El título de este
texto, el más preclaro de los pensamientos liberales, convertido en
tradicional axioma popular, refleja la realidad de un pueblo generoso, amplio,
soberbio, libérrimo pero políticamente confundido y económicamente dependiente
del papá Estado.
Medio siglo de
dirigencia contaminada por el virus del populismo socialcomunista ha dejado
impronta en la psiquis de un pueblo al grado de confundir “justicia social”
con promesa exclusivamente comunista. Por ello es que he combatido esta
propuesta facilista que saca de contexto la realidad de la pobreza para
colocarla en un plano maniqueo que achaca las culpas de ella a la riqueza.
Hablo siempre de justicia,
que es “darle a cada quien lo que le corresponda”, como lo enunció el emperador
bizantino Justiniano en la lejanía del año 533, y que constituye la esencia del
sistema liberal, y que no puede diseccionarse para privilegiar una parte
sacrificando el todo, como pretende el socialismo. En nombre de la “justicia
social”, que no es otra cosa que “asistencialismo oficial” opuesto a
“filantropía privada”, gobiernos totalitarios de izquierda conculcan
derechos fundamentales de la sociedad, lo que traduce en lenguaje común “te doy
de comer, pero amarrado al botalón de la servidumbre”. Por intuición el pueblo
venezolano, aunque repita consejas comunistas y haya sido convertido en público
por la charlatanería, sospecha que la solución a sus problemas económicos está
en el libre desarrollo del individuo que generará progreso colectivo.
Mientras que el
socialismo propende a la reducción del individuo en pro de la masa, lo que ha
generado el fracaso estrepitoso de este sistema, porque sin el estímulo del
desarrollo individual los individuos pierden su capacidad de producir, el
liberalismo, el de hoy, el de la racionalidad social que practica el
socialismo noruego, estimula las potencialidades del individuo en función
del progreso de la sociedad. Una buena parte de los venezolanos, mayoría antes
de la llegada del nefasto chavismo al poder, es progresista a lo liberal, desea
el desarrollo de sus hijos, invierte en mejorar su calidad de vida; trabaja con
la esperanza de lograr ascender en la escala social, es competitivo y busca
afanosamente, a través de la educación y de la formación y estabilidad laboral
la manera de superarse individualmente, es decir posee un conciso
pensamiento liberal en lo referente a su individualidad. Pero se confunde en la
terminología pobrecitista del socialismo, que en Venezuela tiene profundas
contradicciones entre discurso y praxis de sus líderes.
Comunistas con un
tren de vida que ya quisieran para sí los que nos confesamos liberales sin
sonrojo, y que ni en sueños podríamos tener 15.000,00 millones de dólares en
cuentas en Suiza, pero que intentan convencer al pueblo de las bondades
de ser pobre, vivir en una eterna cola en procura de alimentos, y de lo excelente
que resulta que a los ricos los mude el Estado a vivir en los barrios
marginales.
La historia nos
develó la opulencia en la que vivían los líderes del soviet supremo, pero
el pobre pueblo ruso, ignorante, ebrio y sin derechos, tenía que sufrir el
rigor igualitarista del régimen. Comunismo, traducido en carencias,
limitaciones y esclavitud, para el pueblo, como en China y Cuba y ahora en
Venezuela, pero capitalismo del bueno para el macromillonario entorno
íntimo del extinto, cuyas hijas persiguen estrellas pop por todos sus
conciertos
internacionales.
El liberalismo desde lo social
Para comenzar es el
liberalismo, Rousseau, el que establece que la soberanía reside en el pueblo,
con la misión de limitar el poder del rey. Es el liberalismo quien logra la
igualdad de la mujer y de las minorías raciales como los negros y los indios.
Es el liberalismo el que permite a todos el libre acceso a los bienes y
beneficios de la sociedad. Es al liberalismo al que se debe que usted, hombre o
mujer, rico o pobre, blanco, negro o verde, con dos apellidos o con uno,
pueblerino o citadino, pueda: ir a un dentista, ser operado y salvado, adquirir
propiedades, tener cuentas y créditos bancarios, volar en avión, etc.
Fue un capitalista,
empresario liberal, Eugenio Mendoza Goiticoa, el primero que pagó utilidades en
Venezuela mucho antes de existir la primera ley del trabajo. Es el pionero del
capitalismo con racionalidad social. Carlos Marx se disuelve en la nada
definitivamente en el instante cuando se firma un contrato colectivo entre
patrón y trabajador, que es un acto liberal, porque socialismo no paga
prestaciones sociales.
La sanción de la
primera constitución liberal, como la de Venezuela en 1961, porque la actual es
militarista, acaba de una vez por todas con el segmento socialista de la
igualdad de oportunidades y los derechos ciudadanos. La descentralización es
liberal. Es un liberal, Antonio Guzmán Blanco, quien promulga, diez años antes
que en Francia, la educación gratuita y obligatoria. Y es un liberal
civilizador, Dalla Costa, quien la decreta en Ciudad Bolívar, primero que
Guzmán Blanco. Y es Bolívar quien se gratifica en Angostura por “el gobierno liberal y
justo que proclamó mi patria”
¿Por qué es tan vituperado el
liberalismo y tan ensalzado el estatismo?
Precisamente por el título de esta
página: Quien trabaja no come paja. Es decir que el que no trabaja no come. Y
hay que ver la cáfila de flojos, viciosos y maleantes con derechos iguales a
los trabajadores, estudiosos y responsables que pululan en el populista
universo socialista caracterizado por comidas gratuitas, dádivas, becas, y
ahora misiones asistencialistas. Pero también hay el empresario que juega
garrote haciéndose multimillonario enchufado al estatismo populista socialista.
En el sistema liberal hay que trabajar,
estudiar y ser responsable de sus actos, consigo, con los suyos, con la
sociedad y punto. Y eso da como flojera. Mejor es que papaíto Estado le dé a
uno. Mientras el estatismo produce parásitos sociales, el liberalismo hombres
libres, dignos y orgullosos de su movilidad social y de su condición de
constructores de la elevada definición de patria. Sale pa´llá.
Rafael Marrón González
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