Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

31 de octubre de 2015

Cristóbal Colón y el descubrimiento de América
·           Rafael Marrón González 
·         Sábado, 10 Octubre 2015 00:00


Visión romántica de la llegada de Cristóbal Colón a América. Primer desembarco de Cristóbal Colón en América, isla de San Salvador. Cuadro del pintor Dióscoro Teófilo Puebla Tolín. 1862




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      Retrato robot de Cristóbal Colón
Su autor es Carlos Genicio, artista de Sant Antoni (Ibiza); está pintado al óleo y tiene unas dimensiones de 72 x 53 cm. Los datos se han obtenido de las descripciones que de su persona han dejado los historiadores fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Hernando Colón, hijo natural del Almirante. Se ha situado a nuestro personaje en la isla de Guanahaní (Sant Salvador) el 12 de octubre de 1492, cuando Colón tenía 56 años de edad puesto que según su amigo y confidente Andrés Bernáldez, 'el Cura de los Palacios', había nacido el año 1436. Consta documentalmente que vestía capa y se cubría la cabeza con un gorro de color carmesí y azul, como se aprecia en el mapa de Juan de la Cosa de 1500. Naturalmente, el día del desembarco en el Nuevo Mundo Colón debía sentirse realizado y feliz, y así lo refleja el pintor, que por cierto ha colaborado en varias ocasiones con la Policía Científica española. El retrato robot de Cristóbal Colón se conserva en la biblioteca de Nito Verdera.
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Cristoforus Columbus de Terra-rubea (tierra roja), Christoph Kolumbus, castellanizado Cristóbal Colón, nacido, entre 1450 y 1452, Cristóforo Colombo en Génova, o Cristóbal Montagut en Mallorca, o Joan Bautista Cristofor Colom i Montrós (monte rojo, en catalán) en Cataluña; posiblemente judío converso, lo que justificaría el cambio del Colom catalán por el Colombo italiano, es el misterioso personaje universal, cuya cuna se han disputado Portugal, Italia, Mallorca, Galicia, España, Extremadura, Córcega y Cataluña, que logró regresar de un viaje a un continente, en el que tantos otros, como Alonso Sánchez de Huelva en 1480 y los hermanos Juan y Álvaro Fonte que partieron de las Azores en 1486, habían sucumbido, además del viaje del mallorquín Jaume Ferán en 1356, que se dice fue y regresó pero lo mantuvo en secreto; y el vikingo Erick el Rojo, que sin conciencia histórica alguna, hacía anónimo turismo de verano dejando su impronta en la península de Labrador o en las playas de Florida 600 años antes; sin omitir la factibilidad técnica, no documentada pero probable, de egipcios y fenicios. Fue este regreso impactante lo que le adjudicó la paternidad del descubrimiento de un continente, cuyo nombre, por su desconcierto, honra a otro. Hoy podríamos decir que la fama de Colón se debe a haber sido el primero que dio una rueda de prensa para anunciar su hazaña. Por cierto descubrimiento significa, según el DRAE: “Hallazgo, encuentro, manifestación de lo que estaba oculto o era desconocido”.
Genovés por descarte
Por su paranoia de aparentar linajuda estirpe desplegó una prolija campaña de imagen que mantiene su identidad en el más completo misterio, a lo que contribuye su hijo Fernando, habido con su amante cordobesa Beatriz Enríquez de Arana, con una biografía publicada en 1571 cuando ya nadie recordaba al descubridor y toda posible pista había desaparecido. Colón supuestamente hablaba genovés que era un dialecto que no se usaba en la escritura, por eso se afana en aprender español en 1481, y con este idioma, pero plagado de errores y lusitanismos, redacta su diario; su latín era pésimo, aunque sus últimas palabras fueron en este idioma: “in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum”; el portugués lo combinaba con catalanadas, no escribía en italiano y no dejó nada en ninguna otra lengua. Pero sin pruebas concluyentes, la tradición ha asumido que nació en Génova, en el hogar integrado por el comerciante de lanas Doménico Colombo, su esposa Susana Fontanarossa y sus hijos, que además de Cristóforo, fueron supuestamente Juan, Bartolomé, Diego y Bianchinetta. Y por las actividades de esta familia se han trazado retazos de un plano de su juventud aunque algunos de los hechos sean negados por declaraciones suyas y otros por francamente contradictorios, como confesar ser hermano de una persona cuya identidad pueda ser comprobada cuando se hace un esfuerzo por ocultar la propia. Los historiados asumen su natalidad en Génova basados en la documentación en la que se le señala como ‘genovés’, ignorando que en Castilla se les llamaba ‘genoveses’ a los extranjeros, como declara en 1594 el fiscal Antonio Frasca, en el juicio incoado por los herederos de Colón: “...se les llaman genoveses a los extranjeros...”.
¿Quién era Bartolomé?
Bartolomé, supuesto hijo de esta familia, aunque otras fuente lo sitúan como mallorquí bajo el apellido Monatagut y hermano verdadero de Colón, y cómplice de éste en la ‘Operación Descubrimiento’, fue un excelente dibujante, consumado cartógrafo y hábil falsificador que estafaba con mapas forjados con la firma de connotados geógrafos, habilidad de la que solía vivir
Colón se pierde por 300 años
Como complaciendo su aura de misterio, durante 300 años se mantuvo extraviado su nombre de la memoria colectiva, fue Bartolomé de las Casas con su Historia de las Indias Occidentales, publicada a principios del siglo XIX, quien lo rescata, generando una polémica, aún en nuestros días, que derriba la fábula del ‘huevo de Colón’, y el mito romántico del héroe que con sus observaciones vence a la ignorancia que concebía plana la tierra y el horizonte el borde de un precipicio infinito, cuando la redondez de la Tierra era una característica plenamente determinada por los estudiosos de la época que hasta le atribuían una circunferencia ecuatorial muy acertada de 40 mil kilómetros.
Colón no llega por casualidad
Lo mismo que pone en duda su ciega aventura en la que desafía mares ignotos para llegar por casualidad, exhausto y aferrado a su fe, al portentoso descubrimiento de un continente, porque a la luz de la moderna metodología de investigación las interrogantes inquietan: ¿Cómo un extranjero con una teoría rechazada por expertos logra la atención de reyes, que además estaban ocupados en problemas de Estado como los de Castilla en la reconquista de Granada, sino posee convincentes argumentos para interesarlos en una actividad mercantil de beneficios rápidos, con datos específicos obtenidos personalmente o de algún viajero precedente?
Alonso de Huelva ¿el verdadero descubridor?
¿Fue Alonso Sánchez de Huelva ese viajero? Se cuenta que Sánchez de Huelva realizó alrededor de 1480 una expedición que, sacada de rumbo por una tormenta, quedó al garete durante doce o catorce semanas estrellándose contra los escollos de una tierra desconocida habitada por gente pacífica. Sánchez reparó la nave y dibujó cartas marinas con las claves para resolver el regreso. Solo seis de los tripulantes llegaron arrastrados por la corriente a la isla de la Gomera, en las Canarias. Allí se encontraba Cristóbal Colón, que al servicio de la corona de Portugal establecía relaciones comerciales con Diego García Herrera, yerno de doña Inés de Peraza, condesa de la Gomera. Colón, marino experto y aficionado a la astronomía, casado en 1779 con Felipa Moñíz Perestrello, hija de un criado de Enrique El Navegante y gobernador de las islas de Madeira y Porto Santo, por razones no aclaradas en esta versión, socorre a Sánchez de Huelva quien muere en sus brazos luego de confiarle, a cambio de la promesa de su reconocimiento póstumo como descubridor, la existencia de tierras feraces a 750 millas al oeste de la isla del Hierro, fin del mundo conocido. Colón, que había heredado a través de su suegra los mapas y deducciones astrológicas de Bartolomé Perestrello, deduce que esta tierra debe ser la parte oriental de Asia, porque no se concebía para el momento la existencia de un continente entre Europa y Asia, y perfila su estrategia ignorando, por mala gente, la promesa al moribundo.
Colón impone un récord Guinness
Otra versión sitúa en Madeira la muerte de Sánchez de Huelva, lo que sí explicaría el acceso de Colón, dada su posición como yerno del gobernador, a las confidencias del marino agonizante, y la posesión exclusiva de la información, por haber sido Sánchez, en este caso, el único sobreviviente de la aventura. Lo cierto es que Colón logró realizar un viaje directo, con un récord Guinness para el momento de 33 días para la ida y veintiocho para el retorno, como él mismo lo sostiene; con los víveres sospechosamente precisos para un viaje con destino incierto (duraron exactamente hasta el 10 de octubre y esto por un tiempo de ‘calma chicha’ que redujo la velocidad de las naves y a su vez alteró los ánimos de la marinería). La certidumbre de Colón se hace más evidente con algunos detalles de su viaje, ¿por qué parte un comerciante a comprar especias, según la tradición, con dos naves de carga vacías y sin dinero? En la India no aceptaban dinero occidental, sino oro, rubro bien escaso en España o mercancías para el trueque. ¿O sabía que la riqueza a transportar de regreso era gratuita? Toda esta evidencia demuestra que Colón sabía para dónde iba y tenía la certeza de regresar.
No es cierto que Colón murió arruinado
Colón disfrutó hasta su muerte de los beneficios económicos de su descubrimiento, y sus descendientes hasta la fecha son considerados ‘nobles de España’. El segundo de los almirantes de su descendencia fue su hijo Diego, y todos los privilegios y títulos heredados fueron cambiados por su nieto Luis, tercer almirante de Indias, por los títulos de duque de Veragua y marqués de Jamaica, aún vigentes. Uno de ellos que visitó Puerto Ordaz en los 80 murió en un atentado de la ETA en Madrid. Su querella judicial con la corona, interrumpida con su muerte en Valladolid el 21 de mayo de 1506, se relacionó con el incumplimiento de la cláusula 2ª de la Capitulación, que garantizaba a Colón: “Los oficios de virrey y gobernador en todo lo que él descubra o gane”.

                     Por su firma lo conoceréis

Ya ‘Almirante de la Mar Océana’, para complicar más la cosa, Colón firmaba como ‘Columbus de Terra Rubea’, traducción latina de Colom Montrós que da pie a los catalanes para reclamarlo; mientras su firma precedente ‘X-po ferens’ en latín significa ‘cargador de Cristo’ lo que equivale al Cristóforo italiano y a nuestro Cristóbal. Todo un experto en criptografía, pues, para completar, adornaba esta rúbrica en primera línea con una ‘S’ de Señor, seguida en la segunda, en el centro, con ‘S.A.S’, Siempre Alabado Sea, y en la tercera ‘X.M.Y.’, Jesús, María y Yosef, lo que quizá sea un ardid que evidencia su taimada cautela de judío converso ante la amenaza rostizadora de la inquisición, cuyo gran inquisidor para toda España fue, y precisamente en 1487, el entusiasta Tomás de Torquemada; actitud reforzada por su abundosa hiperdulía: Santa María rebautizó la Nao capitana, Nuestra Señora de Montealegre el Ingenio que fundó en la Española, Santa María de Concepción, una de las islas antillanas; además, Nuestra Señora bien conspicua en el Pendón marinero de la Nao, y en el testamento, una orden a su hijo Diego Colón Perestrello, construir una iglesia a Santa María de la Concepción. Pero lo críptico de la firma ha sido interpretado por distinguidos defensores del origen judío mallorquí de Colón, con el significado de ‘Shaday, Shaday, Adonay, Shaday. Eli Molay Joná’, traducido por ‘Dios poderoso, Dios grande, Dios de los ejércitos, Dios que con su espíritu llena el Universo’. Y otros opinan que es latín el jeroglífico y significa ‘Salvet – Me / Salvador Adjuvet Svssurat/ Xstvs Mara Yosephus’, es decir, ‘El Señor me salvará, ayudará, socorrerá’.
El peregrinaje de Colón para vender su falsificación
El peregrinaje de Colón y Bartolomé, su talentoso cómplice, por las cortes de Europa vendiendo el proyecto a los reyes de Portugal, Inglaterra y España, comienza precisamente en 1480, cuando, según escribe el día jueves 14 de febrero en su diario, encuentra, en una playa abandonada, documentación en castellano dirigida a fray Antonio de Marchena, que detalla un viaje hacia tierras inéditas. Los historiadores dudan y se dividen, los más escépticos presumen que Colón y Bartolomé falsificaron ambos documentos trasplantando la información de Alonso de Huelva, o deducida de un viaje en el que participó Colón, a un mapa, obtenido ilícitamente, del cartógrafo florentino Pablo del Pozzo Toscanelli, convenientemente fallecido en 1482, forzando las mediciones para dotarlo de la apariencia científica necesaria, lo que les concedería el acceso personal a los reyes, porque la información que Colón posee solo es demostrable mediante la práctica de un viaje que los técnicos considerarían improcedente porque niega la certeza científica de la época y Colón carece de la capacidad necesaria para rebatirla con argumentos académicos. Inclusive, para mayor credibilidad, Bartolomé forjó una carta redactada en italiano como si Toscanelli se la hubiera dirigido a Colón hacía tiempo. Bartolomé, que había trabajado en los talleres de cartografía real y hablaba y escribía en italiano y dominaba el castellano, lengua que Colón no aprende hasta 1481, es quien estructura la parte documental de la operación.
Pero Colón si poseía conocimientos marítimos
Para esta parte de la operación fueron indispensables los conocimientos marinos de Colón, que comenzó a navegar y a traducir los secretos del cielo y el mar, según su palabra, entre los 11 y los 14 años (mientras la tradición, para forzar la coincidencia con la familia genovesa adjudicada, lo ubica vendiendo lana en un mercado de Génova), y había estudiado intensamente cada carta de navegación que había caído en sus manos durante su estancia en Madeira y Lisboa, lo que le permitió aportar, por las observaciones del Primer Viaje, dos descubrimientos para facilitar la navegación de su época: 1) que la Estrella Polar no es fija en el espacio sino que declina aproximadamente 5º, y 2) que el norte magnético no coincide con el norte físico. Es histórico que “a los veinte años era pirata de René D’Anjou, mercenario que combatía a los reinos de Cataluña y Aragón, y a otros piratas”.
En Portugal descubren la falsificación y deben huir
Lo cierto es que durante cuatro años, entre 1480 y 1484, Colón, ya viudo, y su socio Bartolomé se dedican a darle forma al proyecto del viaje a las Indias por la ruta de Occidente, y audazmente se presentan, en 1485, en la corte de Juan II de Portugal; una junta de expertos rechaza el portelano y descubre la falsificación de la carta de Toscanelli, ambos huyen precipitadamente de Lisboa.
Colón encuentra protectores y lo reciben los reyes
Colón, con su falsificación convertida en una convincente carta de navegación, y esta vez mejor preparado, busca en Castilla, en el monasterio franciscano de la Rábida, en Palos de la Frontera a Fray Antonio de Marchena, supuesto destinatario de los documentos ‘encontrados’. Allí otro protector inesperado, fray Juan Pérez, prior del monasterio, queda también convencido de la veracidad de la historia. En enero de 1486, gracias a la recomendación de fray Antonio, Colón es recibido por los reyes católicos, que deciden ponerlo bajo la custodia del Contador Mayor de Castilla, Alonso de Quintanilla, y pasar su proyecto al Consejo del reino para su consideración. En febrero de 1486 el propio fray Antonio Marchena sorpresivamente, se presenta ante los reyes y les convence de que el remitente de los documentos que le llevó Colón, existió, sin mencionar jamás su nombre.
Le creyeron por las influencias, pero dudaban
Pero aunque le creyeron, como la prioridad de los reyes era la reconquista de Granada decidieron mantener a Colón en reserva, y quizá bajo discreta investigación. El consejo, mientras tanto, duda de la autenticidad de los documentos y rechaza la propuesta, pero Colón, debidamente ilustrado por Marchena, insiste, alegando que juristas y letrados no pueden entender la factibilidad del viaje, y los reyes deciden creerle y nombran a fray Hernando de Talavera, confesor de la reina, presidente de la Junta de letrados, astrólogos y marineros convocada para validar el proyecto. Esta junta encuentra errores sustanciales en la carta de navegación examinada, pero los atribuyen, entre otras observaciones, a la utilización de la milla náutica árabe en lugar de la castellana, y con objeciones de forma otorgan su buena pro al proyecto, claro que sutilmente presionados por los influyentes protectores. Entre éstos, además de los mencionados Quintanilla, Marchena, Pérez, Talavera y Santángel, encontramos al preceptor del infante Don Juan, fray Diego de Deza y el mayordomo del rey, Juan Cabrero, como vemos, todos de íntima relación con Fernando el Católico, y de la alta jerarquía eclesiástica.
El que espera desespera
Recibido el veredicto, permanece en Córdoba a la espera del resultado del sitio de Granada. Entre 1489 y 1491, ante la tardanza se impacienta y acude a los condes de Medina Sidonia y Medinacelli, este último asegura en una carta que mantuvo en su casa a Colón durante dos años, para intentar apresurar la decisión de los reyes valiéndose de la influencia de estos nobles en la corte.

Los reyes reconquistan Granada y Colón les pide un feudo

En enero de 1492 los reyes católicos hacen su entrada triunfal en la Alhambra de Granada, y Colón forma parte de la comitiva. Y en febrero comienzan las negociaciones que se interrumpen varias veces por la desmesura de Colón que exige para sí y sus descendientes todo un señorío feudal. El 17 de abril de 1492 se firman las capitulaciones de Santa Fe, contrato que estipula las condiciones en que Cristóbal Colón hará el viaje descubridor. El documento tiene dos partes, la primera, un preámbulo sorprendente: “Vuestras Altezas dan e otorgan a don Cristóbal Colón en alguna satisfacción de la que ‘ha descubierto’ en las mares Océanas y del viaje que agora, con el ayuda de Dios ha de fazer por ellas en servicio de Vuestras Altezas, son las que se siguen...”. Ese “ha descubierto” es la prueba documental decisiva que señala que hubo una expedición anterior, ya que Colón se atribuye antes de 1492, descubrimientos en el océano que ahora transfiere a los reyes católicos, y estos le corresponden dándole una serie de privilegios, que forman la segunda parte del documento: 1º) El oficio de almirante de la Mar Océana, vitalicio y hereditario, en todo lo que descubra o gane, y según el modelo del almirante mayor de Castilla. 2º) Los oficios de virrey y gobernador en todo lo que él descubra o gane. (El cargo de virrey no existía en la jurisprudencia castellana). 3º) La décima parte de todas las ganancias que se obtengan en su almirantazgo. 4º) Que todos los pleitos relacionados con las nuevas tierras los pueda resolver él o sus justicias. 5º) El derecho a participar con la octava parte de los gastos de cualquier armada, recibiendo a cambio la octava parte de los beneficios.
La fortaleza de Colón para lograr sus exigencias era el saber que volvería
Las exigencias de Colón obligaron a los reyes a concesiones inadmisibles en otras circunstancias que no derivaran de la presentación de pruebas irrefutables, y solo expuestas ante éstos, de que existía una tierra firme inexplorada, que él hasta su muerte insiste en llamar ‘Indias Occidentales’, que sería el primer nombre de América, en la que se encontraba oro en abundancia, y de que él era el único poseedor de la información sobre la distancia exacta a dicha tierra firme y la ruta de navegación, así como de las corrientes y los vientos. Por ello insistimos en que el secreto que Colón guardaba celosamente y que ganó la confianza de los reyes españoles, no era la ruta de ida, la que discutía con los expertos para despistar, sino la de retorno, lo que garantizaba la rentabilidad de la inversión, porque los vientos del oriente que ayudan la navegación en la ida son devastadores en la vuelta. Y esa era su fortaleza para la negociación. Sabía de manera determinante como volver y supo vender esta seguridad al poder, mientras mantenía a los expertos concentrados en los errores implantados en su falsificación para lograr acceso a la corte.
Doce años de angustia y 116 días de preparativos
En 116 febriles días, después de doce años de angustia, preparó Colón toda la expedición, bastante modesta por cierto, y zarpó, según la tradición, del Puerto de Palos de la Frontera, Huelva, Andalucía, el 3 de agosto de 1492, con noventa marineros, ningún fraile, ningún escribano, y tres barcos: La Santa María, una nao ligera, de 60 toneladas sevillanas de capacidad de carga, y capitana de la flotilla, con una tripulación de 46 hombres, capitaneada por el mismo Colón. Esta “nao” era propiedad de Juan de la Cosa, considerado el mejor cartógrafo del momento, que llegó desde Santander, a petición del propio Colón, una zona que tiene amplia relación con los vascos, con una nave construida probablemente en Galicia cuyos carpinteros tiene una vasta experiencia en la construcción de naves para la travesía atlántica, “es decir, navío redondo, pesado, robusto y de gran transporte, frente al navío largo de casco liso y maniobrador de la construcción mediterránea. La Pinta, una carabela de armada lo que se deduce que la eligió Colón para que la capitaneara Martín Alonso Pinzón, rico amador de Palos, famoso por su valor en la guerra. Tuvo una tripulación de 30 hombres y su porte fue de unas 40 toneladas, características propias de una nave bélica que tenía en su estructura castillos de proa y popa y cofas desde donde lanzar armas arrojadizas, y un diseño especial para afrontar un abordaje. Y La Niña, una carabela latina, capitaneada por Vicente Yánez Pinzón, de 40 toneladas tripulada por 14 marineros, que se desempeñaba como nave auxiliar de la flotilla”.
Después de tanto desespero Colón llega a las Canarias y se acuesta a dormir un mes
Pocos días después llega a las islas Canarias, y allí se estaciona durante casi un mes. ¿No es extraño que después de tanta ansiedad Colón se detenga con excusas pueriles? A menos que esperara el momento preciso para que se formaran las condiciones climáticas indicadas en los datos que posee y a los que se ciñe rigurosamente. Y se hace a la ‘mar océana’ desde la Gomera el 6 de septiembre, pero navegó en círculos hasta el día 9 para despistar a tres carabelas portuguesas que merodeaban para seguirlo en su viaje. Tiene para ese momento entre 40 y 42 años y no contamos con datos fidedignos sobre su verdadera fisonomía.
Recapitulando solo podemos concluir que Colón sabía
Y recapitulando su actuación hasta este instante podemos concluir que Colón poseía pruebas irrefutables de que entre Europa y Asia existían unas tierras todavía desconocidas, y que era el único que poseía la información precisa para ir y regresar, bien por haber participado en una expedición anterior de la que dedujo la ruta correcta o por la información recibida de Sánhez de Huelva. Porque de no ser así ¿qué podría explicar el financiamiento logrado de personalidades tan influyentes en su época y que conocían que Colón había manipulado los datos y reducido arbitrariamente las distancias? Y además ¿por qué llevó provisiones solamente para el viaje de ida y cómo supo la cantidad exacta que debía llevar? ¿por qué llevó dos naves de gran tonelaje pero completamente vacías? ¿por qué pidió el dinero suficiente nada más que para armar la expedición de ida sin incluir el costo de las provisiones de regreso? si salió a buscar una ruta más corta hacia el oriente, y pensaba comprar especies, ¿por qué no llevaba el oro necesario o la mercancía de intercambio, para adquirir especies, puesto que el dinero de Occidente no circulaba en Oriente? La respuesta a estas interrogantes es una sola: Colón sabía cabalmente como ir y como regresar sano y salvo y además, que la mercadería que iba a transportar de regreso era completamente gratuita.
Colón vendió el proyecto porque logró convencer de su posibilidad de regresar cargado con lo único que interesaba en aquel momento: oro
El oro era la única moneda de circulación internacional que existía en aquel momento para suplir a Europa de los elementos necesario para preservar sus productos cárnicos y evitar las hambrunas a que amenazaba la escasez de pastos invernales. Los ganaderos sacrificaban muchas cabezas de ganado que debían conservarse con sal importada del sur de Europa, pimienta del Oriente o del África Occidental, y canela, nuez moscada, clavo y jenjibre procedentes de Asia. Y también productos usados en medicina como el ruibarbo. Pero al lado de la necesidad alimentaria se conjugaba el lujo, y las sedas chinas y el algodón indio sustituían a los groseros tejidos de lana, la madera fina de veta exótica deslumbra en los muebles de estilo, las piedras preciosas son buscadas con avidez, el refinamiento gana espacio en la nobleza que requiere cada vez más dinero para acrecentar su bienestar. Y cuando Colón se presenta con su proyecto, la palabra “oro” borra todas las objeciones. Y sobre todo porque exige solamente dinero para el viaje de ida, tan segura estaba del éxito de su empresa.
¿Y qué fue de Bartolomé Colón?
Bartolomé viaja a Londres, donde permanece ocho años, trabajando como cartógrafo, sin lograr ser recibido por la realeza, y allí recibe la noticia del éxito del Primer Viaje de su hermano. Se incorpora a la expedición en el Segundo Viaje, se le nombra Adelantado (primera autoridad civil, militar y judicial) en la Española y funda la ciudad de Santo Domingo en 1496, donde muere en 1514.
Y llega el más famoso 12 de octubre en la historia de la humanidad
Entre la noche del jueves 11 y el amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, Colón anota en su diario: (redactado en tercera persona en la copia transcrita por Bartolomé de las Casas, porque el original se perdió íntegramente): “... Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señales que el Almirante había mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana (su nombre auténtico era Juan Rodríguez Bermejo); puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en e1 castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra... Después que el Almirante lo dijo, se vido una vez ó dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros... y rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa y mirasen bien por la tierra, y que al que dijese primero que veía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de la media noche (del 12 de octubre) apareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amañaron todas las velas y quedaron con el treo, que es la vela más grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una isleta de los Luchados, que se llamaba en lengua de los indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y e1 Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anes, su hermano que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real, y los capitanes con dos banderas. .... El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escovedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho toma, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina, sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripto...”.
Y al regresar le cuenta su hazaña al rey
A su regreso envía una carta, el 4 de marzo de 1493, al rey Fernando “...Fecha (hecha) en la carabela, sobre las islas de Canaria, a 15 de febrero, año 1493”. Con posdata: “...Después de ésta escrita, y estando en mar de Castilla, salió tanto viento conmigo sur y sureste, que me ha hecho descargar los navíos. Pero corrí aquí en este puerto de Lisboa hoy, que fue la mayor maravilla del mundo, adonde acordé escribir a Sus Altezas. En todas las Indias he siempre hallado los temporales como en mayo; adonde yo fui en 33 días, y volví en 28, salvo que estas tormentas me han detenido 13 días corriendo por este mar...: ‘Señor, porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho”.
Y bautiza lo bautizado
“A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador (actual isla Watling, en las Bahamas) a comemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción (Cayo Rum); a la tercera Fernandina (Isla Long); a la cuarta la Isabela (Isla Crooked); a la quinta la isla Juana (Cuba) (o Juba que en lenguaje taíno significa rey), y así a cada una nombre nuevo”.
Y creyó que estaba en la China
“... Cuando yo llegué a la Juana (Cuba), seguí yo la costa de ella al poniente, y la hallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo. Y como no hallé así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber habla, porque luego huían todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes ciudades o villas; y, al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación (...) envié dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes ciudades. Anduvieron tres jornadas, y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y gente sin número, mas no cosa de regimiento; por lo cual se volvieron. Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta tierra era isla, y así seguí la costa de ella al oriente ciento y siete leguas hasta donde hacía fin. Del cual cabo vi otra isla (llamada Haití por los naturales) al oriente (este), distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española (ahora integrada por Haití y República Dominicana) y fuí allí (...) la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa en cristianos, y harto ríos y buenos y grandes que es maravilla: las tierras della son altas y en ella muy buenas sierras y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Teneryfe, todas hermosísimas, de mil hechuras, y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo pude comprender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Y dellos estaban floridos, dellos con fruto, y dellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaritos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas, por la diversidad hermosa dellas, mas así como los otros árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay campiñas grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable número. La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares”.
Y ofrece oro y riquezas ‘cuanto hobieren menester’
“ (...) En conclusión, a hablar desto solamente que se ha hecho este viage que fué así de corrida, que pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hobieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán: agora especiería y algodón cuanto Sus Altezas mandaran cargar, y almastiga (resina oleaginosa) cuanto mandaran cargar; é de la cual hasta hoy no se ha hallado salvo en Grecia y en la isla de Xio, y el Señorio la venda como quiere, y lignaloe (carbón fósil) cuanto mandaran cargar, y esclavos cuantos mandaran cargar, é serán de los idólatras; y creo haber hallado ruibarbo y canela, e otras mil cosas de sustancia hallaré...”.
El encuentro entre los españoles y los nativos lo relata así Bartolomé de las Casas
“Los indios estaban atónitos mirando los cristianos, espantados por sus barbas, blancura y sus vestidos: íbanse a los hombres barbados, en especial al Almirante, como la eminencia y autoridad de su persona y también por ir vestido de grana, estimasen ser el principal, y llegaban con las manos a las barbas maravillándose dellas, porque ellos ninguna tienen”.
¿Salió de puerto de Palos, en Andalucía, o de puerto de Pals en Cataluña?
“Es importante acotar que en 1492 Palos de Moguer no existía. Existía Palos, y existía Moguer. Por otra parte, Palos nunca ha estado amurallado, ni ha habido nunca rastros de murallas ni fortificación ninguna. Si traducimos el nombre de Palos al catalán, nos encontramos con Pals” (Jordi Benplantat). Pals es un municipio de Cataluña, cerca de Girona, que en 1492, no sólo tenía puerto, sino también astilleros y para entonces era la mayor potencia marítima de Occidente, que imponía sus leyes en todo el Mediterráneo a través de sus “Consolats”. Además era un pueblo fortificado, con un parecido asombroso al del dibujo de la portada del libro “Historia General de los hechos de los Castellanos” de 1601. Lo que introduce la duda sobre el punto de partida de Colón que la historia asume como desde el Puerto de Palos de Moguer, en Huelva, Andalucía, que “nunca ha estado amurallado, ni han habido nunca rastros de murallas ni fortificación ninguna, ni había astilleros para la época”.
¿Cuánto costó el descubrimiento de América?
Armar la expedición de Colón costó dos millones de maravedíes, equivalentes a unos 400 mil dólares actuales. Los reyes católicos estaban arruinados con la larga campaña militar de Granada y fue falso que la reina empeñara sus joyas para el viaje, porque simplemente ya lo estaban, y depositadas en Valencia fuera de su alcance; el único aporte directo de los reyes católicos fue de 3.000 maravedíes para la manutención de Colón en la corte. ¿Quién financió la expedición?
El financiamiento se logró con el aporte de doscientos mil maravedíes de los hermanos Pinzón, Vicente, Martín y Fernando, de origen portugués, que residían en Pals, municipio de Cataluña, cerca de Girona, donde tenían astilleros. En “Elegías de Varones Ilustres de las Indias” de Juan de Castilla, se dice que Colón escribió a los hermanos “por ser cursados navegantes, él envió sus cartas mucho antes”. Lo cual explicita un conocimiento mutuo muy anterior, posiblemente de guerrear juntos, a favor de la Generalitat, contra el rey Juan II. La Junta Recaudadora de Bulas de Extremadura, cuyo tesorero mayor era Luis de Santángel, y quien según la tradición convence a la reina de Castilla de apoyar el proyecto colombino, aportó 1.046.000 maravedíes, lo que incorporaría al papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia, padre de César y Lucrecia) elegido en 1492, a la historia del Descubrimiento. Francisco López de Gómara, en su Historia General de las Indias y Conquista de México, dice “...El Padre de Roma, Alejandro VI, vicario de Jesucristo, había dado las tierras de las Indias al muy poderoso rey Fernando, su señor”. El resto lo consiguió Colón con inversionistas o banqueros privados, incluyendo al propio Santángel.
El mito de las tres carabelas
En la escuela se ha enseñado, y se enseña, que Colón llegó a América en tres carabelas: La Pinta, la Niña y la Santa María, y hasta canciones infantiles han compuesto para reforzar en la memoria de los educandos esta especie. La verdad es que Colón llega a América en dos carabelas, la Pinta y la Niña, porque la Santa María era una “nao”, que era una nave de cuatro velas redondas y una latina, y era un barco que servía para el transporte y reparto de alimentos a las otras naves. Las carabelas eran barcos mercantes que podían transportar hasta 200 toneladas de mercancías y, según los marinos de la época, tanto portugueses, como españoles e italianos, la carabela era “a mejor nave que va sobre el mar”.

Segundo viaje de Colón


En 1493 Colón emprendió su segundo viaje que inició en Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Tocó en la Guadalupe, descubrió Puerto Rico y en La Española encontró destruido el fuerte de Navidad y aniquilada su guarnición. El 6 de enero de 1491 fundó una nueva villa Isabela a diez leguas de Monte Cristi, en Santo Domingo. Antes de volver a España exploró la costa meridional de Cuba y descubrió Jamaica. Entre tanto llegaron de España Bartolomé Colón, Antonio de Torres y Amérigo Vespucci.
Y les miente a los reyes por codicia
Se especula que en este segundo viaje, a fines de 1494 o principios de 1495, Colón descubrió, de manera extraoficial, Trinidad, la costa de Guayana, la costa de Paria y Margarita o Isla de las Perlas. Porque en latín perla es “margaritum”, de allí que el refrán “echarle margaritas a los cerdos” no se refiere a flores sino a perlas. Se cuenta que en Margarita se detuvo varios días con el noble propósito de sacar perlas para su peculio. Este viaje fue omitido a los reyes, para no compartir el botín con ellos, y en él participó Vespucci, cuyo relato dio origen a la creencia de que él fue el primero en descubrir la tierra continental americana. Tras esta exploración, Colón se dedicó a asegurar el dominio de La Española. Inició el regreso a España en marzo de 1496 y arribó a Cádiz el 11 de junio.
Tercer viaje con delincuentes: descubre las costas de Venezuela
Después de ver confirmados y aun ampliados sus privilegios, Colón emprendió su tercer viaje el 30 de mayo de 1498, hizo escala en las Madera y Gomera y desde Hierro siguió hacia las islas de Cabo Verde. Su intención era navegar con rumbo SO., pero las calmas y el calor le obligaron a desviarse hacia el norte. Llegó a Trinidad, recorrió el golfo de Paria, explorando la costa oriental de Venezuela, y según los estudios y análisis que hiciera la Academia de la Historia, el almirante ancló las barcas en un lugar que probablemente pudo haber sido la ensenada de Yacua, al oeste de donde se encuentra actualmente la localidad de Puerto Macuro, capital del municipio foráneo Cristóbal Colón, en la costa septentrional-occidental del golfo de Paria, Estado Sucre. Colón no desembarcó, alegó estar muy enfermo de los ojos, sin embargo envío a Juan de Terreros, Andrés del Corral, Hernando Pacheco y Juan Quintero a buscar agua. El nombre de macuro fue recogido, según la tradición, porque los nativos recibieron a los marineros colombinos al grito de ¡macuro, macuro!, que en lenguaje chaima significaría “hombre blanco”, aunque en otra versión traduce “veneno de flecha”. En el marco de la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de Venezuela, la Academia Nacional de la Historia, decidió fijar el 5 de agosto de 1498 como fecha oficial de la llegada de Cristóbal Colón en su tercer viaje a tierra firme en las costas del oriente del actual territorio venezolano. Para realizar este tercer viaje, ya “disipada la leyenda del oro”, Colón apelará a delincuentes indultados como tripulación. La tierra con forma de pera y pezón de mujer
Cuando Colón notifica a los reyes el descubrimiento de las costas de Venezuela, les acota: “Yo siempre creí que la Tierra era esférica; las autoridades y las experiencias de Ptolomeo y todos los demás que han escrito sobre este tema daban y mostraban como ejemplo de ello los eclipses de luna y otras demostraciones que hacen de Oriente a Occidente, como el hecho de la elevación del Polo de Septentrión en Austro. Mas ahora he visto tanta deformidad que, puesto a pensar en ello, hallo que el mundo no es redondo en la forma que han descrito, sino que tiene forma de una pera que fuese muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón o punto más alto; o como una pelota redonda que tuviere puesta en ella como una teta de mujer, en cuya parte es más alta la tierra y más próxima al cielo. Es en esta región, debajo de la línea equinoccial, en el mar Océano, el fin del Oriente, donde acaban todas las tierras e islas...”.
Y comienza su ocaso
Luego de la exploración a las costas venezolanas, Colón se dirigió a La Española. Allí encontró a la población española dividida por la sublevación de Francisco Roldán. Los motivos de descontento eran básicamente la ausencia de las riquezas esperadas en aquella zona. Colón tuvo que pactar con los rebeldes y prometerles cuantiosos beneficios en el comercio de esclavos. Enterados los reyes de la situación en La Española, decidieron enviar al comendador Bobadilla en el año 1.500 para hacerse cargo de la gobernación y administrar justicia. Bobadilla mandó apresar a Colón y a sus hermanos y los envió a España, donde los reyes ordenaron que fueran puestos en libertad y les recibieron en Granada.
Pero pudo hacer un cuarto viaje
El almirante partió para su cuarto viaje el 11 de mayo de 1502; esta vez le acompañaban su hermano Bartolomé y su hijo Fernando. El nuevo gobernador de La Española, Nicolás Ovando, les prohibió la entrada en Santo Domingo. Cruzó el Caribe, arribo a la isla Guanaja, en la costa de Honduras, y siguió el litoral hacía el sur hasta las costas panameñas, donde intentó fundar una localidad, Belén, que hubo de abandonar por las hostilidades con los indígenas. Perdió las naves una tras otra y apenas pudo llegar a Jamaica, donde permaneció aislado más de un año y de la que salió el 28 de junio de 1504 para ser recibido por Ovando en Santo Domingo.
Y muere rico, peleado con la corona y olvidado
Enfermo de Gota, regresó a España, donde llegó el 7 de noviembre de 1504. Desde entonces Colón inició la reivindicación de sus privilegios, puesto que si bien disfrutaba de los beneficios económicos que se le habían prometido en Santa Fe, en cambio no gozaba de las prerrogativas de almirante y gobernador de las nuevas tierras. El pleito con la corona quedó en suspenso al producirse la muerte del almirante el 20 de mayo de 1506 en Valladolid.
Peregrinaje de los restos de Colón
A pesar de haber exigido se le sepultara en Santo Domingo, sus restos reposaron en la catedral de Sevilla. Tres años después fueron trasladados al monasterio de Santa María de las Cuevas de La Cartuja en Sevilla y en 1537, la nuera de Colón los lleva junto con los de su marido Diego, el hijo de Colón, a la catedral de Santo Domingo, en la isla La Española. Allí también fueron enterrados posteriormente su hermano Bartolomé y sus nietos Luís y Cristóbal. En 1795 España cedió la parte oriental de esta isla a Francia, y decidió trasladar los restos del almirante a La Habana. En 1877 unos obreros que trabajaban en la catedral de Santo Domingo encontraron una caja con varios fragmentos de huesos. En ella se leía la siguiente inscripción: “Varón ilustre y distinguido, don Cristóbal Colón”, por lo que se piensa que los restos que llevaron a La Habana fueron de su hermano, de su hijo o de alguno de sus nietos, aunque la Academia de la Historia de Madrid siempre ha defendido que los auténticos son los que se llevaron a Cuba, los cuales, en 1898, fueron de nuevo devueltos a Sevilla, donde permanecen en un hermoso mausoleo. En 1930 se halló una cripta en el monasterio de Santa María de las Cuevas de La Cartuja de Sevilla que resultó ser el panteón de la familia Colón y allí estaban los restos de Diego, el hermano menor de Colón, los cuales fueron exhumados para hacerles la prueba del ADN para poder determinar cuál de las tumbas posee los restos auténticos del almirante de la Mar Océana.
 

Infografía tomada del libro Conquista y Virreinato, de Antonio del Busto





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