Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

10 de julio de 2011

MÁS VALE CÁNCER QUE NUNCA

“El hombre es arquitecto de su propio destino” comentó el positivista José Ingenieros, frase que inserta al hombre en la esfera del locus de control interno, él y solo él es el responsable de las consecuencias - positivas o negativas - de sus actos: Cobra o paga. No es asunto de Dios ni del azar y menos de la suerte, esa ficción tan del agrado de los operarios físicos. Cada ser humano cosecha lo que siembra, quien siembre viento cosechará tempestad.

Una persona que pase decenas de años sembrando odio, invocando la muerte y amenazando con la destrucción de toda una nación si no se pliega de rodillas antes sus delirios totalitarios, no puede esperar cosechar compasión en su desgracia. Una global alegría desbordada sucedió al anuncio de la muerte de Hitler. Y eso no significa que la humanidad de entonces era perversa por contentarse por la desaparición de un ser humano, sino que este monstruoso asesino sembró tanto odio que cosechó desprecio hasta para su condición humana.

Este tipo de individuos que han mancillado con sus crímenes la historia de la humanidad, se creen predestinados por la naturaleza para sustituir a Dios en sus designios, hasta que una soberbia bofetada cósmica los devuelve al guiñapo corporal de su miserable realidad - sic transit gloria mundi. Su desgracia personal es la ignorancia. Como el machista que cree que nació sexo masculino porque superó una prueba arrechísima.

Una serie de circunstancias concatenadas los colocan en el ápice del poder, y en lugar de usar ese privilegio para hacer el bien sin mirar a quien, se convierten en fieras sedientas de obediencia y servilismo, rodeándose de viles inescrupulosos, sin llegar a percibir que el poder, todo poder, es transitorio. Por mucho que dure será transitorio. Y de sí depende que su nombre sea arrastrado por el lodo en el albañal de la historia y negado hasta por aquellos que le sirvieron de rodillas para medrar a su lado.

No puede esperar recibir conmiseración, cuando flaquea su naturaleza y se revela su frágil arquetipo de mortal común y corriente, un gobernante imbuido de su condición de Ser Supremo que aplique la maldad contra quien lo adverse, excluyéndolo del principio constitucional de la igualdad ante la ley y ante los beneficios que el Estado está obligado a suministrar a todos los ciudadanos.

Sería interesante preguntar qué opina sobre esta grave enfermedad autocrática, a la hija de Carlos Andrés Pérez, que, en silla de ruedas, esperó inútilmente durante horas en las oficinas de la cancillería, una autorización para viajar a los Estados Unidos para recibir asistencia médica y que le fue negada por simple maldad. Todo el inmenso poder del aparato del Estado aplastando los derechos de una mujer inválida y enferma. Preguntemos a los trabajadores de PDVSA que fueron botados – burla mediante televisada: prrrrr estás bota´o - y sacados a patadas de sus viviendas a media noche, por un aparato militar que se cubrió deshonor, lanzando sus padres ancianos a la calle, y no les pagaron sus prestaciones y se quedaron sin sus ahorros y les anularon sus seguros médicos.

Busquemos la opinión de los millones de venezolanos sentenciados al hambre y al desempleo por haber ejercido su derecho constitucional a firmar para revocar el mandato del presidente y a aquellos que fueron obligados a retirar su firma para no perder su empleo o la bequita del hijo. Indaguemos la opinión de los familiares de los muertos en la Plaza Altamira, en el puente Llaguno, a los sindicalistas a los que llamó “letrinas”, a los periodistas vejados y golpeados y a los medios de comunicación condenados a la insubsistencia o a la quiebra por mantener su independencia y a los millones de humillados y ofendidos por haber protestado por este mal gobierno que criminalizó el derecho a huelga y la protesta social, para encarcelar a inocentes que luchan por sus derechos laborales y por sus servicios públicos.

Inquiramos que piensan los cientos de empresarios despojados vilmente de sus empresas, fundos y terrenos y, además, lanzados al ludibrio público para solaz de la canalla, y a los miles de desempleados ocasionados por este tipo de políticas de Estado. Conozcamos la opinión de los trabajadores del sector público – como los médicos y profesores universitarios - a los que se ha negado un salario digno y la contratación colectiva, y obligados a disfrazarse de rojo para asistir – so pena de ser botados – a cuanto mitin tenga bien articular el poderoso amo de la República.

Entrevistemos a los presos políticos, como la juez Afiuni, a Forero, a Simonovis, a Peña Esclusa, y a los exiliados y a sus familiares. Entre millones de casos, como el de Franklin Brito. Así que, sin hipocresías ni pacaterías pobrecitistas, un suspiro de alivio recorre hoy las arterias de Venezuela, que siente que se oxigena su futuro. Y la culpa de ese alivio no puede achacarse a la impiedad, sino que ha sido tanto el daño causado, tanto el miedo y el dolor infligidos, tanta la violencia y las amenazas, tanta la prepotencia de un Estado poderoso abatiéndose sin misericordia sobre el porvenir de la nación, que nos alegramos mucho de que, por fin, tenga fecha cierta de salida, ante la incertidumbre electoral, así que más vale cáncer que nunca.
¿Arrepentido contrito o fiera herida?

Aunque todavía hay mucho escéptico que asegura que todo esto es una obra de teatro para recuperar su maltrecha imagen electoral, soy de los que están convencido de la verdad de su enfermedad, como lo evidencia ese triste regreso a la dos de la madrugada a un aeropuerto solitario, en el que lo esperaban cuatro de los gatos de su entorno oportunista más íntimo, de los cuales destacó la cara de perro de su hermano Adán, que denotaba molestia por el intempestivo regreso que los agarró fuera de base.

Así que sí tiene cáncer – de colon o de próstata, cual de los dos peor - aunque su evolución es indeterminada. En el video mediante el cual anunció a la nación su padecimiento – develando a los mentirosos de su gobierno y reivindicando a quienes dijimos la verdad - pudo el mundo percibir a un hombre atribulado, disminuido por las consecuencias anímicas de la mortal noticia, atontado todavía por el formidable mazazo que lo colocó en el epicentro de la realidad, despojado de su mito de invencibilidad. Pero ya lo hemos visto en actitud similar en otras ocasiones adversas, aunque no tan contundentes como esta.

Recordemos al llorón de la Orchila o al hombre del Crucifijo del 13 de abril de 2002. Pero también a la fiera herida del 2 de febrero de 2007. Para no perder la sindéresis y actuar por reacción. Los venezolanos – que no deseamos su muerte ni nos alegramos por su enfermedad, pero tampoco sentimos la menor lástima por su sufrimiento – nos los impide el recuerdo del dolor infligido a la patria - solo esperamos que, ante la verdad de su ineluctable destino, decida renunciar a su capricho enfermizo de emular al decrépito asesino caribeño.

Todo es posible en el umbral

Estoy consciente de que es ingenuo esperar actitudes positivas, equilibradas, ceñidas a la ley, de un bárbaro, que practica la maldad y ritos satánicos, y cree haber recibido del pueblo esperanzado que lo eligió por otras razones, un mandato para destruir la democracia y la libertad, que son bienes preciados para lograr un estado de bienestar general. Sin embargo, y repito, como su enfermedad – que no es súbita sino fue descuidada - ha generado una brusca dislocación de la política venezolana, imprevista hasta para el más sagaz analista y el más inspirado babalao, y para el propio afectado que sabe que los venezolanos jamás vamos a acepar sin luchar el comunismo - una secta de asesinos, ¿acaso “socialismo o muerte” no es un lema criminal? - y convencido de que ya se le acaba el tiempo de juego, es posible que la reflexión que suele provocar una situación terminal como esta, lleve al doliente poderoso a revisar sus actuaciones liberticidas e ilegítimas y a truncar las aspiraciones resentidas de alucinados y malandros empoderados.

Y creo eso posible, no por ingenuo, sino porque encontré una pequeña luz en el final de su discurso confesional – en el cual insultó la Cuna de la Libertad iberoamericana al decir que hablaba desde la “patria grande” – cuando expresó: “No quería ni quiero para nada que me acompañen por senderos que se hundan hacia abismo alguno”. Para buen entendedor eso basta. Aunque bien puede ser retórica de asustado, pero, como ya regresó a amarrar a sus locos, aunque los ratificó en sus cargos – y se presentó en el balcón del pueblo todo de uniforme y maquillado, para aparentar aspecto saludable, pero no presidió los actos del cinco de julio - solo nos queda esperar. Amanecerá en Fuerte Tiuna y veremos. Solo si el buen criterio – que nunca ha tenido – surge de las entrañas de su delirio, la historia lo absolvería: Más vale cáncer que nunca.

Rafael Marrón González

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