Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de octubre de 2014

¿SOCIALISMO? DICTADURA Y POBREZA



La ignorancia es el flagelo de la democracia, como lo es la incultura al progreso: se cansa el verbo de señalar los elementos que hacen imposible conciliar el socialismo, el real, no la serenata teórica, con los principios democráticos, sencillamente porque los valores que sustentan la democracia hacen imposible el éxito de una forma de gobierno de suyo autoritaria, que se considera “la alternativa”, la máxima aspiración política de los pueblos, de tal manera que si llega al poder, por cualquier vía, es para quedarse, para el “siempre” de la estupidez. Así que socialismo es dictadura o no es socialismo.

La ignorancia suele sorprenderse cuando la realidad del socialismo la alcanza: “¡esto no es socialismo!”. “¿Qué socialismo es este?”. Porque las palabras usadas por el socialismo en su serenata son irresistibles para la ignorancia: “gratis”, “dar”, “repartir”, “justicia social”, “igualdad”, “felicidad… por decreto”, “todo el poder para el pueblo”, “igual salario por el mismo tiempo”, “el triunfo del proletariado”, “poder popular”, “comuna”, y ese imposible semántico por contradicción de términos: “gerencia obrera”. El socialismo, que ha destruido toda posibilidad de popularizar el desarrollo con su nefasto parasitismo social, ha logrado introyectar la idea de la igualdad, la seguridad social y el bienestar general como derechos adquiridos a los cuales se puede acceder sin responsabilidad alguna con la sociedad. 

Por ello en ninguna parte de la serenata habla de trabajo - “hay una sola clase de hombres, los que trabajan” decía Juan Domingo Perón - ni de estudio y responsabilidad – consigo, con los suyos, con la sociedad – ni de esfuerzo y mérito – obtenido por el tenaz cumplimiento del deber – ni de compromiso - lealtad, probidad, integridad – ni tampoco de equidad. Y menos de una palabra que es anatema para el socialismo: productividad, pero entiéndase que nacional, porque hay que ver como estimula este socialismo la productividad internacional que nos vende hasta papelón con limón.

Y su desconcierto deriva de haber creído con fe militante  que socialismo es... capitalismo pa´los obreros, pero sobre todo para inservibles, flojos y mantenidos. De nada vale presentar casi cien años de fracasos del socialismo donde ha sido, precisamente por la inviabilidad de obtener eficiencia a través del ascenso de los peores, indicando con evidencias que, por ejemplo, socialismo no paga prestaciones sociales – de allí la estupefacción de los sidoristas por las declaraciones de Cabello, a pesar de habérselos dicho incontables veces por este y otros medios, pero siguen sin captar que es el modelo no Cabello ni Maduro, así de perversa es la ignorancia - y que considera la movilidad social por el mérito, inmoralidad pequeño burguesa, y la propiedad privada un robo, cuando es el primer factor de la libertad del individuo.

El lloroso despertar de la ignorancia

Cuando el pueblo despierte - regularmente demasiado tarde - del arrobo romántico que le produjo miríada de votos a los socialistas, que usan los elementos de la democracia para destruirla, se dará cuenta de que el gobierno, al que le endosó ingenuamente su soberanía, lo usó de estribo para montarse en el poder y  crear una nueva burguesía pero de ladrones y traficantes, mientras la “repartición de la riqueza” que le hizo agua la boca, se traduce en una larga cola frente anaqueles vacíos, con la libreta de racionamiento en la mano y en el lomo el sello que certifica haberle vendido el alma al partido.

Pero cómo introyectar esta verdad incontrovertible a priori, a un pueblo pervertido por la promesa de vivir sin trabajar – cambio riqueza petrolera por ciudadanos - que no quiere escuchar la verdad que lo hará libre por la asunción responsable de sus actos, y cuya premisa es universal: este sistema fallido y forajido de gobierno no puede combatir la pobreza, pues además de que su desacierto en materia económica reditúa obligatoria miseria, la pobreza le es tan necesaria como el militarismo.

Sin pobreza mendicante no es posible la perennidad del socialismo, que, como le expresara Fidel al insepulto, es miseria para todos. Es incalificable que un pueblo no sea ni siquiera capaz de analizar la realidad de un gobierno  que ha entregado a todo pulmón la soberanía política de la nación a Cuba, la económica a China y la alimentaria a Brasil y Argentina. Y cuya generosidad irresponsable derivó de los altos precios del petróleo, y no de la superioridad moral del socialismo, y que al bajar estos o declinar la producción petrolera, como está sucediendo, ese reparto se imposibilita dejando a los favorecidos en peor estado de postración social. Y, lo más grave, que para compensar su desastre financiero, en lugar de rectificar esta insania, esté apelando a los ruinosos empréstitos internacionales, uno de los argumentos del extinto para alzarse contra la democracia, septuplicando la deuda que para aquel momento tenía la república, hipotecando a futuro  la ya exigua producción petrolera a los salvajes capitalistas chinos, lo que extenderá la pobreza por siglos.

Así de inconsciente es el pueblo que insiste en apoyar esta inmensa traición a la soberanía nacional y a la libertad de su nación. Y este es un misterio desentrañable: “No existe en el mercadeo internacional un producto peor que el socialismo que se haya vendido tanto y durante tanto tiempo. Es un misterio que un producto tóxico para la libertad del individuo y para el desarrollo de un país tenga como adeptos fanáticos especialmente aquellos que más perjudica”. Por eso Bolívar, el histórico, no el político que sirve para los intereses de cuanto desaprensivo quiera hurgar en las entrañas del pueblo, el que es símbolo de unidad para todos los venezolanos, sencillamente porque solamente puede querer el bien para todos, no se peló: “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”. Sale pa´llá.   


Rafael Marrón González

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