Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

3 de abril de 2015

¿MADURO UN ERROR HISTÓRICO?


  
Anda por allí un grupo de chavistas en pos del poder, reivindicando un onírico legado maravilloso del insepulto de la montaña supuestamente traicionado por Maduro. Y a esta conseja se une cierta corriente de oposición, dando a entender al pueblo llano que el problema no es el modelo castro comunista que el extinto intentó imponer a sangre y fuego en el país, con la briosa oposición del pueblo auténtico,  la clase media, en sus tres vertientes,  y de la inteligencia nacional, que lo revocó y le frenó el ímpetu desbocado de su supina ignorancia, sino Nicolás Maduro, a quien el propio extinto rogó al pueblo para que lo eligiera, en clara evidencia de su absoluta confianza en las comprobadas virtudes sucesorales del delfín, pues Nicolás, desde su más temprana participación política, ha sido un obediente y no deliberante ataché, por lo que recibió el beneplácito de los ruinosos Castro, directos beneficiarios del empobrecimiento, planificado por ellos, de la nación venezolana.

Y otorgarle a Maduro alguna culpa en el desastre que tiene 16 años desarrollándose, a través de políticas públicas prolijamente diseñadas para la destrucción de la empresa y propiedad privada, y de la productividad – palabra ofensiva para el comunismo– mediante experimentos socialistas destinados al fracaso, porque así es en socialismo,  para retroceder al país a la época pre industrial, de producción artesanal, en lo que aún insisten personajillos de las primeras  horas, es absolutamente inmerecido, porque Maduro sencillamente no ha hecho nada, no se ha equivocado tan siquiera, no ha cometido ni un solo error, su gobierno vino precintado al vacío,  todo se lo dieron hecho y funcionando…hacia atrás.

El desabastecimiento, que hoy aterroriza Caracas, y que en el interior tenemos meses sufriendo, es culpa absoluta de las políticas del finado, que designó a un maniático comunista literal al frente de Indepabis y este acabó con los inventarios depositados en los grandes supermercados para cubrir 90 días de demanda, de acuerdo a los tiempos de reposición de sus proveedores, por considerarlos “acaparamiento”, y los expropió para venderlos a precios viles en las “ferias” politiqueras, lo que resultó en el gran negocio de la reventa buhonera, mayor imbecilidad imposible, pues es materia de seguridad nacional que en toda ciudad de un millón de habitantes en adelante se instalen estos megamercados para suplir las necesidades alimentarias en caso de desastres naturales  o eventos de cualquier naturaleza, y aunado a este disparate de reducir los inventarios a niveles de suministro basal, se atacó políticamente el aparato productivo con expropiaciones y confiscaciones y se dificultó el acceso  a los dólares controlados al importador, reduciendo la oferta y alargando los tiempos de reposición, con lo que fuimos agotando las existencias hasta llegar al colapso que los caraqueños están descubriendo, generando las protestas multitudinarias que tienen a los voceros del régimen metiendo la pata a diestra y siniestra, más embarrados que palo de gallinero.

Y eso lo hizo el difunto, no Maduro. Que también dilapidó - regaló en el exterior – el inmenso caudal financiero que le deparó la suerte con los altos precios petroleros, sin que, como sucede con todo ricachón súbito, tomara la menor previsión para el futuro por si la suerte cambiaba. Y cambió y los agarró limpios de solemnidad y con su principal cliente, al que cubrieron de insultos mientras recibían sus dólares, convertido en el mayor productor de petróleo del orbe, generando el miedo que mandó el precio del barril hasta el piso. 

Por lo tanto hay que decir al pueblo la verdad: la culpa es de Chávez. El error histórico es el chavismo y punto. Una loquera con el ingreso petrolero como fin – algún día sabremos cuánto se han robado estos pillos -  dirigida bajo la concepción “como vaya viniendo, vamos viendo”, imponiendo sandeces destructivas, obviando las experiencias históricas.

Cada decisión política, social o económica– la economía es una ciencia - fue errónea. Desconocedor de la idiosincrasia del pueblo venezolano confundió el fervor que le brindaba su carisma e inescrupulosidad en el uso de los recursos del Estado con fines políticos, con el éxito de su revolución por decreto, y en su delirio creyó en verdad que el pueblo estaba dispuesto a sacrificar su existencia y su modo de existir, con tal de que triunfara su proyecto personal - ¨qué importa que andemos desnudos¨. Se peló.

Si estuviera vivo – su muerte es también error suyo, en Brasil se hubiera curado -  estaría cosechando en sus propias manos las consecuencias de su inconmensurable estupidez. Maduro es el heredero de las ruinas de un proyecto ilógico, insensato, inviable que no tenía ni tiene otro resultado que el fracaso que tantas veces anunciamos desde el mismo 4F. Echarle la culpa a Maduro es, desde el punto de vista político, suicida para esa oposición que cree – no piensa, si pensara no lo haría – que de esa manera va a obtener el favor electoral del fundamentalismo chavista que ronda históricamente el 15% del electorado antidemocrático que vota – antes de Chávez no llegaba al7 % - y que también está padeciendo los rigores del inmenso fracaso del irresponsable experimento socio político de  Chávez.

Maduro, en todo caso, es culpable de ciega lealtad. De carecer de visión histórica hacia su propio drama. Atrapado entre seguir fiel al proyecto imposible de su comandante y terminar confundido entre sus cenizas o asumir el control de su responsabilidad, enfrentar los cuatro talibanes retrógrados que les sirven de cancerberos al “proyecto” del “eterno”, y dar un viraje hacia la lucidez, librando al país de una salida traumática, deslastrándose de ese fardo que ya pertenece al oscuro pasado de la nación, comenzando por darle cristiana sepultura, allá en su linda Barinas.

Pero, conociendo su carta astral, y la desmesura de su conmovedora simpleza mental – ante la brutal escasez solo atina decir que “la oligarquía parasitaria nos tendió una emboscada” -  sabemos que continuará impertérrito hacia el vació, empujado por la inmensa arrechera popular in crescendo que no se cala cuentos ni mentiras ni falsas culpabilidades, frente a la dura realidad de los anaqueles vacíos de Mercal, los abastos Bicentenario y PDVAL, porque, aunque el extinto le haya dicho lo contrario, los pobres de este país, si usan papel tualé y pañales desechables. Y se bañan Nicolás. Sale pa´llá.       


Rafael Marrón González

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