOS QUÉ….?!



¿Qué entenderán estos tipos por “pensamiento” – “conjunto de las operaciones cognitivas: análisis, síntesis intuición, discurso, invención, asociación, etc., por la cual el juicio forma los conceptos” – para crear, nada menos, que un Instituto de “altos estudios” - ¿funcionará en una azotea? – del “pensamiento” político del extinto – “vamos a freír cabezas de adecos”, “váyanse al carajo yanquis de mierda”, “esta revolución… está armada” – un devoto creyente en la sagrada palabra de Fidel – “maestro, lo digo sin complejos, tú eres el padre de los revolucionarios de este continente. Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua y en el aire” (noviembre 2007) - cuyo “pensamiento” puede ser de todo menos “político”, pues no existe nada político en preservar el poder por el terror de un formidable aparato represivo engordado con la miseria del pueblo cubano.

Y no me extraña que en cada consulado del planeta se instale una cátedra de este instituto dirigida por aspirantes a vivir sin trabajar, que aquí se estila, pero hay que hacer cola, en las cuales se pagará salarios en dólares a los cursantes.

Hay que ver las horas que he dedicado en radio y prensa, desde el mismísimo 4F,  a combatir esta artesanía totalitaria, hecha en el Inces,  que, en nombre de la ignorancia ha destruido las posibilidades de desarrollo que, hasta el aciago 1999, estaba construyendo Venezuela con su gente pensante y con el concurso de las universidades internas y externas – programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho mediante – sin encontrar ni la más leve presunción que en justicia pudiera llamar “pensamiento”, en aquel vendaval de excesos verbales – “Marisabel esta noche te doy lo tuyo” – ditirambos rocambolescos – “… del éxito de nuestra revolución puede depender la salvación del mundo" (20 de mayo de 2006) - y promesas imposibles – “si en un año hay niños en la calle me cambio el nombre” - que brotaban de las vísceras del encantador de ingenuidades esperanzadas por la promesa de tener padre para siempre.

A menos que se considere “pensamientos” la colección de perogrulladas recopiladas por el MINCI en un ejercicio de adulancia sin precedentes, que se pueden sintetizar en “todos los poderes soy yo. Yo soy el pueblo. Yo soy Venezuela”. Pero este es uno entre tantos disparates – trueque, comunas, “colectivos”, magnicidios, atentados, conspiraciones intergalácticas, invasiones colombianas con los aviones de combate en un hangar de Bogotá, guerras económicas y bacteriales, sancochos vecinales institucionales, gallineros verticales, cultivos abonados con excremento, conucos en techos, ministerios de la felicidad y la buena fortuna, fundos zamoranos, expropiar empresas para quebrarlas, y un largo etc. -   

A los que nos tiene acostumbrados el régimen del fenecido, extensivos a su continuidad mimética, que, mientras se desgañita proclamando “soberanía” frente al “imperio” que le compra el petróleo y se lo paga, atentando  contra los intereses de la nación venezolana, ha entregado su soberanía política a Cuba, una nación cuya independencia se la debe a los Estados Unidos y su bandera al venezolano Narciso López.

A Brasil y Argentina la seguridad alimentaria, violando el artículo 305 de la constitución, que reza: “…la producción de alimentos es de interés nacional y fundamental para el desarrollo económico y social de la Nación. A tales fines, el Estado dictará las medidas (...) que fueran necesarias para alcanzar niveles estratégicos de autoabastecimiento”. 

La soberanía financiera ha sido hipotecada a China así como la responsabilidad en la distribución de alimentos en todo el territorio nacional.

Y ahora la soberanía energética a Argelia que nos comenzó a suministrar petróleo, patético logro de trastocar el país de exportador a importador de petróleo, con lo que ya no pertenecerá a la Opep sino a la Opip, involución bolivariana, que crea  felices parásitos sociales – antes se llamaban flojos y sinvergüenzas - en franca contravención al postulado de Bolívar: “la sociedad desconoce al que no procura la felicidad general, al que no se ocupa de aumentar con su trabajo, talentos e industrias sus riquezas y comodidades propias que colectivamente forman la prosperidad nacional”.

El mito como salvoconducto

El único talento innegable que tuvo el difunto fue… petróleo a cien dólares. Y cierta inescrupulosidad para colocar los intereses de su delirio revolucionario  por encima de toda norma administrativa, con la anuencia cobarde o compinchera de los llamados a proteger los intereses de la república. Lo demás es leyenda urbana. Mito para el afiche enmarcado en la sala de la humilde mujer que tiene un hijo preso y dos en el cementerio como aporte patriótico a la inseguridad que ha llegado a límites insoportables en estos quince años de locura socialcomunista, solo comparable a los índices de inflación que han roto la barrera del sonido, la desaparición del aparato productivo, el desvanecimiento de la empresa privada, la depauperación de PDVSA.

Lo cierto es que el fulano “pensamiento” digno de un instituto de altos estudios gracias a la insondable veleidad de los incondicionales, le dejó a Maduro el desastre político, social y económico más estruendoso de la historia, un país con su infraestructura vial en ruinas y sus ciudades y pueblos  llenos de telaraña y malos olores. Y con la mala leche de que el barril que se mantuvo arriba durante toda la epopeya del extinto, se le viene abajo a pesar de los conflictos árabes que ocasionaron su subida en el pasado. Cosas que ponen la piel de gallina.

Pero el mito, sustentado por los desconsolados herederos, como burbuja histórica lo protege de las mentadas ante cada “no hay” y “esto si está caro” pues rebotan y le caen a Maduro en pleno rostro, que no tiene otra opción que seguir sacando brillo a la burbuja, contra su propia historia – mayor acto de amor, imposible - aunque ganas no deben faltarle de decir unas cuantas verdades, sobre todo al observar como en sus narices Raúl Castro le elige suplente y lo obliga a comisionarla en la ONU para que vaya cogiendo luces. No lo hace porque a estas alturas de su inmolación  nadie le va a creer. ¿Cómo va a tener la culpa de este desastre el altar mayor? Sale pa´llá.

Rafael Marrón González
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VIOLENCIA INMANENTE



La violencia delictiva que caracteriza estos turbulentos tiempos venezolanos, que ha generado el malestar social de la inseguridad personal, en realidad es el resultado del crecimiento exponencial y descontrolado del segmento poblacional ocupado por los operarios físicos vegetativos y erráticos, individuos elementales, de simple desgaste orgánico, altamente emocionales, predispuestos al resentimiento y a la violencia, sin ética ni moral, siempre al límite de la legalidad, que dependen del Estado para su bienestar, sin ningún aporte individual para su desarrollo, que los sociólogos calculan actualmente en un monstruoso 40%, y que, durante los 40 años de la democracia, se había mantenido bajo control, pero que al arribo de la revolución castrista al poder se le adjudicó patente de corso para satisfacer a la fuerza sus necesidades y deseos de reconocimiento social.

La alarmante cifra de homicidios durante estos quince años de irresponsable gobierno castrista en Venezuela, de los cuales, según el ministro de relaciones interiores, el 90% ocurrieron en  ajustes de cuenta entre delincuentes, nos puede dar una idea del elevado porcentaje de venezolanos que sobreviven en el escenario cotidiano de la violencia, que en estos momentos ha adquirido características bestiales por el salvajismo de sus ejecuciones.

Por eso, si nuestra sociedad no es capaz de entender que los problemas sociales que nos aquejan son producto de la falta de cerebrización – natural o cultural - que San Pablo llamó conciencia – capacidad de distinguir el bien del mal – y no de “la pobreza” o del capitalismo, como aseguran en Imbecilandia, estamos condenados al miedo y a la incertidumbre por generaciones, con el agravante de que si no se le pone coto con determinación, destruirá lo poco de civilización que hemos podido alcanzar, por la reproducción aleatoria y sin compromiso con la sociedad, y la barbarie será el destino inexorable que ya amenaza con devastarnos.

Y aquí la escuela – fracaso colosal y universal como forja del humanismo -  tiene la responsabilidad determinante de reinventarse y corregir su norte - tal como existe no sirve - pues ante la falta de criterio propio de la cerebrización natural, que permita el razonamiento lógico que nos humaniza, es necesaria la intervención cultural de la escuela para introyectarla: por ejemplo, la lógica formal debe ser materia privativa en todas las carreras universitarias, quien no la apruebe no se gradúa. Y punto.

Ya basta de una Universidad egresando tarados morales destinados a la depredación y al delito, bajo el pretexto de la igualdad de oportunidades por justicia social. El abandono escolar en las etapas tempranas de la educación tiene que ser materia de alta preocupación para el Estado, así como la elevada tasa de reproducción irresponsable en los sectores más depauperados de la sociedad, pues, con las excepciones de rigor, coadyuvada por la ignorancia, es el semillero de la violencia y el delito. Es hora de admitir sin rubores pobrecitistas, que la única división de la humanidad es cerebral, por ello no admito la posibilidad de “pensar diferente”, se piensa o no se piensa. Piensa y acertarás.

La violencia del liderazgo estigmático

Quien “cree” por el influjo de una mente astuta, por no poder pensar por si, por seguimiento ciego a la figura que su emocionalidad considera de autoridad,  es susceptible a seguir hombres providenciales y no ideas, a ser manipulado, a obrar por el estímulo salival, a obedecer a rajatabla consignas emotivas – “patria o muerte” teniendo patria - a fundir su individualidad en la masa de conciencia colectiva, a ser usado para denunciar y delatar bajo falsas premisas de lealtad, a caer en la trampa de la impunidad que lo muta reo de las circunstancias; y si quien se erige como líder es un irresponsable que le dice lo que puede hacer – “quien tenga hambre puede robar” -  en lugar de lo que debe hacer – trabajo, estudio, responsabilidad - tendremos un tsunami social de lo más previsible y si, además, insufla en esa masa acerebrizada la falsa superioridad moral del empoderamiento artificial, por ósmosis – “poder popular” - entonces tendremos la explicación de la anormalidad social que sacude las raíces de la nacionalidad, por pérdida del respeto y de la moral pública.

Los delincuentes son exaltados al Salón de la Fama, mientras el mérito es satanizado y debe emigrar – “90% de los emigrantes son universitarios, 40% tienen estudios de maestría y 12% son doctores” – qué país puede resultar de esa perversión, tomando en consideración el porcentaje de ciudadanos realmente productivos que posee la nación.

Un líder político estigmático – que convierte el poder carismático en arma de manipulación - que usa el verbo calculada y desmesuradamente, como lo advertía el filólogo judío Karl Krauss en tiempos de Hitler, para alucinar a la masa “femenina e histérica” que lo endiosa, no puede obtener otro resultado que el crimen y la violencia.

El 24 de junio de 2012, el extinto se atrevió a expresar, durante su discurso conmemorativo del 191 aniversario de la Batalla de Carabobo: “quien no es chavista no es venezolano”, emulando el grito de guerra de los feroces indios caribes, “solo nosotros somos gente”, lo que significó el reconocimiento oficial de la violencia política como arma de imposición ideológica, que hasta entonces se había considerado como la actitud de grupos de fanáticos de bajo nivel.

Sin embargo, ese estado de violencia crónica en la cual viven los hombres y mujeres del gobierno, que se manifiesta en un lenguaje soez, impropio, desconsiderado, insultante, calumniador, se ha convertido en una evidencia de la irracionalidad de su planteamiento político - perdido el cauce incendiario, implosiona - lo que genera, por desesperación, más peligrosa violencia verbal, como la que caracterizó las declaraciones hasta del propio presidente de la república, con motivo del asesinato de uno de sus allegados que había escalado las más altas posiciones dentro de la organización y del Estado, encaramado en la violencia – arma inequívoca de quienes carecen de racionalidad - que lo arrasó de la manera más cruel e impía. Sale pa´llá. 

Rafael Marrón González
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5 de octubre de 2014

“EL TRABAJO LO HIZO DIOS COMO CASTIGO”



Me contaba un amigo portugués el caso de su abuelo materno, quien, viudo, al cumplir 60 años, decidió emigrar, de su humilde pueblo del Tras os Montes, para Brasil. Luego de un silencio de veinte años recibieron una efusiva carta del abuelo que al cumplir 80 años, en unión de sus hijos habidos en una nueva pareja, les invitaba a pasar unos días en Brasil, y les anexaba los pasajes y dinero para gastos.

En 20 años, este anciano había logrado el sueño americano con su trabajo y su responsabilidad. En cambio, en cualquier conversación entre jóvenes trabajadores nuestros, usted escuchará el deseo de dejar de trabajar a los 50. Se trabaja para dejar de trabajar y, lo más grave, se comete, según San Agustín, el pecado de amar el dinero sin el trabajo, es decir la parte sin el todo. Y en la letra de una canción venezolana, inmortalizada por nuestro Alfredo Sadel, se asegura que el trabajo, que es la esencia de la afirmación, de la liberación, de la promoción y del crecimiento del hombre, “lo hizo Dios como castigo”, concepción bíblica del trabajo como la sanción penal que Dios impuso a Adán al expulsarlo del paraíso terrenal y maldecirlo por su pecado original:

“Maldito sea el suelo por tu culpa. A fuerza de fatiga sacarás de él tu subsistencia todos los días de tu vida” (Génesis, 3, 17). Recordemos que el paraíso terrenal estaba a orillas del Tigris y del Eúfrates, única zona feraz en esa inmensa extensión de infertilidad y soledad. Al ser expulsado Adán de ese lugar donde todo nace y produce con facilidad, sus descendientes tuvieron que hacer prodigios para subsistir, ganarse el pan a fuerza de sudor.

Fue Adám Smith (1723 – 1790) quien utiliza la palabra como la idea central de la economía política, al sostener que la riqueza de una nación no está en el oro ni en la plata que posee, sino en el trabajo de sus habitantes. Eso explica por qué un país rico en productos naturales, como Venezuela, tiene tan alarmante índice de pobreza, pues el Estado, como sustituto del Paraíso bíblico, está constitucionalmente obligado a mantener al pueblo, regalándole comida, vivienda y vacaciones, pero… como escribió León Trostky, con la perversión que sufre hoy Venezuela, “el viejo principio quien no trabaje no comerá, ha sido reemplazado por quien no obedezca no comerá”.

Para Carlos Marx, el trabajo es, “…en tanto que produce valores de uso, en tanto que es útil, la condición indispensable de la existencia del hombre, una necesidad eterna, el mediador de la circulación material entre el hombre y la naturaleza”, razonamiento que Raúl Castro entendió demasiado tarde y que lo hizo confesar que “el pueblo cubano no podía seguir siendo el único pueblo del planeta que vivía sin trabajar”. Ahora no lo hace trabajar ni Dios. Que ser parásito es una de las virtudes del socialismo real.      

Juan Pablo II y el trabajo

“El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza”.

Trabajo y sindicato

Soy un crítico del sindicalismo venezolano por su obsesión simplista hacia lo salarial y centrarse en el bienestar del propio trabajador, obviando la familia y el entorno social. Esa indiferencia ha creado una de las mayores perversiones históricas de nuestra sociedad, que el trabajo estable, llamado “empleo” porque debería producir movilidad social, produzca miseria y miserables.

La concepción marxista de las relaciones obrero patronales, se ha calcificado en la estructura sindical, impidiendo la generación de nuevas ideas y nuevas formas de relacionarse, en una moderna visión corresponsable, sindicato, patrono, trabajador, familia, entorno, que  en realidad produzca desarrollo. Si un trabajador es vicioso y dilapida su salario, el sindicato debe pedir a un tribunal declararlo menor de edad y judicialmente llevar el salario, o la mitad como contempla la ley, a su familia.

El sindicato debe tener una secretaría de asuntos sociales que se ocupe de la supervisión de la educación de los hijos de los trabajadores y de conseguirles becas a los mejores estudiantes. El sindicato no solo debe lograr mejoras salariales para el trabajador, sino que es su responsabilidad, delegada en el momento de su elección, el bienestar integral del trabajador, no como masa, que es como les gusta, sino como individuo que es como progresa la sociedad. Porque el fin último del trabajo es la familia.


El sindicalismo venezolano, que es el que conozco, se ha constituido, con las excepciones de rigor,  en una forma de vivir sin trabajar. Sempiternos dependientes del sistema, indiferentes al conmovedor drama humano que se escenifica a sus espaldas y que crece como hiedra venenosa amenazando destruir la sociedad: vicios, violencia intrafamiliar, abandono, miseria, ignorancia, delincuencia, miedo, todo mantenido con el trabajo. No se han percatado todavía, o les interesa que así continúe, que en buena medida el pueblo adulto venezolano es aduldolescente (adultos físicos pero adolescentes mentales) por sus carencias e irresponsabilidad.

La cultura del trabajo

Sorpresivamente para muchos, por su populismo ruinoso, Juan Domingo Perón sostenía: “solamente hay una clase de hombres, los que trabajan”, con lo que definía contundentemente la cola de parásitos que amanecían a las puertas del despacho de Eva Duarte para recibir una limosna estatal.

La fracasada escuela venezolana tiene el deber histórico de reinventarse, comenzando por imponer la cultura del trabajo como elemento esencial de su pedagogía, de la que derivará la cultura de la dignidad, del orgullo personal por la productividad y el respeto inmanente por el producto del esfuerzo personal: la propiedad privada. 


Rafael Marrón González
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DE LA MEMORIA HISTÓRICA



Escucho decir a una señora, de edad respetable, que había que hacer una colita – de cinco horas – pero sí se conseguía aceite. Si se hubiera tratado de una adolescente no tendría mayor importancia, pero tratándose de una persona que atravesó como adulto por lo menos la mitad del siglo XX, es inexcusable, porque esta persona fue testigo del abastecimiento hasta con exceso y la pluralidad de marcas de los productos de primera necesidad como el aceite – antes de la llegada al poder de esta plaga perniciosa, infectada de la imbecilidad socialista, que somete al pueblo a la sumisión por la subsistencia, mediante la aplicación de controles en el suministro de alimentos, porque pueblo en cola no reclama derechos.

Es incierto que sean ineficientes, son sencillamente hijos de puta. Crean inflación y desabastecimiento por reacción. El pueblo que hace cola no las sufre, y, al contrario, se beneficia pecuniariamente, pero la ciudadanía independiente, que trabaja y se rebela contra sus delirios comunistas, pues conoce los peligros contra la libertad que ese modelo antinatural y esencialmente criminal representa,   es puesta en la disyuntiva de ceder su dignidad y entrar por el aro o sufrir las consecuencias.

Ellos cuentan con que la ignorancia tiene como falencia adicional la incapacidad mnemotécnica. El ignorante vive al día, sin recuerdos ni historia. Es una especie de concha de aguacate flotando en una laguna. Por eso les es tan fácil a los demagogos socialcomunistas, como estos, meterlos en una cola por una bombona de gas que en años recientemente anteriores eran llevadas a sus casas, luego de pedirlas por teléfono.

La memoria histórica es un valioso recurso que nos permite valorar nuestro pasado y hacer comparaciones que permitan un juicio crítico. Por ello, y ante su obvia ausencia, es imperativa una gran cruzada nacional para restablecerla, mostrando a viva voz el pasado reciente de la nación en materias tan sensibles como servicios públicos, educación salud, seguridad y abastecimiento.

No basta con señalar precariedad y carencia, hay que enfrentar el discurso gubernamental negador del pasado, que muestra como grandes logros el abastecimiento regulado, ahora con captahuellas que traducen “libreta de racionamiento digital”; que ahora sí “tenemos patria” – quien repita esto y se llame bolivariano es un idiota sin remedio – la guerra al contrabando – el tráfico ilegal de mercaderías entre Colombia y Venezuela es histórico, el problema es que ahora no hay producción de este lado y hay más dólares del otro – que han reducido la pobreza, mentira de tamaño oceánica, ya que sus propios dirigentes se han encargado de aclarar que la pobreza es la base fundacional del proceso revolucionario, y que no les conviene combatirla porque al convertirse en clase media, los pobres se meten a “escuálidos”, es decir recobran su capacidad de pensar, anulada por el virus del parasitismo social que a demasiados venezolanos, de los catalogados en pobreza, disfrutan a flojera batiente.

A recordar se ha dicho    

Desde el comienzo de esta pesadilla la dirigencia opositora ha asumido la cómplice posición suicida de acompañar al gobierno en su complejo de Adán. Se prohíbe hablar del pasado. Sin embargo nuestra única arma contra el verbo conjugado en promesas a futuro de esta imbecilidad decadente, es mostrar los logros de los cuarenta años de democracia, porque el pasado es…

la represa de Guri, que permitió energizar todo nuestro territorio con el ahorro de millones de barriles de petróleo,  o la construcción de Ciudad Guayana, que costó 25.000 millones de dólares, cifra similar a la extraída ilegalmente de Cadivi.

El pasado es…

ochenta mil kilómetros de carreteras clase A y autopistas y puentes y el asfaltado de miles de kilómetros de vías de penetración rurales, que sistemáticamente está destruyendo esta inservible administración de la infraestructura nacional.

El pasado es…

la formidable red de hospitales y ambulatorios eficientes que atendían las necesidades de salud de la población frente al engaño político de Barrio Adentro que consume el presupuesto de la institucionalidad formal, generando el grave deterioro en la materia que hoy sufrimos los venezolanos.

El pasado es…

Tres mil seiscientas escuelas creadas por el gobierno del Rómulo Betancourt en sus primeros dos años de gobierno, que le merecieron un reconocimiento de la Unesco. ¿Cuántas ha hecho  “el proceso” en estos dieciséis años de despilfarro, corrupción y destrucción de lo construido, por envidia?

Así que sí, hay que hablar del pasado claro y alto, porque fue ese pasado el generador de la clase media – incluyendo su versión deformada, sustantivada en una contradicción de términos “clase media socialista” – y la clase media profesional con decenas de miles de egresados universitarios – de Universidades de verdad - en distintas áreas del conocimiento científico, tecnológico y humanista, que ahora, gracias al milagro al revés de la idiotez socialcomunista se ven obligados a emigrar.

Y hay que hablar del pasado en materia de seguridad, sobre todo porque el propio gobierno declara que el 76% de los homicidios son por enfrentamiento entre bandas de delincuentes, cuyos integrantes son jóvenes que tenían entre 5 y diez años cuando este elefante penetró a la cristalería de la república causando los destrozos morales, éticos y sociales que su ignorancia y barbarie anunciaban.

Los errores del pasado                    

Fueron muchos los errores y las perversiones cometidas por el estamento político en ese pasado, que con sus bemoles es inmodificable, pero esa no fue la causa de la caída de la república liberal, sino la baja de los precios del petróleo que impidió que los subsidios en blanco continuaran alimentando el clientelismo político llamado “pueblo”. Y eso mismito está por sucederle al proceso, pues ya la OPEP anuncia una baja en los precios petroleros, que aunado al despilfarro que generó esta crisis, se llevará por los aires el espejismo revolucionario que devastó la Venezuela desarrollada que comenzaba a descollar en el mundo civilizado. El retroceso ha sido tan brutal, que ya el paisaje venezolano promociona desolación. Sale pa´llá.   


Rafael Marrón González
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SOCIALCOMUNISMO SIGLO XXI



Escucho a mi apreciada diputada Liliana Hernández expresar en una entrevista con César Miguel Rondón, que “si este gobierno fuera socialista ella lo apoyaría”, pero que no, que es capitalismo de Estado. Y me quedo como siempre me he quedado en este país político en el cual quien no es socialista es guate`perro, estupefacto. Por eso es tan difícil construir una mayoría opositora ofreciendo lo mismo pero con distinto cachimbo. Y además, en el poder, todo socialismo/comunismo – lo dijo Fidel: socialismo es comunismo -  deriva en capitalismo de Estado y punto.

¿O no es por definición el socialismo/comunismo la estatización de los medios de producción económica, la abolición, o subalternización a los intereses del Estado, de la propiedad privada y la preeminencia de la masa – “femenina y estúpida”, como la calificara Hitler -  sobre el individuo? Hasta que no tomemos el toro por los cachos y, sin eufemismos galantes ni temor a nombrar la soga en casa del ahorcado, le hablemos con la verdad lacerante a ese pueblo confundido, explicándole que el socialismo real es esclavitud y que la única manera de salir de abajo es trabajando, bajo un sistema político de amplias libertades que respete el derecho del hombre a disfrutar el fruto de su trabajo y a obtener la debida recompensa por su esfuerzo. Y, sobre todo, a ascender en la vida por mérito propio, que es la aspiración máxima de todo hombre libre, y que son los inservibles con aspiraciones burguesas, quienes buscan desesperadamente ese mismo ascenso, al que jamás accederían por sus incapacidades innatas, a través de la incondicionalidad rastrera al poder abusivo.

Por eso es importante que el pueblo aprenda a sacar sus propias conclusiones al comparar el discurso oficial con la realidad y con sus auténticas aspiraciones, que, por supuesto, no pueden ser convertirse en parásito del Estado. Así, se espantaría cualquier hombre del pueblo al escuchar a Maduro, tratando de sobarle el lomo a Rafael Ramírez, decir que este “libró a PDVSA de la meritocracia”, lo que va a contrapelo de las aspiraciones personales de cualquier individuo. Y hablando de Rafael Ramírez, me pregunto qué encontraría Maduro contra este todopoderoso oligarca uña en el rabo para lograr sacarlo de la presidencia de la única industria del país y confinarlo a una oscura cancillería tercermundista, donde el único aliciente es echarse palos de cocuy en los saraos de los chulos bananeros que exprimen las finanzas nacionales. Ni el extinto, con todo su inmenso poder, logró esa hazaña. Algo sigue oliendo a podrido en la comarca psuviana.

Este gobierno sí es socialista

Así que, sin la menor duda al respecto, este gobierno, presidido por el señor Maduro, sí es socialista, y por eso, como todo socialismo real, es decir socialcomunismo, es, por imperativo de su esencia, militarista y como tienen financiamiento petrolero, entonces tenemos un “petrosocialcomunismo militarista”, cuyo apelativo mediático, diplomático, es “Socialismo siglo XXI”, cuyo menú operativo se basa en el centralismo exacerbado, salvaje capitalismo de Estado – el comunismo es capitalismo de Estado, aunque no todo capitalismo de Estado es comunismo - limitación a la propiedad privada, intervencionismo gubernamental en el aparato productivo, sustitución paulatina de la empresa privada nacional por transnacionales – chinas, rusas, bielorrusas e iraníes - que no se meten en política, destrucción de la formalidad institucional de la república disfrazada de misiones electoreras, educación ideologizante, sacrificio del individuo por la masa, patronalización del movimiento sindical en las empresas y entidades del Estado, control de las protestas sociales por el sistema represivo cubano, estatización de la cadena alimentaria, leyes expresas para la  criminalización  de la disidencia, parasitismo social para atar la voluntad del pueblo a la riqueza del gobierno, entre otros elementos como la regulación de la libertad de expresión y de alimentación.

Frente a esto no ha surgido ninguna propuesta que lo sustituya, por el supuesto apoyo popular, masivo, que el asistencialismo ha logrado en las comunidades más empobrecidas del país bajo la premisa de la sumisión por la subsistencia. Los líderes emergentes y los tradicionales se encuentran atrapados en una profunda contradicción, unos por no abandonar antiguas posiciones ideológicas, a pesar de su manifiesto fracaso, y otros por seguirle la corriente al pueblo que todavía no ha percibido el desastre económico que significa la improductividad inducida que lo convierte en parásito.

Pueblo confundido es mono con hojilla

Aunque las encuestas, reflejan un alto rechazo al modelo cubano y, por ende, al socialismo, el gobierno insiste en que el pueblo decidió apoyar un régimen comunista en Venezuela. No entiendo para qué necesita una nación petrolera como la nuestra, un sistema político diseñado para la repartición equitativa de la miseria, sino para crear las condiciones legales necesarias para imponer la permanencia en el poder de un reducido grupo de iniciados jefaturados desde el Más Allá por un santón eternizado, sentado sobre una almohada de petrodólares asentada sobre un montón de bayonetas.

Por eso la fuerza del SS- XXI, es el militarismo. Todo su poder se concentra en los petrodólares, en la Fuerza Armada y en los llamados colectivos paramilitares. Mientras este gobierno tenga a su discrecional voluntad los primeros, ya escasos,  tendrá lo segundo. Y algo de pueblo. Ya no mucho, porque por privilegiar la regaladera que lo mantendrá en el poder indefinidamente, según sus húmedas aspiraciones, e invertir en la exportación de la revolución castrista en los países depauperados de América Latina, para retar a los Estados Unidos, ha descuidado la inversión en los grandes problemas nacionales que están llegando al nivel desesperante de todos los socialismo que en el mundo han sido. Sale pa´llá.


Rafael Marrón González
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“TIERRA FÉRTIL PARA EL SOCIALISMO”



Un “borrego” cubano, enviado para supervisar la gestión de su pitcher designado, tuvo la desfachatez de declarar que Venezuela era “tierra fértil para el socialismo”, es decir para la extrema pobreza y degradación humana que sufre la infeliz isla de Cuba, cuya población ha sido reducida en su dignidad hasta el más abyecto parasitismo, evidenciado en las últimas emigraciones a los Estados Unidos que han exigido los devuelvan al mal de la felicidad tan pronto pasa la euforia del éxito de la peligrosa travesía y se percatan de que deben trabajar para vivir, prefieren una cárcel en Cuba que un empleo en la libertad. Y me pregunto, si el socialismo es miseria para todos, según palabras del propio Fidel Castro, ¿por qué Venezuela es, entonces, “tierra fértil” para esta maldición que llevó a Cuba a la ruina más espantosa? Ese es un insulto intolerable para cualquier hombre libre, pues con ese eufemismo “tierra fértil” este prepotente ex asistente del homicida Che Guevara, quiere significar que nuestro país está poblado por una masa ignorante, floja y sinvergüenza que anhela la esclavitud política con tal de evitar la responsabilidad por el sustento propio y el de su familia.

Y lo más vergonzoso es comprobar que sí, que al tipejo no le falta razón, pues existe un elevado porcentaje de venezolanos, producto de la reproducción irresponsable, que están prestos a convertirse en tierra fértil para el socialismo, que para ellos es pasar doce horas en una cola para adquirir una bombona de gas o algún kilo de cesta básica que luego revenden con pingües beneficios, que llegan hasta los 25.000 Bsf semanales. Y nadie los monta en un avión y se los lleva para Cuba para que conozcan en carne y hueso el socialismo de verdad, el que tapa la factura petrolera gringa.

Tierra feraz es Venezuela….

Venezuela sí es tierra fértil, pero para el progreso colectivo por el desarrollo de las potencialidades de sus ciudadanos, debidamente despiojados de toda forma de parasitismo dependiente. Individuo y libertad es la fórmula del progreso colectivo. La colosal fortuna lanzada al albañal por esta irresponsabilidad enloquecida que lleva dieciséis años en el poder, bien hubiera servido para construir una formidable plataforma autosustentable para acoger la pobreza en tránsito y ofrecerle una posibilidad cierta de movilidad social.

Porque, estemos claros, dentro de ese amplio espectro que llamamos “la pobreza” hay de todo, desde los que ejercen la pobreza como rentable oficio libre de impuestos y responsabilidades, hasta los que no les da la gana salir de la pobreza porque disfrutan la dependencia que les prodiga la aduldolescencia, de estos últimos especímenes se nutre el socialismo para imponer por las armas de la represión sus designios sobre una nación, para reducirla a la esclavitud, bajo el subterfugio de la soberanía popular.

Por ello he sostenido la necesidad de hablar claro al pueblo verdadero, el que sale todos los días a trabajar de sol a sol, presentándole los hechos con argumentación histórica precisa, sin la necia urbanidad que distorsiona la verdad, pues el discurso socialcomunista, que así deberíamos llamarlo para cortar por lo sano con el criminal engaño socialista,  es seductor y ofrece al pueblo un paraíso terrenal sin explicarle que para acceder a él hay que morir políticamente exactamente como hay que morir físicamente para llegar al paraíso de las religiones, lo que nos permite deducir que sólo la muerte dispensa felicidad sin trabajar por lo que aquí en la vida terrenal hay que comprometerse con el trabajo, el estudio y la responsabilidad para edificar nuestros ideales contando con la indispensable  garantía de la propiedad privada, el respeto al libre albedrío y la libertad para el desarrollo de la personalidad de cada individuo que en su conjunto conforma sociedad y genera progreso. 

La verdad nos hará libres

El más grave problema que confrontamos los liberales es que el discurso romántico y pobrecitista de la izquierda, flota incontaminado por encima de los cien millones de muertos y de las atrocidades que los socialistas y comunistas han cometido antes de fracasar estrepitosamente y convertirse en capitalistas. Y es que ese discurso atrapa especialmente a la juventud que no ha incursionado críticamente en la historia - "si uno conoce a un izquierdista muy viejo es porque debe estar con problemas", Luis Inacio Lula da Silva. 

Por eso es tan importante llevar a nuestra juventud, de todas las edades, la verdad resultante de comparar el discurso romántico contra la injusticia inspirada en Robin Hood, y la realidad de un siglo de crueldades de este perverso sistema ideológico enemigo de la libertad, del individuo y de la democracia. Han sido tan horrendos y tan profusos los crímenes contra la humanidad que han cometido los regímenes socialcomunistas que en el mundo han tenido la desgracia de imponerse sobre sus pueblos, que los seguidores de esta antinatural corriente política reaccionan definiéndolos con el derivado de los líderes que dirigieron y dirigen esos gobiernos olvidando que un gobierno es una estructura de poder, y así, en Cuba hay “fidelismo” no socialismo; en Corea del Norte es “polpotismo”, en la Unión Soviética hubo estalinismo,  no socialismo ni comunismo, porque el comunismo es “una utopía” me corrige un criminal potencial afilando la daga de degollar hombres libres.

La realidad del socialismo es tan espantosa que ahora, por seguir en su terquedad de no reconocer que se equivocaron, que el socialismo es criminal y ladrón en lo político y ruinoso en lo económico, que inventaron un modelo paniaguado para estafar bocabiertas que mientan “socialismo democrático”, que no es otra cosa que socialdemocracia, que a su vez no es más que  democracia liberal con filantropía oficial. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González


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ATRAPADOS, SIN SALIDA



Qué patética es la ignorancia. Uno de los más devastadores jinetes del Apocalípsis – los otros son la superstición, el fanatismo y el miedo. Impide a los hombres la adultez que dota de la responsabilidad imprescindible consigo, con los suyos, con la sociedad, por ello hace descender en la escala de los valores humanos a quienes el azar permite ascender. Confunde esperanza con esperar y es de un atrevido singular, aunque ese atrevimiento es su cadalso.

Cómplice bastardo de los liberticidas -   así como Atila lo era de Dios, la ignorancia es el azote de la libertad -  jura que sus creencias son producto del pensamiento y sus actitudes primitivas de sus decisiones, lo que deriva en el fanatismo que confunde con militancia voluntaria, cuando es una forma de esclavitud, por ello no basta la razón para derrotar sus bestiales preferencias políticas, pues el poder tiránico captura su afecto como la luz a las polillas. “Se humilla en las cadenas” y se exalta en el libertinaje tumultuario que confunde con democracia. Su igualdad está basada en el irrespeto y el desplante soberbio.

Compensa su baja autoestima con la violencia y su cobardía innata diluyendo su conciencia en la masa. Es enemiga irracional de las dos únicas fuentes de progreso sustentable: la individualidad y la libertad, de ambas por el terror que le produce la independencia. Atada por el miedo a la incertidumbre al eterno padre munífico, su  transcurso vital es un asunto de Dios, del gobierno, del azar. Y unida por la miseria y estimulada por la codicia, pugna contra su propia redención, hasta el extremo de asumirse como clase social, banalizando el valor ascensional de la cultura. Y lo triste es que cuando la ignorancia logra percibir todo ha sido consumado, porque su abstracción es tal que cree que la equivocación está en el comportamiento de la realidad y no en sus acciones, sencillamente porque siempre ha tenido la simpleza de sus especulaciones aleatorias como verdades absolutas.

Y existe quien se llame político porque sigue los caprichos de la ignorancia, con el resultado degradado del ascenso del más popular sobre el más capaz, obviando que autoritaria, sectaria, inmoral e inepta, suele ser la conducta de la ignorancia en el poder. Así que si la voz de la ignorancia es la voz de Dios, renuncio a la esperanza.

Defender la patria significa librarla de ignorancia

Para edificar una nación sobre la cual construir patria es imprescindible comenzar por liberar la escuela de la ignorancia, porque hay que ver cuánta ignorancia sale de sus aulas, inclusive universitarias, con la capacidad de razonamiento mutilada, anulado el pensamiento por carencia de lógica y sentido común. Legiones de sujetos de derechos sin criterio para discernir lo verdadero de lo falso. Pero con la posibilidad cierta de acceder a los más elevados cargos de la autoridad con los resultados más que previsibles. Por eso el triste espectáculo que la Venezuela actual emite al planeta, pues cayó en manos de la ignorancia, y eso es catastrófico.

Ignorancia, que al asumir que su posición relevante es merecida obvia el pensamiento – no existe tal pensar distinto, se piensa o no se piensa, lo que existe es creer diferente – por lo que ha hecho metástasis en estupidez, pues no es capaz de percibir los alertas de la historia ni los ejemplos que a su alcance coloca la información globalizada, y sigue tercamente – uno de los “atributos” de la ignorancia – tratando de convertir un fracaso secular y recurrente en posibilidad.

No entiende que una nación se desarrolla según el porcentaje de seres pensantes que posea su población y, por supuesto, con acceso a la toma de decisiones. A mayor porcentaje de creyentes mayor será la miseria, aunque la naturaleza le haya sido pródiga. Unos cuantos pensadores edificaron progreso en un desierto plagado de creyentes.

Por ello, seguiremos atrapados, sin salida, mientras sea tan minúsculo nuestro porcentaje de seres pensantes y tan descomunal la masa irredenta con poder de decisión. Por ello, la batalla a librar es contra la ignorancia en todos los estamentos de nuestra sociedad, y el arma para combatirla es la cultura, que decanta la actitud del hombre frente a sus semejantes, lo transforma en artífice de su propio destino y desarrolla su dignidad ante las adversidades. La escuela ha fracasado en esta lucha contra la ignorancia, solo nos queda la cultura, que no debe confundirse con tradicionalismos, porque es cultura todo lo que hace el hombre desde el pensamiento. Y si la mayoría de nuestra población carece de neocorteza cerebral y por lo tanto sus acciones y reacciones son eminentemente emocionales, es nuestro deber usar la escuela para implantarle conciencia y criterio, elementos básicos del sentido común que podrá desarrollarle la facultad de reflexionar antes de actuar, además de fortalecerle la voluntad que es la fuente de energía necesaria para progresar mediante el uso racional de los talentos naturales, que sin esa fuerza de voluntad se pierden o desperdician.

Es decir, transformarlo de operario físico pasivo en operario inteligente. El pequeño sector desarrollado del país se ha visto arrollado por la fuerza telúrica del poder omnímodo en manos de creyentes devotos del fracaso, que copian un modelo imposible cuyos catastróficos resultados están, como en una virina, a los ojos del mundo, pues se niegan a admitir que la economía es una ciencia, con principios universales, que no admite adjetivos, y que la pobreza se combate con trabajo, estudio y responsabilidad.

Es la ignorancia con poder, a cuyo conjuro se abate el silencio y las sombras sobre nuestras probabilidades, con el apoyo entusiasta de un “robusto ciego” sin más horizonte que sus limitadas expectativas. Triste final para una república con vocación de grandeza y potencialidades económicas para lograrlo. ¡Ignorancia, ignorancia, cuánta nulidad engreída ha elevado tu idiotez!


Rafael Marrón González
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GOBIERNO OBRERÓFAGO



Es bastante difícil lograr que la aduldolescencia – adulto con síndrome de adolescencia tardía – escuche la voz de la verdad, sobre todo si la mentira que lo encandila está recubierta de promesas conjugadas en futuro, aunque  imposibles a la luz del más elemental de los análisis críticos, propios de la razón, del sentido común y de la lógica, para no mencionar la experiencia donada por la historia.

El socialismo, el real, no la fábrica de ilusiones para seducir conmovedoras inocencias de todas las edades,  ha logrado imponer la convicción de que es posible lograr la igualdad, la felicidad y el progreso por decreto, sin el concurso del esfuerzo individual. Ello le ha redituado pingües beneficios a la oligarquía empoderada por la ingenuidad en cuyo nombre alega gobernar, cuando en verdad es la carcelera de sus derechos, como estamos viendo en la actualidad venezolana.

El gobierno, una oligarquía real, se publicita como “de los trabajadores”, y estos creen que es cierto que ellos están en el poder – “el compañero Maduro me dio la espalda” - cuando no es más que un eufemismo para privarlos de sus reivindicaciones, puesto que al ser gobierno y este dueño de la empresa, el trabajador no precisa protección contra sí mismo, cuando en realidad  se asume como un activo del Estado, es decir que el trabajo no es un activo social, sino una obligación del individuo con el Estado, por ello el socialismo es enemigo de los contratos colectivos – socialismo no paga prestaciones sociales – y de los sindicatos independientes, que son sustituidos por organizaciones gubernamentales, encabezadas por esquiroles, que en el caso venezolano opinan que, por ejemplo los sidoristas, “pretendan la barbaridad  de mantener su permanente espiral de reivindicaciones salariales”, obviando, en su desprecio por lo que consideran una perversión burguesa, que el salario ha sido mermado por la inflación generada, precisamente por las políticas socialistas del régimen, y que esa “espiral de reivindicaciones”, como la descalifica el desprecio socialista, es producto de la justa aspiración de los trabajadores de tener una calidad de vida cada vez mejor, y ese deseo eminentemente humano pretende ser castrado por el socialismo, lo que define su inhumanidad además de evidenciar su procedencia como “error intelectual".

El socialismo en su práctica, y hay que aprender a diferenciar la serenata de enamorar, de la realidad, es un sistema “obrerofago”, sobrevive alimentándose del trabajo de los ciudadanos a los que se priva de  jerarquía laboral, todos son obreros, por esto la ignorancia cree que el socialismo es el cielo de los obreros. Pero la doliente ingenuidad que deja los pulmones frente a un horno de Sidor, envejecido prematuramente, jura por el saldo de vida que le queda que el socialismo lo sacará de abajo.

Y no pienso que la represión recientemente recibida en estos predios lo haga cambiar de creencia, pues ya ha llevado palo del bueno en otros días, en vida del extinto, y siguió impertérrito en su fe de carbonero rezándole al come obreros del Che o gritando en los portones que es más “chavista” que el extinto. Y es que la combinación de resentimiento con ignorancia es mortal para la libertad.

Cuba como ejemplo nefasto

Bastaría echarle una ojeada a la Constitución cubana para que los trabajadores venezolanos salieran espantados, ella, por ejemplo, pregona un supuesto Estado donde “se realiza la voluntad del pueblo trabajador”, pero la realidad es que no existe en ella ni un solo artículo que mencione alguna reivindicación para el trabajador, como la obligación de pagar prestaciones sociales que ordena el artículo 92 de la Constitución venezolana; ni artículos que garanticen un salario mínimo, ni la estabilidad en el trabajo ni protección contra despidos injustificados, ni el derecho a  huelga como lo contemplan nuestros artículos 87, 91, 93 y 97; ni ciertos principios del derecho laboral que son internacionalmente comunes, y que los contempla la Constitución de Venezuela en su artículo 89, como por ejemplo:

“Los contratos laborales se interpretan en la forma más favorable al trabajador”.
“Los derechos laborales son irrenunciables”.
“Se prohíbe todo tipo de discriminación por razones de política, edad, sexo o credo o por cualquier otra condición”.
“Deben existir límites obligatorios a los trabajos que sean potencialmente peligrosos o dañinos a la salud y las medidas de seguridad son obligatorias”.

Es notable que el derecho a la libre sindicalización y el de la contratación colectiva no existan, como sí existen en la Constitución venezolana, en sus artículos 95, 96 y 97. Pues en la relación laboral siempre existirá quien ordena y quien obedece y si el que ordena es el gobierno y detenta todo el poder es evidente que el potencial para abusos es ilimitado. Y en todo caso: ¿Cómo puede coexistir la sindicalización libre con el "trabajo voluntario, no remunerado - y obligatorio - realizado en beneficio de toda la sociedad, en las actividades industriales, agrícolas, técnicas, artísticas y de servicio, como formador de la conciencia comunista de nuestro pueblo”?, que establece la carta fidelista. 

La regulación del trabajo es uno de los abusos más notorios del sistema comunista. ¿Sabes cómo concede el gobierno cubano las libertades que tú disfrutabas en la Venezuela democrática? Pues, entérate, porque la ignorancia es la madre de todas las estupideces:

Artículo 62: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”. Y algo de suma importancia: la indefensión jurídica del trabajador, ya que es omnímodo el monopolio que la constitución fidelista confiere al Estado “para resolver cuestiones laborales y sindicales”.

¿Qué te parece? Sindicalista venezolano que se confiese socialista o es un farsante al servicio del patrono gobierno o es un estúpido. Ambas cosas conspiran en contra de tus derechos laborales. Respóndele como hombre libre: ¡Sale pa´allá!   

Rafael Marrón González
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IMBECILANDIA



Según el Drae, que es el diccionario oficial del idioma que hablamos en Venezuela - artículo 8 de la Constitución - la palabra “imbécil”  significa  “escaso de razón”, lo que traduce a su vez “incapacitado para el discurrir del entendimiento”, es decir “para reflexionar, pensar, hablar acerca de algo, aplicar la inteligencia”, actuar con criterio para diferenciar lo verdadero de lo falso, por ello el afectado cree ciegamente las falsas premisas que le han sido inoculadas por una figura de autoridad. 

Y observando la terca actitud del gobierno frente a la profunda gravedad de la crisis sistémica - económica, política, social y moral - que colapsa la república - consecuencia de la maniática aplicación de erradas políticas públicas - que lo ha llevado a despreciar la mano que le tendió gallardamente la Mesa de la Unidad, no se me ocurre otra posibilidad más que presumir que este sufre una infección generalizada de imbecilidad que le impide el adecuado discernimiento para asumir las decisiones correctas que enderecen el rumbo, asumiendo de una vez por todas que es una imbecilidad seguir tomando como ejemplo el modelo cubano que  arruinó a esa nación durante 55 años ininterrumpidos de práctica socialista, a pesar de los ingentes recursos suministrados por Moscú para mantener un enclave propagandístico comunista en las inmediaciones de los Estados Unidos, y un apoyo económico internacional incesante, hasta de los propios Estados Unidos cuyo embargo no ha sido óbice para la ayuda humanitaria que han socorrido la inmensa miseria inherente a este sistema.

Sencillamente porque no sirve. La fórmula no funciona. Para lo único que sirve es para encumbrar inservibles, que usan el poder para, adivinen, enriquecerse robando a familia entera. Mientras la pobreza crece exponencialmente. Como está sucediendo en Venezuela. Parece cosa de la más siniestra imbecilidad que un inservible comprobado como Fidel Castro sea todavía el líder fundamental de los izquierdistas del mundo, impermeables a la dantesca realidad de ese sufrido pueblo, al que utilizan como andrajosa bandera de una supuesta dignidad frente al imperialismo yanqui, en cuyo suelo han encontrado refugio y progreso cerca de tres millones de cubanos que han retado al destino.

Pero a esa monstruosidad ha entregado en ofrenda el socialismo venezolano  la cuna de Bolívar, llevándola inexorablemente por el mismo camino cubano, porque, y se cansa uno de decirlo, con aguacates no se pueden producir batidos de fresa, y es una imbecilidad continuar tercamente en su práctica. Y ese es el problema sustantivo de la ignorancia, que no le permite entender que, por ejemplo, la economía es una ciencia, inexacta por la interacción humana, pero una ciencia aplicada, con parámetros universales, que no es adjetivable - ni capitalista ni socialista - es sencillamente economía… imbécil, cuya definición, en el campo político, más precisa es arte de administrar bien, eficientemente, los bienes del Estado.

Y la voz “administrar” significa, “cuidar de”, es decir que no se los pueden robar ni usarlos para ganar elecciones fraudulentas ni regalarlos alegremente por “solidaridad”, que es realizar rifas pro fondos, no dar los de la nación. Y la economía demanda productividad, es decir que en lugar del verbo “repartir” que produce salivación en la flojera, debemos hablar de “crear”,   pues ya en esa creación de riqueza está implícita la más justa de las reparticiones: la que produce el trabajo individual según la capacidad de cada quien, cuya máxima aspiración es el bien común, traducido seguridad social y jurídica y  servicios públicos  eficientes y oportunos.

Pero imbecilandia comenzó a repartir el flujo petrolero sin preocuparse en mantener, preservar e invertir, hasta que lo inevitable ha sucedido. Del viejo chorro petrolero solo queda un prostático chorrito intermitente, repartido ahora entre el mercado interno y los gringos, que son los únicos que pagan en divisas contantes, por eso exploran aumentar, inmoralmente, el precio de la gasolina, o vender Citgo, para tapar el cráter de la regaladera y la corrupción. Y el “hombre nuevo”, tal como el parásito cubano, estupefacto ante lo que supone “una desviación de la revolución”,  suena las viandas vacías en desesperada demanda de más almuerzos gratuitos. Que no hay. Porque no los produjo. Pero perdigones y gas del bueno si hay para garantizarles a los verdaderos usufructuarios de la repartición “equitativa”  de la riqueza su permanencia en la manguangua de mansión, avioneta y viajes   para… disniguor no porque la DEA no los va a pelar.

Se ha perdido hasta el honor

En estos dieciséis años de desgobierno, en lo que hemos perdido todo, hasta el honor, solamente el más alto grado de imbecilidad puede negar la realidad que nos agobia a todos los venezolanos, sin distinción, la única igualdad que ha conseguido este gobierno insensato, es la incertidumbre. Y frente a ella, como respuesta embrutecida por el virus de la imbecilidad, el discurso falaz para el endoso de la culpa. Uno de sus más encumbrados “diente roto” acaba de declarar que “la empresa privada tiene sus días contados”, como si su imbecilismo contara entre  los más exitosos.

Y otra oscura luminaria confiesa que “el control de cambio es una decisión política”, concediéndome la razón cuando aseguro que inflación y escasez son políticas de un Estado imbecilado.  Con razón tenemos compatriotas desesperados que ya no ven la hora de salir de esta maldición bíblica  que le ha caído a Venezuela, causando, para la extensión del mal de la felicidad,  el éxodo de jóvenes talentos que huyen de la hórrida venganza de Fidel. Pero no hay manera de lograr que el reino de imbecilandia escuche este alarido de la verdad y continúa, a traspiés batiente, militarismo mediante e in crescendo, como torpe mastodonte en su destructiva marcha hacia la nada, con una recua de “pueblo”  atada todavía al botalón de la ignorancia, derramando su resentimiento, como lava ardiente sobre toda posibilidad de progreso. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González

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