Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

3 de abril de 2015

PUEBLO Y NO-PUEBLO


 Definitivamente el chavismo, como sistema de gobierno antidemocrático, sectario, represivo, corrupto, centralista, militarista, ávido del poder como fin, ruinoso en lo económico y totalitario en lo político, ha logrado la división del pueblo venezolano, pero no como lo buscaba el ideal marxista de Fidel Castro, su creador, horizontalmente entre pobres y ricos, sino entre pueblo y no – pueblo, lo que en el aspecto económico ha derivado entre cómplices y víctimas.
 
Pueblo: los ciegos seguidores acríticos que reciben distintos niveles de beneficio oficial, constituidos en cómplices, por la supervivencia, de los desmanes y corruptelas y traiciones de la fascista oligarquía gobernante. Una nueva categoría nobiliaria, con escudo de armas y privilegios aristocráticos. 
 
No-pueblo, los ciudadanos caracterizados por su alta criticidad, sometidos a la condición de víctimas del sectarismo gubernamental,  a quienes se niega derechos constitucionales y humanos, además de beneficios sociales sufragados con el erario, que conforman la nueva “pobresía” nacional, pero sometida al escarnio de la injusticia y el vejamen.
 
Esta división fue prolijamente diseñada mediante el infame discurso socialcomunista que propugna la “igualdad” por encima de la libertad, que excluye cuidadosamente, como antagónico,  todo lo que se destaque para la participación eficiente y productiva que coadyuva el progreso colectivo por el desarrollo individual. Y de esta manera brutal,  el hijo de analfabetos, nacido en el deshilachado Zanjón Hondo,  cuyo destino era doblar el lomo sobre el improductivo conuco, pero  que a fuerza de lucidez y coherencia, que los militaristas llaman disciplina y orden, y gracias a  la movilidad social generada por la gratuidad de la educación superior, asciende en la escala de los valores humanos, en lugar del orgullo compatriota, desde ese momento,  para su íntimo dolor, no es  pueblo.  ¡Es un “no-pueblo”!
 
Pueblo somos todos   
 
Fue de la Revolución Francesa que heredamos la definición de pueblo como lo correspondiente a los estratos más humildes y desinformados de la urbe, a la que apelan los demagogos cuando lo invocan. Pero hoy en día, la definición de pueblo remite a comunidad organizada, valor ascensional para la masa.
Pues, se es pueblo en la medida en que el individuo, en su función de ciudadano, se sienta participante de una aspiración positiva colectiva y sea capaz de asociarse u organizarse con otros para lograrla. Es decir que a partir de la disgregación de la masa en comunidades debidamente organizadas, integradas por individuos conscientes de su condición política y social, específicamente formados, el pueblo será más fuerte y capaz de depositar su soberanía y sus más sentidas aspiraciones en las manos adecuadas.
 
Para el deber ser de la política la lucha a ganar sería que el individuo de alma colectiva disuelto en la masa, introyecte la necesidad de formarse para constituirse en pueblo, porque la legalidad del poder tendría como valor específico la legitimidad concedida por una elección consciente, ya que la masa elige por estímulos emocionales externos, y, en extremo, como está ocurriendo hoy, por la manipulación de sus más oscuros sentimientos, cuando debe elegir para su conveniencia por convicción interna si fuera pueblo.
 
La lucidez del progreso por el desarrollo humano
 
Nosotros, los excluidos como “no-pueblo”,  hemos cumplido siempre con nuestro deber histórico de alertar sobre las perversiones implícitas en  las promesas imposibles de demagogos y populistas. Nuestra democracia vivió  no pocas confrontaciones sangrientas, a causa de este discurso imposible, que propugna la repartición equitativa de una riqueza no creada, en lugar de convocar a su producción equitativa, obviando que si el hombre, como humanidad por supuesto,  no está formado debidamente para la producción, sencillamente no producirá, aunque se le obsequien todos los recursos de la tierra.
 
Porque es ley inexorable que la simple posesión del bien o del dinero no garantiza prosperidad sino hay cultura, pero como al socialcomunismo le interesa la precariedad de la pobreza para su subsistencia, entonces financia la ignorancia, la estimula, encumbra y condecora. Venezuela no puede continuar dividida entre los que, por carencias culturales, viven de asombro en asombro rebasados por la inusual y excesiva cotidianidad del futuro, y los que por dinámica contextual se mantienen inmersos en ese futuro científico y tecnológico que  pertenece por su acceso a la información y su capacidad perceptiva, a su presente.  
 
Además, nosotros, los que la estitiquez mental de un gobierno fracasado ha lanzado al desprecio de lo no-pueblo,  portamos en realidad los valores ascensionales del pueblo venezolano. Por ello, los injuriados como “no-pueblo” tenemos el deber indeclinable de, en primer lugar,  no permitir que nos derrote el discurso del odio de los socialcomunistas y negarnos a abandonar el suelo donde hemos nacido y que con todo derecho nos pertenece, aunque parezca suficientemente justificada la emigración por la vieja aspiración del chavismo de generar una guerra civil, para lo cual han creado todo un tinglado de mentiras mediáticas, como las de Bush para invadir Irak.
 
Tenemos, en segundo término, por todos los medios a nuestro alcance, que propiciar que la Venezuela seducida por el maligno influjo del nefasto chavismo comprenda que tiene que asumir estructuralmente el trabajo, el estudio y la responsabilidad como fórmula del progreso por el desarrollo de las potencialidades individuales, si en verdad quiere superarse, porque el hombre es heredero universal del derecho a ser artífice de su propio destino, y sus herramientas son la vida, la libertad y la propiedad. Y, en tercer lugar, hacer todo lo conducente  para eliminar del pensamiento del gentilicio la ominosa sombra del tirano providencial, de cualquier signo,  pero que en la izquierda es una especie de luminoso vengador errante que pretende conducir al pueblo, por la violencia y el saqueo, al disfrute del esfuerzo de otros. Es decir, a convertirlo en delincuente inconsciente de su astrosa realidad. Sale pa´llá.
 
Rafael Marrón González
 

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