Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

30 de octubre de 2010

REFLEXIÓN Y CONCIENCIA

Reflexionar es, para la sicología, un acto de introspección en el que se revisan la conciencia, las ideas y los juicios. En el ejercicio cotidiano de la vida solemos actuar por reflejo o condicionados por nuestras tradiciones y visiones particulares del mundo, en la mayoría de los casos impulsados por la herencia o por asimilación cultural. De esa manera transitamos repitiendo errores, asumiendo como ciertas especulaciones y habitando el escenario de la equivocación por impulsividad.

Tomando en cuenta que el hombre es él y sus decisiones, y que en tiempos distintos ante circunstancias similares el individuo toma decisiones diferentes, por lo que la experiencia es de poca ayuda, y que en muchas oportunidades tendrá que decidirse, ante lo justo, por lo correcto, se hace necesario que esas decisiones obedezcan a un acto reflexivo, porque de ellas derivarán consecuencias, y si éstas serán negativas es prudente que las esperemos conscientemente como el costo de nuestro compromiso razonado. Porque la reflexión es para evitar el hecho, no para buscar soluciones después de cometido.


Invitar a alguien a “reflexionar sobre lo que hizo” es un disparate. Lo apropiado es decirle que se atenga a las consecuencias. Con un refrán popular marcamos pauta en esto: “Después de ojo sacado no vale Santa Lucía”. Actuar racionalmente, no por emociones y menos por impulsos, es el deber del hombre de pensamiento crítico, y aunque existan situaciones emocionales que nos estimulen a la irracionalidad, debemos estar tan acostumbrados a reflexionar que éste sea un acto reflejo que en segundos dilucide lo conveniente.

Aunque el dominio emocional sucumba ante determinadas circunstancias, serán menores las consecuencias negativas de sus actos derivados si actuamos reflexivamente. Y esto es válido para todas las actividades humanas, porque, además, como ocurre en el campo de la política, por ejemplo, la impulsividad es manipulable por agentes externos y se pueden controlar nuestras reacciones a capricho de terceros. Pero lo más importante de la reflexión como comportamiento es que nos permite conocernos exhaustivamente, anticipando nuestras reacciones ante las situaciones adversas intempestivas y organizando nuestra percepción para la toma de decisiones asertivas, y lo más importante nos impide infligir daños a terceros. Pero también es un instrumento eficaz para juzgar las ajenas pretensiones.

Reflexionar sobre quién o qué es el otro, qué busca, qué tenemos que necesita, qué beneficio nos aporta el intercambio, nos librará de pesares futuros, porque actuaremos siempre bajo riesgos calculados. Y para aquellos que se organizan en gremios en los que se delega la toma de decisiones, la reflexión, que es una condición individualista, permitirá mantener a salvo la responsabilidad cuando la codicia, por ejemplo, que puede ser, como la locura, colectiva, intente dirigir las acciones. ¡Cuántos devorados por propias acciones en la vorágine de las circunstancias! Así que los hombres estamos divididos, no en superiores e inferiores, sino en reflexivos e impulsivos.

Los reflexivos crean y estimulan la creación, es decir avanzan, los impulsivos solamente obedecen a la voz de la destrucción y su existencia se torna circular. Reflexionar es, en fin, la manera más prolija de salvaguardar la decencia, la paz, la libertad y el respeto. Y arrepentirse, amigos, es como perfumar cadáveres. No sirve de nada. Si alguna definición práctica puede darse al arrepentimiento es… reflexionar antes de actuar.

La conciencia: Tribunal personal

El orador latino, Marco Tulio Cicerón, expresó en uno de sus recordados discursos: "Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo". En la Biblia la palabra conciencia la usa por primera vez San Pablo en una de sus epístolas, pero es San Agustín quien la define: “Si la esencia del hombre es la interioridad, la conciencia es esa interioridad que lo define en su cualidad central: el hombre es su conciencia, se encuentra a sí mismo en su conciencia, que contiene y le dicta la norma del valor moral”.

Llamamos conciencia al juicio práctico por el cual el sujeto, conocedor de su propia existencia, de sus estados, de sus actos y de las cosas, distingue el bien y el mal, y aprecia moralmente sus actos o los de otros. Las personas que tienen bien desarrollada esa capacidad analítica y valorativa que llamamos conciencia, cuando cometen cualquier acto reñido con el bien, sienten profundos remordimientos, se juzgan a sí mismos, así nadie se haya percatado de su acción, porque han puesto en riesgo su individualidad. Pero aquellos que han adquirido la capacidad de acallar la conciencia con justificaciones materiales, la reducen de tal manera que su única preocupación es que sus actos lesivos a la moral no sean descubiertos, es decir, les preocupa exclusivamente la lesión a su reputación y no el daño que causan a terceros, a eso llamo “conciencia modular”.

Hay que distinguir de este grupo a los débiles mentales que son individuos que sufren de un estado permanente, congénito o precoz, de insuficiencia intelectual, en el que, a pesar de una buena memoria y de habilidad verbal, son casi incapaces de razonar. Ese dudar sobre si será bueno o malo el acto que vamos a cometer, es lo que llamamos escrúpulo.

Un hombre escrupuloso, es sencillamente un hombre de buena conciencia. No puedo entender como ha llegado a justificarse la inescrupulosidad, pero como se ha extendido en la actualidad. Inescrupulosos son los políticos mendaces, los comerciantes avarientos, pero también el buen vecino que compra artículos robados porque “lo beneficia”. Es inescrupuloso todo quien pretenda sus fines sin reparar en medios.

La reflexión activa la conciencia

Los nazis aseguraban que la conciencia era un invento judío, y de esa despectiva manera despacharon los escrúpulos que pudieran impedirle el exterminio sistemático de un grupo humano. Muchos de ellos, durante el juicio de Nuremberg, se horrorizaban al asumir que sus actos de “defensa de la raza aria”, eran considerados brutales asesinatos, y por lo tanto no eran más que despreciables homicidas.

Eso ocurre cuando las pasiones subalternas acallan la conciencia, que no es un invento judío, sino que es la diferencia del hombre con los animales, lo que lo separa de ser “especie” y lo unifica en una sola e indivisible raza, expresada en versiones culturales distintas. Esa mutilación de la conciencia, se llama en sociología “anomia”, que es un desorden moral que produce desprecio por las convenciones sociales y leyes establecidas y hasta por la solidaridad entre miembros de una misma comunidad, y que sufren mayoritariamente “los emigrados desarraigados y los campesinos instalados en comunidades suburbanas” que no se integran al resto de la sociedad sino que se enfrentan a ella.

Las religiones han venido llenando un espacio imprescindible para el estímulo de la reflexión, que fortalece la conciencia. Pero es el individuo, en ejercicio de su personalidad, el que debe crear conciencia inteligente, es decir capaz de activarse ante las tentaciones para evitar el acto, y no como simple instrumento de arrepentimiento, que servirá para salvar el alma, pero no el dolor causado.

Es la reflexión sobre quiénes somos, qué queremos y qué vías emplearemos para lograr nuestros fines, sin causar daños a terceros, la que fortalece la conciencia. Un individuo, por ejemplo, que, a cambio de beneficios personales inmediatos, apoye proyectos políticos liberticidas, que atentan contra la democracia y contra el individuo y su derecho a la vida y a la propiedad, es un inconsciente sin el menor sentido de las consecuencias de sus acciones, que ocasionará irreparables daños, incluyéndolo y a su propia su familia.

La profusión de leyes señala el fracaso del hombre como humanidad

¿Cuántos códigos, normas, reglamentos, estatutos y leyes no penden sobre nuestras sociedades? ¿Y han evitado estas reglamentaciones el crimen, el abuso y el desorden? ¿Usted no ignora el semáforo porque la ley se lo prohíbe o porque vio al fiscal en la esquina? Una de las grandes utopías de la humanidad es que el hombre en algún momento de su evolución será pura conciencia y sus actos obedecerán a la previa reflexión. En ese instante el hombre se habrá transmutado en humanidad, no existirán leyes ni tribunales. Enmohecerán las espadas y brillarán los arados. La conciencia inteligente hecha fundamento colectivo emprenderá la era de la paz y del progreso verdadero, bajo un lema universal: “No hagas a otros lo que no deseas que te hagan”. ¿Llegará ese día?
Rafael Marrón González
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23 de octubre de 2010

El único proyecto viable

Sesudos analistas y encuestólogos de fama internacional insisten en asegurar que la oposición carece de un proyecto de país atractivo para el chavismo de base y me pregunto ¿qué significa proyecto de país para esta gente? Porque los venezolanos tenemos un país geográficamente inventariado por las naciones del mundo, con dirección postal astronómica y con una historia gloriosa que se inscribe entre las grandes de la humanidad.

Es decir, que no necesitamos ningún “proyecto de país” porque tenemos un país, con una nación – dividida entre desarrollada – que Chávez se empeña en destruir - y sub desarrollada – que Chávez ha convertido perversamente en parasitaria - y un sistema de gobierno republicano que estamos defendiendo con uñas y dientes frente a la intención artera de imponer un totalitarismo mesiánico y liberticida.

Ahora lo que sí es necesario desarrollar frente a la propuesta comunista de Fidel Castro – que los chavistas de base apoyan porque roba a Juan para darle a Pedro - es un adecuado programa económico liberal (como Chile, Perú, Panamá, Colombia, México y los hipócritas de Brasil y Argentina) – “es la economía, estúpido” - basado en el mercado y su libre concurrencia y pivotado en el respeto absoluto de la propiedad privada, sin obviar la aplicación eficiente de planes de combate a la pobreza – racionalidad social - con eficiencia y eficacia, para generar la prosperidad nacional a través del trabajo, el estudio, la responsabilidad individual – contra masa individuo productivo de conciencia inteligente.

En lugar de seguir hablando de repartición proporcional de la riqueza – discurso que atrae parásitos como a las moscas la miel - hablemos de ahora en delante de creación proporcional de la riqueza, cada cual según sus capacidades aportará su grano de arena a la prosperidad nacional.

No tengo la menor duda de que esa masa aclamacionista franelitacolorá financiada por Chávez esté disfrutando como nunca de un ingreso milagroso que no se gana, aunque íntimamente sabe que eso no puede ser bueno para sí ni para el país. Cuando la oposición clona el discursito socialista de la “justicia social” –que en la realidad es el “novedoso” apelativo de antiguo y desprestigiado “estado de bienestar” que tantos populistas reivindicaron como el no va más de las soluciones finales y que llevó a la ruina a más de un país improductivo - lo que está transmitiendo es algo así como “lo malo es Chávez” pero el chavismo es bueno.

No, vale, lo malo es el chavismo completo. Porque es militarista, totalitario, centralista, personalista, sectario, excluyente, antidemocrático, es decir comunista. Son perniciosas sus misiones porque están concebidas por Fidel Castro para destruir la formalidad institucional de la república creando un precario aparato asistencialista paralelo que facilita la dominación de la sociedad.

Es perverso el chavismo porque ha introyectado en el pueblo ingenuo y menos informado - improductivo y marginal por falencias individuales - la idea de la lucha de clases, que en Venezuela están contenidas y el chavismo de la godarria es el más claro ejemplo, y, además a estas alturas ya sabemos que significa “quítate tú para ponerme yo”.

Es malo engañar a la mediocridad haciéndole creer que no ocupaba posiciones relevantes en el pasado por egoísmo de la supuesta clase dominante y ponerla a gerenciar, con las desastrosas consecuencias que observamos en empresas como Pdvsa y las de Guayana, por citar sólo un par de ejemplos. Es malo el chavismo porque destruye la moral pública y envilece al pueblo – legión de parásitos cobran sin trabajar.

La fulana “justicia social” siempre se tranca en la alcabala de los afectos al régimen de turno, o de los más vivos, se usa para fines electorales y es absolutamente injusta con la gran mayoría de la población, como lo estamos viendo hoy, cuando a pesar de los inmensos recursos que ha recibido Chávez, la pobreza ha crecido y el desempleo y sub empleo son alarmantes, perdiéndose así en los últimos once años una oportunidad insuperable de progreso, mientras una insólita boliburguesía estruja contra el rostro de las mayorías depauperadas sus lujos y prebendas, exacerbando la delincuencia por imitación.

Lo que los analistas mencionados al principio deben puntualizar, sin la nostalgia chavista – o socialista - que destilan, es que es fundamental que el pueblo, entendido como ese desesperado conglomerado humano que subyace en la miseria, comprenda que él es parte de las soluciones y que no es posible resolver, ni aquí ni en ningún lugar del mundo, el problema de la pobreza sino se ataca su raíz cultural y que el reparto irresponsable del capital de la Nación lo hará en breve plazo más pobre y más indigno.

La riqueza en Europa

No hay petróleo en España, Italia, Francia o Noruega, pero hay ciudadanos, y ese es el quid (cuid) de la cosa. Francia produce más dinero exportando quesos y vinos que Venezuela produciendo petróleo. En España se conformó una poderosa estructura productiva con la pequeña y mediana industria, que aquí es despreciada e insultada como “burguesía”. Italia produce absolutamente todo lo que consume y ha logrado eliminar su emigración, como lo hizo Portugal con el turismo y fortaleciendo su producción artesanal, atrayendo inversión extranjera.

Suecia, por ejemplo, es un país con nueve millones de habitantes, aproximadamente, un poco menos que Cuba, con un territorio de unos 449.964 km2., la mitad de Venezuela, pero con un PIB de 478,96 mil millones de dólares (2008) que duplica al de aquí, sin petróleo, ni hierro y acero, maquinas de precisión (ralimanes, piezas para radios y teléfonos, armamentos), productos a base de pulpa forestal y papel, industrias de alimentos y bebidas, y vehículos, con una fortaleza industrial de unas 10.000 empresas privadas – mientras Chávez acaba las de este tierrero conceptual - lo que significa un ingreso per cápita de unos 36 mil dólares por habitantes, uno de los más altos del mundo y con 99% de alfabetismo.

Suecia es la patria de Alfred Nobel y del grupo ABBA que ha facturado 400 millones de discos, cifra solamente superada por Los Beatles. Es decir que en estos países al no existir riquezas naturales, ciudadanía y gobiernos tuvieron que ponerse a trabajar para crearlas, demostrando – otra vez - que ha sido el desarrollo de las potencialidades individuales de su población las que han logrado el progreso de sus naciones.

Durante los años del post gomecismo y hasta principios de los 90, miles de emigrantes europeos llegaron a Venezuela atraídos por sus ventajas comparativas, y lo hicieron con todas sus pertenencias metidas en una maleta de cartón amarrada con un guaral. Y abriendo zanjas, batiendo concreto, remendando zapatos, como barberos o tenderos y agricultores, se convirtieron en unos pocos años en una recia estructura económica que coadyuvó al desarrollo del país, mientras nuestros naturales, que querían ser doctores o gerentes, se convirtieron en su mano de obra.

Lo que confirma a plenitud y de primera mano que es del trabajo y de la creatividad de sus ciudadanos de donde proviene la riqueza de un país, de una sociedad o de una familia, postulado que Bolívar integró a su ideario político, pero que los populistas bolivarianos de toda índole ocultan convenientemente. Para empezar a poner orden: ¡Cambio diez a uno petróleo por ciudadanos!

La pobreza es producto de la ignorancia

Hasta que el “pueblo” venezolano no se saque la alpargata de la cabeza, la botella de ron del hocico y la frivolidad del espíritu y deje de ser turbamulta desenfrenada – al filo del delito - en pos de un caudillo que, pasándose la lógica por el forro, le ofrece felicidad instantánea – traducida como dinero fácil, lo que lo enloquece - y entienda de una vez por todas que tiene que trabajar hasta que la muerte lo separe del trabajo – no para dejar de trabajar - y responsabilizarse de las consecuencias de sus actos, jamás, léase bien, jamás saldrá de la violenta miseria que lo constriñe, désele a Venezuela el gobierno que se le dé, porque la pobreza es la maldición de la ignorancia, como gritaba Simón Rodríguez sin que ni ayer ni hoy le escucharan: “Son pobres porque son ignorantes”, no al revés.

El único proyecto viable

Así que, señores y señoras de oposición, si quieren presentar al país un proyecto económico viable, comiencen por decir esta verdad que, según ustedes, les puede quitar votos: Quien trabaje no comerá paja. Ofrezcan sudor y más sudor. Combatan el criminal simplismo socialista sin ambages ni falsos pudores. Y, por amor a Dios, no más populismo, que es el verdadero criadero de parásitos que devasta las potencialidades de nuestro pueblo y es el verdadero enemigo del progreso de esta desolación – por definición - latinoamericana.
Rafael Marrón González
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16 de octubre de 2010

Basta de gobiernos bienhechores

Uno de los anzuelos de pescar ingenuos que enarbola el socialismo para convencer de lo machete que es ser esclavo es que al ser el Estado el gran poseedor de las riquezas nacionales, su gobierno será como un amoroso padre bienhechor responsable de la mínima necesidad del pueblo.

El propio Bolívar – contradiciendo su axioma que establece, como Adam Smith, que la riqueza de las naciones proviene de la laboriosidad de sus ciudadanos - no escapó a esta tentación de ofrecer la mano bienhechora del gobierno para procurar el progreso del país: En el Discurso al Congreso de Angostura - que no refleja su verdadero pensamiento político porque fue un ejercicio diplomático para los países libres del mundo, especialmente Inglaterra, tal como lo expresa en carta a Santander el 27 de Diciembre de 1825: “El discurso que daré (en Bolivia) para probar su utilidad será muy fuerte. No dudo que será mejor que el otro de Angostura, pues ya no estoy en trance de transigir con nadie”,

Bolívar desliza esta fase que ha servido a todos los dictadores de su América para erigirse herederos de su pensamiento: “¿Quién puede resistir el imperio de un Gobierno Bienhechor, que con una mano hábil, activa y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social?”. Aquí encontramos la síntesis del poderoso Estado centralista y totalitario que propugna el “bolivarianismo” transcontinental, de Chávez a Mugabe pasando por Tirofijo y Fidel.


Qué contraste con el pensamiento de los fundadores de los Estados Unidos que basaron su Constitución en el precepto filosófico que consagra que “Los gobiernos se instituyen entre los hombres sólo para asegurar sus derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad!”.

Lo que genera la envidia a los gringos

Suelo recordarles a los furibundos enemigos de los Estados Unidos que esa nación fue construida por colonos que llegaron a un desierto donde todo tuvo que ser construido. No había a quien pedirle ayuda ni a quien comprarle nada. No existía Fondo Monetario Internacional ni Banco Mundial y mucho menos “gobiernos de mano habilidosa y bienhechora”. Tuvieron que domesticar la tierra, producir, fabricar e inventar todo lo que hoy está al alcance de toda la humanidad. Y ese espíritu de trabajo y progreso es el que ha faltado en muchos países penetrados por la pobreza, como los latinoamericanos.

Fueron hombres y mujeres absolutamente comprometidos con la convicción de que es el trabajo, el estudio y la responsabilidad lo que genera progreso. Y, por eso, el Estado es una institución al servicio de la sociedad, y los gobiernos, sin importar el signo político, son herramientas de continuidad administrativa, sucesivas y alternativas, de la sociedad cuya trilogía leyes, dinero y votos constituye la base de su armonía productiva.

Por eso es tan envidiado este país, porque se nota el bulto de sus realizaciones y no se reflexiona sobre una larga historia de trabajo constante y esfuerzo productivo, cuyo desarrollo es atribuido, sin mayor sentido crítico, al asalto a las riquezas naturales de sus vecinos. Este es el manido argumento de Fidel, ahora calcado por Chávez y coreado por los vagos “antiimperialistas” del planeta. Cuba está en la miseria por el embargo yanqui, pero nada dicen de los multimillonarios subsidios en dólares recibidos durante décadas de la Unión Soviética, desviados a cuentas privadas en Suiza por la nomenclatura cubana.

Latinoamérica no surge económicamente porque los Estados Unidos, que le compra el 50% de todo lo que produce, es rico: En Venezuela, con un ingreso petrolero y fiscal superior a los 900.000 millones de dólares durante los casi doce años de revolución personalista y autoritaria de Chávez, ha aumentado la miseria y la marginalidad porque los Estados Unidos existen. Argumentos de sinvergüenzas.

Miranda en los Estados Unidos

El 9 de Junio de 1783 (46 días antes de nacer Bolívar) llega Miranda a los Estados Unidos donde va a viajar extensamente desde Carolina del Sur hasta Nueva Inglaterra, y donde permanecerá año y medio, hasta diciembre de 1784 y en su Diario asienta que desde su primer contacto con los norteamericanos, viajando de Filadelfia a Nueva York, se admira de la prosperidad de Nueva Jersey, “la complexión y robustez de sus habitantes, lo cual atribuye sin ambages a la buena alimentación, “y la población y agricultura del país, pues apenas se descubre un rincón o quebrada donde no haya plantada una casa... puedo asegurar que... jamás encontré un individuo que demostrara estar desnudo, hambriento, enfermo u ocioso. (...) El territorio, a lo que se ve, está dividido... en pequeñas porciones que llaman farms (granjas), de que resulta que la tierra está mucho más bien cultivada, y el número de casas es mucho mayor (bien que no de suntuosa apariencia) como en otros países (por ejemplo las esclavistas Cuba y Carolina del Sur).

Y eso que “el terreno más bien puede llamarse indiferente que bueno, y sobre las costas del mar es sumamente pobre y arenisco, pero la circunstancia de estar regado por todas partes, en las manos de un pueblo industrioso, y sobre todo bajo el influjo de un gobierno libre, le hacen prosperar a pesar de todos estos inconvenientes”.

Un gobierno totalmente sometido a la soberanía del pueblo

Ha sido tan celoso el pueblo estadounidense del producto de su persistencia y sacrificio generacional, que, como su Constitución comienza con ese soberbio “Nosotros, el pueblo…”, ninguna legislación ni gobierno ha podido lograr el desarme de los ciudadanos, que tienen derecho y libertad para adquirir cualquier tipo de armamento de guerra, aunque de vez en cuando un loco justifique la crítica a esa permisividad, pero eso ocurre porque el Estado no puede ser más poderoso que el pueblo. Y si algún gobernante se desquicia y pretende usar la fuerza del ejército para conculcar los derechos civiles y políticos del pueblo, se va a enfrentar con 300 millones de ciudadanos armados.

El Estado es un instrumento de la ciudadanía para lograr la felicidad general. En cambio en esto eriales conceptuales, sin el menor sentido del significado de la libertad, es el Estado todopoderoso el que determina el rumbo de la sociedad. Cada cierto tiempo un maldito loco decide por cual despeñadero va a lanzar al país y tenemos que obedecerle porque sino el ejército del “gobierno habilidoso de mano bienhechora”, se encargará de acallar la protesta con el crimen.

Esa premisa hay que sustituirla por el concepto de productividad

En lugar de continuar con el fracaso histórico del “gobierno bienhechor”, sustento de caudillos y déspotas en América Latina, que no ha entendido todavía que el problema es precisamente la cultura parasitaria, la corrupción, el estatismo exagerado y la improductividad, es necesario hablar de sujeto productivo, adjetivo éste que ofende la sensibilidad de los comunistas, para generar una sociedad de bienestar - en producir riqueza está el secreto de su repartición equitativa - de la que dependa el Estado, pues la pobreza no es un problema ideológico sino económico, de productividad, pero si los pueblos insisten en elegir gobernantes cavernícolas que exudan “amor por los pobres”, por lo que la pobreza es su pedestal que debe crecer para poder ellos empinarse, no hay escape posible para esta región.

Conclusión

Como lo demuestra la historia a lo largo del portentoso siglo XX, esos “gobierno habilidosos de mano bienhechora” cuando no han derivado en populismo empobrecedores y castradores de la potencialidad productiva individual, deformando la definición de democracia y atándola a las perversiones de sus gobiernos demagogos, han sido feroces dictaduras estatistas que han sepultado las esperanzas de estos pueblos latinoamericanos en la indigencia.

La única salida posible a la pobreza es el progreso derivado del desarrollo de la productividad del individuo. Trabajo, estudio y responsabilidad de parte de la sociedad, y estímulo a la inversión nacional e internacional, reglas de juego claras, descentralización y respeto total a la propiedad privada por parte del Estado cuyos gobiernos deben estar sometidos tajantemente a la Constitución sin posibilidad de cambiarla mientras estén en ejercicio del poder. Lo demás es ruinoso canto de sirenas.
Rafael Marrón González
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2 de octubre de 2010

Carta a Ronald Caraballo

Estimado Ronald Caraballo: Qué de tiempo sin saber de ti, aunque por amigos comunes me mantengo informado de tus actividades, que, por lo que deduzco, no tienen nada que ver con el aislamiento que te impusiste cuando decidiste asilarte en el silencio atronador de las montañas, confundido con paisanos de largas pausas entre sorbos de vida aletargada por el frío.

Me alegra que tu lucidez siga al servicio de la causa de la libertad, del progreso y de la paz, pero de la paz que surge de los tres elementos sustantivos de la armónica relación social: La ley, bajo cuyo imperio brilla la justicia, se respeta el derecho ajeno y se sanciona la transgresión sin distingo de raza, credo o posición social, como reza la esperanza; el dinero – el producido por el trabajo, con honestidad, por supuesto – que es la única manera de apropiarse de la propiedad ajena sin coacción – la otra forma es la del malandro con una pistola o con el ejército - y el voto, sistema insustituible para dirimir las diferencias políticas por decisión de la mayoría, que es lo que en la realidad traduce “soberanía popular” que la Constitución otorga al pueblo.

Cuando uno de esos elementos se distorsiona, banaliza o frustra las consecuencias son el caos, la incertidumbre y el miedo que derivan, por imperativo de la supervivencia en la pérdida absoluta de la moral pública que, como dijera Bolívar, bien pronto causa la disolución del Estado. Como bien mencionas en tu certero análisis, Chávez se ha convertido en el Atila de esos tres pilares de la paz y, por ende, del progreso.

Ha convertido la ley en un instrumento perverso que, además de usarse para legitimar procesos ilegales e inconstitucionales y hasta reñidos con los derechos humanos y el avance jurídico de la civilización, se aplica según su conveniencia, para premiar lealtades viles y castigar disidencias dignas.

Declarándose enemigo jurado del capitalismo, es decir del dinero – por infección fidelista – ha eliminado las posibilidades del pueblo y de las nuevas generaciones que se incorporan al mercado de trabajo, de obtener un empleo ético que le produzca el ingreso necesario para mantenerse y proteger a su familia, pues de manera sistemática, violando el precepto constitucional que protege la propiedad, ha destruido el inventario empresarial privado, principal empleador de este país, alejando la inversión nacional y extranjera. El resultado de esta práctica funesta ha sido el aumento desmesurado de toda forma de delincuencia que ha penetrado toda la estructura de la sociedad, poniendo en práctica formas inéditas de delinquir, como que desde las cárceles se extorsione a los familiares de los presos primerizos, a quienes se secuestra en el interior de la celda – a lo mejor con la anuencia de los guardianes - y bajo amenaza de muerte obtienen sumas millonarias de humildes hombres y mujeres del pueblo y cada vez son más las evidencias de la participación de funcionarios policiales en la comisión de atracos y homicidios por encargo.

Como Roma, hermano, como Roma

Como bien recuerdas, fue la depravación moral de los césares, que ocasionó la desmoralización del ejército, lo que destruyó al imperio romano, y eso será lo que acabará con el chavismo, pero desgraciadamente como a Roma, la ruina de la nación será la consecuencia.

No sé si leíste la reflexión coincidente con tu preocupación, de Joaquín Villalobos – antiguo comandante del Ejercito Revolucionario del Pueblo, integrante del Frente Farabundo Martí que ocasionó decenas de miles de muertes en El Salvador, hoy anti izquierdista dedicado a la prédica democrática, como toda puta redimida que después de hartarse de putear predica la virtud propia de las mujeres de honor que no necesitaron prostituirse para descubrir que la honestidad es una virtud – que alerta a Latinoamérica del inminente destino de Venezuela: “El caos institucional ha convertido a Venezuela en la principal plataforma de tráfico de drogas hacia EE UU y Europa. Centenares de miles de armas han pasado a manos de civiles y diversidad de ejércitos conviven en el territorio en un equilibrio muy frágil. Los espacios entregados a las FARC colombianas; el surgimiento de múltiples grupos armados de izquierda dominando barrios urbanos; la formación de milicias partidarias y la generación de grupos del crimen organizado han hecho perder soberanía y poder al Estado venezolano.

Las instituciones policiales y las Fuerzas Armadas – que se reconocen a sí mismas solo como uno más de los poderes armados que existen en el país - se han debilitado seriamente en el control de la seguridad interna y estas últimas son vistas por Chávez como amigas y enemigas al mismo tiempo. Las milicias han sido creadas para enfrentar al Ejército en caso de un golpe de Estado. El Gobierno de Chávez, por estar jugando a "luchar contra el imperialismo y la oligarquía", le abrió las puertas al crimen organizado. Dejar asentarse a las descabezadas y derrotadas FARC en territorio venezolano equivale a haberse llevado alacranes a la cama porque esos desmoralizados combatientes terminarán convertidos en bandidos.

Chávez es pasajero y en el corto o mediano plazo saldrá del Gobierno. El Estado venezolano tendrá entonces que reconstruir sus instituciones de seguridad, recuperar el monopolio de la fuerza y restablecer la seguridad interna. Quizás los militares venezolanos se la estén pasando bien ahora, con millonarias compras de armamento inútil y una gran corrupción, sin embargo, cuando Chávez salga, tendrán que enfrentar a los poderes armados que hoy están creciendo. Es tristemente previsible que muchos venezolanos - militares, policías y civiles - morirán en esa guerra que se viene”.

Más claro, certero y objetivo no es posible ser, solamente los saqueadores, los esquizofrénicos ideológicos y el pueblo ignorante seducido y sobornado por la corrupción más degradante, son capaces de obviar esta espantosa realidad que amenaza disolver la nación.

Pueblos estúpidos, como el romano de aquella hora, incapaces de prever su aniquilamiento, se postran a los pies de un desquiciado moral que les habla en el lenguaje onomatopéyico que les remueve la sentina. “El loco Hugo” – como solían llamarlo sus amigos de juventud por su atolondramiento – está logrando su sueño de inmortalidad como aquel griego idiota que incendió el templo de Diana, en Atenas, para pasar a la historia.

Y ahora subordina la voluntad popular

Y llego al punto álgido de tu fraterna carta que rezuma tristeza por la suerte de la patria que, definitivamente no mereció jamás pasar por esta penitencia alucinante cualquiera haya sido su pecado original. En el año 750 a .C. los griegos inventaron el voto para decidir en asamblea pública cual solución era la mejor para resolver un problema. Desde esa lejana época es ley que quien obtenga la mayoría en unas elecciones obtiene la delegación de la soberanía popular.

En Venezuela, durante su vida republicana, el pueblo acudía a las urnas electorales a elegir a sus diputados y el partido que obtenía la mayoría llevaba más diputados al Congreso. Así de simple. Pero Chávez, todavía inconforme con el abuso y el ventajismo que caracteriza su participación en cada contienda electoral, que la idiotez internacional – léase izquierda – no se cansa de alabar como evidencia de talante democrático, desvirtuó el principio universal de la proporcionalidad recogida en el artículo 186 de su propia Constitución, y por mal arte de una ley espuria – inexistente, como toda ley que colide con la Carta Magna – se apodera de la mayoría parlamentaria (58%) a pesar de haber obtenido una votación inferior (49%) a sus adversarios, es decir que ha destruido otro puente de la paz ciudadana, puesto que el voto pierde así su estructura democrática, representativa de la voluntad popular, para ser un instrumento manipulado por los intereses particulares del gobierno.

La destrucción sistémica de estos tres pilares de la convivencia pacífica evidencian el perverso plan de Chávez de llevar a la nación a una guerra fratricida – toda guerra es incivil. Sin embargo, apreciado amigo, los resultados de esta gesta electoral demuestran que su histérico grito de guerra no fue escuchado, así que lo que cuenta son los votos emitidos por el pueblo, que venció el miedo y le demostró a este engreído inescrupuloso que cuando le puso como fecha de vencimiento el 2012, estaba hablando en serio. Y eso, amigo, no tiene precio. Un abrazo en la distancia.
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