Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de octubre de 2014

DE LA MEMORIA HISTÓRICA



Escucho decir a una señora, de edad respetable, que había que hacer una colita – de cinco horas – pero sí se conseguía aceite. Si se hubiera tratado de una adolescente no tendría mayor importancia, pero tratándose de una persona que atravesó como adulto por lo menos la mitad del siglo XX, es inexcusable, porque esta persona fue testigo del abastecimiento hasta con exceso y la pluralidad de marcas de los productos de primera necesidad como el aceite – antes de la llegada al poder de esta plaga perniciosa, infectada de la imbecilidad socialista, que somete al pueblo a la sumisión por la subsistencia, mediante la aplicación de controles en el suministro de alimentos, porque pueblo en cola no reclama derechos.

Es incierto que sean ineficientes, son sencillamente hijos de puta. Crean inflación y desabastecimiento por reacción. El pueblo que hace cola no las sufre, y, al contrario, se beneficia pecuniariamente, pero la ciudadanía independiente, que trabaja y se rebela contra sus delirios comunistas, pues conoce los peligros contra la libertad que ese modelo antinatural y esencialmente criminal representa,   es puesta en la disyuntiva de ceder su dignidad y entrar por el aro o sufrir las consecuencias.

Ellos cuentan con que la ignorancia tiene como falencia adicional la incapacidad mnemotécnica. El ignorante vive al día, sin recuerdos ni historia. Es una especie de concha de aguacate flotando en una laguna. Por eso les es tan fácil a los demagogos socialcomunistas, como estos, meterlos en una cola por una bombona de gas que en años recientemente anteriores eran llevadas a sus casas, luego de pedirlas por teléfono.

La memoria histórica es un valioso recurso que nos permite valorar nuestro pasado y hacer comparaciones que permitan un juicio crítico. Por ello, y ante su obvia ausencia, es imperativa una gran cruzada nacional para restablecerla, mostrando a viva voz el pasado reciente de la nación en materias tan sensibles como servicios públicos, educación salud, seguridad y abastecimiento.

No basta con señalar precariedad y carencia, hay que enfrentar el discurso gubernamental negador del pasado, que muestra como grandes logros el abastecimiento regulado, ahora con captahuellas que traducen “libreta de racionamiento digital”; que ahora sí “tenemos patria” – quien repita esto y se llame bolivariano es un idiota sin remedio – la guerra al contrabando – el tráfico ilegal de mercaderías entre Colombia y Venezuela es histórico, el problema es que ahora no hay producción de este lado y hay más dólares del otro – que han reducido la pobreza, mentira de tamaño oceánica, ya que sus propios dirigentes se han encargado de aclarar que la pobreza es la base fundacional del proceso revolucionario, y que no les conviene combatirla porque al convertirse en clase media, los pobres se meten a “escuálidos”, es decir recobran su capacidad de pensar, anulada por el virus del parasitismo social que a demasiados venezolanos, de los catalogados en pobreza, disfrutan a flojera batiente.

A recordar se ha dicho    

Desde el comienzo de esta pesadilla la dirigencia opositora ha asumido la cómplice posición suicida de acompañar al gobierno en su complejo de Adán. Se prohíbe hablar del pasado. Sin embargo nuestra única arma contra el verbo conjugado en promesas a futuro de esta imbecilidad decadente, es mostrar los logros de los cuarenta años de democracia, porque el pasado es…

la represa de Guri, que permitió energizar todo nuestro territorio con el ahorro de millones de barriles de petróleo,  o la construcción de Ciudad Guayana, que costó 25.000 millones de dólares, cifra similar a la extraída ilegalmente de Cadivi.

El pasado es…

ochenta mil kilómetros de carreteras clase A y autopistas y puentes y el asfaltado de miles de kilómetros de vías de penetración rurales, que sistemáticamente está destruyendo esta inservible administración de la infraestructura nacional.

El pasado es…

la formidable red de hospitales y ambulatorios eficientes que atendían las necesidades de salud de la población frente al engaño político de Barrio Adentro que consume el presupuesto de la institucionalidad formal, generando el grave deterioro en la materia que hoy sufrimos los venezolanos.

El pasado es…

Tres mil seiscientas escuelas creadas por el gobierno del Rómulo Betancourt en sus primeros dos años de gobierno, que le merecieron un reconocimiento de la Unesco. ¿Cuántas ha hecho  “el proceso” en estos dieciséis años de despilfarro, corrupción y destrucción de lo construido, por envidia?

Así que sí, hay que hablar del pasado claro y alto, porque fue ese pasado el generador de la clase media – incluyendo su versión deformada, sustantivada en una contradicción de términos “clase media socialista” – y la clase media profesional con decenas de miles de egresados universitarios – de Universidades de verdad - en distintas áreas del conocimiento científico, tecnológico y humanista, que ahora, gracias al milagro al revés de la idiotez socialcomunista se ven obligados a emigrar.

Y hay que hablar del pasado en materia de seguridad, sobre todo porque el propio gobierno declara que el 76% de los homicidios son por enfrentamiento entre bandas de delincuentes, cuyos integrantes son jóvenes que tenían entre 5 y diez años cuando este elefante penetró a la cristalería de la república causando los destrozos morales, éticos y sociales que su ignorancia y barbarie anunciaban.

Los errores del pasado                    

Fueron muchos los errores y las perversiones cometidas por el estamento político en ese pasado, que con sus bemoles es inmodificable, pero esa no fue la causa de la caída de la república liberal, sino la baja de los precios del petróleo que impidió que los subsidios en blanco continuaran alimentando el clientelismo político llamado “pueblo”. Y eso mismito está por sucederle al proceso, pues ya la OPEP anuncia una baja en los precios petroleros, que aunado al despilfarro que generó esta crisis, se llevará por los aires el espejismo revolucionario que devastó la Venezuela desarrollada que comenzaba a descollar en el mundo civilizado. El retroceso ha sido tan brutal, que ya el paisaje venezolano promociona desolación. Sale pa´llá.   


Rafael Marrón González

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