Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

3 de abril de 2015

LIBERALISMO VS SOCIALISMO Y PUNTO



Lo primero que hay que remarcar es que el liberalismo - que la ignorancia moderna confunde con ser “conservador” - cuya base es la libertad, es una de las creaciones políticas más portentosas de la humanidad, que permitió a cualquier persona, sin distinción de raza, credo o posición social ir al dentista, comprar un carro o inscribirse en la universidad, y que colocó la igualdad – engañosa promesa comunista - en el plano del acceso al conocimiento y ante la ley.

El capitalismo, por su parte, es su derivado económico, solo posible por el ejercicio de la libertad – libre mercado, libre concurrencia - cuya práctica codiciosa, que deriva en excesos especulativos genera exclusión,  pero es el único modelo capaz – demostrado hasta la saciedad - de derrotar la pobreza y, además es perfectible. Sin embargo en este desolado país seguimos con gobiernos que compran caro – usando los recursos de la educación, la salud y los servicios públicos - para vender barato, destruyendo las posibilidades productivas de la nación.

No dudo que la repartición alegre y bonchona del producto mágico de las riquezas del subsuelo, generen muchos votos irresponsables al demagogo, pero el espectro de la miseria será siempre una espada colgada de un hilo sobre esa masa deformada por el populismo. Pensar que pueda existir un país sin pobreza es utópico, porque siempre existirán individuos ganados para la inacción, la improductividad y los vicios, cuyo génesis es la ignorancia, sin embargo, lo deseable, es que esa porción sea reducida.

Si a algo podemos aspirar, es a pertenecer por derecho participativo, a una nación con  gobiernos alternativos, decentes, inteligentes, que castiguen la corrupción, inviertan en servicios públicos esenciales y en seguridad interna y externa, y cuyos habitantes, ascendidos en la escala del progreso por la cultura del trabajo – no por el denigrante servilismo político - practiquen el cumplimiento de la ley, el respeto al derecho ajeno y sean responsables de sus actos, porque esa sería una nación próspera, bien alejada de caer en la tentación de escuchar los cantos de sirena de la esquizofrenia ideológica socialista, cuya práctica ha dejado la evidencia de su carácter destructivo de toda posibilidad de progreso y así se lo hizo saber Fidel a Chávez, cuando este le anunció su disposición de embarrar a Venezuela de socialismo:

- ¿Tú sabes que eso significa miseria para todo el mundo? Solo un descerebrado puede creer que un sistema que niega la productividad y la recompensa y persigue como delito la propiedad privada - una herramienta sustantiva de la libertad -  y, sobre todo, elimina la condición de individuo al ser humano para empotrarlo en la masa de conciencia colectiva – dentro de la cual descollar es evidencia burguesa “porque todos “semos” iguales”  - puede servir para erradicar la pobreza, a menos que sea uno de esos perversos especímenes inservibles, que se sienten felices con la desgracia ajena, así signifique su propia condena.

Frente a ese error intelectual solo existe el camino del capitalismo sin ambages, que hoy en día, y a escala mundial, por interés propio, pues necesita consumidores – esa es la razón de la integración racial en USA -  ha entendido la necesidad de integrarse en la lucha contra la pobreza, con resultados sorprendentes. 

Test para políticos

Usted como político con ambiciones de poder, ¿cree en la sociedad, producto liberal, como conjunto de individualidades con especificidades particulares responsable de su subsistencia, o en la masa uniformada, de conciencia grupal mantenida en el potrero del gobierno, sumisa por la supervivencia? ¿Considera la propiedad, así como la vida y la libertad, derecho humano fundamental? Responda y ubíquese, porque las medias tintas demagógicas han llenado el espectro político latinoamericano de una imposible variedad de oportunistas  que no reconocen que si en verdad quieren tener éxito en el combate a la pobreza deben asumir prácticas capitalistas por el medio de la calle, como incentivar la inversión privada, nacional y extranjera, para aumentar la oferta de empleos y acceder a nuevas tecnologías, crear alianzas comerciales estratégicas despojadas de tinte político, aumentar los procesos productivos nacionales para aumentar las exportaciones, entre otras variables. Eso fue lo que hicieron, en su momento, Lula y Bachelet, que emprendieron, sin ambages, programas capitalistas que permitieron a millones salir de la pobreza hacia la clase media. Como en China. Entendieron estos gobernante que la izquierda es un sentimiento muerto: Muy buena para tirar pinta y levantar carajitas, pero nefasta para dirigir la economía de un país.

En conclusión   

El Estado no tiene porque ser el restaurante de la gran barriga nacional, sino un ente normativo y vigilante  para que el pez grande no se coma al chico. Ninguno de estos socialistas se para ante la espantosa realidad a la que han llevado a los pueblos latinoamericanos estas idioteces repartidoras de dádivas públicas - forma socialista de “repartir la riqueza” rentista – que también se traduce en miríada de empleados públicos inoficiosos e ineficientes - que ha ocasionado la eclosión del parasitismo social, que también se ha creado en Europa, por las prácticas socialistas.

Cuando las depresiones económicas del siglo pasado sacudieron a España, millones de españoles buscaron trabajo en el resto del planeta, y con sus aportes rescataron la economía de su país, ahora se tiran de espaldas en la Gran Vía a exigirle a papá gobierno que los mantenga. El chavismo – sustantivo que identifica el conjunto de equivocaciones que causan la ruina de una nación, llámese Venezuela o España – está convencido de que el camino comunista es el que lleva a la verdad y a la vida plena, – su terquedad ha pasado a formar parte del catálogo de las imbecilidades universales – por lo tanto, lo más sensato es enfrentar esa estúpida magalla embustera, criminal, ladrona y pervertidora de menores, con su antípoda, el liberalismo, pues, si al socialcomunismo gobernante, malo porque es chavista, le anteponemos el socialcomunismo de la oposición, bueno porque no es chavista, si es verdad que se acabó el pan de piquito. Por no decir una barbaridad. Sale pa´llá.        


Rafael Marrón González
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“QUIEN TRABAJA NO COME PAJA”



El título de este texto, el más preclaro de los pensamientos liberales,  convertido en tradicional axioma popular, refleja la realidad de un pueblo generoso, amplio, soberbio, libérrimo pero políticamente confundido y económicamente dependiente del papá Estado.

Medio siglo de dirigencia contaminada por el virus del populismo socialcomunista ha dejado impronta en la psiquis de un pueblo al grado de confundir “justicia social” con promesa exclusivamente comunista. Por ello es que he combatido esta propuesta facilista que saca de contexto la realidad de la pobreza para colocarla en un plano maniqueo que achaca las culpas de ella a la riqueza.

Hablo siempre de justicia, que es “darle a cada quien lo que le corresponda”, como lo enunció el emperador bizantino Justiniano en la lejanía del año 533, y que constituye la esencia del sistema liberal, y que no puede diseccionarse para privilegiar una parte sacrificando el todo, como pretende el socialismo. En nombre de la “justicia social”, que no es otra cosa que “asistencialismo oficial” opuesto a “filantropía privada”, gobiernos totalitarios de izquierda conculcan derechos fundamentales de la sociedad, lo que traduce en lenguaje común “te doy de comer, pero amarrado al botalón de la servidumbre”. Por intuición el pueblo venezolano, aunque repita consejas comunistas y haya sido convertido en público por la charlatanería, sospecha que la solución a sus problemas económicos está en el libre desarrollo del individuo que generará progreso colectivo.

Mientras que el socialismo propende a la reducción del individuo en pro de la masa, lo que ha generado el fracaso estrepitoso de este sistema, porque sin el estímulo del desarrollo individual los individuos pierden su capacidad de producir, el liberalismo, el de hoy, el de la racionalidad social que practica el socialismo noruego, estimula las potencialidades del individuo en función del progreso de la sociedad. Una buena parte de los venezolanos, mayoría antes de la llegada del nefasto chavismo al poder, es progresista a lo liberal, desea el desarrollo de sus hijos, invierte en mejorar su calidad de vida; trabaja con la esperanza de lograr ascender en la escala social, es competitivo y busca afanosamente, a través de la educación y de la formación y estabilidad laboral  la manera de superarse individualmente, es decir posee un conciso pensamiento liberal en lo referente a su individualidad. Pero se confunde en la terminología pobrecitista del socialismo, que en Venezuela tiene profundas contradicciones entre discurso y praxis de sus líderes.

Comunistas con un tren de vida que ya quisieran para sí los que nos confesamos liberales sin sonrojo, y que ni en sueños podríamos tener 15.000,00 millones de dólares en cuentas en Suiza, pero que  intentan convencer al pueblo de las bondades de ser pobre, vivir en una eterna cola en procura de alimentos,  y de lo excelente que resulta que a los ricos los mude el Estado a vivir en los barrios marginales.

La historia nos develó la opulencia en la que vivían los líderes del soviet supremo,  pero el pobre pueblo ruso, ignorante, ebrio y sin derechos, tenía que sufrir el rigor igualitarista del régimen. Comunismo, traducido en carencias, limitaciones y esclavitud, para el pueblo, como en China y Cuba y ahora en Venezuela, pero capitalismo del bueno  para el macromillonario entorno íntimo del extinto, cuyas hijas persiguen estrellas pop por todos sus conciertos internacionales.              
El liberalismo desde lo social
Para comenzar es el liberalismo, Rousseau, el que establece que la soberanía reside en el pueblo, con la misión de limitar el poder del rey. Es el liberalismo quien logra la igualdad de la mujer y de las minorías raciales como los negros y los indios. Es el liberalismo el que permite a todos el libre acceso a los bienes y beneficios de la sociedad. Es al liberalismo al que se debe que usted, hombre o mujer, rico o pobre, blanco, negro o verde, con dos apellidos o con uno, pueblerino o citadino, pueda: ir a un dentista, ser operado y salvado, adquirir propiedades, tener cuentas y créditos bancarios, volar en avión, etc.

Fue un capitalista, empresario liberal, Eugenio Mendoza Goiticoa, el primero que pagó utilidades en Venezuela mucho antes de existir la primera ley del trabajo. Es el pionero del capitalismo con racionalidad social. Carlos Marx se disuelve en la nada definitivamente en el instante cuando se firma un contrato colectivo entre patrón y trabajador, que es un acto liberal, porque socialismo no paga prestaciones sociales.

La sanción de la primera constitución liberal, como la de Venezuela en 1961, porque la actual es militarista, acaba de una vez por todas con el segmento socialista de la igualdad de oportunidades y los derechos ciudadanos. La descentralización es liberal. Es un liberal, Antonio Guzmán Blanco, quien promulga, diez años antes que en Francia, la educación gratuita y obligatoria. Y es un liberal civilizador, Dalla Costa, quien la decreta en Ciudad Bolívar, primero que Guzmán Blanco. Y es Bolívar quien se gratifica en Angostura por “el gobierno liberal y justo que proclamó mi patria”

¿Por qué es tan vituperado el liberalismo y tan ensalzado el estatismo?

Precisamente por el título de esta página: Quien trabaja no come paja. Es decir que el que no trabaja no come. Y hay que ver la cáfila de flojos, viciosos y maleantes con derechos iguales a los trabajadores, estudiosos y responsables que pululan en el populista universo socialista caracterizado por comidas gratuitas, dádivas, becas, y ahora misiones asistencialistas. Pero también hay el empresario que juega garrote haciéndose multimillonario enchufado al estatismo populista socialista.

En el sistema liberal hay que trabajar, estudiar y ser responsable de sus actos, consigo, con los suyos, con la sociedad y punto. Y eso da como flojera. Mejor es que papaíto Estado le dé a uno. Mientras el estatismo produce parásitos sociales, el liberalismo hombres libres, dignos y orgullosos de su movilidad social y de su condición de constructores de la elevada definición de patria.  Sale pa´llá.


Rafael Marrón González
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PUEBLO Y NO-PUEBLO


 Definitivamente el chavismo, como sistema de gobierno antidemocrático, sectario, represivo, corrupto, centralista, militarista, ávido del poder como fin, ruinoso en lo económico y totalitario en lo político, ha logrado la división del pueblo venezolano, pero no como lo buscaba el ideal marxista de Fidel Castro, su creador, horizontalmente entre pobres y ricos, sino entre pueblo y no – pueblo, lo que en el aspecto económico ha derivado entre cómplices y víctimas.
 
Pueblo: los ciegos seguidores acríticos que reciben distintos niveles de beneficio oficial, constituidos en cómplices, por la supervivencia, de los desmanes y corruptelas y traiciones de la fascista oligarquía gobernante. Una nueva categoría nobiliaria, con escudo de armas y privilegios aristocráticos. 
 
No-pueblo, los ciudadanos caracterizados por su alta criticidad, sometidos a la condición de víctimas del sectarismo gubernamental,  a quienes se niega derechos constitucionales y humanos, además de beneficios sociales sufragados con el erario, que conforman la nueva “pobresía” nacional, pero sometida al escarnio de la injusticia y el vejamen.
 
Esta división fue prolijamente diseñada mediante el infame discurso socialcomunista que propugna la “igualdad” por encima de la libertad, que excluye cuidadosamente, como antagónico,  todo lo que se destaque para la participación eficiente y productiva que coadyuva el progreso colectivo por el desarrollo individual. Y de esta manera brutal,  el hijo de analfabetos, nacido en el deshilachado Zanjón Hondo,  cuyo destino era doblar el lomo sobre el improductivo conuco, pero  que a fuerza de lucidez y coherencia, que los militaristas llaman disciplina y orden, y gracias a  la movilidad social generada por la gratuidad de la educación superior, asciende en la escala de los valores humanos, en lugar del orgullo compatriota, desde ese momento,  para su íntimo dolor, no es  pueblo.  ¡Es un “no-pueblo”!
 
Pueblo somos todos   
 
Fue de la Revolución Francesa que heredamos la definición de pueblo como lo correspondiente a los estratos más humildes y desinformados de la urbe, a la que apelan los demagogos cuando lo invocan. Pero hoy en día, la definición de pueblo remite a comunidad organizada, valor ascensional para la masa.
Pues, se es pueblo en la medida en que el individuo, en su función de ciudadano, se sienta participante de una aspiración positiva colectiva y sea capaz de asociarse u organizarse con otros para lograrla. Es decir que a partir de la disgregación de la masa en comunidades debidamente organizadas, integradas por individuos conscientes de su condición política y social, específicamente formados, el pueblo será más fuerte y capaz de depositar su soberanía y sus más sentidas aspiraciones en las manos adecuadas.
 
Para el deber ser de la política la lucha a ganar sería que el individuo de alma colectiva disuelto en la masa, introyecte la necesidad de formarse para constituirse en pueblo, porque la legalidad del poder tendría como valor específico la legitimidad concedida por una elección consciente, ya que la masa elige por estímulos emocionales externos, y, en extremo, como está ocurriendo hoy, por la manipulación de sus más oscuros sentimientos, cuando debe elegir para su conveniencia por convicción interna si fuera pueblo.
 
La lucidez del progreso por el desarrollo humano
 
Nosotros, los excluidos como “no-pueblo”,  hemos cumplido siempre con nuestro deber histórico de alertar sobre las perversiones implícitas en  las promesas imposibles de demagogos y populistas. Nuestra democracia vivió  no pocas confrontaciones sangrientas, a causa de este discurso imposible, que propugna la repartición equitativa de una riqueza no creada, en lugar de convocar a su producción equitativa, obviando que si el hombre, como humanidad por supuesto,  no está formado debidamente para la producción, sencillamente no producirá, aunque se le obsequien todos los recursos de la tierra.
 
Porque es ley inexorable que la simple posesión del bien o del dinero no garantiza prosperidad sino hay cultura, pero como al socialcomunismo le interesa la precariedad de la pobreza para su subsistencia, entonces financia la ignorancia, la estimula, encumbra y condecora. Venezuela no puede continuar dividida entre los que, por carencias culturales, viven de asombro en asombro rebasados por la inusual y excesiva cotidianidad del futuro, y los que por dinámica contextual se mantienen inmersos en ese futuro científico y tecnológico que  pertenece por su acceso a la información y su capacidad perceptiva, a su presente.  
 
Además, nosotros, los que la estitiquez mental de un gobierno fracasado ha lanzado al desprecio de lo no-pueblo,  portamos en realidad los valores ascensionales del pueblo venezolano. Por ello, los injuriados como “no-pueblo” tenemos el deber indeclinable de, en primer lugar,  no permitir que nos derrote el discurso del odio de los socialcomunistas y negarnos a abandonar el suelo donde hemos nacido y que con todo derecho nos pertenece, aunque parezca suficientemente justificada la emigración por la vieja aspiración del chavismo de generar una guerra civil, para lo cual han creado todo un tinglado de mentiras mediáticas, como las de Bush para invadir Irak.
 
Tenemos, en segundo término, por todos los medios a nuestro alcance, que propiciar que la Venezuela seducida por el maligno influjo del nefasto chavismo comprenda que tiene que asumir estructuralmente el trabajo, el estudio y la responsabilidad como fórmula del progreso por el desarrollo de las potencialidades individuales, si en verdad quiere superarse, porque el hombre es heredero universal del derecho a ser artífice de su propio destino, y sus herramientas son la vida, la libertad y la propiedad. Y, en tercer lugar, hacer todo lo conducente  para eliminar del pensamiento del gentilicio la ominosa sombra del tirano providencial, de cualquier signo,  pero que en la izquierda es una especie de luminoso vengador errante que pretende conducir al pueblo, por la violencia y el saqueo, al disfrute del esfuerzo de otros. Es decir, a convertirlo en delincuente inconsciente de su astrosa realidad. Sale pa´llá.
 
Rafael Marrón González
 

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¿MADURO UN ERROR HISTÓRICO?


  
Anda por allí un grupo de chavistas en pos del poder, reivindicando un onírico legado maravilloso del insepulto de la montaña supuestamente traicionado por Maduro. Y a esta conseja se une cierta corriente de oposición, dando a entender al pueblo llano que el problema no es el modelo castro comunista que el extinto intentó imponer a sangre y fuego en el país, con la briosa oposición del pueblo auténtico,  la clase media, en sus tres vertientes,  y de la inteligencia nacional, que lo revocó y le frenó el ímpetu desbocado de su supina ignorancia, sino Nicolás Maduro, a quien el propio extinto rogó al pueblo para que lo eligiera, en clara evidencia de su absoluta confianza en las comprobadas virtudes sucesorales del delfín, pues Nicolás, desde su más temprana participación política, ha sido un obediente y no deliberante ataché, por lo que recibió el beneplácito de los ruinosos Castro, directos beneficiarios del empobrecimiento, planificado por ellos, de la nación venezolana.

Y otorgarle a Maduro alguna culpa en el desastre que tiene 16 años desarrollándose, a través de políticas públicas prolijamente diseñadas para la destrucción de la empresa y propiedad privada, y de la productividad – palabra ofensiva para el comunismo– mediante experimentos socialistas destinados al fracaso, porque así es en socialismo,  para retroceder al país a la época pre industrial, de producción artesanal, en lo que aún insisten personajillos de las primeras  horas, es absolutamente inmerecido, porque Maduro sencillamente no ha hecho nada, no se ha equivocado tan siquiera, no ha cometido ni un solo error, su gobierno vino precintado al vacío,  todo se lo dieron hecho y funcionando…hacia atrás.

El desabastecimiento, que hoy aterroriza Caracas, y que en el interior tenemos meses sufriendo, es culpa absoluta de las políticas del finado, que designó a un maniático comunista literal al frente de Indepabis y este acabó con los inventarios depositados en los grandes supermercados para cubrir 90 días de demanda, de acuerdo a los tiempos de reposición de sus proveedores, por considerarlos “acaparamiento”, y los expropió para venderlos a precios viles en las “ferias” politiqueras, lo que resultó en el gran negocio de la reventa buhonera, mayor imbecilidad imposible, pues es materia de seguridad nacional que en toda ciudad de un millón de habitantes en adelante se instalen estos megamercados para suplir las necesidades alimentarias en caso de desastres naturales  o eventos de cualquier naturaleza, y aunado a este disparate de reducir los inventarios a niveles de suministro basal, se atacó políticamente el aparato productivo con expropiaciones y confiscaciones y se dificultó el acceso  a los dólares controlados al importador, reduciendo la oferta y alargando los tiempos de reposición, con lo que fuimos agotando las existencias hasta llegar al colapso que los caraqueños están descubriendo, generando las protestas multitudinarias que tienen a los voceros del régimen metiendo la pata a diestra y siniestra, más embarrados que palo de gallinero.

Y eso lo hizo el difunto, no Maduro. Que también dilapidó - regaló en el exterior – el inmenso caudal financiero que le deparó la suerte con los altos precios petroleros, sin que, como sucede con todo ricachón súbito, tomara la menor previsión para el futuro por si la suerte cambiaba. Y cambió y los agarró limpios de solemnidad y con su principal cliente, al que cubrieron de insultos mientras recibían sus dólares, convertido en el mayor productor de petróleo del orbe, generando el miedo que mandó el precio del barril hasta el piso. 

Por lo tanto hay que decir al pueblo la verdad: la culpa es de Chávez. El error histórico es el chavismo y punto. Una loquera con el ingreso petrolero como fin – algún día sabremos cuánto se han robado estos pillos -  dirigida bajo la concepción “como vaya viniendo, vamos viendo”, imponiendo sandeces destructivas, obviando las experiencias históricas.

Cada decisión política, social o económica– la economía es una ciencia - fue errónea. Desconocedor de la idiosincrasia del pueblo venezolano confundió el fervor que le brindaba su carisma e inescrupulosidad en el uso de los recursos del Estado con fines políticos, con el éxito de su revolución por decreto, y en su delirio creyó en verdad que el pueblo estaba dispuesto a sacrificar su existencia y su modo de existir, con tal de que triunfara su proyecto personal - ¨qué importa que andemos desnudos¨. Se peló.

Si estuviera vivo – su muerte es también error suyo, en Brasil se hubiera curado -  estaría cosechando en sus propias manos las consecuencias de su inconmensurable estupidez. Maduro es el heredero de las ruinas de un proyecto ilógico, insensato, inviable que no tenía ni tiene otro resultado que el fracaso que tantas veces anunciamos desde el mismo 4F. Echarle la culpa a Maduro es, desde el punto de vista político, suicida para esa oposición que cree – no piensa, si pensara no lo haría – que de esa manera va a obtener el favor electoral del fundamentalismo chavista que ronda históricamente el 15% del electorado antidemocrático que vota – antes de Chávez no llegaba al7 % - y que también está padeciendo los rigores del inmenso fracaso del irresponsable experimento socio político de  Chávez.

Maduro, en todo caso, es culpable de ciega lealtad. De carecer de visión histórica hacia su propio drama. Atrapado entre seguir fiel al proyecto imposible de su comandante y terminar confundido entre sus cenizas o asumir el control de su responsabilidad, enfrentar los cuatro talibanes retrógrados que les sirven de cancerberos al “proyecto” del “eterno”, y dar un viraje hacia la lucidez, librando al país de una salida traumática, deslastrándose de ese fardo que ya pertenece al oscuro pasado de la nación, comenzando por darle cristiana sepultura, allá en su linda Barinas.

Pero, conociendo su carta astral, y la desmesura de su conmovedora simpleza mental – ante la brutal escasez solo atina decir que “la oligarquía parasitaria nos tendió una emboscada” -  sabemos que continuará impertérrito hacia el vació, empujado por la inmensa arrechera popular in crescendo que no se cala cuentos ni mentiras ni falsas culpabilidades, frente a la dura realidad de los anaqueles vacíos de Mercal, los abastos Bicentenario y PDVAL, porque, aunque el extinto le haya dicho lo contrario, los pobres de este país, si usan papel tualé y pañales desechables. Y se bañan Nicolás. Sale pa´llá.       


Rafael Marrón González
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13 DE ENERO DE 1830 NACIMIENTO DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA



El odio que el insepulto de la montaña se encargó profusamente de predicar contra José Antonio Páez, a pesar que en su proceso de “refundación de la república” siguió su ejemplo político, no tiene justificación histórica y denota la inmensa ignorancia que este padecía en materia tan delicada para la nacionalidad.

Cual un José Tadeo Monagas redivivo, el extinto la emprendió contra el héroe inmortal de Carabobo, cuya lanza mantuvo izada la república en los Llanos mientras en el resto del país era una desesperada ilusión. Mancillar el nombre de José Antonio Páez desde la primera magistratura nacional, justificado con la supuesta traición a Bolívar que significó la separación de Colombia, es una lesión a nuestra historia porque el verdadero secesionista fue Bolívar, el problema se origina porque Bolívar quería que la separación fuera realizada, legalmente, por el Congreso Admirable de 1830, y Venezuela se separó de facto, pero la secesión colombiana era para ese momento histórico una realidad incontrovertible por la aspiración legítima de sus pueblos.

Una república militar tan extensa como lo era Colombia solamente era posible con un poderoso ejército cuyo mantenimiento era imposible para la nación.

Al respecto Páez puntualiza en su Autobiografía: “En resumen diré que la separación de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, era una necesidad física inevitable; que los pueblos la hicieron; que ningún caudillo podría haberla inspirado y menos conseguido; que a mí me tocó encontrarme con mando en Venezuela cuando aconteció; y que hacerme responsable de ella, sobre injusto por la mala voluntad que se me atribuye, no lo es menos por el honor que inmerecidamente se me confiere, considerándome autor exclusivo de una idea que emanó de todos los grandes talentos de la época”. Y por otro lado, Bolívar decretó prácticamente la separación de Venezuela cuando colmó de honores a Páez en 1827 apoyando de manera tácita su desobediencia al Congreso que había ordenado su comparecencia en Bogotá.

De allí surgió la ruptura con Santander que en respuesta convocó la llamada Convención de Ocaña que derivó en la dictadura de Bolívar. Todo un desastre político por validar a Páez. Pero además, en una carta que envía a Tomás C. Mosquera el 15 de Noviembre de 1828, Bolívar confiesa: “Yo no sé si debo culparme por haber aceptado el mando que estoy ejerciendo; más tengo el consuelo de que propuse a la Gran Convención mi entera separación del mando y dividieran al país conforme a sus antiguas divisiones. Todo eso consta a su hermano Joaquín, que fue uno de los que se opuso a mis propuestas…¨.           

El 13 de enero resurge Venezuela como nación única e indivisible

El  13 de enero de 1830, Páez en su carácter de Jefe Superior Civil y Militar de Venezuela convoca a elecciones mediante Decreto que en su considerando expresa: ¡Pueblo de Venezuela! Habéis manifestado que queréis separaros del gobierno de Bogotá y no depender más de la autoridad de S.E. el Libertador general Simón Bolívar. Os habéis pronunciado al mismo tiempo para que se establezca en Venezuela un gobierno soberano, popular, representativo, alternativo, electivo y responsable; y ha sido tal la decisión de vuestros votos, tal la unanimidad con que los habéis emitido, que faltaría a mis deberes para con la patria, si no aceptase el honroso encargo que me habéis hecho de sostenerlos y de hacerlos efectivos, reuniendo el Congreso que ha de sancionar la Constitución de Venezuela”.

¡Ya tenemos patria!

El 1º de agosto de 1830, desde Valencia Páez difunde su alocución al país: “Venezolanos. ¿Qué buscábamos? ¿Una patria? La tenemos ya. He aquí, pues, el grande premio de nuestras fatigas, que vivirán la edad del mundo, si dóciles al grito de la conciencia pública nos prosternamos ante ella. (...) ¡Venezolanos! no más actas: no más pronunciamientos: no más que obediencia al soberano Congreso. Busquemos en el sistema republicano, popular, representativo, alternativo y responsable que hemos establecido, esa felicidad por que anhelamos 20 años ha. Una Legislatura después de otra irá cerrando nuestras heridas, arreglando nuestros intereses, metodizando las cosas, y colmarán nuestros deseos. (...) Yo no quiero servir, ni dejaré de servir en el puesto que se me señale; nada deseo sino observar fielmente lo que el Congreso acordare. Si éste dejare de existir tampoco existiría vuestro compatriota”.

Un gobernante de mentalidad moderna para una Venezuela en formación

Una de las facetas más extraordinarias de Páez es el cabal conocimiento de sus limitaciones. No se cree el que lo sabe todo, como tanto mediocre que nos ha gobernado, y se rodea de las mejores mentes. Sigue de esa manera una de las máximas de Bolívar: “El modo de gobernar bien es el de emplear hombres honrados aunque sean enemigos”. Y aquí la palabra honrado abarca todo el espectro de la honestidad, inteligencia, probidad, capacidad, dignidad, austeridad, sencillez, aptitud y actitud. Por ello se llamó a su gobierno “deliberativo”, porque permitía la participación de los mejores y de los expertos en la toma de decisiones.

13 de Enero de 1830: fecha para la coherencia histórica

El 13 de enero de 1830 la República de Venezuela, nacida el 5 de julio de 1811, recupera su soberanía y los venezolanos volvimos para siempre a nuestra orgullosa nacionalidad, pues con Bolívar éramos colombianos. Por eso, sin menoscabo para la gloria eterna de Bolívar, lealtad común del pueblo venezolano, es José Antonio Páez el fundador de la moderna República de Venezuela y el restaurador de la nacionalidad, quiéranlo o no así los chavistas y su frustrado complejo de Adán derivado de la ignorancia.

Rafael Marrón González



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