Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

27 de agosto de 2011

POR UN PUÑADO DE ORO

Y de repente toda la magalla cuidadosamente estructurada por Fidel, comenzó a desmoronarse por culpa de unas células que enloquecieron luego de años de largas horas de Aló, Presidente, con la próstata aplastada y la vejiga dilatada a fuerza de esteroides, sin poder excretar las toxinas acumuladas por la falta de sueño, la ingesta desmedida de adulancia contaminada, comida gourmet de madrugada, las noches sin mujer, cigarrillos a montón y güisqui etiqueta azul a discreción, aderezado con amargura por no poder confiar sino en Fidel, que lo que quiere es verle el hueso a la chequera petrolera venezolana.

Y la bomba hizo metástasis en susto traducida. Y el corre y corre con su característico ¿dónde me meto? y cosas así, que se estilan en la angustia de esas horas, al filo de la madrugada, en las cuales el sueño huye como ya lo quisieran físico los corruptos de la alianza espantosa que ha sumido a la otrora orgullosa Venezuela en la vergüenza, la miseria y la desolación. Y, lo peor para el hipo producido por el miedo, no poder contar con el soborno petrolero, pues la producción futura de PDVSA está hipotecada y la poca presente ya está pagada y consumida, y los venezolanos vivimos del fiado y comemos gracias a los gringos.

Y las cacareadas reservas internacionales no son más que unos seis mil y pico de piches millones, quizá menos si les espulgamos el papelero, que no alcanzan para la repartición proporcional del enriquecimiento ilícito que había mantenido, por ahora, cohesionado a ese falaz grupo de codiciosos que cuadran las cuentas con un displicente 7x7 = 36. Y en plena crisis de desesperación, cuando todo parecía perdido, alguien gritó: ¡Oro! Y Chávez, con los ojos batientes: ¿Oro? ¿Dónde? ¿Quién tiene? Y Fidel, demostrando su zorruna voracidad, apuntándolo con el huesudo dedo de condenar a muerte a todo negrito que intente escapar del mal de la felicidad, lo sorprendió con la información sobre su propiedad de una mina de oro, por allá por el estado Bolívar profundo, cuya penuria lo está borrando del mapa, que está colocada en el puesto 15º en la tabla de propietarios de oro, con 365.8 toneladas, y como el muchacho es llorón y Fidel que lo pellizca:

– ¡nacionalícenmela ya! – está nacionalizada, mi presi - ¡nacionalícenla otra vez! - y, además – en demostración de su conocimiento de hasta la ultima puya venezolana - Fidel le reveló los depósitos del preciado metal que mantiene Venezuela en tales y cuales bancos de USA y Europa, que con pelos y señales, le dijo, suman 211,35 toneladas – en realidad son 211,36 según un acucioso investigador, lo que da razón a Laureano sobre la merma del tonelaje a medida que transitará de mano uñosa a mano peluda.

La contentura por tan extraordinario descubrimiento, luego de doce años de co-gobierno y de haber metido preso a quienes protestaron la entrega de las Cristinas a las transnacionales, lo llevó a dar saltos de bucanero que le desprendieron la sonda y le aflojaron el canuto, en medio del samplegorio nacional e internacional: Porque es nada desdeñable el negocito comisional derivado de transportar 16 mil 908 lingotes de oro de 400 onzas cada uno hasta la estrecha bovedita del BCV o, como más de un mal pensado hemos sospechado, hacia la haciendita personal del pillastrín de Fidel, para que lo proteja de todo mal como cuidó Stalin el de los comunistas españoles.

¿Oro para filibustear?

Si es correcta o incorrecta tal decisión o si es para financiar la crisis derivada de un autogolpe o para continuar la revolución luego del revolcón del 2012 – que ya comenzó con la paliza que les dio Henry Arias en Alcasa - lo dirá el tiempo, que es un océano donde solo flota la verdad, pero lo que sí es seguro es que zamuro come bailando, y conociendo las malasmañas de estos revolucionarios de alpargatas Luis Vuiton, cuyo poder peligra por la carencia de dólares imperiales, porque son líderes en cuanto billete y fusil, esa oramentazón corre el riesgo parejo: ¿Mosca que hay mucho pillo? Por ahora se descubrió el tejemaneje gracias al patriotismo de algunos funcionarios que pusieron el punto de cuenta que autorizaba la operación “oro pa´l buche” en manos de la oposición. Y después de olla destapada no vale Caridad del Cobre.

Se les enchiqueró la fiesta y el Fidel sufrió un patatús al verse descubierto. Pero ya encontrará esta gente ducha en tejemanejes, la forma de ir alborotando el cotarro hacia otra insustancialidad, para llevar a cabo, con alevosa nocturnidad, y “piano, piano”, como dijo el Merentes, la operación “lingote pa ti, lingote pa´mí”. Mientras tanto Chávez se conformó con acariciar y darle besitos, en cadena nacional, a un soberbio lingotote de doce kilos – “al oro debemos solícito amor” - informando al país que “en el pasado, a él no lo dejaban ni siquiera tocar las barras”. ¿En cuál pasado sería eso? Porque de doce años para acá ha tocado todo lo que le ha dado la gana. Ni la sagrada osamenta de Bolívar se ha salvado de su desaforada tocadera. ¿Y se le iba a salvar el oro? ¡Era que no sabía!

Rafael Marrón González



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