Cristóbal Colón y el
descubrimiento de América
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Sábado, 10 Octubre 2015 00:00

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Retrato robot de Cristóbal
Colón
Su autor es Carlos Genicio, artista de Sant Antoni (Ibiza);
está pintado al óleo y tiene unas dimensiones de 72 x 53 cm. Los datos se han
obtenido de las descripciones que de su persona han dejado los historiadores
fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Hernando Colón,
hijo natural del Almirante. Se ha situado a nuestro personaje en la isla de
Guanahaní (Sant Salvador) el 12 de octubre de 1492, cuando Colón tenía 56
años de edad puesto que según su amigo y confidente Andrés Bernáldez, 'el
Cura de los Palacios', había nacido el año 1436. Consta documentalmente que
vestía capa y se cubría la cabeza con un gorro de color carmesí y azul, como
se aprecia en el mapa de Juan de la Cosa de 1500. Naturalmente, el día del
desembarco en el Nuevo Mundo Colón debía sentirse realizado y feliz, y así lo
refleja el pintor, que por cierto ha colaborado en varias ocasiones con la
Policía Científica española. El retrato robot de Cristóbal Colón se conserva
en la biblioteca de Nito Verdera.
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Cristoforus
Columbus de Terra-rubea (tierra roja), Christoph Kolumbus, castellanizado
Cristóbal Colón, nacido, entre 1450 y 1452, Cristóforo Colombo en Génova, o
Cristóbal Montagut en Mallorca, o Joan Bautista Cristofor Colom i Montrós
(monte rojo, en catalán) en Cataluña; posiblemente judío converso, lo que
justificaría el cambio del Colom catalán por el Colombo italiano, es el
misterioso personaje universal, cuya cuna se han disputado Portugal, Italia,
Mallorca, Galicia, España, Extremadura, Córcega y Cataluña, que logró regresar
de un viaje a un continente, en el que tantos otros, como Alonso Sánchez de
Huelva en 1480 y los hermanos Juan y Álvaro Fonte que partieron de las Azores
en 1486, habían sucumbido, además del viaje del mallorquín Jaume Ferán en 1356,
que se dice fue y regresó pero lo mantuvo en secreto; y el vikingo Erick el
Rojo, que sin conciencia histórica alguna, hacía anónimo turismo de verano
dejando su impronta en la península de Labrador o en las playas de Florida 600
años antes; sin omitir la factibilidad técnica, no documentada pero probable,
de egipcios y fenicios. Fue este regreso impactante lo que le adjudicó la
paternidad del descubrimiento de un continente, cuyo nombre, por su
desconcierto, honra a otro. Hoy podríamos decir que la fama de Colón se debe a
haber sido el primero que dio una rueda de prensa para anunciar su hazaña. Por
cierto descubrimiento significa, según el DRAE: “Hallazgo, encuentro,
manifestación de lo que estaba oculto o era desconocido”.
Genovés por descarte
Por
su paranoia de aparentar linajuda estirpe desplegó una prolija campaña de
imagen que mantiene su identidad en el más completo misterio, a lo que
contribuye su hijo Fernando, habido con su amante cordobesa Beatriz Enríquez de
Arana, con una biografía publicada en 1571 cuando ya nadie recordaba al
descubridor y toda posible pista había desaparecido. Colón supuestamente
hablaba genovés que era un dialecto que no se usaba en la escritura, por eso se
afana en aprender español en 1481, y con este idioma, pero plagado de errores y
lusitanismos, redacta su diario; su latín era pésimo, aunque sus últimas
palabras fueron en este idioma: “in manus tuas, Domine, commendo spiritum
meum”; el portugués lo combinaba con catalanadas, no escribía en italiano y no
dejó nada en ninguna otra lengua. Pero sin pruebas concluyentes, la tradición
ha asumido que nació en Génova, en el hogar integrado por el comerciante de
lanas Doménico Colombo, su esposa Susana Fontanarossa y sus hijos, que además
de Cristóforo, fueron supuestamente Juan, Bartolomé, Diego y Bianchinetta. Y
por las actividades de esta familia se han trazado retazos de un plano de su
juventud aunque algunos de los hechos sean negados por declaraciones suyas y
otros por francamente contradictorios, como confesar ser hermano de una persona
cuya identidad pueda ser comprobada cuando se hace un esfuerzo por ocultar la
propia. Los historiados asumen su natalidad en Génova basados en la
documentación en la que se le señala como ‘genovés’, ignorando que en Castilla
se les llamaba ‘genoveses’ a los extranjeros, como declara en 1594 el fiscal
Antonio Frasca, en el juicio incoado por los herederos de Colón: “...se les
llaman genoveses a los extranjeros...”.
¿Quién era Bartolomé?
Bartolomé,
supuesto hijo de esta familia, aunque otras fuente lo sitúan como mallorquí
bajo el apellido Monatagut y hermano verdadero de Colón, y cómplice de éste en
la ‘Operación Descubrimiento’, fue un excelente dibujante, consumado cartógrafo
y hábil falsificador que estafaba con mapas forjados con la firma de connotados
geógrafos, habilidad de la que solía vivir
Colón se pierde por 300 años
Como
complaciendo su aura de misterio, durante 300 años se mantuvo extraviado su
nombre de la memoria colectiva, fue Bartolomé de las Casas con su Historia de
las Indias Occidentales, publicada a principios del siglo XIX, quien lo
rescata, generando una polémica, aún en nuestros días, que derriba la fábula
del ‘huevo de Colón’, y el mito romántico del héroe que con sus observaciones
vence a la ignorancia que concebía plana la tierra y el horizonte el borde de
un precipicio infinito, cuando la redondez de la Tierra era una característica
plenamente determinada por los estudiosos de la época que hasta le atribuían
una circunferencia ecuatorial muy acertada de 40 mil kilómetros.
Colón no llega por casualidad
Lo
mismo que pone en duda su ciega aventura en la que desafía mares ignotos para
llegar por casualidad, exhausto y aferrado a su fe, al portentoso
descubrimiento de un continente, porque a la luz de la moderna metodología de
investigación las interrogantes inquietan: ¿Cómo un extranjero con una teoría
rechazada por expertos logra la atención de reyes, que además estaban ocupados
en problemas de Estado como los de Castilla en la reconquista de Granada, sino
posee convincentes argumentos para interesarlos en una actividad mercantil de
beneficios rápidos, con datos específicos obtenidos personalmente o de algún
viajero precedente?
Alonso de Huelva ¿el verdadero descubridor?
¿Fue
Alonso Sánchez de Huelva ese viajero? Se cuenta que Sánchez de Huelva realizó
alrededor de 1480 una expedición que, sacada de rumbo por una tormenta, quedó
al garete durante doce o catorce semanas estrellándose contra los escollos de
una tierra desconocida habitada por gente pacífica. Sánchez reparó la nave y
dibujó cartas marinas con las claves para resolver el regreso. Solo seis de los
tripulantes llegaron arrastrados por la corriente a la isla de la Gomera, en
las Canarias. Allí se encontraba Cristóbal Colón, que al servicio de la corona
de Portugal establecía relaciones comerciales con Diego García Herrera, yerno
de doña Inés de Peraza, condesa de la Gomera. Colón, marino experto y
aficionado a la astronomía, casado en 1779 con Felipa Moñíz Perestrello, hija
de un criado de Enrique El Navegante y gobernador de las islas de Madeira y
Porto Santo, por razones no aclaradas en esta versión, socorre a Sánchez de
Huelva quien muere en sus brazos luego de confiarle, a cambio de la promesa de
su reconocimiento póstumo como descubridor, la existencia de tierras feraces a
750 millas al oeste de la isla del Hierro, fin del mundo conocido. Colón, que
había heredado a través de su suegra los mapas y deducciones astrológicas de
Bartolomé Perestrello, deduce que esta tierra debe ser la parte oriental de
Asia, porque no se concebía para el momento la existencia de un continente
entre Europa y Asia, y perfila su estrategia ignorando, por mala gente, la
promesa al moribundo.
Colón impone un récord Guinness
Otra
versión sitúa en Madeira la muerte de Sánchez de Huelva, lo que sí explicaría
el acceso de Colón, dada su posición como yerno del gobernador, a las
confidencias del marino agonizante, y la posesión exclusiva de la información,
por haber sido Sánchez, en este caso, el único sobreviviente de la aventura. Lo
cierto es que Colón logró realizar un viaje directo, con un récord Guinness
para el momento de 33 días para la ida y veintiocho para el retorno, como él
mismo lo sostiene; con los víveres sospechosamente precisos para un viaje con
destino incierto (duraron exactamente hasta el 10 de octubre y esto por un
tiempo de ‘calma chicha’ que redujo la velocidad de las naves y a su vez alteró
los ánimos de la marinería). La certidumbre de Colón se hace más evidente con
algunos detalles de su viaje, ¿por qué parte un comerciante a comprar especias,
según la tradición, con dos naves de carga vacías y sin dinero? En la India no
aceptaban dinero occidental, sino oro, rubro bien escaso en España o mercancías
para el trueque. ¿O sabía que la riqueza a transportar de regreso era gratuita?
Toda esta evidencia demuestra que Colón sabía para dónde iba y tenía la certeza
de regresar.
No es cierto que Colón murió arruinado
Colón
disfrutó hasta su muerte de los beneficios económicos de su descubrimiento, y
sus descendientes hasta la fecha son considerados ‘nobles de España’. El
segundo de los almirantes de su descendencia fue su hijo Diego, y todos los
privilegios y títulos heredados fueron cambiados por su nieto Luis, tercer
almirante de Indias, por los títulos de duque de Veragua y marqués de Jamaica,
aún vigentes. Uno de ellos que visitó Puerto Ordaz en los 80 murió en un
atentado de la ETA en Madrid. Su querella judicial con la corona, interrumpida
con su muerte en Valladolid el 21 de mayo de 1506, se relacionó con el
incumplimiento de la cláusula 2ª de la Capitulación, que garantizaba a Colón:
“Los oficios de virrey y gobernador en todo lo que él descubra o gane”.
Por su firma lo conoceréis

El peregrinaje de Colón para vender su falsificación
El
peregrinaje de Colón y Bartolomé, su talentoso cómplice, por las cortes de
Europa vendiendo el proyecto a los reyes de Portugal, Inglaterra y España,
comienza precisamente en 1480, cuando, según escribe el día jueves 14 de
febrero en su diario, encuentra, en una playa abandonada, documentación en
castellano dirigida a fray Antonio de Marchena, que detalla un viaje hacia
tierras inéditas. Los historiadores dudan y se dividen, los más escépticos
presumen que Colón y Bartolomé falsificaron ambos documentos trasplantando la
información de Alonso de Huelva, o deducida de un viaje en el que participó
Colón, a un mapa, obtenido ilícitamente, del cartógrafo florentino Pablo del
Pozzo Toscanelli, convenientemente fallecido en 1482, forzando las mediciones
para dotarlo de la apariencia científica necesaria, lo que les concedería el
acceso personal a los reyes, porque la información que Colón posee solo es
demostrable mediante la práctica de un viaje que los técnicos considerarían
improcedente porque niega la certeza científica de la época y Colón carece de
la capacidad necesaria para rebatirla con argumentos académicos. Inclusive,
para mayor credibilidad, Bartolomé forjó una carta redactada en italiano como
si Toscanelli se la hubiera dirigido a Colón hacía tiempo. Bartolomé, que había
trabajado en los talleres de cartografía real y hablaba y escribía en italiano
y dominaba el castellano, lengua que Colón no aprende hasta 1481, es quien estructura
la parte documental de la operación.
Pero Colón si poseía conocimientos marítimos
Para
esta parte de la operación fueron indispensables los conocimientos marinos de
Colón, que comenzó a navegar y a traducir los secretos del cielo y el mar,
según su palabra, entre los 11 y los 14 años (mientras la tradición, para
forzar la coincidencia con la familia genovesa adjudicada, lo ubica vendiendo
lana en un mercado de Génova), y había estudiado intensamente cada carta de
navegación que había caído en sus manos durante su estancia en Madeira y
Lisboa, lo que le permitió aportar, por las observaciones del Primer Viaje, dos
descubrimientos para facilitar la navegación de su época: 1) que la Estrella
Polar no es fija en el espacio sino que declina aproximadamente 5º, y 2) que el
norte magnético no coincide con el norte físico. Es histórico que “a los veinte
años era pirata de René D’Anjou, mercenario que combatía a los reinos de
Cataluña y Aragón, y a otros piratas”.
En Portugal descubren la falsificación y deben huir
Lo
cierto es que durante cuatro años, entre 1480 y 1484, Colón, ya viudo, y su
socio Bartolomé se dedican a darle forma al proyecto del viaje a las Indias por
la ruta de Occidente, y audazmente se presentan, en 1485, en la corte de Juan
II de Portugal; una junta de expertos rechaza el portelano y descubre la
falsificación de la carta de Toscanelli, ambos huyen precipitadamente de
Lisboa.
Colón encuentra protectores y lo reciben los reyes
Colón,
con su falsificación convertida en una convincente carta de navegación, y esta
vez mejor preparado, busca en Castilla, en el monasterio franciscano de la
Rábida, en Palos de la Frontera a Fray Antonio de Marchena, supuesto
destinatario de los documentos ‘encontrados’. Allí otro protector inesperado,
fray Juan Pérez, prior del monasterio, queda también convencido de la veracidad
de la historia. En enero de 1486, gracias a la recomendación de fray Antonio,
Colón es recibido por los reyes católicos, que deciden ponerlo bajo la custodia
del Contador Mayor de Castilla, Alonso de Quintanilla, y pasar su proyecto al
Consejo del reino para su consideración. En febrero de 1486 el propio fray
Antonio Marchena sorpresivamente, se presenta ante los reyes y les convence de
que el remitente de los documentos que le llevó Colón, existió, sin mencionar
jamás su nombre.
Le creyeron por las influencias, pero dudaban
Pero
aunque le creyeron, como la prioridad de los reyes era la reconquista de
Granada decidieron mantener a Colón en reserva, y quizá bajo discreta
investigación. El consejo, mientras tanto, duda de la autenticidad de los
documentos y rechaza la propuesta, pero Colón, debidamente ilustrado por
Marchena, insiste, alegando que juristas y letrados no pueden entender la
factibilidad del viaje, y los reyes deciden creerle y nombran a fray Hernando
de Talavera, confesor de la reina, presidente de la Junta de letrados,
astrólogos y marineros convocada para validar el proyecto. Esta junta encuentra
errores sustanciales en la carta de navegación examinada, pero los atribuyen,
entre otras observaciones, a la utilización de la milla náutica árabe en lugar
de la castellana, y con objeciones de forma otorgan su buena pro al proyecto,
claro que sutilmente presionados por los influyentes protectores. Entre éstos,
además de los mencionados Quintanilla, Marchena, Pérez, Talavera y Santángel,
encontramos al preceptor del infante Don Juan, fray Diego de Deza y el
mayordomo del rey, Juan Cabrero, como vemos, todos de íntima relación con
Fernando el Católico, y de la alta jerarquía eclesiástica.
El que espera desespera
Recibido
el veredicto, permanece en Córdoba a la espera del resultado del sitio de
Granada. Entre 1489 y 1491, ante la tardanza se impacienta y acude a los condes
de Medina Sidonia y Medinacelli, este último asegura en una carta que mantuvo
en su casa a Colón durante dos años, para intentar apresurar la decisión de los
reyes valiéndose de la influencia de estos nobles en la corte.
Los reyes reconquistan Granada y Colón les pide un
feudo

La fortaleza de Colón para lograr sus exigencias era
el saber que volvería
Las
exigencias de Colón obligaron a los reyes a concesiones inadmisibles en otras
circunstancias que no derivaran de la presentación de pruebas irrefutables, y
solo expuestas ante éstos, de que existía una tierra firme inexplorada, que él
hasta su muerte insiste en llamar ‘Indias Occidentales’, que sería el primer
nombre de América, en la que se encontraba oro en abundancia, y de que él era
el único poseedor de la información sobre la distancia exacta a dicha tierra
firme y la ruta de navegación, así como de las corrientes y los vientos. Por
ello insistimos en que el secreto que Colón guardaba celosamente y que ganó la
confianza de los reyes españoles, no era la ruta de ida, la que discutía con
los expertos para despistar, sino la de retorno, lo que garantizaba la
rentabilidad de la inversión, porque los vientos del oriente que ayudan la
navegación en la ida son devastadores en la vuelta. Y esa era su fortaleza para
la negociación. Sabía de manera determinante como volver y supo vender esta
seguridad al poder, mientras mantenía a los expertos concentrados en los
errores implantados en su falsificación para lograr acceso a la corte.
Doce años de angustia y 116 días de preparativos
En
116 febriles días, después de doce años de angustia, preparó Colón toda la
expedición, bastante modesta por cierto, y zarpó, según la tradición, del
Puerto de Palos de la Frontera, Huelva, Andalucía, el 3 de agosto de 1492, con
noventa marineros, ningún fraile, ningún escribano, y tres barcos: La Santa
María, una nao ligera, de 60 toneladas sevillanas de capacidad de carga, y
capitana de la flotilla, con una tripulación de 46 hombres, capitaneada por el
mismo Colón. Esta “nao” era propiedad de Juan de la Cosa, considerado el mejor
cartógrafo del momento, que llegó desde Santander, a petición del propio Colón,
una zona que tiene amplia relación con los vascos, con una nave construida
probablemente en Galicia cuyos carpinteros tiene una vasta experiencia en la
construcción de naves para la travesía atlántica, “es decir, navío redondo,
pesado, robusto y de gran transporte, frente al navío largo de casco liso y maniobrador
de la construcción mediterránea. La Pinta, una carabela de armada lo que se
deduce que la eligió Colón para que la capitaneara Martín Alonso Pinzón, rico
amador de Palos, famoso por su valor en la guerra. Tuvo una tripulación de 30
hombres y su porte fue de unas 40 toneladas, características propias de una
nave bélica que tenía en su estructura castillos de proa y popa y cofas desde
donde lanzar armas arrojadizas, y un diseño especial para afrontar un abordaje.
Y La Niña, una carabela latina, capitaneada por Vicente Yánez Pinzón, de 40
toneladas tripulada por 14 marineros, que se desempeñaba como nave auxiliar de
la flotilla”.
Después de tanto desespero Colón llega a las Canarias
y se acuesta a dormir un mes
Pocos
días después llega a las islas Canarias, y allí se estaciona durante casi un
mes. ¿No es extraño que después de tanta ansiedad Colón se detenga con excusas
pueriles? A menos que esperara el momento preciso para que se formaran las
condiciones climáticas indicadas en los datos que posee y a los que se ciñe
rigurosamente. Y se hace a la ‘mar océana’ desde la Gomera el 6 de septiembre,
pero navegó en círculos hasta el día 9 para despistar a tres carabelas
portuguesas que merodeaban para seguirlo en su viaje. Tiene para ese momento
entre 40 y 42 años y no contamos con datos fidedignos sobre su verdadera
fisonomía.
Recapitulando solo podemos concluir que Colón sabía
Y
recapitulando su actuación hasta este instante podemos concluir que Colón
poseía pruebas irrefutables de que entre Europa y Asia existían unas tierras
todavía desconocidas, y que era el único que poseía la información precisa para
ir y regresar, bien por haber participado en una expedición anterior de la que
dedujo la ruta correcta o por la información recibida de Sánhez de Huelva. Porque
de no ser así ¿qué podría explicar el financiamiento logrado de personalidades
tan influyentes en su época y que conocían que Colón había manipulado los datos
y reducido arbitrariamente las distancias? Y además ¿por qué llevó provisiones
solamente para el viaje de ida y cómo supo la cantidad exacta que debía llevar?
¿por qué llevó dos naves de gran tonelaje pero completamente vacías? ¿por qué
pidió el dinero suficiente nada más que para armar la expedición de ida sin
incluir el costo de las provisiones de regreso? si salió a buscar una ruta más
corta hacia el oriente, y pensaba comprar especies, ¿por qué no llevaba el oro
necesario o la mercancía de intercambio, para adquirir especies, puesto que el
dinero de Occidente no circulaba en Oriente? La respuesta a estas interrogantes
es una sola: Colón sabía cabalmente como ir y como regresar sano y salvo y
además, que la mercadería que iba a transportar de regreso era completamente
gratuita.
Colón vendió el proyecto porque logró convencer de su
posibilidad de regresar cargado con lo único que interesaba en aquel momento:
oro
El
oro era la única moneda de circulación internacional que existía en aquel
momento para suplir a Europa de los elementos necesario para preservar sus
productos cárnicos y evitar las hambrunas a que amenazaba la escasez de pastos
invernales. Los ganaderos sacrificaban muchas cabezas de ganado que debían
conservarse con sal importada del sur de Europa, pimienta del Oriente o del
África Occidental, y canela, nuez moscada, clavo y jenjibre procedentes de
Asia. Y también productos usados en medicina como el ruibarbo. Pero al lado de
la necesidad alimentaria se conjugaba el lujo, y las sedas chinas y el algodón
indio sustituían a los groseros tejidos de lana, la madera fina de veta exótica
deslumbra en los muebles de estilo, las piedras preciosas son buscadas con
avidez, el refinamiento gana espacio en la nobleza que requiere cada vez más
dinero para acrecentar su bienestar. Y cuando Colón se presenta con su
proyecto, la palabra “oro” borra todas las objeciones. Y sobre todo porque
exige solamente dinero para el viaje de ida, tan segura estaba del éxito de su
empresa.
¿Y qué fue de Bartolomé Colón?
Bartolomé
viaja a Londres, donde permanece ocho años, trabajando como cartógrafo, sin
lograr ser recibido por la realeza, y allí recibe la noticia del éxito del
Primer Viaje de su hermano. Se incorpora a la expedición en el Segundo Viaje,
se le nombra Adelantado (primera autoridad civil, militar y judicial) en la
Española y funda la ciudad de Santo Domingo en 1496, donde muere en 1514.
Y llega el más famoso 12 de octubre en la historia de
la humanidad
Entre
la noche del jueves 11 y el amanecer del viernes 12 de octubre de 1492, Colón
anota en su diario: (redactado en tercera persona en la copia transcrita por
Bartolomé de las Casas, porque el original se perdió íntegramente): “... Y
porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló
tierra e hizo las señales que el Almirante había mandado. Esta tierra vido
primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana (su nombre auténtico era
Juan Rodríguez Bermejo); puesto que el Almirante, a las diez de la noche,
estando en e1 castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no
quiso afirmar que fuese tierra... Después que el Almirante lo dijo, se vido una
vez ó dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual
a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto
estar junto a la tierra. Por lo cual dijeron la Salve, que la acostumbraban
decir e cantar a su manera todos los marineros... y rogó y amonestólos el
Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa y mirasen bien por la
tierra, y que al que dijese primero que veía tierra le daría luego un jubón de
seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil
maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de la media
noche (del 12 de octubre) apareció la tierra, de la cual estarían dos leguas.
Amañaron todas las velas y quedaron con el treo, que es la vela más grande sin
bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que
llegaron a una isleta de los Luchados, que se llamaba en lengua de los indios
Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y e1 Almirante salió a tierra en la
barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anes, su hermano que era capitán
de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real, y los capitanes con dos
banderas. .... El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que
saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escovedo, escribano de toda la armada, y a
Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él
por ante todos tomaba, como de hecho toma, posesión de la dicha isla por el Rey
y por la Reina, sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como
más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripto...”.
Y al regresar le cuenta su hazaña al rey
A
su regreso envía una carta, el 4 de marzo de 1493, al rey Fernando “...Fecha
(hecha) en la carabela, sobre las islas de Canaria, a 15 de febrero, año 1493”.
Con posdata: “...Después de ésta escrita, y estando en mar de Castilla, salió
tanto viento conmigo sur y sureste, que me ha hecho descargar los navíos. Pero
corrí aquí en este puerto de Lisboa hoy, que fue la mayor maravilla del mundo,
adonde acordé escribir a Sus Altezas. En todas las Indias he siempre hallado
los temporales como en mayo; adonde yo fui en 33 días, y volví en 28, salvo que
estas tormentas me han detenido 13 días corriendo por este mar...: ‘Señor,
porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado
en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las
islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina
nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente
sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y
bandera real extendida, y no me fue contradicho”.
Y bautiza lo bautizado
“A
la primera que yo hallé puse nombre San Salvador (actual isla Watling, en las
Bahamas) a comemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto
ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de
Santa María de Concepción (Cayo Rum); a la tercera Fernandina (Isla Long); a la
cuarta la Isabela (Isla Crooked); a la quinta la isla Juana (Cuba) (o Juba que
en lenguaje taíno significa rey), y así a cada una nombre nuevo”.
Y creyó que estaba en la China
“...
Cuando yo llegué a la Juana (Cuba), seguí yo la costa de ella al poniente, y la
hallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo. Y
como no hallé así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas
poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber habla, porque luego huían
todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes
ciudades o villas; y, al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación
(...) envié dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes
ciudades. Anduvieron tres jornadas, y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y
gente sin número, mas no cosa de regimiento; por lo cual se volvieron. Yo
entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, como continuamente esta
tierra era isla, y así seguí la costa de ella al oriente ciento y siete leguas
hasta donde hacía fin. Del cual cabo vi otra isla (llamada Haití por los
naturales) al oriente (este), distante de esta diez y ocho leguas, a la cual
luego puse nombre la Española (ahora integrada por Haití y República Dominicana)
y fuí allí (...) la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado,
y ésta en extremo: en ella hay muchos puertos en la costa de la mar sin
comparación de otros que yo sepa en cristianos, y harto ríos y buenos y grandes
que es maravilla: las tierras della son altas y en ella muy buenas sierras y
montañas altísimas, sin comparación de la isla de Teneryfe, todas hermosísimas,
de mil hechuras, y todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y
parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según
lo pude comprender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en
España. Y dellos estaban floridos, dellos con fruto, y dellos en otro término,
según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaritos de mil maneras en
el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho
maneras, que es admiración verlas, por la diversidad hermosa dellas, mas así
como los otros árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay
campiñas grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy
diversas. En las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable
número. La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las
campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para
criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares”.
Y ofrece oro y riquezas ‘cuanto hobieren menester’
“
(...) En conclusión, a hablar desto solamente que se ha hecho este viage que
fué así de corrida, que pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto
hobieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán: agora
especiería y algodón cuanto Sus Altezas mandaran cargar, y almastiga (resina
oleaginosa) cuanto mandaran cargar; é de la cual hasta hoy no se ha hallado
salvo en Grecia y en la isla de Xio, y el Señorio la venda como quiere, y
lignaloe (carbón fósil) cuanto mandaran cargar, y esclavos cuantos mandaran
cargar, é serán de los idólatras; y creo haber hallado ruibarbo y canela, e
otras mil cosas de sustancia hallaré...”.
El encuentro entre los españoles y los nativos lo
relata así Bartolomé de las Casas
“Los
indios estaban atónitos mirando los cristianos, espantados por sus barbas,
blancura y sus vestidos: íbanse a los hombres barbados, en especial al
Almirante, como la eminencia y autoridad de su persona y también por ir vestido
de grana, estimasen ser el principal, y llegaban con las manos a las barbas
maravillándose dellas, porque ellos ninguna tienen”.
¿Salió de puerto de Palos, en Andalucía, o de puerto
de Pals en Cataluña?
“Es
importante acotar que en 1492 Palos de Moguer no existía. Existía Palos, y
existía Moguer. Por otra parte, Palos nunca ha estado amurallado, ni ha habido
nunca rastros de murallas ni fortificación ninguna. Si traducimos el nombre de
Palos al catalán, nos encontramos con Pals” (Jordi Benplantat). Pals es un
municipio de Cataluña, cerca de Girona, que en 1492, no sólo tenía puerto, sino
también astilleros y para entonces era la mayor potencia marítima de Occidente,
que imponía sus leyes en todo el Mediterráneo a través de sus “Consolats”.
Además era un pueblo fortificado, con un parecido asombroso al del dibujo de la
portada del libro “Historia General de los hechos de los Castellanos” de 1601. Lo
que introduce la duda sobre el punto de partida de Colón que la historia asume
como desde el Puerto de Palos de Moguer, en Huelva, Andalucía, que “nunca ha
estado amurallado, ni han habido nunca rastros de murallas ni fortificación
ninguna, ni había astilleros para la época”.
¿Cuánto costó el descubrimiento de América?
Armar
la expedición de Colón costó dos millones de maravedíes, equivalentes a unos
400 mil dólares actuales. Los reyes católicos estaban arruinados con la larga
campaña militar de Granada y fue falso que la reina empeñara sus joyas para el
viaje, porque simplemente ya lo estaban, y depositadas en Valencia fuera de su
alcance; el único aporte directo de los reyes católicos fue de 3.000 maravedíes
para la manutención de Colón en la corte. ¿Quién financió la expedición?
El
financiamiento se logró con el aporte de doscientos mil maravedíes de los
hermanos Pinzón, Vicente, Martín y Fernando, de origen portugués, que residían
en Pals, municipio de Cataluña, cerca de Girona, donde tenían astilleros. En
“Elegías de Varones Ilustres de las Indias” de Juan de Castilla, se dice que
Colón escribió a los hermanos “por ser cursados navegantes, él envió sus cartas
mucho antes”. Lo cual explicita un conocimiento mutuo muy anterior,
posiblemente de guerrear juntos, a favor de la Generalitat, contra el rey Juan
II. La Junta Recaudadora de Bulas de Extremadura, cuyo tesorero mayor era Luis
de Santángel, y quien según la tradición convence a la reina de Castilla de
apoyar el proyecto colombino, aportó 1.046.000 maravedíes, lo que incorporaría
al papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia, padre de César y Lucrecia) elegido en
1492, a la historia del Descubrimiento. Francisco López de Gómara, en su
Historia General de las Indias y Conquista de México, dice “...El Padre de Roma,
Alejandro VI, vicario de Jesucristo, había dado las tierras de las Indias al
muy poderoso rey Fernando, su señor”. El resto lo consiguió Colón con
inversionistas o banqueros privados, incluyendo al propio Santángel.
El mito de las tres carabelas
En
la escuela se ha enseñado, y se enseña, que Colón llegó a América en tres
carabelas: La Pinta, la Niña y la Santa María, y hasta canciones infantiles han
compuesto para reforzar en la memoria de los educandos esta especie. La verdad
es que Colón llega a América en dos carabelas, la Pinta y la Niña, porque la
Santa María era una “nao”, que era una nave de cuatro velas redondas y una
latina, y era un barco que servía para el transporte y reparto de alimentos a
las otras naves. Las carabelas eran barcos mercantes que podían transportar
hasta 200 toneladas de mercancías y, según los marinos de la época, tanto
portugueses, como españoles e italianos, la carabela era “a mejor nave que va
sobre el mar”.
Segundo viaje de Colón

Y les miente a los reyes por codicia
Se
especula que en este segundo viaje, a fines de 1494 o principios de 1495, Colón
descubrió, de manera extraoficial, Trinidad, la costa de Guayana, la costa de
Paria y Margarita o Isla de las Perlas. Porque en latín perla es “margaritum”,
de allí que el refrán “echarle margaritas a los cerdos” no se refiere a flores
sino a perlas. Se cuenta que en Margarita se detuvo varios días con el noble
propósito de sacar perlas para su peculio. Este viaje fue omitido a los reyes,
para no compartir el botín con ellos, y en él participó Vespucci, cuyo relato
dio origen a la creencia de que él fue el primero en descubrir la tierra
continental americana. Tras esta exploración, Colón se dedicó a asegurar el
dominio de La Española. Inició el regreso a España en marzo de 1496 y arribó a
Cádiz el 11 de junio.
Tercer viaje con delincuentes: descubre las costas de
Venezuela
Después
de ver confirmados y aun ampliados sus privilegios, Colón emprendió su tercer
viaje el 30 de mayo de 1498, hizo escala en las Madera y Gomera y desde Hierro
siguió hacia las islas de Cabo Verde. Su intención era navegar con rumbo SO.,
pero las calmas y el calor le obligaron a desviarse hacia el norte. Llegó a
Trinidad, recorrió el golfo de Paria, explorando la costa oriental de
Venezuela, y según los estudios y análisis que hiciera la Academia de la
Historia, el almirante ancló las barcas en un lugar que probablemente pudo
haber sido la ensenada de Yacua, al oeste de donde se encuentra actualmente la
localidad de Puerto Macuro, capital del municipio foráneo Cristóbal Colón, en
la costa septentrional-occidental del golfo de Paria, Estado Sucre. Colón no
desembarcó, alegó estar muy enfermo de los ojos, sin embargo envío a Juan de
Terreros, Andrés del Corral, Hernando Pacheco y Juan Quintero a buscar agua. El
nombre de macuro fue recogido, según la tradición, porque los nativos
recibieron a los marineros colombinos al grito de ¡macuro, macuro!, que en
lenguaje chaima significaría “hombre blanco”, aunque en otra versión traduce
“veneno de flecha”. En el marco de la conmemoración de los 500 años del
descubrimiento de Venezuela, la Academia Nacional de la Historia, decidió fijar
el 5 de agosto de 1498 como fecha oficial de la llegada de Cristóbal Colón en
su tercer viaje a tierra firme en las costas del oriente del actual territorio
venezolano. Para realizar este tercer viaje, ya “disipada la leyenda del oro”,
Colón apelará a delincuentes indultados como tripulación. La tierra con forma
de pera y pezón de mujer
Cuando
Colón notifica a los reyes el descubrimiento de las costas de Venezuela, les
acota: “Yo siempre creí que la Tierra era esférica; las autoridades y las
experiencias de Ptolomeo y todos los demás que han escrito sobre este tema
daban y mostraban como ejemplo de ello los eclipses de luna y otras
demostraciones que hacen de Oriente a Occidente, como el hecho de la elevación
del Polo de Septentrión en Austro. Mas ahora he visto tanta deformidad que,
puesto a pensar en ello, hallo que el mundo no es redondo en la forma que han
descrito, sino que tiene forma de una pera que fuese muy redonda, salvo allí
donde tiene el pezón o punto más alto; o como una pelota redonda que tuviere
puesta en ella como una teta de mujer, en cuya parte es más alta la tierra y
más próxima al cielo. Es en esta región, debajo de la línea equinoccial, en el
mar Océano, el fin del Oriente, donde acaban todas las tierras e islas...”.
Y comienza su ocaso
Luego
de la exploración a las costas venezolanas, Colón se dirigió a La Española.
Allí encontró a la población española dividida por la sublevación de Francisco
Roldán. Los motivos de descontento eran básicamente la ausencia de las riquezas
esperadas en aquella zona. Colón tuvo que pactar con los rebeldes y prometerles
cuantiosos beneficios en el comercio de esclavos. Enterados los reyes de la
situación en La Española, decidieron enviar al comendador Bobadilla en el año
1.500 para hacerse cargo de la gobernación y administrar justicia. Bobadilla
mandó apresar a Colón y a sus hermanos y los envió a España, donde los reyes
ordenaron que fueran puestos en libertad y les recibieron en Granada.
Pero pudo hacer un cuarto viaje
El
almirante partió para su cuarto viaje el 11 de mayo de 1502; esta vez le
acompañaban su hermano Bartolomé y su hijo Fernando. El nuevo gobernador de La
Española, Nicolás Ovando, les prohibió la entrada en Santo Domingo. Cruzó el
Caribe, arribo a la isla Guanaja, en la costa de Honduras, y siguió el litoral
hacía el sur hasta las costas panameñas, donde intentó fundar una localidad,
Belén, que hubo de abandonar por las hostilidades con los indígenas. Perdió las
naves una tras otra y apenas pudo llegar a Jamaica, donde permaneció aislado
más de un año y de la que salió el 28 de junio de 1504 para ser recibido por
Ovando en Santo Domingo.
Y muere rico, peleado con la corona y olvidado
Enfermo
de Gota, regresó a España, donde llegó el 7 de noviembre de 1504. Desde
entonces Colón inició la reivindicación de sus privilegios, puesto que si bien
disfrutaba de los beneficios económicos que se le habían prometido en Santa Fe,
en cambio no gozaba de las prerrogativas de almirante y gobernador de las
nuevas tierras. El pleito con la corona quedó en suspenso al producirse la
muerte del almirante el 20 de mayo de 1506 en Valladolid.
Peregrinaje de los restos de Colón
A
pesar de haber exigido se le sepultara en Santo Domingo, sus restos reposaron
en la catedral de Sevilla. Tres años después fueron trasladados al monasterio
de Santa María de las Cuevas de La Cartuja en Sevilla y en 1537, la nuera de
Colón los lleva junto con los de su marido Diego, el hijo de Colón, a la
catedral de Santo Domingo, en la isla La Española. Allí también fueron
enterrados posteriormente su hermano Bartolomé y sus nietos Luís y Cristóbal.
En 1795 España cedió la parte oriental de esta isla a Francia, y decidió
trasladar los restos del almirante a La Habana. En 1877 unos obreros que
trabajaban en la catedral de Santo Domingo encontraron una caja con varios
fragmentos de huesos. En ella se leía la siguiente inscripción: “Varón ilustre
y distinguido, don Cristóbal Colón”, por lo que se piensa que los restos que
llevaron a La Habana fueron de su hermano, de su hijo o de alguno de sus
nietos, aunque la Academia de la Historia de Madrid siempre ha defendido que
los auténticos son los que se llevaron a Cuba, los cuales, en 1898, fueron de
nuevo devueltos a Sevilla, donde permanecen en un hermoso mausoleo. En 1930 se
halló una cripta en el monasterio de Santa María de las Cuevas de La Cartuja de
Sevilla que resultó ser el panteón de la familia Colón y allí estaban los
restos de Diego, el hermano menor de Colón, los cuales fueron exhumados para
hacerles la prueba del ADN para poder determinar cuál de las tumbas posee los
restos auténticos del almirante de la Mar Océana.
Infografía tomada del
libro Conquista y Virreinato, de Antonio del Busto
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