“El patriotismo es el último refugio de
los canallas”, célebre frase del poeta inglés Samuel Jhonson que aplica
perfectamente a la camarilla que se apoderó de las instituciones republicanas
con la intención de imponer el modelo cubano de destrucción masiva que
convirtió un país próspero en un lodazal de ignominia. El proclamado Nicolás
Maduro, por ejemplo, se refiere a la masiva pérdida de votos de su herencia
política alegando que “un grupo de patriotas engañados votaron por los enemigos
de la patria”, esto reseña como antipatriotas al universo electoral que
considera que el comunismo es una virulenta enfermedad mental que carcome las
bases productivas de la nación, con la ruina como producto final.
Y
que “patriotas” son todos aquellos seres de claridad inmarcesible que votaron
por la inflación, el desabastecimiento, las fallas crónicas del sistema
eléctrico, la quiebra de las empresas de Guayana, la violación a los contratos
colectivos, la destrucción del sistema vial de la nación, entre un largo
etcétera que incluye la falta de vivienda y la precarización de los servicios
públicos que afecta mayoritariamente a esta suerte de “patriotas” de “lo mío me
lo dejan en la olla”, que dan la razón plena a Bolívar cuando expresara que “un
pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.
Obviando,
por ahora, que decidieron elegir un presidente que formó parte ejecutiva del
gobierno anterior y por lo tanto responsable directo del desastre integral que
aqueja al país, en franca contradicción con la posición de estos mismos
“patriotas” – “pata en el suelo”, los llamó su nuevo líder – que sufrían las
calamidades producidas por la ineficiencia de los incondicionales por la
rapiña, porque según la aguda percepción que los aniquila, el presidente muerto
no sabía de sus penurias, porque la culpa la tenían sus subalternos, es decir
Maduro.
Estos
“patriotas”, a la manera de Maduro, son incapaces de entender que el mayor daño
infligido a la dignidad patriótica es haber devaluado la moneda durante
sucesivos decretos antinacionales – de 649 Bs x $ a 6.300 (6,30) en 13 años,
869% y con el agravante del barril de
petróleo por encima de los $100 - pues el valor de una moneda es motivo de
orgullo patriota, ya Sócrates aconsejaba devaluar la moneda de los países
invadidos para quebrar la resistencia ciudadana. Qué distinto sería si estos
“patriotas” de oropel – ahora con la estrella de Fidel en la solapa – fieles a
su discurso nacionalista, se hubieran dedicado a fortalecer la economía para
rescatar el poder adquisitivo de la moneda, cuya destrucción, es cierto,
comenzó en 1983, pero estos “patriotas” uña en el rabo siguieron tan campantes
devaluando y devaluando, es decir traicionando y traicionando, para llegar
hasta imponer el peso cubano como moneda nacional, lo que deduzco de sus
húmedas obsesiones fidelistas.
¿Por
qué no le preguntarán al fariseo de Rafael Correa por la dolarización de la
economía ecuatoriana? En la década de los ´70, la de mayor crecimiento
económico, nuestra moneda tenía curso legal internacional, como el dólar o la
libra esterlina, pero una sucesión de errores políticos, estupidez económica,
bajos precios petroleros y descuidos sociales trajeron estos lodos que están
acabando con todo vestigio de civilización, pero eso si henchidos de
“patriotismo”.
Como
en Cuba, cuya falsa supremacía moral brota por los huecos de la más espantosa
miseria derivada del parasitismo social propiciado por el paternalismo estatal,
ahora financiado por el inmenso patriotismo entreguista del petróleo venezolano
que sale a raudales a engordar hijos de pueblos “hermanos” mientras los
nuestros mendigan en los semáforos.
La patria es la gente
“Lo
que quieran patria vénganse conmigo” frase que bien pudo pronunciar Moisés para
sacar a los judíos de Egipto, pero que en boca de un presidente electo
constitucionalmente por el pueblo no pasa de una baladronada insensata y
ofensiva, que promueve la guerra civil, pues el ingenuo ignorante a quien está
dirigida no maneja abstracciones y su respuesta la puede graficar la actitud
violenta del chavismo sin Chávez en la Asamblea Nacional – corporificada en la
bestialidad confesa de Diosdado –“ideas locas” - Cabello, que destruye la
escaza vida democrática de la nación a patadas autocráticas contra diputados de
oposición electos por el pueblo con mayoría de votos, pero son minoría porque
por la marramucia chavista quien saque más votos, obtiene menos diputados.
Quisiera
saber cuál de estos impúdicos presidentes latinoamericanos que, en pos de las
monedas petroleras, saltaron a convalidar una proclamación seriamente
cuestionada, aceptaría una inversión de principios democráticos como esa. Y es
que no hay manera de penetrar la dura costra de la demagogia que para preservar
el poder mantiene al pueblo amarrado al botalón del Estado, engañado por una supuesta
amenaza externa sobre la soberanía y estimulado por el discurso fascista de
odio.
Para
ellos la patria es el poder y el presidente muerto se encargó de crear una
ficción cuasi religiosa con la patria en sus altares, para driblar su absoluta
ineficacia en la solución de los graves problemas socio económicos que debió
enfrentar su gobierno y que, al contrario, los agravó por imponer la
incondicionalidad de sus subalternos sobre su eficiencia, tratando
estúpidamente de preparar batidos de fresa con aguacates.
Pero
la bandera del “patriotismo” bien sirve para cubrir las pústulas de la
corrupción, la pérdida de la moral pública y el desgobierno sistémico, entre
otras muchas perversiones. Y el pueblo ofuscado por el discurso patriotero puño
alzado contra la nada, y sobornado por la promesa enloquecedora de vivir sin
trabajar, se niega a admitir que la patria es la gente y que si quiere mejor
patria es imperativo formar mejor gente en el crisol del trabajo, el estudio y
la responsabilidad consigo, con los suyos, con la sociedad, y esa es la única
manera de practicar el patriotismo y ser patriota. Lo demás es pura
indigestión. Sale pa´llá.
Rafael
Marrón González
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