Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

23 de noviembre de 2014

DE LA IGNORANCIA A LA ESTUPIDEZ



La ignorancia es la falta de información adecuada para formar una opinión válida y poder tomar una decisión acertada, ajustada a la lógica y al sentido común, es absolutamente curable con la profusión de medios informativos y formativos al alcance del común. Pero si se descuida hace metástasis en estupidez, que es la incapacidad para entender, para asimilar el aprendizaje y usar el conocimiento, creando una barrera impenetrable para la lucidez, y la estupidez es incurable, y si toma el cuerpo social por imperativos de la autoridad, como está sucediendo en Venezuela, el asunto es de lo más delicado, cualquier exabrupto puede suceder.

Recuerdo nítidamente cuando la ignorancia supina asaltó el poder con su complejo de Adán y sus planes refundadores. Había que destruir todo para construir sobre los escombros una nueva república, una nueva sociedad y, por encima de todo, ¡un hombre nuevo!, (aquí fanfarrias). El asombro no cesaba ante cada declaración pública de los próceres del nuevo proceso independentista, cada una más destartalada y risible y ruinosa por imposible. Sabíamos que  esas propuestas eran una apuesta segura al fracaso.

Porque ya había sucedido múltiples veces. Y para comprobarlo solamente había que darse un ligero paseo por el malecón de La Habana, luego de 50 años de socialcomunismo. O acudir a los textos de historia que están repletos de revolucionarios que, como el poeta Maiakovski que quiso cambiar hasta el idioma en Rusia y acabó suicidándose, terminan arando en el mar como Bolívar, es decir, cambiándolo todo a sangre y fuego, para que todo siga igual -Tancredo dixit- con nuevos actores pero en las mismas ubicaciones: vivos arriba, pendejos abajo.

Porque sencillamente lo que es fue y lo que será ha sido. Por lo tanto no hay nada nuevo bajo el sol, como dijera Salomón. Por esto no es posible entender que luego de quince años en el poder, codeándose con lo más granado, por selecto, del estrellato internacional, participando en cenas de 80 mil dólares en Nueva York, alojándose en hoteles constelados, todavía esta gente se meta el paltó por dentro del pantalón, salvo por la ignorancia eclosionada en estupidez. Y es así, literalmente porque solo de esa manera podemos explicarnos cómo es posible que este gobierno siga aferrado a un modelo político inviable por el fracaso económico que arrastra consigo.

Son quince años de evidencias contundentes y no han sido capaces de intuir siquiera, que su modelo es un imposible práctico, que se mantenía, con la ficción de funcionar, por los altos precios del petróleo, pero que era insostenible en el tiempo y que la terquedad de no reconocerlo, adosando las consecuencias de sus errores a elementos exógenos, practicando la filosofía del avestruz, causaría la ruina de la nación y la destrucción de su proyecto político pivotado en la pobreza a conveniencia. Y es que la ignorancia cree que es posible que el socialcomunismo combata efectivamente la pobreza, cuando es su base de sustentación.

No lo hará jamás porque para ello es imprescindible combatir la ignorancia en primer término. Y eso generaría una oleada de pensamiento crítico que barrería con dogmas, mitos, creencias, supersticiones, ideologías y oscurantismo, imponiendo la razón sobre las emociones. Así que la pobreza es cuidadosamente cultivada por el socialcomunismo como fruto exquisito del munífico árbol de la ignorancia. Y es el ignorante quien -reconociendo que sufre de ignorancia y que ésta es curable con información y conocimientos- debe percatarse a plenitud de su falencia -en lugar de irritarse con quien lo diagnostica- y buscar remedio eficaz a su dolencia si en verdad quiere abandonar la pobreza en la cual  vive en un indolente desgaste orgánico.

Insisto en la característica calamitosa de la ignorancia, que debe ser tratada con contundencia, si no queremos que siga la estupidez, como hiedra, asfixiando las posibilidades de la nación.

La ignorancia: fábrica de pobreza

Simón Rodríguez -colgado en el “árbol de las tres raíces”- solía decir: son pobres porque son ignorantes no a la inversa -porque la ignorancia no logra entender que el futuro, como lugar o cosa que viene hacia ti, no existe, sino que es un sustantivo que define al laborioso edificar de los sueños para que vayan convirtiéndose en realidad.

El ladrillo se llamará pared o casa al final del trabajo de colocarlos uno encima del otro, sin pausa, presente a presente. Y el primer ladrillo iniciará el futuro como el primer año universitario edificará al doctor. O la primera moneda ahorrada se llamará riqueza. Sin embargo, para la ignorancia el futuro es un lugar pletórico de felicidad -otra magalla que no existe o como dice Fernando Savater “lo que llamamos felicidad es en verdad prolongados momentos de alegría”- al que arribará sin esfuerzo, y por lo tanto vive lleno de “esperanzas”, otro artificio que la ignorancia confunde con esperar, cuando debiera llamarse “buscanza”, porque es en el “buscar” donde anida el “encontrar”.

Pero la ignorancia busca en esperanzas lo que tiene al alcance de su voluntad. Otra de las falacias que ha creado la ignorancia para justificar su torpeza, es la “suerte”, porque considera que el logro personal -que debe ser a través del trabajo, el estudio y la responsabilidad- es asunto del azar, de la buena fortuna, del gobierno “de mano bienhechora” y por ello malgasta el tiempo sin tomar la menor decisión para su mejoramiento social, y dilapida su salario, que es vida no renovable, logrando que el trabajo estable produzca miseria estabilizada.

Y la ignorancia cabalga también en pos de lo gratuito, que tampoco existe porque alguien lo paga, esclavizándose mentalmente por las promesas de una vida mejor que supuestamente reside en la generosidad paternal del Estado, cuando no es así y las evidencias sobran en el Primer Mundo que en muchos casos no tiene riquezas naturales de ningún tipo. Así que no le tengamos temor a llamar las cosas por su nombre y a reconocer en sí, en los suyos o en el otro los rasgos que determinan la ignorancia, y hacer todo lo necesario para combatirla, pues así como Atila lo era de Dios, la ignorancia es el azote de la libertad.

Rafael Marrón González
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¡¿ALTOS QUÉ….?!



¿Qué entenderán estos tipos por “pensamiento” – “conjunto de las operaciones cognitivas: análisis, síntesis intuición, discurso, invención, asociación, etc., por la cual el juicio forma los conceptos” – para crear, nada menos, que un Instituto de “altos estudios” - ¿funcionará en una azotea? – del “pensamiento” político del extinto – “vamos a freír cabezas de adecos”, “váyanse al carajo yanquis de mierda”, “esta revolución… está armada” – un devoto creyente en la sagrada palabra de Fidel – “maestro, lo digo sin complejos, tú eres el padre de los revolucionarios de este continente. Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua y en el aire” (noviembre 2007) - cuyo “pensamiento” puede ser de todo menos “político”, pues no existe nada político en preservar el poder por el terror de un formidable aparato represivo engordado con la miseria del pueblo cubano.

Y no me extraña que en cada consulado del planeta se instale una cátedra de este instituto dirigida por aspirantes a vivir sin trabajar, que aquí se estila, pero hay que hacer cola, en las cuales se pagará salarios en dólares a los cursantes.

Hay que ver las horas que he dedicado en radio y prensa, desde el mismísimo 4F,  a combatir esta artesanía totalitaria, hecha en el Inces,  que, en nombre de la ignorancia ha destruido las posibilidades de desarrollo que, hasta el aciago 1999, estaba construyendo Venezuela con su gente pensante y con el concurso de las universidades internas y externas – programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho mediante – sin encontrar ni la más leve presunción que en justicia pudiera llamar “pensamiento”, en aquel vendaval de excesos verbales – “Marisabel esta noche te doy lo tuyo” – ditirambos rocambolescos – “… del éxito de nuestra revolución puede depender la salvación del mundo" (20 de mayo de 2006) - y promesas imposibles – “si en un año hay niños en la calle me cambio el nombre” - que brotaban de las vísceras del encantador de ingenuidades esperanzadas por la promesa de tener padre para siempre.

A menos que se considere “pensamientos” la colección de perogrulladas recopiladas por el MINCI en un ejercicio de adulancia sin precedentes, que se pueden sintetizar en “todos los poderes soy yo. Yo soy el pueblo. Yo soy Venezuela”. Pero este es uno entre tantos disparates – trueque, comunas, “colectivos”, magnicidios, atentados, conspiraciones intergalácticas, invasiones colombianas con los aviones de combate en un hangar de Bogotá, guerras económicas y bacteriales, sancochos vecinales institucionales, gallineros verticales, cultivos abonados con excremento, conucos en techos, ministerios de la felicidad y la buena fortuna, fundos zamoranos, expropiar empresas para quebrarlas, y un largo etc. -   

A los que nos tiene acostumbrados el régimen del fenecido, extensivos a su continuidad mimética, que, mientras se desgañita proclamando “soberanía” frente al “imperio” que le compra el petróleo y se lo paga, atentando  contra los intereses de la nación venezolana, ha entregado su soberanía política a Cuba, una nación cuya independencia se la debe a los Estados Unidos y su bandera al venezolano Narciso López.

A Brasil y Argentina la seguridad alimentaria, violando el artículo 305 de la constitución, que reza: “…la producción de alimentos es de interés nacional y fundamental para el desarrollo económico y social de la Nación. A tales fines, el Estado dictará las medidas (...) que fueran necesarias para alcanzar niveles estratégicos de autoabastecimiento”. 

La soberanía financiera ha sido hipotecada a China así como la responsabilidad en la distribución de alimentos en todo el territorio nacional.

Y ahora la soberanía energética a Argelia que nos comenzó a suministrar petróleo, patético logro de trastocar el país de exportador a importador de petróleo, con lo que ya no pertenecerá a la Opep sino a la Opip, involución bolivariana, que crea  felices parásitos sociales – antes se llamaban flojos y sinvergüenzas - en franca contravención al postulado de Bolívar: “la sociedad desconoce al que no procura la felicidad general, al que no se ocupa de aumentar con su trabajo, talentos e industrias sus riquezas y comodidades propias que colectivamente forman la prosperidad nacional”.

El mito como salvoconducto

El único talento innegable que tuvo el difunto fue… petróleo a cien dólares. Y cierta inescrupulosidad para colocar los intereses de su delirio revolucionario  por encima de toda norma administrativa, con la anuencia cobarde o compinchera de los llamados a proteger los intereses de la república. Lo demás es leyenda urbana. Mito para el afiche enmarcado en la sala de la humilde mujer que tiene un hijo preso y dos en el cementerio como aporte patriótico a la inseguridad que ha llegado a límites insoportables en estos quince años de locura socialcomunista, solo comparable a los índices de inflación que han roto la barrera del sonido, la desaparición del aparato productivo, el desvanecimiento de la empresa privada, la depauperación de PDVSA.

Lo cierto es que el fulano “pensamiento” digno de un instituto de altos estudios gracias a la insondable veleidad de los incondicionales, le dejó a Maduro el desastre político, social y económico más estruendoso de la historia, un país con su infraestructura vial en ruinas y sus ciudades y pueblos  llenos de telaraña y malos olores. Y con la mala leche de que el barril que se mantuvo arriba durante toda la epopeya del extinto, se le viene abajo a pesar de los conflictos árabes que ocasionaron su subida en el pasado. Cosas que ponen la piel de gallina.

Pero el mito, sustentado por los desconsolados herederos, como burbuja histórica lo protege de las mentadas ante cada “no hay” y “esto si está caro” pues rebotan y le caen a Maduro en pleno rostro, que no tiene otra opción que seguir sacando brillo a la burbuja, contra su propia historia – mayor acto de amor, imposible - aunque ganas no deben faltarle de decir unas cuantas verdades, sobre todo al observar como en sus narices Raúl Castro le elige suplente y lo obliga a comisionarla en la ONU para que vaya cogiendo luces. No lo hace porque a estas alturas de su inmolación  nadie le va a creer. ¿Cómo va a tener la culpa de este desastre el altar mayor? Sale pa´llá.

Rafael Marrón González
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VIOLENCIA INMANENTE



La violencia delictiva que caracteriza estos turbulentos tiempos venezolanos, que ha generado el malestar social de la inseguridad personal, en realidad es el resultado del crecimiento exponencial y descontrolado del segmento poblacional ocupado por los operarios físicos vegetativos y erráticos, individuos elementales, de simple desgaste orgánico, altamente emocionales, predispuestos al resentimiento y a la violencia, sin ética ni moral, siempre al límite de la legalidad, que dependen del Estado para su bienestar, sin ningún aporte individual para su desarrollo, que los sociólogos calculan actualmente en un monstruoso 40%, y que, durante los 40 años de la democracia, se había mantenido bajo control, pero que al arribo de la revolución castrista al poder se le adjudicó patente de corso para satisfacer a la fuerza sus necesidades y deseos de reconocimiento social.

La alarmante cifra de homicidios durante estos quince años de irresponsable gobierno castrista en Venezuela, de los cuales, según el ministro de relaciones interiores, el 90% ocurrieron en  ajustes de cuenta entre delincuentes, nos puede dar una idea del elevado porcentaje de venezolanos que sobreviven en el escenario cotidiano de la violencia, que en estos momentos ha adquirido características bestiales por el salvajismo de sus ejecuciones.

Por eso, si nuestra sociedad no es capaz de entender que los problemas sociales que nos aquejan son producto de la falta de cerebrización – natural o cultural - que San Pablo llamó conciencia – capacidad de distinguir el bien del mal – y no de “la pobreza” o del capitalismo, como aseguran en Imbecilandia, estamos condenados al miedo y a la incertidumbre por generaciones, con el agravante de que si no se le pone coto con determinación, destruirá lo poco de civilización que hemos podido alcanzar, por la reproducción aleatoria y sin compromiso con la sociedad, y la barbarie será el destino inexorable que ya amenaza con devastarnos.

Y aquí la escuela – fracaso colosal y universal como forja del humanismo -  tiene la responsabilidad determinante de reinventarse y corregir su norte - tal como existe no sirve - pues ante la falta de criterio propio de la cerebrización natural, que permita el razonamiento lógico que nos humaniza, es necesaria la intervención cultural de la escuela para introyectarla: por ejemplo, la lógica formal debe ser materia privativa en todas las carreras universitarias, quien no la apruebe no se gradúa. Y punto.

Ya basta de una Universidad egresando tarados morales destinados a la depredación y al delito, bajo el pretexto de la igualdad de oportunidades por justicia social. El abandono escolar en las etapas tempranas de la educación tiene que ser materia de alta preocupación para el Estado, así como la elevada tasa de reproducción irresponsable en los sectores más depauperados de la sociedad, pues, con las excepciones de rigor, coadyuvada por la ignorancia, es el semillero de la violencia y el delito. Es hora de admitir sin rubores pobrecitistas, que la única división de la humanidad es cerebral, por ello no admito la posibilidad de “pensar diferente”, se piensa o no se piensa. Piensa y acertarás.

La violencia del liderazgo estigmático

Quien “cree” por el influjo de una mente astuta, por no poder pensar por si, por seguimiento ciego a la figura que su emocionalidad considera de autoridad,  es susceptible a seguir hombres providenciales y no ideas, a ser manipulado, a obrar por el estímulo salival, a obedecer a rajatabla consignas emotivas – “patria o muerte” teniendo patria - a fundir su individualidad en la masa de conciencia colectiva, a ser usado para denunciar y delatar bajo falsas premisas de lealtad, a caer en la trampa de la impunidad que lo muta reo de las circunstancias; y si quien se erige como líder es un irresponsable que le dice lo que puede hacer – “quien tenga hambre puede robar” -  en lugar de lo que debe hacer – trabajo, estudio, responsabilidad - tendremos un tsunami social de lo más previsible y si, además, insufla en esa masa acerebrizada la falsa superioridad moral del empoderamiento artificial, por ósmosis – “poder popular” - entonces tendremos la explicación de la anormalidad social que sacude las raíces de la nacionalidad, por pérdida del respeto y de la moral pública.

Los delincuentes son exaltados al Salón de la Fama, mientras el mérito es satanizado y debe emigrar – “90% de los emigrantes son universitarios, 40% tienen estudios de maestría y 12% son doctores” – qué país puede resultar de esa perversión, tomando en consideración el porcentaje de ciudadanos realmente productivos que posee la nación.

Un líder político estigmático – que convierte el poder carismático en arma de manipulación - que usa el verbo calculada y desmesuradamente, como lo advertía el filólogo judío Karl Krauss en tiempos de Hitler, para alucinar a la masa “femenina e histérica” que lo endiosa, no puede obtener otro resultado que el crimen y la violencia.

El 24 de junio de 2012, el extinto se atrevió a expresar, durante su discurso conmemorativo del 191 aniversario de la Batalla de Carabobo: “quien no es chavista no es venezolano”, emulando el grito de guerra de los feroces indios caribes, “solo nosotros somos gente”, lo que significó el reconocimiento oficial de la violencia política como arma de imposición ideológica, que hasta entonces se había considerado como la actitud de grupos de fanáticos de bajo nivel.

Sin embargo, ese estado de violencia crónica en la cual viven los hombres y mujeres del gobierno, que se manifiesta en un lenguaje soez, impropio, desconsiderado, insultante, calumniador, se ha convertido en una evidencia de la irracionalidad de su planteamiento político - perdido el cauce incendiario, implosiona - lo que genera, por desesperación, más peligrosa violencia verbal, como la que caracterizó las declaraciones hasta del propio presidente de la república, con motivo del asesinato de uno de sus allegados que había escalado las más altas posiciones dentro de la organización y del Estado, encaramado en la violencia – arma inequívoca de quienes carecen de racionalidad - que lo arrasó de la manera más cruel e impía. Sale pa´llá. 

Rafael Marrón González
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