A SEPARAR EL
GRANO DE LA PAJA
Rafael Marrón
González
Llegó la hora de dotar de impecable credibilidad el
discurso opositor, porque las omisiones, contradicciones y especulaciones están
generando confusión, si se equivocaron en la estrategia, confiésenlo, porque
dejarlo a la deducción arbitraria de la masa, seducida por la libre
interpretación al recurrente trapo rojo de la provocación de los psicólogos del
gobierno, que dice una cosa y escribe otra, es
contraproducente para la lucha. Lo mismo ocurre con ese llamado iluso a
las Fuerzas armadas para que derroquen al gobierno y se lo entreguen mansamente
al convocante. Es necesario crear una “sala situacional” de expertos para la
toma de decisiones, que no se pueden seguir asumiendo por mayoría o consenso de
los partidos políticos, sino por su grado de efectividad y conveniencia
política, como, por ejemplo, que la MUD tiene que seguir siendo la tarjeta
única de los procesos electorales, hasta salir de este régimen, porque unidad,
aunque no signifique univocidad, si debe ser efectividad y la tarjeta única la
ha demostrado. Y lo que funciona es inteligente repetirlo. Hay que apelar en
este momento a la capacidad de liderazgo de los fundadores de la democracia,
que fijaban el rumbo a seguir por el pueblo y no al contrario como está
sucediendo ahora, que tenemos un pueblo en la calle sin conducción política y
mucho menos militar, lo que ha generado anarquía y martirio, al sustituir la
constitucional y racional exigencia impresa en el manifiesto de la Asamblea Nacional, por
un imposible e inconstitucional “Maduro vete ya”, olvidando que el “Chávez vete ya” fue superior
en multitud y tampoco resultó, por el respaldo militar, factor determinante de
la ecuación que el radicalismo obvia suicidamente. El 30 de julio marcó el fin
democrático del gobierno y atrajo la repulsa de Occidente, pero, a su vez, la
hora de la unidad de criterio de la oposición
para asumir el costo de lo
correcto frente a la aprobación popular de lo incorrecto. Existe mucha presión
del protagonismo histérico, que está creando becerros de oro, en esta crisis
política de dieciocho años de edad, que atraviesa Venezuela, que se exacerba
por señuelos seductores que son interpretados, desde el principio de este
tiempo, como el fin del régimen, con
consecuencias lamentables, obviando que este, constitucionalmente, tiene todavía,
además de musculatura represiva legal y militar, mucha capacidad de maniobra
nacional e internacional, como lo ha
demostrado el reconocimiento de los Estados
Unidos a la legitimidad de Maduro, a
pesar de sancionarlo personalmente y calificarlo de dictador, como respuesta a
una delirante propuesta de un descabellado gobierno de transición, con poderes incursos
en usurpación de funciones. Solo la fuerza legitima las leyes en países con
situaciones como la que padecemos en la actualidad. Y la única fuerza
demoledora que poseemos los venezolanos es el voto.
Pensamiento vs
opinión
Un líder, que
en política lo es por su inteligencia y no por sus testículos, necesarios en
Las Queseras del medio y no en política, tiene el deber de actuar según su
propia consciencia política, si actúa obedeciendo caprichos irracionales del
pueblo, es un demagogo, no un líder, estupidez que le ha costado muy caro al
sistema democrático venezolano. Basta de actuar según los lineamientos de la sed de sangre de la opinión pública, que, según Platón “comprende la creencia en el valor de los sentidos y en las
ilusiones de la imaginación, es una forma de conocimiento práctico y
empírico de carácter inferior, que se
opone al conocimiento inteligible del pensamiento discursivo y del pensamiento
dialéctico”. Y para Kant, la opinión pública “se forma esencialmente por
imitación e interacción social”. Sin apelación posible, la opinión pública
surge siempre contaminada por influencias de carácter familiar, social, grupal
o partidistas, y, últimamente, por el resultado de las encuestas, que pusieron
los venados delante de los perros, en franca contraposición con el pensamiento,
que es un producto de la mente basado en el conocimiento de la materia en
cuestión, la razón, la lógica y la experiencia. Por eso es que no existe pensar diferente, sino creer distinto. Se supone, entonces, que
es el pensamiento lo que debe guiar las acciones de un líder, que lo es por su
capacidad de convencimiento y no de obediencia a las masas, como está
sucediendo, y que llega al extremo de suponer que si se actúa de acuerdo a la
racionalidad, que, por supuesto, marcha en sentido contrario a la opinión
pública, en este caso de los pranes de la palabra, se está traicionando a las
mayorías, que no sé basado en cual argumento, parece que están resumidas en las
redes sociales, y no en el inmenso descontento de los habitantes de los barrios
que nos dieron sus votos el 15D para la Asamblea Nacional. En esta hora para la
lucidez, y ante la imposibilidad cierta de formar un ejército para vencer por
las armas, en el supuesto negado de que el enemigo carezca del propio y de la
misma resolución, es imperativo tomar una decisión que nos mantenga en el
escenario democrático, aprovechando cada resquicio constitucional
posible, y
nos dote de recursos imprescindibles para avanzar en el logro establecido, que
es el rescate del sistema democrático, apropiándonos electoralmente de importantes
espacios políticos, y con testigos, observadores internacionales
y auditorías, características de las que careció el reciente y fraudulento proceso electoral (según
opinión del planeta político y de nada menos que Smartmatic), es posible
participar en las elecciones regionales. Y las dictaduras sí salen con votos. Y
esta llegó con votos y se irá por ellos.