Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de mayo de 2013

LA BELLAQUERÍA PATRIOTERA



“El patriotismo es el último refugio de los canallas”, célebre frase del poeta inglés Samuel Jhonson que aplica perfectamente a la camarilla que se apoderó de las instituciones republicanas con la intención de imponer el modelo cubano de destrucción masiva que convirtió un país próspero en un lodazal de ignominia. El proclamado Nicolás Maduro, por ejemplo, se refiere a la masiva pérdida de votos de su herencia política alegando que “un grupo de patriotas engañados votaron por los enemigos de la patria”, esto reseña como antipatriotas al universo electoral que considera que el comunismo es una virulenta enfermedad mental que carcome las bases productivas de la nación, con la ruina como producto final.

Y que “patriotas” son todos aquellos seres de claridad inmarcesible que votaron por la inflación, el desabastecimiento, las fallas crónicas del sistema eléctrico, la quiebra de las empresas de Guayana, la violación a los contratos colectivos, la destrucción del sistema vial de la nación, entre un largo etcétera que incluye la falta de vivienda y la precarización de los servicios públicos que afecta mayoritariamente a esta suerte de “patriotas” de “lo mío me lo dejan en la olla”, que dan la razón plena a Bolívar cuando expresara que “un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.

Obviando, por ahora, que decidieron elegir un presidente que formó parte ejecutiva del gobierno anterior y por lo tanto responsable directo del desastre integral que aqueja al país, en franca contradicción con la posición de estos mismos “patriotas” – “pata en el suelo”, los llamó su nuevo líder – que sufrían las calamidades producidas por la ineficiencia de los incondicionales por la rapiña, porque según la aguda percepción que los aniquila, el presidente muerto no sabía de sus penurias, porque la culpa la tenían sus subalternos, es decir Maduro.

Estos “patriotas”, a la manera de Maduro, son incapaces de entender que el mayor daño infligido a la dignidad patriótica es haber devaluado la moneda durante sucesivos decretos antinacionales – de 649 Bs x $ a 6.300 (6,30) en 13 años, 869%  y  con el agravante del barril de petróleo por encima de los $100 - pues el valor de una moneda es motivo de orgullo patriota, ya Sócrates aconsejaba devaluar la moneda de los países invadidos para quebrar la resistencia ciudadana. Qué distinto sería si estos “patriotas” de oropel – ahora con la estrella de Fidel en la solapa – fieles a su discurso nacionalista, se hubieran dedicado a fortalecer la economía para rescatar el poder adquisitivo de la moneda, cuya destrucción, es cierto, comenzó en 1983, pero estos “patriotas” uña en el rabo siguieron tan campantes devaluando y devaluando, es decir traicionando y traicionando, para llegar hasta imponer el peso cubano como moneda nacional, lo que deduzco de sus húmedas obsesiones fidelistas.

¿Por qué no le preguntarán al fariseo de Rafael Correa por la dolarización de la economía ecuatoriana? En la década de los ´70, la de mayor crecimiento económico, nuestra moneda tenía curso legal internacional, como el dólar o la libra esterlina, pero una sucesión de errores políticos, estupidez económica, bajos precios petroleros y descuidos sociales trajeron estos lodos que están acabando con todo vestigio de civilización, pero eso si henchidos de “patriotismo”.

Como en Cuba, cuya falsa supremacía moral brota por los huecos de la más espantosa miseria derivada del parasitismo social propiciado por el paternalismo estatal, ahora financiado por el inmenso patriotismo entreguista del petróleo venezolano que sale a raudales a engordar hijos de pueblos “hermanos” mientras los nuestros mendigan en los semáforos.

La patria es la gente

“Lo que quieran patria vénganse conmigo” frase que bien pudo pronunciar Moisés para sacar a los judíos de Egipto, pero que en boca de un presidente electo constitucionalmente por el pueblo no pasa de una baladronada insensata y ofensiva, que promueve la guerra civil, pues el ingenuo ignorante a quien está dirigida no maneja abstracciones y su respuesta la puede graficar la actitud violenta del chavismo sin Chávez en la Asamblea Nacional – corporificada en la bestialidad confesa de Diosdado –“ideas locas” - Cabello, que destruye la escaza vida democrática de la nación a patadas autocráticas contra diputados de oposición electos por el pueblo con mayoría de votos, pero son minoría porque por la marramucia chavista quien saque más votos, obtiene menos diputados.

Quisiera saber cuál de estos impúdicos presidentes latinoamericanos que, en pos de las monedas petroleras, saltaron a convalidar una proclamación seriamente cuestionada, aceptaría una inversión de principios democráticos como esa. Y es que no hay manera de penetrar la dura costra de la demagogia que para preservar el poder mantiene al pueblo amarrado al botalón del Estado, engañado por una supuesta amenaza externa sobre la soberanía y estimulado por el discurso fascista de odio.

Para ellos la patria es el poder y el presidente muerto se encargó de crear una ficción cuasi religiosa con la patria en sus altares, para driblar su absoluta ineficacia en la solución de los graves problemas socio económicos que debió enfrentar su gobierno y que, al contrario, los agravó por imponer la incondicionalidad de sus subalternos sobre su eficiencia, tratando estúpidamente de preparar batidos de fresa con aguacates.

Pero la bandera del “patriotismo” bien sirve para cubrir las pústulas de la corrupción, la pérdida de la moral pública y el desgobierno sistémico, entre otras muchas perversiones. Y el pueblo ofuscado por el discurso patriotero puño alzado contra la nada, y sobornado por la promesa enloquecedora de vivir sin trabajar, se niega a admitir que la patria es la gente y que si quiere mejor patria es imperativo formar mejor gente en el crisol del trabajo, el estudio y la responsabilidad consigo, con los suyos, con la sociedad, y esa es la única manera de practicar el patriotismo y ser patriota. Lo demás es pura indigestión. Sale pa´llá.

Rafael Marrón González


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