Es bastante difícil lograr que la aduldolescencia – adulto
con síndrome de adolescencia tardía – escuche la voz de la verdad, sobre todo
si la mentira que lo encandila está recubierta de promesas conjugadas en
futuro, aunque imposibles a la luz del más elemental de los análisis
críticos, propios de la razón, del sentido común y de la lógica, para no
mencionar la experiencia donada por la historia.
El socialismo, el
real, no la fábrica de ilusiones para seducir conmovedoras inocencias de todas
las edades, ha logrado imponer la convicción de que es posible lograr la
igualdad, la felicidad y el progreso por decreto, sin el concurso del esfuerzo
individual. Ello le ha redituado pingües beneficios a la oligarquía empoderada
por la ingenuidad en cuyo nombre alega gobernar, cuando en verdad es la
carcelera de sus derechos, como estamos viendo en la actualidad venezolana.
El gobierno, una
oligarquía real, se publicita como “de los trabajadores”, y estos creen que es
cierto que ellos están en el poder – “el compañero Maduro me dio la espalda” -
cuando no es más que un eufemismo para privarlos de sus reivindicaciones,
puesto que al ser gobierno y este dueño de la empresa, el trabajador no precisa
protección contra sí mismo, cuando en realidad se asume como un activo
del Estado, es decir que el trabajo no es un activo social, sino una obligación
del individuo con el Estado, por ello el socialismo es enemigo de los contratos
colectivos – socialismo no paga prestaciones sociales – y de los sindicatos
independientes, que son sustituidos por organizaciones gubernamentales,
encabezadas por esquiroles, que en el caso venezolano opinan que, por ejemplo
los sidoristas, “pretendan la barbaridad de mantener su permanente
espiral de reivindicaciones salariales”, obviando, en su desprecio por lo que
consideran una perversión burguesa, que el salario ha sido mermado por la
inflación generada, precisamente por las políticas socialistas del régimen, y
que esa “espiral de reivindicaciones”, como la descalifica el desprecio
socialista, es producto de la justa aspiración de los trabajadores de tener una
calidad de vida cada vez mejor, y ese deseo eminentemente humano pretende ser
castrado por el socialismo, lo que define su inhumanidad además de evidenciar
su procedencia como “error intelectual".
El socialismo en
su práctica, y hay que aprender a diferenciar la serenata de enamorar, de la
realidad, es un sistema “obrerofago”, sobrevive alimentándose del trabajo de
los ciudadanos a los que se priva de jerarquía laboral, todos son
obreros, por esto la ignorancia cree que el socialismo es el cielo de los
obreros. Pero la doliente ingenuidad que deja los pulmones frente a un horno de
Sidor, envejecido prematuramente, jura por el saldo de vida que le queda que el
socialismo lo sacará de abajo.
Y no pienso que la
represión recientemente recibida en estos predios lo haga cambiar de creencia,
pues ya ha llevado palo del bueno en otros días, en vida del extinto, y siguió
impertérrito en su fe de carbonero rezándole al come obreros del Che o gritando
en los portones que es más “chavista” que el extinto. Y es que la combinación
de resentimiento con ignorancia es mortal para la libertad.
Cuba como ejemplo nefasto
Bastaría echarle
una ojeada a la Constitución cubana para que los trabajadores venezolanos
salieran espantados, ella, por ejemplo, pregona un supuesto Estado donde “se
realiza la voluntad del pueblo trabajador”, pero la realidad es que no existe
en ella ni un solo artículo que mencione alguna reivindicación para el
trabajador, como la obligación de pagar prestaciones sociales que ordena el
artículo 92 de la Constitución venezolana; ni artículos que garanticen un
salario mínimo, ni la estabilidad en el trabajo ni protección contra despidos
injustificados, ni el derecho a huelga como lo contemplan nuestros
artículos 87, 91, 93 y 97; ni ciertos principios del derecho laboral que son
internacionalmente comunes, y que los contempla la Constitución de Venezuela en
su artículo 89, como por ejemplo:
“Los contratos
laborales se interpretan en la forma más favorable al trabajador”.
“Los derechos
laborales son irrenunciables”.
“Se prohíbe todo
tipo de discriminación por razones de política, edad, sexo o credo o por
cualquier otra condición”.
“Deben existir
límites obligatorios a los trabajos que sean potencialmente peligrosos o
dañinos a la salud y las medidas de seguridad son obligatorias”.
Es notable que el
derecho a la libre sindicalización y el de la contratación colectiva no
existan, como sí existen en la Constitución venezolana, en sus artículos 95, 96
y 97. Pues en la relación laboral siempre existirá quien ordena y quien obedece
y si el que ordena es el gobierno y detenta todo el poder es evidente que el
potencial para abusos es ilimitado. Y en todo caso: ¿Cómo puede coexistir la
sindicalización libre con el "trabajo voluntario, no remunerado - y
obligatorio - realizado en beneficio de toda la sociedad, en las actividades
industriales, agrícolas, técnicas, artísticas y de servicio, como formador de
la conciencia comunista de nuestro pueblo”?, que establece la carta
fidelista.
La regulación del
trabajo es uno de los abusos más notorios del sistema comunista. ¿Sabes cómo
concede el gobierno cubano las libertades que tú disfrutabas en la Venezuela
democrática? Pues, entérate, porque la ignorancia es la madre de todas las
estupideces:
Artículo 62:
“Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida
contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del
pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este
principio es punible”. Y algo de suma importancia: la indefensión jurídica del
trabajador, ya que es omnímodo el monopolio que la constitución fidelista
confiere al Estado “para resolver cuestiones laborales y sindicales”.
¿Qué te parece?
Sindicalista venezolano que se confiese socialista o es un farsante al servicio
del patrono gobierno o es un estúpido. Ambas cosas conspiran en contra de tus
derechos laborales. Respóndele como hombre libre: ¡Sale pa´allá!
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