La desubicación esquizofrénica es uno de los más extraños síntomas de colocación final que suelen sufrir los individuos que padecen deficiencia intelectual adquirida – ignorancia asumida por la ideología – por ello suelo preguntar a quienes intentan rebatir mis argumentos liberales si han percibido que, en la realidad, en la cual se debate su existencia con la verdad, su praxis carece de concordancia con su pensamiento.
Y hay que ver la cantidad de sujetos de derechos cuya realidad desmiente de manera hasta grosera su posición ideológica. Y como estoy convencido de que el hombre – el cerebrizado por supuesto - frente a su destino es él, en absoluta soledad, y sus decisiones, pues las circunstancias son escenarios para la toma de decisiones, no puedo concebir tal contradicción en personas – es decir individuos jurídicos cuya existencia y modo de existir están garantizados solamente por el Estado de derechos – no puede llamarse “persona” a un esclavo, como quienes sobreviven basalmente en los sistemas comunistas que practican el Derecho de Estado, sino res o cosa.
Estas “personas” – su contradicción niega su definición jurídica - que ejercen el libre mercado – intercambian bienes y servicios por dinero (instrumento que permite apoderarse de la propiedad ajena de manera pacífica) - practican profesiones de libre ejercicio, como los abogados, cuya misión es servir de “auxiliares activos e indispensables en la administración de la Justicia” - que como “dar a cada quien lo que le corresponde” no es precisamente lo que se practica en los países comunistas, que no son repúblicas, pues éstas imperativamente deben ser democráticas - pero también encontramos maestros, cuyo deber ser es, por imperativo de su responsabilidad con la nación, universal, amplio y abierto; periodistas, profesión ésta que solamente puede desarrollarse en un clima de libertades – su lema debe ser “verdad, democracia y libertad” - en el cual sea posible develar la verdad – como resultado de comparar el discurso del poder con la realidad - sin consecuencias – en el sistema comunista un periodista es un agente corrompido usado para traducir a lenguaje noticioso las mentiras del régimen - y que disfrutan, usan y disponen libremente de la propiedad privada como pública recompensa de sus esfuerzos, profesan sectarias ideologías criminales – como el comunismo, regularmente como tontos útiles de la versión diplomática de esta secta de asesinos, llamada falazmente “socialismo”, cuando es “masalismo” –que niegan toda posibilidad a la realidad que los sustenta, por lo que no tengo más opción que inferir el padecimiento de una enfermedad mental, como escribí en “La esquizofrenia de las ideologías”, pues sólo a enfermos mentales es posible justificar que desprecien su realidad por una abstracción onírica conjugada en futuro, como un “delirium tremens”, es decir soñar despiertos y confundir lo que se sueña con la realidad.
Un ejemplo histórico de esta esquizofrenia, lo representa el duque Felipe de Orleans, que desconociendo su realidad y desatendiendo el consejo de sus pares, apoyó la revolución y adoptó el nombre de Felipe Igualdad, presionado por los revolucionarios que burla burlando le fueron confiscando sus propiedades, lo despojaron de sus títulos y fortuna y, luego de firmar el decreto de asesinato por decapitación contra su primo el rey Luís XIV, lo decapitaron también. Un idiota desubicado. Esa será la suerte de todos aquellos desubicados que apoyan hoy este anacronismo criminal que los devastará.
Desubicación canalla
Pero es necesario aclarar que, además de la esquizofrénica, existe una aparente desubicación – no menos peligrosa para la libertad - que es la canalla, propia del ladrón que está saqueando el erario o del que está detentando las prebendas de un alto cargo oficial para cuyo ejercicio no está preparado, y por esos privilegios, procurados por la impunidad y por la complicidad, desconecta sus escrúpulos y apoya propuestas contradictorias con su formación.
La palabra “canalla” la califica la ruindad, la bajeza de gente de mal proceder, sin embargo esta voz es perfecta para definir la situación moral de estos especímenes que, conociendo la verdad, se prestan para desvirtuarla, usando la autoridad que emana de su posición económica, social o intelectual para engañar a románticos, ingenuos, ignorantes o débiles mentales ávidos de una justicia que bien pueden procurarse por sus propios medios si no sufrieran de parasitismo cultural, a los cuales señalan derroteros imposibles de igualdad, a cambio de su libertad, para conseguir apoyo popular a sus proyectos personales de enriquecimiento al lado del poder hegemónico de una entidad totalitaria.
Hipócritas de doble moral, desubicados por la maldad, para quienes la patria es un aliviadero geográfico y el gentilicio un indeseado accidente superable.
Su desprecio por el pueblo es tal que no dudan en aprovecharse de sus debilidades emocionales para seducirlo y dominarlo por la supervivencia en aras de eternizar su posición bajo el ala del tirano. Este tipo de gente, no está donde le corresponde – porque su praxis está reñida, no con sus principios de los que carece, sino con su modo de vida - pero le venden el alma, la madre y los hijos al mejor postor por la codicia. Son los eternos vivos, expertos en el arte del equilibrio, que se balancean entre el bien y el mal con absoluto desparpajo. Son los que usan los medios más perversos con tal de lograr sus fines hedonistas. De traición en traición transcurre su existencia y, lamentablemente, estos sujetos suelen escapar de la justicia y en lugar de recibir sanción social, son considerados “ejemplos” para las nuevas generaciones que les admiran el oropel de los símbolos externos de poder derivado. Y en la historia siempre aparecen al lado de los vencedores, perdonados en sus crímenes por una sociedad estúpida cuyo perdón, entendido como no sanción para el culpable, propicia la multiplicación de esta especie, además de ser una bofetada para sus víctimas.
Me indigna la imbecilidad que decreta “la reconciliación nacional” dotando del privilegio de la impunidad a estos cómplices de la barbarie. Los camboyanos cuentan la indignación que sienten cuando se encuentran en la calle, transitando con total libertad, con los canallas que apoyaron al régimen del terror comunista que asesinó a millones de inocentes, para beneficiarse de su complicidad. Así hoy en Venezuela somos testigos de la actuación de no pocos canallas, que legitiman los abusos de un régimen que amenaza las libertades públicas, creando incertidumbre y miedo en la sociedad democrática, con tal de disfrutar la vida muelle que le prodiga estar al rescoldo del poder.
No quisiera pensar en tener que verlos – cuando esta infausta era pase, porque sin duda pasará - sentados a la misma mesa de quienes hemos sufrido las consecuencias de adversar este régimen disoluto, corrupto e inservible desde el propio 4 de febrero, número que en el teclado – como detalle premonitorio de su deshonestidad - acompaña el símbolo del dólar.
Visión razonada
Estar donde corresponde es una certeza - propia de quienes logran conocerse a sí mismos - que permite tener una visión razonada del objetivo real. Por eso la pregunta que titula este texto: ¿Está usted dónde le corresponde estar según su identidad intelectual, sus preferencias culturales y su realidad socioeconómica? Lo elemental sería que si usted es enemigo de la propiedad privada, no tenga ninguna o entregue voluntariamente al Estado la que posea, sea vivienda, finca, empresa o acciones y valores.
De lo contrario o es usted un canalla, o un enfermo mental o un ignorante, en este último caso, escalera de los trepadores. En todos los casos, un peligro para la libertad. Porque si es usted el digno poseedor del producto de su esfuerzo y lo disfruta ¿qué hace dónde no le corresponde estar? ¿Por qué se avergüenza del producto de su inteligencia o de su persistencia? ¿Cuál razonamiento lo obliga a despreciar el mérito propio del individuo por la manifiesta irresponsabilidad de la masa? Porque es lógico suponer que usted tiene plena conciencia de las implicaciones políticas y sociales derivadas de su realidad, es decir que sabe a ciencia cierta el lugar que ocupa.
Una persona cuyo éxito le reditúe una buena vida, que se confiese “socialista”, repito, debe acudir a un psiquiatra para que le repare la avería mental o la baja autoestima, que lo lleva por presión tribal a renegar de su propia verdad.
Rafael Marrón González
Y hay que ver la cantidad de sujetos de derechos cuya realidad desmiente de manera hasta grosera su posición ideológica. Y como estoy convencido de que el hombre – el cerebrizado por supuesto - frente a su destino es él, en absoluta soledad, y sus decisiones, pues las circunstancias son escenarios para la toma de decisiones, no puedo concebir tal contradicción en personas – es decir individuos jurídicos cuya existencia y modo de existir están garantizados solamente por el Estado de derechos – no puede llamarse “persona” a un esclavo, como quienes sobreviven basalmente en los sistemas comunistas que practican el Derecho de Estado, sino res o cosa.
Estas “personas” – su contradicción niega su definición jurídica - que ejercen el libre mercado – intercambian bienes y servicios por dinero (instrumento que permite apoderarse de la propiedad ajena de manera pacífica) - practican profesiones de libre ejercicio, como los abogados, cuya misión es servir de “auxiliares activos e indispensables en la administración de la Justicia” - que como “dar a cada quien lo que le corresponde” no es precisamente lo que se practica en los países comunistas, que no son repúblicas, pues éstas imperativamente deben ser democráticas - pero también encontramos maestros, cuyo deber ser es, por imperativo de su responsabilidad con la nación, universal, amplio y abierto; periodistas, profesión ésta que solamente puede desarrollarse en un clima de libertades – su lema debe ser “verdad, democracia y libertad” - en el cual sea posible develar la verdad – como resultado de comparar el discurso del poder con la realidad - sin consecuencias – en el sistema comunista un periodista es un agente corrompido usado para traducir a lenguaje noticioso las mentiras del régimen - y que disfrutan, usan y disponen libremente de la propiedad privada como pública recompensa de sus esfuerzos, profesan sectarias ideologías criminales – como el comunismo, regularmente como tontos útiles de la versión diplomática de esta secta de asesinos, llamada falazmente “socialismo”, cuando es “masalismo” –que niegan toda posibilidad a la realidad que los sustenta, por lo que no tengo más opción que inferir el padecimiento de una enfermedad mental, como escribí en “La esquizofrenia de las ideologías”, pues sólo a enfermos mentales es posible justificar que desprecien su realidad por una abstracción onírica conjugada en futuro, como un “delirium tremens”, es decir soñar despiertos y confundir lo que se sueña con la realidad.
Un ejemplo histórico de esta esquizofrenia, lo representa el duque Felipe de Orleans, que desconociendo su realidad y desatendiendo el consejo de sus pares, apoyó la revolución y adoptó el nombre de Felipe Igualdad, presionado por los revolucionarios que burla burlando le fueron confiscando sus propiedades, lo despojaron de sus títulos y fortuna y, luego de firmar el decreto de asesinato por decapitación contra su primo el rey Luís XIV, lo decapitaron también. Un idiota desubicado. Esa será la suerte de todos aquellos desubicados que apoyan hoy este anacronismo criminal que los devastará.
Desubicación canalla
Pero es necesario aclarar que, además de la esquizofrénica, existe una aparente desubicación – no menos peligrosa para la libertad - que es la canalla, propia del ladrón que está saqueando el erario o del que está detentando las prebendas de un alto cargo oficial para cuyo ejercicio no está preparado, y por esos privilegios, procurados por la impunidad y por la complicidad, desconecta sus escrúpulos y apoya propuestas contradictorias con su formación.
La palabra “canalla” la califica la ruindad, la bajeza de gente de mal proceder, sin embargo esta voz es perfecta para definir la situación moral de estos especímenes que, conociendo la verdad, se prestan para desvirtuarla, usando la autoridad que emana de su posición económica, social o intelectual para engañar a románticos, ingenuos, ignorantes o débiles mentales ávidos de una justicia que bien pueden procurarse por sus propios medios si no sufrieran de parasitismo cultural, a los cuales señalan derroteros imposibles de igualdad, a cambio de su libertad, para conseguir apoyo popular a sus proyectos personales de enriquecimiento al lado del poder hegemónico de una entidad totalitaria.
Hipócritas de doble moral, desubicados por la maldad, para quienes la patria es un aliviadero geográfico y el gentilicio un indeseado accidente superable.
Su desprecio por el pueblo es tal que no dudan en aprovecharse de sus debilidades emocionales para seducirlo y dominarlo por la supervivencia en aras de eternizar su posición bajo el ala del tirano. Este tipo de gente, no está donde le corresponde – porque su praxis está reñida, no con sus principios de los que carece, sino con su modo de vida - pero le venden el alma, la madre y los hijos al mejor postor por la codicia. Son los eternos vivos, expertos en el arte del equilibrio, que se balancean entre el bien y el mal con absoluto desparpajo. Son los que usan los medios más perversos con tal de lograr sus fines hedonistas. De traición en traición transcurre su existencia y, lamentablemente, estos sujetos suelen escapar de la justicia y en lugar de recibir sanción social, son considerados “ejemplos” para las nuevas generaciones que les admiran el oropel de los símbolos externos de poder derivado. Y en la historia siempre aparecen al lado de los vencedores, perdonados en sus crímenes por una sociedad estúpida cuyo perdón, entendido como no sanción para el culpable, propicia la multiplicación de esta especie, además de ser una bofetada para sus víctimas.
Me indigna la imbecilidad que decreta “la reconciliación nacional” dotando del privilegio de la impunidad a estos cómplices de la barbarie. Los camboyanos cuentan la indignación que sienten cuando se encuentran en la calle, transitando con total libertad, con los canallas que apoyaron al régimen del terror comunista que asesinó a millones de inocentes, para beneficiarse de su complicidad. Así hoy en Venezuela somos testigos de la actuación de no pocos canallas, que legitiman los abusos de un régimen que amenaza las libertades públicas, creando incertidumbre y miedo en la sociedad democrática, con tal de disfrutar la vida muelle que le prodiga estar al rescoldo del poder.
No quisiera pensar en tener que verlos – cuando esta infausta era pase, porque sin duda pasará - sentados a la misma mesa de quienes hemos sufrido las consecuencias de adversar este régimen disoluto, corrupto e inservible desde el propio 4 de febrero, número que en el teclado – como detalle premonitorio de su deshonestidad - acompaña el símbolo del dólar.
Visión razonada
Estar donde corresponde es una certeza - propia de quienes logran conocerse a sí mismos - que permite tener una visión razonada del objetivo real. Por eso la pregunta que titula este texto: ¿Está usted dónde le corresponde estar según su identidad intelectual, sus preferencias culturales y su realidad socioeconómica? Lo elemental sería que si usted es enemigo de la propiedad privada, no tenga ninguna o entregue voluntariamente al Estado la que posea, sea vivienda, finca, empresa o acciones y valores.
De lo contrario o es usted un canalla, o un enfermo mental o un ignorante, en este último caso, escalera de los trepadores. En todos los casos, un peligro para la libertad. Porque si es usted el digno poseedor del producto de su esfuerzo y lo disfruta ¿qué hace dónde no le corresponde estar? ¿Por qué se avergüenza del producto de su inteligencia o de su persistencia? ¿Cuál razonamiento lo obliga a despreciar el mérito propio del individuo por la manifiesta irresponsabilidad de la masa? Porque es lógico suponer que usted tiene plena conciencia de las implicaciones políticas y sociales derivadas de su realidad, es decir que sabe a ciencia cierta el lugar que ocupa.
Una persona cuyo éxito le reditúe una buena vida, que se confiese “socialista”, repito, debe acudir a un psiquiatra para que le repare la avería mental o la baja autoestima, que lo lleva por presión tribal a renegar de su propia verdad.
Rafael Marrón González
1 comentarios:
es duro, muy duro, pero es así
un abrazo
Publicar un comentario