Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

3 de agosto de 2017

¿REVOLUCIÓN O SECTARISMO SALVAJE?
Rafael Marrón González

Las revoluciones fueron necesarias para cambiar un sistema de dominación social clasista y esclavista, pivotado en la ignorancia, como las teocracias, algunas de las cuales todavía existen en el mundo musulmán, y su misión era reconstituir la sociedad sobre nuevos principios políticos, económicos, morales, religiosas, opuestos a los del régimen derrocado, como sucedió con la Revolución de Oliver Cromwell, en Inglaterra, que impuso la república y la libertad, retornado el país posteriormente a la monarquía, y cuya Declaración de derechos (1689) precede el preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776), la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948); la Revolución de los Estados Unidos, única exitosa, que derivó en un proyecto evolucionario incluyente y libertario – en su concepción posible dada la desaparición del anarquismo – y cuya más importante contribución fue ofrecer al mundo un espacio para el ejercicio impune de la libertad del pensamiento, lo que ha generado en su historia una especie de “gentilicio universal” que impuso su idioma como lenguaje  alternativo del planeta. La Revolución francesa, en realidad una dictadura terrorista, una orgía criminal vengativa que devoró a sus padres en un descabellado desenfreno pasional de resentidos sociales y del innoble populacho ignorante mutado en “pueblo” por la demagogia, que llevó a la guillotina, por chismes y acusaciones aleatorias, a más de quince mil personas, que guarda mucha similitud con el sistema comunista de la delación y el ascenso de los peores por incondicionalidad, una farsa sustentada por la publicidad de las suaves maneras de la “Ciudad luz”, que derivó en otra corte imperial. La Revolución independentista de Bolívar, que, sin entrar en juicio de valor,  destruyó 300 años de instituciones políticas eficientes, para hundir a sus países liberados en la miseria,  sumidos en la más atroz ignorancia que los somete al imperio de “tiranuelos de todos los colores”. Y la Revolución rusa (1917), devenida en bolchevique por el asesinato sistemático de los mencheviques y disidentes, que todos sabemos cuál fue su resultado después de setenta años y cuarenta millones de muertos por la medida chiquita. Luego de estas cinco revoluciones que cambiaron en verdad el sistema político, insisto en el tema, porque las cosas hay que decirlas tantas veces como necesarias para cerciorarse de haber sido comprendido, en la actualidad se denominan como tales, por vergüenza, a la toma del poder político por la fuerza o, como sucede inéditamente en Venezuela, para justificar la pretensión de subvertir el orden constitucional republicanos desde el gobierno electo por equivocación popular, que al perder la fuerza de la mayoría electoral, apela a la más eficiente de las armas corrompidas, el soborno y la coacción. Vulgares golpes de estado considerados, por toda la humanidad, como degradadas expresiones políticas pervertidas por las ansias de poder.
En realidad sectarismo salvaje
Los gobiernos comunistas se caracterizan por imponer un sectarismo propio de los ejércitos de ocupación, con desprecio y odio al enemigo vencido al que se niega hasta el agua. Un sectarismo salvaje, sin cortapisas, que convence a los beneficiarios de su condición de privilegiados de la magnanimidad del gobierno, sin percibir que su sumisión exacerba la capacidad de dominio y las exigencias que debe cumplir, si quiere seguir comiendo, serán cada vez mayores, hasta convertir al pueblo en esclavo de su hambre. Qué tristeza produce verlo. Por eso la historia nos grafica la vergonzosa situación de hijos denunciando a sus padres por comentarios adversos al régimen, que son premiados con alguna bagatela convertida en ansiado deseo, como una palmada en las espaldas. Maduro & Cia está practicando ese aplastamiento de la dignidad con el pueblo venezolano más humilde, al que desde su seno le han brotado operarios intuitivos impiadosos, estimulados por la falsa sensación de pertenencia al poder, que con saña inaudita aplican a sus pares de pobreza el sectarismo salvaje que exige rituales y ofrendas y silencio, para otorgarles la mísera prebenda –una bombona de gas, medicinas, una bolsa Clap - cuya ausencia suele producir alguna tímida protesta que evidencia la pérdida de la dignidad - con las que la egregia omnipotencia los distingue.  
Acción sin reacción        
El sectarismo salvaje, aplicado al principio con agentes armados de fusiles en las colas, dispuestos a matar cualquier reacción, lentamente se ha ido introyectando como una necesidad de sumisión por la supervivencia, al extremo de que ya los agentes casi no hacen falta, el pueblo disfruta el insulto y lo hace suyo para vivir en paz, palabra ya vacía que solamente representa la falta de reacción del pueblo ante la bota que lo oprime. Y el discurso oficial no cesa de señalar que la reacción a sus perversas políticas excluyentes son propias de la clase media y de los ricos que protestan, porque el pueblo está contento y lo apoya y acudirá a votar en masa delirante en la sustituyente, que dará carácter constitucional al sectarismo salvaje que le permitirá a esta banda de forajidos seguir tan campantes en el usufructo del poder. Ignora esta masa sumisa por el hambre que el sectarismo salvaje no es solo una práctica excluyente sino un sistema que conculcará cada asomo de libertad en nombre del hambre, no solo de comida, sino también de tener una olla arrocera, como el pueblo cubano, hasta sumir a la nación posible en el más abyecto silencio, como fue en la Unión Soviética y Polonia y Checoslovaquia y es en Corea del Norte, China y Cuba. Solo con la reacción furiosa de ese pueblo, que debe comenzar a verse en su totalidad, ya que tiene representantes voluntarios entre los más de cien muertos selectivos que lleva la represión, será posible eliminar esa forma de terrorismo de estado sustentada por la miseria moral, la del hombre sin visión de su propia historia.          
En resumen
El comunismo, no me cansaré de repetirlo, asido de la historia, es una secta de asesinos, ladrones, pervertidores de menores y practicantes del sectarismo salvaje. Venezuela, desgraciadamente, se ha convertido en el último laboratorio de este experimento social, mil veces fallido, que no entiende que no sirve ni servirá jamás, sin importar cuanto ensaye el producto siempre será el mismo, por eso la persistencia de sus cultores es evidencia de su genética disposición al crimen. De allí su necesidad de asesinar, encarcelar, exiliar a sus adversarios, a los que considera enemigos y traidores a la patria, porque, además, tiene su propia definición, la patria se reduce a la casa del partido comunista, en Venezuela se llama PSUV, máxima instancia del poder militar, y todo quien no esté dentro, de rodillas, es traidor a la patria. Ya vendrá el himno glorioso del partido a sustituir al Himno nacional en las escuelas, como ya fue sustituido el culto a Bolívar por el culto a Chávez, el incorruptible porque su cadáver no se pudre. Y tendremos que cantarlo en las colas si queremos que nos alcance la munificencia de Maduro & Cia, que ejerce, como forma de campaña electoral para su sustituyente, la más vil de las coacciones contra los trabajadores de la nómina del estado - “…aquí o estás a favor del Gobierno o no estás. Si consideras que tu opción es otra, entonces redacta tu carta de renuncia” - que saben el grosero poder que, por encima de la ley y de las convenciones colectivas, tiene este gobierno capaz de dejar sin sus empleos, sin importar calificación, experiencia o años de servicio, a humildes padres y madres de familia, con la pérdida de sus prestaciones sociales y sin derecho a reclamo alguno, porque no existe justicia en Venezuela sino linchamiento político, como fue el caso de los trabajadores de PDVSA botados por Chávez, si se oponen a sus designios dictatoriales. Veinte mil trabajadores calificados dejó Chávez en la calle, robándoles sus prestaciones, que fueron desalojados de sus hogares a punta de fusil en la madrugada, algunos de los cuales cometieron suicidio por la desesperación. Fueron sustituidos por otros tantos incondicionales, como sucederá en esta oportunidad, que no dejarán pasar, para cubrir vacantes forzadas con serviles fanatizados. Esta gente es perversa y no tiene piedad, que es la definición ontológica del ser humano, y, además aplica la ley con sádica crueldad. ¿Cómo puedo yo, en particular, pedir a individualidades coaccionadas por la codicia, que dependen de un salario del estado para subsistir, que no obedezcan el mandato del poder que conculca sus derechos, si carezco de medios para garantizárselos? Sería miserable de mi parte exigir a quienes van a sufrir consecuencias que hagan lo que no tiene consecuencias para mí. Además, y no es un deseo, para lo que va a durar esa ridícula degradación moral no vale la pena el sacrificio.   


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