El drama humano de la inseguridad ha adquirido en Venezuela visos insólitos, que solamente pueden concebirse si la analizamos bajo la óptica de la política de Estado – tal como “el terror de masas” impuesto por Lenin como sistema de control social - pues no es posible imaginar que un gobierno sea tan irresponsable, ineficiente e indiferente ante el terrible dolor que causa el hampa y su incidencia en el aumento de la pobreza por la pérdida de bienes materiales – salario incluido - y el desplazamiento de los más humildes a otra zonas ¬abandonando la vivienda propia - para proteger la vida de alguno de sus miembros amenazado por una delincuencia feroz que no perdona ni tiene piedad, lo que evidencia la absoluta negación a su condición humana.
Lo primero que hizo Chávez al llegar al poder fue usar la vigencia del Código Orgánico Procesal Penal – una legislación del primer mundo aplicada en la barbarie cuartomundista venezolana, lo que demuestra el autismo de las élites pobrecitistas idiotizadas por el romanticismo – para liberar a doce mil delincuentes que esperaban juicio, cuyo retardo procesal no debió ser excusa para el perdón de sus crímenes, que fue en última instancia lo que ocurrió, porque ninguno de ellos fue llevado a tribunales posteriormente y fue un ejército de salvajes depredadores que se abatió sobre la sociedad inerme sembrando el terror que el régimen necesitaba para obligar a los venezolanos a abandonar su patria - tal como Fidel obligó a los cubanos a abandonar Cuba – dada la obstinación del pais consciente del valor de la libertad como elemento supremo del progreso humano, de plantarle cara a su proceso de comunistización que degrada al gentilicio y pauperiza los logros espirituales, intelectuales y sociales de la nación.
Hoy se calcula que un millón quinientos mil venezolanos – sobre todo jóvenes profesionales y descendientes de nacionalizados – han abandonado el país por miedo y las embajadas y consulados extranjeros están repletos de solicitudes de visas, para solaz y gloria de Fidel Castro que morirá pronto pero con la satisfacción de haber arruinado a Venezuela, su venganza por la inmensa derrota que hace 40 años le infligió en América Latina a su pútrida revolución, el patriota venezolano Rómulo Betancourt.
Aquí manda el hampa
Chávez es un remedo de gobernante – de verbo violento - cuyo gobierno está penetrado por ladrones de toda laya – eufemísticamente llamados corruptos, ahora fortalecidos por la participación de ladrones cubanos - y a cuya sombra los cuerpos policiales están “en un 20%” – sí, oh - en poder de la delincuencia, El Aissami, dixit, – gracias a Bernal y a Barreto que en inédita forma de control del hampa la incorporaron a sus policías, ejemplo que fue revolucionariamente seguido por las demás instancias oficialistas, acción irresponsable que ha situado a Venezuela en los primeros lugares de criminalidad con 70 homicidios por cada cien mil habitantes.
La población venezolana, estado por estado, municipio por municipio, es rehén de la delincuencia estimulada por la impunidad, llámese bandas organizadas, fuerzas paramilitares, guerrillas urbanas y extraurbanas – extranjeras y nacionales – carteles de la droga, tráfico de armas, trata de blancas, hampa común multinacional – como en tierra de nadie - o matraqueo cubano-venezolano, que la somete a todo tipo de chantaje, extorsión, robo de vehículos y enseres, secuestro, asalto, violación, arrebatón, sicariato, amenaza o asesinato “por resistencia al atraco”.
Las modalidades modernas incluyen las llamadas telefónicas que exigen cantidades de dinero para evitar un supuesto secuestro o un crimen o protección contra el robo de vehículos – lo que se ha determinado las hacen criminales desde las cárceles del país - pasando por el secuestro convencional y el secuestro express – que incluye el practicado a unidades de transporte público cuyos pasajeros deben llamar a sus familiares para que paguen el rescate (entre julio de 2008 y julio del 2009, hubo en Venezuela 16.917 secuestros, de ellos un 82% en la modalidad Express, revela un reportaje de El Nacional) - comisiones para cobro de deudas u otorgamiento de contratos con entes oficiales – corrupto y delincuente es lo mismo - hasta asaltos en plena carretera a unidades de transporte masivo cuyos pasajeros son vejados y despojados de sus pertenencias y de su dignidad.
Esta realidad nos refleja que en Venezuela manda el hampa, porque el subgobierno – el gobierno está en Cuba - que se ha instalado en el país está solamente interesado en prorrogar indefinidamente la posibilidad de continuar el saqueo. Sin embargo, en estado cataléptico ante la realidad Chávez culpa a los medios de comunicación, a pesar de que un voluminoso informe de su Sala Situacional, binacional, le advierte que es incierto (87.5%) que el pueblo sea influenciado en su visión de la inseguridad por las noticias o fotografías de los medios de comunicación.
El drama del barrio
La verdad es el único enemigo poderoso que tiene Chávez y la realidad se ha encargado de develarla, por eso acaba de perder – según sondeos de opinión – lo más preciado para un político, no su popularidad, que es veleidosa, y depende, en su caso, de su infinita demagogia, sino su credibilidad.
El pueblo ya no le cree ni la hora de su costoso reloj. Pero lo más grave es que en verdad verdadera, Chávez no está interesado en resolver los problemas del pueblo porque en la dependencia y el miedo está su sustento. Pero el pueblo esperanzado - chavista y no chavista – ha percibido esta perversión que lo ha colocado en total estado de indefensión.
Uno de los nuevos embates del hampa es el cobro de vacuna para preservar la vida de los hijos del pueblo que caen en prisión. Al prisionero le es arrancada con violencia la información necesaria para que los compinches de los criminales, notifiquen al familiar el monto a pagar semanalmente, dependiendo de sus ingresos, Y todos pagan. Desde el más humilde obrero de la construcción hasta el bodeguero tienen que pagar porque si no lo hacen a tiempo, el hijo muere de manera terrible para escarmiento. Pero eso no le interesa a Chávez. Como tampoco está interesado en el drama de los desplazados, situación que agrava el problema de la pobreza: Si alguna persona, por casualidad, es testigo de un acto delictivo o de un crimen, es señalada como próxima víctima. Y debe mudarse del barrio. Desaparecer del área de influencia de la banda. Y eso significa abandonar su vivienda y emigrar con toda su familia, porque quien se quede paga, a lugares donde debe vivir en condiciones paupérrimas de desarraigo. Con el miedo en la piel. Pero qué le puede importar eso a Chávez.
Todavía no se ha percatado que de los cerros es que están bajando los muertos y el dolor de las madres en las morgues. Cuando, por equivocación popular, Chávez llegó al poder, los jóvenes que hoy sucumben en ajustes de cuentas o en enfrentamientos policiales, eran niños entre cinco y diez años. Y este inmenso mega fraude de proporciones históricas, con ingresos petroleros y tributarios jamás soñados por los 40 años de democracia, un apoyo popular sin precedentes y una cohesión política incondicional que le subordinó los demás poderes, no fue capaz de invertir en políticas públicas que ofrecieran un porvenir a esa juventud. Porque, aunque el hampa es una elección voluntaria, en el caso venezolano ha sido el gobierno, con su despilfarro y privilegio a naciones extranjeras en detrimento del sistema productivo nacional generador de empleos, el que ha empujado a los jóvenes rebeldes de los estratos más humildes hacia el delito.
La reversión electoral
Sin embargo a Chávez le está saliendo el asunto por las antípodas: Tanto su maldad como la de su corte de aduladólares, creyeron que el hampa solamente afectaría a la clase media – que viene del pueblo suburbano de la nación - y le dejarían el país para que hiciera de las suyas con los menos informados y más dependientes. Pero, en primer lugar nos negamos a irnos y le hicimos frente durante once años hasta ponerlo en el desamparo donde está hoy. Y, para su sorpresa, los más lesionados han sido precisamente los de las clases populares que lo sustentaron, que han visto como en estos once años la criminalidad ha contaminado su modo de vida, sumiéndolos en el miedo, por la suerte propia y la de los suyos, y en el luto cotidiano por el imperio de la muerte artera que cercena juveniles ilusiones. Por eso de la noche a la mañana reconoce tímidamente su culpa, pero extendiéndola a los gobernadores y alcaldes de oposición a quienes su maldad ha despojados de sus recursos. Pero ya el pueblo no le cree: Sabe que su luto y miedo son culpa suya y lo está esperando en la bajadita del 26S para cobrárselas. Y cierro con las palabras de la eminente ministra de lo improbable María Cristina Iglesias: “Nadie ha hecho tanto por la inseguridad como este gobierno”: Eso es indiscutible.
Rafael Marrón González
Lo primero que hizo Chávez al llegar al poder fue usar la vigencia del Código Orgánico Procesal Penal – una legislación del primer mundo aplicada en la barbarie cuartomundista venezolana, lo que demuestra el autismo de las élites pobrecitistas idiotizadas por el romanticismo – para liberar a doce mil delincuentes que esperaban juicio, cuyo retardo procesal no debió ser excusa para el perdón de sus crímenes, que fue en última instancia lo que ocurrió, porque ninguno de ellos fue llevado a tribunales posteriormente y fue un ejército de salvajes depredadores que se abatió sobre la sociedad inerme sembrando el terror que el régimen necesitaba para obligar a los venezolanos a abandonar su patria - tal como Fidel obligó a los cubanos a abandonar Cuba – dada la obstinación del pais consciente del valor de la libertad como elemento supremo del progreso humano, de plantarle cara a su proceso de comunistización que degrada al gentilicio y pauperiza los logros espirituales, intelectuales y sociales de la nación.
Hoy se calcula que un millón quinientos mil venezolanos – sobre todo jóvenes profesionales y descendientes de nacionalizados – han abandonado el país por miedo y las embajadas y consulados extranjeros están repletos de solicitudes de visas, para solaz y gloria de Fidel Castro que morirá pronto pero con la satisfacción de haber arruinado a Venezuela, su venganza por la inmensa derrota que hace 40 años le infligió en América Latina a su pútrida revolución, el patriota venezolano Rómulo Betancourt.
Aquí manda el hampa
Chávez es un remedo de gobernante – de verbo violento - cuyo gobierno está penetrado por ladrones de toda laya – eufemísticamente llamados corruptos, ahora fortalecidos por la participación de ladrones cubanos - y a cuya sombra los cuerpos policiales están “en un 20%” – sí, oh - en poder de la delincuencia, El Aissami, dixit, – gracias a Bernal y a Barreto que en inédita forma de control del hampa la incorporaron a sus policías, ejemplo que fue revolucionariamente seguido por las demás instancias oficialistas, acción irresponsable que ha situado a Venezuela en los primeros lugares de criminalidad con 70 homicidios por cada cien mil habitantes.
La población venezolana, estado por estado, municipio por municipio, es rehén de la delincuencia estimulada por la impunidad, llámese bandas organizadas, fuerzas paramilitares, guerrillas urbanas y extraurbanas – extranjeras y nacionales – carteles de la droga, tráfico de armas, trata de blancas, hampa común multinacional – como en tierra de nadie - o matraqueo cubano-venezolano, que la somete a todo tipo de chantaje, extorsión, robo de vehículos y enseres, secuestro, asalto, violación, arrebatón, sicariato, amenaza o asesinato “por resistencia al atraco”.
Las modalidades modernas incluyen las llamadas telefónicas que exigen cantidades de dinero para evitar un supuesto secuestro o un crimen o protección contra el robo de vehículos – lo que se ha determinado las hacen criminales desde las cárceles del país - pasando por el secuestro convencional y el secuestro express – que incluye el practicado a unidades de transporte público cuyos pasajeros deben llamar a sus familiares para que paguen el rescate (entre julio de 2008 y julio del 2009, hubo en Venezuela 16.917 secuestros, de ellos un 82% en la modalidad Express, revela un reportaje de El Nacional) - comisiones para cobro de deudas u otorgamiento de contratos con entes oficiales – corrupto y delincuente es lo mismo - hasta asaltos en plena carretera a unidades de transporte masivo cuyos pasajeros son vejados y despojados de sus pertenencias y de su dignidad.
Esta realidad nos refleja que en Venezuela manda el hampa, porque el subgobierno – el gobierno está en Cuba - que se ha instalado en el país está solamente interesado en prorrogar indefinidamente la posibilidad de continuar el saqueo. Sin embargo, en estado cataléptico ante la realidad Chávez culpa a los medios de comunicación, a pesar de que un voluminoso informe de su Sala Situacional, binacional, le advierte que es incierto (87.5%) que el pueblo sea influenciado en su visión de la inseguridad por las noticias o fotografías de los medios de comunicación.
El drama del barrio
La verdad es el único enemigo poderoso que tiene Chávez y la realidad se ha encargado de develarla, por eso acaba de perder – según sondeos de opinión – lo más preciado para un político, no su popularidad, que es veleidosa, y depende, en su caso, de su infinita demagogia, sino su credibilidad.
El pueblo ya no le cree ni la hora de su costoso reloj. Pero lo más grave es que en verdad verdadera, Chávez no está interesado en resolver los problemas del pueblo porque en la dependencia y el miedo está su sustento. Pero el pueblo esperanzado - chavista y no chavista – ha percibido esta perversión que lo ha colocado en total estado de indefensión.
Uno de los nuevos embates del hampa es el cobro de vacuna para preservar la vida de los hijos del pueblo que caen en prisión. Al prisionero le es arrancada con violencia la información necesaria para que los compinches de los criminales, notifiquen al familiar el monto a pagar semanalmente, dependiendo de sus ingresos, Y todos pagan. Desde el más humilde obrero de la construcción hasta el bodeguero tienen que pagar porque si no lo hacen a tiempo, el hijo muere de manera terrible para escarmiento. Pero eso no le interesa a Chávez. Como tampoco está interesado en el drama de los desplazados, situación que agrava el problema de la pobreza: Si alguna persona, por casualidad, es testigo de un acto delictivo o de un crimen, es señalada como próxima víctima. Y debe mudarse del barrio. Desaparecer del área de influencia de la banda. Y eso significa abandonar su vivienda y emigrar con toda su familia, porque quien se quede paga, a lugares donde debe vivir en condiciones paupérrimas de desarraigo. Con el miedo en la piel. Pero qué le puede importar eso a Chávez.
Todavía no se ha percatado que de los cerros es que están bajando los muertos y el dolor de las madres en las morgues. Cuando, por equivocación popular, Chávez llegó al poder, los jóvenes que hoy sucumben en ajustes de cuentas o en enfrentamientos policiales, eran niños entre cinco y diez años. Y este inmenso mega fraude de proporciones históricas, con ingresos petroleros y tributarios jamás soñados por los 40 años de democracia, un apoyo popular sin precedentes y una cohesión política incondicional que le subordinó los demás poderes, no fue capaz de invertir en políticas públicas que ofrecieran un porvenir a esa juventud. Porque, aunque el hampa es una elección voluntaria, en el caso venezolano ha sido el gobierno, con su despilfarro y privilegio a naciones extranjeras en detrimento del sistema productivo nacional generador de empleos, el que ha empujado a los jóvenes rebeldes de los estratos más humildes hacia el delito.
La reversión electoral
Sin embargo a Chávez le está saliendo el asunto por las antípodas: Tanto su maldad como la de su corte de aduladólares, creyeron que el hampa solamente afectaría a la clase media – que viene del pueblo suburbano de la nación - y le dejarían el país para que hiciera de las suyas con los menos informados y más dependientes. Pero, en primer lugar nos negamos a irnos y le hicimos frente durante once años hasta ponerlo en el desamparo donde está hoy. Y, para su sorpresa, los más lesionados han sido precisamente los de las clases populares que lo sustentaron, que han visto como en estos once años la criminalidad ha contaminado su modo de vida, sumiéndolos en el miedo, por la suerte propia y la de los suyos, y en el luto cotidiano por el imperio de la muerte artera que cercena juveniles ilusiones. Por eso de la noche a la mañana reconoce tímidamente su culpa, pero extendiéndola a los gobernadores y alcaldes de oposición a quienes su maldad ha despojados de sus recursos. Pero ya el pueblo no le cree: Sabe que su luto y miedo son culpa suya y lo está esperando en la bajadita del 26S para cobrárselas. Y cierro con las palabras de la eminente ministra de lo improbable María Cristina Iglesias: “Nadie ha hecho tanto por la inseguridad como este gobierno”: Eso es indiscutible.
Rafael Marrón González
0 comentarios:
Publicar un comentario