Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de octubre de 2014

GOBIERNO OBRERÓFAGO



Es bastante difícil lograr que la aduldolescencia – adulto con síndrome de adolescencia tardía – escuche la voz de la verdad, sobre todo si la mentira que lo encandila está recubierta de promesas conjugadas en futuro, aunque  imposibles a la luz del más elemental de los análisis críticos, propios de la razón, del sentido común y de la lógica, para no mencionar la experiencia donada por la historia.

El socialismo, el real, no la fábrica de ilusiones para seducir conmovedoras inocencias de todas las edades,  ha logrado imponer la convicción de que es posible lograr la igualdad, la felicidad y el progreso por decreto, sin el concurso del esfuerzo individual. Ello le ha redituado pingües beneficios a la oligarquía empoderada por la ingenuidad en cuyo nombre alega gobernar, cuando en verdad es la carcelera de sus derechos, como estamos viendo en la actualidad venezolana.

El gobierno, una oligarquía real, se publicita como “de los trabajadores”, y estos creen que es cierto que ellos están en el poder – “el compañero Maduro me dio la espalda” - cuando no es más que un eufemismo para privarlos de sus reivindicaciones, puesto que al ser gobierno y este dueño de la empresa, el trabajador no precisa protección contra sí mismo, cuando en realidad  se asume como un activo del Estado, es decir que el trabajo no es un activo social, sino una obligación del individuo con el Estado, por ello el socialismo es enemigo de los contratos colectivos – socialismo no paga prestaciones sociales – y de los sindicatos independientes, que son sustituidos por organizaciones gubernamentales, encabezadas por esquiroles, que en el caso venezolano opinan que, por ejemplo los sidoristas, “pretendan la barbaridad  de mantener su permanente espiral de reivindicaciones salariales”, obviando, en su desprecio por lo que consideran una perversión burguesa, que el salario ha sido mermado por la inflación generada, precisamente por las políticas socialistas del régimen, y que esa “espiral de reivindicaciones”, como la descalifica el desprecio socialista, es producto de la justa aspiración de los trabajadores de tener una calidad de vida cada vez mejor, y ese deseo eminentemente humano pretende ser castrado por el socialismo, lo que define su inhumanidad además de evidenciar su procedencia como “error intelectual".

El socialismo en su práctica, y hay que aprender a diferenciar la serenata de enamorar, de la realidad, es un sistema “obrerofago”, sobrevive alimentándose del trabajo de los ciudadanos a los que se priva de  jerarquía laboral, todos son obreros, por esto la ignorancia cree que el socialismo es el cielo de los obreros. Pero la doliente ingenuidad que deja los pulmones frente a un horno de Sidor, envejecido prematuramente, jura por el saldo de vida que le queda que el socialismo lo sacará de abajo.

Y no pienso que la represión recientemente recibida en estos predios lo haga cambiar de creencia, pues ya ha llevado palo del bueno en otros días, en vida del extinto, y siguió impertérrito en su fe de carbonero rezándole al come obreros del Che o gritando en los portones que es más “chavista” que el extinto. Y es que la combinación de resentimiento con ignorancia es mortal para la libertad.

Cuba como ejemplo nefasto

Bastaría echarle una ojeada a la Constitución cubana para que los trabajadores venezolanos salieran espantados, ella, por ejemplo, pregona un supuesto Estado donde “se realiza la voluntad del pueblo trabajador”, pero la realidad es que no existe en ella ni un solo artículo que mencione alguna reivindicación para el trabajador, como la obligación de pagar prestaciones sociales que ordena el artículo 92 de la Constitución venezolana; ni artículos que garanticen un salario mínimo, ni la estabilidad en el trabajo ni protección contra despidos injustificados, ni el derecho a  huelga como lo contemplan nuestros artículos 87, 91, 93 y 97; ni ciertos principios del derecho laboral que son internacionalmente comunes, y que los contempla la Constitución de Venezuela en su artículo 89, como por ejemplo:

“Los contratos laborales se interpretan en la forma más favorable al trabajador”.
“Los derechos laborales son irrenunciables”.
“Se prohíbe todo tipo de discriminación por razones de política, edad, sexo o credo o por cualquier otra condición”.
“Deben existir límites obligatorios a los trabajos que sean potencialmente peligrosos o dañinos a la salud y las medidas de seguridad son obligatorias”.

Es notable que el derecho a la libre sindicalización y el de la contratación colectiva no existan, como sí existen en la Constitución venezolana, en sus artículos 95, 96 y 97. Pues en la relación laboral siempre existirá quien ordena y quien obedece y si el que ordena es el gobierno y detenta todo el poder es evidente que el potencial para abusos es ilimitado. Y en todo caso: ¿Cómo puede coexistir la sindicalización libre con el "trabajo voluntario, no remunerado - y obligatorio - realizado en beneficio de toda la sociedad, en las actividades industriales, agrícolas, técnicas, artísticas y de servicio, como formador de la conciencia comunista de nuestro pueblo”?, que establece la carta fidelista. 

La regulación del trabajo es uno de los abusos más notorios del sistema comunista. ¿Sabes cómo concede el gobierno cubano las libertades que tú disfrutabas en la Venezuela democrática? Pues, entérate, porque la ignorancia es la madre de todas las estupideces:

Artículo 62: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”. Y algo de suma importancia: la indefensión jurídica del trabajador, ya que es omnímodo el monopolio que la constitución fidelista confiere al Estado “para resolver cuestiones laborales y sindicales”.

¿Qué te parece? Sindicalista venezolano que se confiese socialista o es un farsante al servicio del patrono gobierno o es un estúpido. Ambas cosas conspiran en contra de tus derechos laborales. Respóndele como hombre libre: ¡Sale pa´allá!   

Rafael Marrón González

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