Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

30 de julio de 2011

A SALTO DE MISA LLEGA A SUPERHOMBRE

El comunismo, como secta de asesinos, niega a Dios y persigue a la Iglesia y a sus prelados. La constitución cubana exalta el origen material del Universo y los sacerdotes no fueron sacrificados por miedo a una reacción internacional, auque muchos han sido desterrados por denunciar el genocidio cometido mediante el aborto sistemático como política de Estado, lo que es una abominación para los ojos de la Iglesia. Pero el cáncer de Chávez ha obrado el milagro de convertir en Venezuela a estos impíos cultores de los herejes ritos primitivos más oscuros, en mansos corderos de Dios, llegando al ridículo de realizar peregrinajes de Fe hasta la tumba del doctor José Gregorio Hernández, cuya imagen había sido mancillada días antes del cáncer, sin que ningún líder enrojado levantara la voz para condenar el abominable acto de salvajismo contra la fe popular.

Y de rojo trajeado – como Pío XI bendiciendo las armas de Hitler – en un altar decorado de rojo, al que se llegaba por una alfombra roja - ¿cómo recordatorio de la sangre a derramar? – presidido contradictoriamente por el lema infame y criminal “Patria socialista o muerte… Venceremos” (borrado ahora culilludamente lo de “muerte”) – un cura blasfemo realizó una misa ecuménica – un revoltillo de creyentes disímiles, abjurantes, santeros y ateos - ofrendada por la guardia de Honor, que como sabemos debe estar integrada por íntimos afines ideológicos del presidente. O sea comunistas.

Era de un cinismo avasallante la imagen de aquellos soldados ideologizados que amenazan con la muerte – ¿o que significa patria socialista o muerte? - a quien ose no ser socialista, tomarse de las manos – las mismas que empuñaron fusiles el 5 de Julio para anunciar simbólicamente, con su desprecio a las autoridades civiles, la derogación de la república democrática - con los ojos cerrados y la cabeza gacha, simulando profunda comunión espiritual. Lo menos que podemos pedir los venezolanos es que esta gente sea coherente con su prédica de odio y destrucción para imponer el comunismo. Y, además, si su Fe fuera verdadera, sabrían que Dios no oye palabra sino la voz del corazón. Por lo tanto será inútil todo ruego surgido de su oportunismo, porque Dios como buen socarrón sabe que de lo que se trata es de pánico cerval ante la posibilidad cierta de perder el poder y tener que responder por sus acciones contra la integridad de la república, por eso no les hace el menor caso a sus hipócritas vestiduras rasgadas ni a sus lágrimas de cocodrilo con cuentas en dólares en el exterior, además, la muerte no es asunto de Dios sino del hombre. Y si el cáncer del tipo es curable se curará por la ciencia del hombre, porque Dios no es oncólogo.

La contradicción con El Superhombre

Esta farsa hipócrita nos demuestra que la patria está moralmente enferma, como lo indica ese uso patibulario de la religiosidad popular, aunque jamás imaginamos el grado de metástasis de su crisis hasta ver la gráfica que nos mostró a un grupo de cadetes de la Armada de rodillas ante Chávez a su llegada de La Habana, actitud que rompe todos los cánones de la lógica y nos encoje la nacionalidad, y que es absolutamente contradictoria con las anteriores manifestaciones religiosas de sus acólitos - y del propio Chávez que recibió contrito la extremaunción de manos de un Obispo de los suyos - pues dimana de las recientes y confusas lecturas de la obra de Nietzsche, quien abjura de la moralidad cristiana y especula con una persona superior capaz de producir su propio sistema de valores.

Y Chávez, en ese acto alegórico de lo más sagrado de la Fuerza Armada que son sus cadetes, asume la encarnación de esa nueva deidad, descendiendo hiperbólicamente de los cielos, recibida por su grey prosternada para atestiguar el milagro cubano: La conversión de Chávez en El superhombre. En gringo Superman. La entidad totalitaria que todo lo puede al solo aliento de su prodigiosa voluntad de poder. Hasta curar su cáncer por decreto.

Visión evanescente

Qué se iba a imaginar Nietzsche que sus elucubraciones, que lo llevaron a la locura, serían la plataforma de lanzamiento de la más destartalada propuesta pre política de los últimos tiempos, que supera las estrafalarias loqueras de las risibles – pero criminales - deidades ungidas por el poder de los fusiles que degradaron a sus pueblos por la ignorancia debida, la superstición y el miedo.

Superhombres sustentados por ejército corruptos dominados por la codicia, como en la Roma decadente. Y en el medio el pueblo estupefacto. Aunque aquí en Venezuela el Superhombre es una entelequia pendiente de los precios del petróleo – aunque le celebren el cumpleaños en todas las plazas Bolívar de la república como febril exaltación adulante a su reciente divinidad - que, por los aires que soplan del imperio, comenzarán un vertiginoso descenso, producido por la nueva ley DODD-FRANK que prohíbe la especulación con las compras a futuro, que es lo que ha mantenido la cotización en alza de los barriles productores de líderes mesiánicos de chequera floja, en este tierrero sin destino. Así que esta ruina, con todo y Superman y fusiles de rodillas, tiene su destino señalado en las estrellas: 2012. Así se vista de amarillo.

Rafael Marrón González

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24 de julio de 2011

A LA OPORTUNIDAD LA PINTAN CALVA

Pedro el Grande debió combatir un alzamiento de nobles cuyo ejército era tan poderoso como el suyo. Al llegar al sitio de la batalla, al amanecer, los nobles iniciaron el ritual de sus oraciones y todos los oficiales se arrodillaron para orar por la victoria. Pedro no los imitó, no se unió en oración ni distrajo a sus oficiales en liturgias de Fe sino que alzando la espada ordenó a su artillería: ¡Preparen… apunten… fuego! y ganó la batalla sin perder un solo hombre. En la primera descarga el ejército enemigo quedó sin oficiales. La desbandada fue general. ¿Impío? ¿Cruel? ¿Cobarde? No vale, en la guerra se va a matar o a morir no a rezar ni a compartir ritos con el enemigo. Todo lo que afecte o debilite al enemigo hay que aprovecharlo para ganar. Eso es pragmatismo.

El chavismo es un formidable ejército de ocupación, inescrupuloso, armado y multimillonario, apoyado con decenas de miles de mercenarios ideologizados extranjeros, con un objetivo ineluctable: Imponer el comunismo en Venezuela. Y eso significa la destrucción de toda forma de libertad conocida para imponer la fórmula de la obediencia debida al gobierno para la subsistencia. Sumisión para poder comer. Y hacia ese destino marcha el chavismo, con más o menos contundencia pero sin desviarse, a pesar de los esfuerzos de la oposición.

Pero, súbitamente, su flanco más importante sufre una fisura devastadora que sume en el desconcierto y en el ritualismo espiritual – un medroso ataque de farisea religiosidad colectiva – al universo chavista hasta ayer irreligioso y procaz que descabezaba imágenes de santos y vírgenes y se orinaba en las iglesias y escupía el ataúd del humilde Cardenal Velásco, estimulado por el discurso satánico del líder, a quien los babalaos cubanos, que le chupan la cartera nacional, habían asegurado vida eterna y poder para siempre como Fidel.

Ante esta calva oportunidad, llegada de la mano de la justicia divina, lo que debe hacer la oposición oficial – para neutralizar cualquier trampa chavista o desmontarle la agenda - es aprovechar la debilidad del enemigo – que no es adversario, sino enemigo jurado de nuestra forma de vida – y actuar con rapidez y eficiencia, eligiendo ya un candidato para enfrentar el discurso comunista – cualquiera que renuncie a la reelección y prometa llamar a una constituyente, sin estar esperando primarias – para recorrer el país, aprovechando que va a estar solo en el patio, con un discurso democrático – pero denunciando la asquerosa corrupción, las mentiras y las injusticias del régimen entre otras perversiones como por ejemplo la traición a la patria que significa el manejo cubano de la cedulación biométrica de los venezolanos - y una propuesta socioeconómica atractiva, que, a la vez, restituya la dignidad y la honestidad como valores del gentilicio y nuclee al pueblo en torno a una opción de cambio para el bienestar general, con total equidad - a cada quien según sus capacidades.

Hablando claro y raspado contra el degradante facilismo parasitario – de pan para hoy hambre para mañana - que amarra al hombre al botalón de un gobierno irresponsable que declina sus verdaderas responsabilidades en aras del populismo electorero, para mantener en el poder a un predestinado, surgido de los deseos de vivir sin trabajar de una porción importante del pueblo venezolano que tiene el cinismo de llamarse “bolivariano”, cuando Bolívar los sentenció: “La sociedad desconoce al que no procura la felicidad general: al que no se ocupa de aumentar con su trabajo, talento o industria las riquezas y comodidades propias que colectivamente forman la prosperidad nacional”.

Necesitamos líderes como Pedro

Es la frialdad racional de la inteligencia – y sus derivados la lucidez y la coherencia - lo que necesitamos en este momento histórico en el que se une al descalabro que ya viene sufriendo el gobierno en el afecto popular por su ineficiencia y corrupción, la enfermedad terminal de su caudillo – hoy rehén con firma electrónica de un gobierno extranjero, que puede ser usada para imponer decretos comunistas y liberticidas - y sin heredero probable, porque él mismo se encargó, en su infinita prepotencia, de disminuir cualquier posibilidad de competencia, mientras en la oposición surgían liderazgos eficaces, formados al fragor de la lucha política que le arrebataron no pocos espacios intermedios de poder y que lucen presidenciables, aunque su momento, por simple lucidez y porque la patria lo reclama, sería deseable fuera postergado - no vivimos, desgraciadamente, el estado democrático convencional que el ingenuo optimismo cree percibir - en pro de un político sagaz sin otro compromiso que la patria ni otra aspiración que la consolidación de la república – en pleno uso de sus facultades para leer el orden interno de la realidad - que aproveche ese caudal de votos para eliminar el fuero de los militares y devolverlos a sus quehaceres naturales en los cuarteles y llevar a los tribunales a esta cáfila de ladrones del erario y entreguistas de la soberanía nacional a un Estado extranjero, que han mancillado el honor del gentilicio, mientras enrumba el país hacia su recuperación social y económica. Ardua tarea. Pero posible. Manos a la obra.

Rafael Marrón González

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16 de julio de 2011

POR FACUNDO CABRAL…

Siempre me he preguntado qué pueblos son estos de Latinoamérica – aunque esa pregunta se pueda aplicar con igual propiedad a los demás pueblos del mundo cuyos actos barbáricos, criminales e impíos conmocionan la conciencia de la humanidad auténtica, aunque cierta parte parece haber entrado en razón y trabaja y actúa por los preceptos que nos definen como seres diferentes a los depredadores del reino animal, pero siempre con pústulas irredentas como ETA en España o en Italia la Mafia. Que al fin y al cabo son la misma cosa pútrida.

En estos tierreros, con aspiraciones civilizatorias, el crimen constituye opción para cierto número de primates que esperan apoderarse del poder para zampar, a sangre, tortura, miseria y muerte, su ideología esquizofrénica – todas los son – a la sociedad evolucionada, desarrollada, en nombre del pueblo, que para ellos será siempre la parte poblacional que no logra despegarse de la ignorancia, que es la desgracia cierta de Latinoamérica y que produce gente sin alma.

Y esta perversión – en todas sus posibilidades – se sustenta en un hombre providencial – ungido por el Ser Supremo, que todo lo sabe – por ósmosis - y todo lo soluciona al solo toque de su magistral dedo índice – arqueado sobre un gatillo - que enrumba la patria hacia un destino imaginario, sustituyendo el trabajo, el estudio y la responsabilidad por la incondicionalidad pródiga que depara bienes a granel, aunque nunca alcanzan para el pueblo – ni siquiera para el que lo sigue, que vivirá siempre como ha vivido, esperando que llueva café, lo que suele confundir con esperanza.

Esta suerte de dioses tutelares - ridículos para el arrabal de la historia – les suelen salir cíclicamente a estos pueblos- como espinillas en las nalgas - coadyuvando la degradación moral y la dependencia parasitaria que dificultan la posibilidad de desarrollo, tanto intelectual como de la voluntad, que podrían colocarlos en el sendero real del progreso. Ejemplos sobran de estas alteraciones furunculares que esconden su patológica criminalidad congénita tras estrafalarias revoluciones que suelen terminar como cubiles de ladrones y dictadores. Que es la misma vaina.

No hay país de esta Latinoamérica confundida que no sufra el escarnio de haber engendrado en su seno una importante muestra de esta aberración criminal, pivotada en la “justicia social”, que se ramifica, para unirse más adelante, en delincuentes políticos y delincuentes económicos, aunque, gracias a Dios, no todos han alcanzado el poder pero sí han hecho el daño necesario.

En Venezuela tenemos la desgracia de vivir un proceso político – conducido por un “comandante” atrabiliario, hazmerreír del mundo, aunque en secreto por lo de la chequera munífica, que después de poner al país al borde de una guerra civil sale con el lagrimeo de que “tiene cáncer” para dar lástima - cuyo lema no puede ser más revelador de su intrínseca criminalidad: Patria socialista… o muerte. Seguro estoy que buena parte de los que lo proclaman son débiles mentales incapaces de diferenciar ni el bien del mal ni lo verdadero de lo falso. Ni conciencia ni criterio. Pero aquellos que han fusionado la política – eminentemente civil - con la premisa de tierra arrasada del pensamiento militar – el desfile del 5J fue su clímax - están bien claros sobre lo que ese lema implica, pues la historia les ha revelado que la única manera de que un hombre resigne sus derechos es mediante el asesinato organizado desde el Estado, que es lo que conocemos como “genocidio”.

Por eso cuando escucho a esos reclutas ignorantes, inspirados por la imagen supermánica del ídolo, gritar “socialismo o muerte”, con el rostro transfigurado por el odio y un fusil de asalto en las manos enguantadas de rojo –más me convenzo del triste destino que espera a esta nación con la mitad de su gente creyendo que socialismo es capitalismo pa´los obreros y que el gobierno tiene que darles hasta la comida en la boca porque “semos venezolanos”. El derecho sin obligaciones. Pueblos enloquecidos por el señuelo del facilismo, sin saber lo que quieren, que marchan a tambor batiente hacia su propia destrucción arrastrando tras de sí la historia de la patria avergonzada. Ya Bolívar lo definió en su Manifiesto de Carúpano, en 1816: “Ciegos esclavos que pretenden atarnos con las cadenas que ellos mismos arrastran”.

Violencia neandertálica

Latinoamérica parece ser el último habitáculo del hombre de neanthertal, al que el comunismo dotó de justificación para su violencia: Luchar contra la exclusión, que significa destruir piedra a piedra todo lo edificado en siglos de desarrollo humano, para reeditar el mito del Ave Fénix. Los desheredados de la tierra bien merecen vivir en un mundo desértico, sin cultura ni inteligencia ni porvenir atados al botalón del caudillo munífico.

Este discurso insensato desvía la lucha social de los pueblos hacia la delincuencia donde es fácil pasto de las mafias que pululan en la charca del populismo, como la herencia que dejó el despreciable Fidel Castro en Guatemala, que se ha convertido en el país más violento del mundo, cuya última expresión de maldad fue el asesinato del mensajero mundial de la Paz, Facundo Cabral – “la violencia es una estupidez” - que ha anegado de tristeza los ojos de la humanidad.

Rafael Marrón González

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10 de julio de 2011

MÁS VALE CÁNCER QUE NUNCA

“El hombre es arquitecto de su propio destino” comentó el positivista José Ingenieros, frase que inserta al hombre en la esfera del locus de control interno, él y solo él es el responsable de las consecuencias - positivas o negativas - de sus actos: Cobra o paga. No es asunto de Dios ni del azar y menos de la suerte, esa ficción tan del agrado de los operarios físicos. Cada ser humano cosecha lo que siembra, quien siembre viento cosechará tempestad.

Una persona que pase decenas de años sembrando odio, invocando la muerte y amenazando con la destrucción de toda una nación si no se pliega de rodillas antes sus delirios totalitarios, no puede esperar cosechar compasión en su desgracia. Una global alegría desbordada sucedió al anuncio de la muerte de Hitler. Y eso no significa que la humanidad de entonces era perversa por contentarse por la desaparición de un ser humano, sino que este monstruoso asesino sembró tanto odio que cosechó desprecio hasta para su condición humana.

Este tipo de individuos que han mancillado con sus crímenes la historia de la humanidad, se creen predestinados por la naturaleza para sustituir a Dios en sus designios, hasta que una soberbia bofetada cósmica los devuelve al guiñapo corporal de su miserable realidad - sic transit gloria mundi. Su desgracia personal es la ignorancia. Como el machista que cree que nació sexo masculino porque superó una prueba arrechísima.

Una serie de circunstancias concatenadas los colocan en el ápice del poder, y en lugar de usar ese privilegio para hacer el bien sin mirar a quien, se convierten en fieras sedientas de obediencia y servilismo, rodeándose de viles inescrupulosos, sin llegar a percibir que el poder, todo poder, es transitorio. Por mucho que dure será transitorio. Y de sí depende que su nombre sea arrastrado por el lodo en el albañal de la historia y negado hasta por aquellos que le sirvieron de rodillas para medrar a su lado.

No puede esperar recibir conmiseración, cuando flaquea su naturaleza y se revela su frágil arquetipo de mortal común y corriente, un gobernante imbuido de su condición de Ser Supremo que aplique la maldad contra quien lo adverse, excluyéndolo del principio constitucional de la igualdad ante la ley y ante los beneficios que el Estado está obligado a suministrar a todos los ciudadanos.

Sería interesante preguntar qué opina sobre esta grave enfermedad autocrática, a la hija de Carlos Andrés Pérez, que, en silla de ruedas, esperó inútilmente durante horas en las oficinas de la cancillería, una autorización para viajar a los Estados Unidos para recibir asistencia médica y que le fue negada por simple maldad. Todo el inmenso poder del aparato del Estado aplastando los derechos de una mujer inválida y enferma. Preguntemos a los trabajadores de PDVSA que fueron botados – burla mediante televisada: prrrrr estás bota´o - y sacados a patadas de sus viviendas a media noche, por un aparato militar que se cubrió deshonor, lanzando sus padres ancianos a la calle, y no les pagaron sus prestaciones y se quedaron sin sus ahorros y les anularon sus seguros médicos.

Busquemos la opinión de los millones de venezolanos sentenciados al hambre y al desempleo por haber ejercido su derecho constitucional a firmar para revocar el mandato del presidente y a aquellos que fueron obligados a retirar su firma para no perder su empleo o la bequita del hijo. Indaguemos la opinión de los familiares de los muertos en la Plaza Altamira, en el puente Llaguno, a los sindicalistas a los que llamó “letrinas”, a los periodistas vejados y golpeados y a los medios de comunicación condenados a la insubsistencia o a la quiebra por mantener su independencia y a los millones de humillados y ofendidos por haber protestado por este mal gobierno que criminalizó el derecho a huelga y la protesta social, para encarcelar a inocentes que luchan por sus derechos laborales y por sus servicios públicos.

Inquiramos que piensan los cientos de empresarios despojados vilmente de sus empresas, fundos y terrenos y, además, lanzados al ludibrio público para solaz de la canalla, y a los miles de desempleados ocasionados por este tipo de políticas de Estado. Conozcamos la opinión de los trabajadores del sector público – como los médicos y profesores universitarios - a los que se ha negado un salario digno y la contratación colectiva, y obligados a disfrazarse de rojo para asistir – so pena de ser botados – a cuanto mitin tenga bien articular el poderoso amo de la República.

Entrevistemos a los presos políticos, como la juez Afiuni, a Forero, a Simonovis, a Peña Esclusa, y a los exiliados y a sus familiares. Entre millones de casos, como el de Franklin Brito. Así que, sin hipocresías ni pacaterías pobrecitistas, un suspiro de alivio recorre hoy las arterias de Venezuela, que siente que se oxigena su futuro. Y la culpa de ese alivio no puede achacarse a la impiedad, sino que ha sido tanto el daño causado, tanto el miedo y el dolor infligidos, tanta la violencia y las amenazas, tanta la prepotencia de un Estado poderoso abatiéndose sin misericordia sobre el porvenir de la nación, que nos alegramos mucho de que, por fin, tenga fecha cierta de salida, ante la incertidumbre electoral, así que más vale cáncer que nunca.
¿Arrepentido contrito o fiera herida?

Aunque todavía hay mucho escéptico que asegura que todo esto es una obra de teatro para recuperar su maltrecha imagen electoral, soy de los que están convencido de la verdad de su enfermedad, como lo evidencia ese triste regreso a la dos de la madrugada a un aeropuerto solitario, en el que lo esperaban cuatro de los gatos de su entorno oportunista más íntimo, de los cuales destacó la cara de perro de su hermano Adán, que denotaba molestia por el intempestivo regreso que los agarró fuera de base.

Así que sí tiene cáncer – de colon o de próstata, cual de los dos peor - aunque su evolución es indeterminada. En el video mediante el cual anunció a la nación su padecimiento – develando a los mentirosos de su gobierno y reivindicando a quienes dijimos la verdad - pudo el mundo percibir a un hombre atribulado, disminuido por las consecuencias anímicas de la mortal noticia, atontado todavía por el formidable mazazo que lo colocó en el epicentro de la realidad, despojado de su mito de invencibilidad. Pero ya lo hemos visto en actitud similar en otras ocasiones adversas, aunque no tan contundentes como esta.

Recordemos al llorón de la Orchila o al hombre del Crucifijo del 13 de abril de 2002. Pero también a la fiera herida del 2 de febrero de 2007. Para no perder la sindéresis y actuar por reacción. Los venezolanos – que no deseamos su muerte ni nos alegramos por su enfermedad, pero tampoco sentimos la menor lástima por su sufrimiento – nos los impide el recuerdo del dolor infligido a la patria - solo esperamos que, ante la verdad de su ineluctable destino, decida renunciar a su capricho enfermizo de emular al decrépito asesino caribeño.

Todo es posible en el umbral

Estoy consciente de que es ingenuo esperar actitudes positivas, equilibradas, ceñidas a la ley, de un bárbaro, que practica la maldad y ritos satánicos, y cree haber recibido del pueblo esperanzado que lo eligió por otras razones, un mandato para destruir la democracia y la libertad, que son bienes preciados para lograr un estado de bienestar general. Sin embargo, y repito, como su enfermedad – que no es súbita sino fue descuidada - ha generado una brusca dislocación de la política venezolana, imprevista hasta para el más sagaz analista y el más inspirado babalao, y para el propio afectado que sabe que los venezolanos jamás vamos a acepar sin luchar el comunismo - una secta de asesinos, ¿acaso “socialismo o muerte” no es un lema criminal? - y convencido de que ya se le acaba el tiempo de juego, es posible que la reflexión que suele provocar una situación terminal como esta, lleve al doliente poderoso a revisar sus actuaciones liberticidas e ilegítimas y a truncar las aspiraciones resentidas de alucinados y malandros empoderados.

Y creo eso posible, no por ingenuo, sino porque encontré una pequeña luz en el final de su discurso confesional – en el cual insultó la Cuna de la Libertad iberoamericana al decir que hablaba desde la “patria grande” – cuando expresó: “No quería ni quiero para nada que me acompañen por senderos que se hundan hacia abismo alguno”. Para buen entendedor eso basta. Aunque bien puede ser retórica de asustado, pero, como ya regresó a amarrar a sus locos, aunque los ratificó en sus cargos – y se presentó en el balcón del pueblo todo de uniforme y maquillado, para aparentar aspecto saludable, pero no presidió los actos del cinco de julio - solo nos queda esperar. Amanecerá en Fuerte Tiuna y veremos. Solo si el buen criterio – que nunca ha tenido – surge de las entrañas de su delirio, la historia lo absolvería: Más vale cáncer que nunca.

Rafael Marrón González
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3 de julio de 2011

EL PAÍS PENDE DE UN HUGO

Definitivamente Venezuela es un país triste, en pleno apogeo del portento científico y tecnológico del Siglo XXI, se disuelve en el mismo drama de aquella hora lánguida de 1935 en la cual se mantenía en vilo esperando que orinara Juan Vicente Gómez. Los goteos del lóbrego personaje, infectado de múltiples blenorragias, eran contados con meticulosa preocupación por los médicos de cabecera que hacían circular los rumores, en voz baja, medrosos y esperanzados, por los pasillos y callejones de aquella nación ruralizada para la esclavitud, que se mantenía en vigilia permanente por el moribundo poderoso, dueño de vidas y libertades.

El país dependía de aquella sonda milagrosa pero inútil, que aliviaba la vejiga del carnicero de La Mulera. Setenta y seis años después de aquella hora menguada para la dignidad de la patria, Venezuela vuelve a paralizarse por un cáncer, que mantiene en estado de postración al presidente, que sigue mandando desde territorio extranjero, sin el menor rubor por el desacato a los preceptos constitucionales que obligan al mandatario a depositar la autoridad en el vicepresidente de la República, para impedir el vació de poder que se genera por su prolongada ausencia temporal.

Y lo más graves es que ha acumulado tanta fuerza, y guarda tantos secretos, que nadie se atreve a discutir su santa voluntad, y ante el reclamo constitucional sus adulantes responden – para tapar su inutilidad - que Chávez estará ausente el tiempo que le de la gana, como si se tratara del dueño de una hacienda y no del presidente constitucional de una nación, con lo que se devela además que su liderazgo es imprescindible para el gobierno, donde, repito, no existe ni relevo visible ni sujeto alguno con los redaños suficientes para someterlo al carril de la legalidad en ninguna de las instancias correspondientes a los demás poderes públicos, llamados a velar por la constitucionalidad.

Al contrario, lo que ha evidenciado esta ausencia intempestiva de Chávez es que en Venezuela se está generando el síndrome de la Cenicienta, que a las doce de la noche volvió a ser la cochambrosa fregona que era antes del toque mágico del hada madrina. Aquí el hado padrino convirtió por arte de birlibirloque a un chofer de metrobús en flamante canciller de levita y pumpá y meñique levantado. A una oscura tipista de la PTJ en mandamás de la Asamblea Nacional – donde sigue mandando aunque no sea presidenta.

A guerrilleros analfabetos – que en contradicción con su comunismo militante, piden al pueblo rezar a Dios por la salud del Gran Encomendero, tal su desesperación - en diputados, ministros y contralores. A un maestro de cuarto grado de primaria en ministro de educación. A leguleyos pierde pleitos consuetudinarios, en magistrados y Fiscales. Y a una familia campesina de verbo gangoso en dispendiosa activista del yet set europeo.
Pero a la hora silente de la oscuridad todo vuelve a la normalidad. Desaparecen los disfraces y la cruel luz del mediodía nos muestra sus miserias.

Por eso es imposible esperar otra cosa que no sea el caos ante la ausencia de Chávez, pues el encapuchado tira piedra, que le quemaba el carro al humilde taxista que se aventuraba por su predios de violencia universitaria contra el sistema, nunca dejó de serlo, aunque el poder del hado lo haya encumbrado hasta la segunda instancia del poder ejecutivo, donde tiembla ante la posibilidad de tener obligatoriamente que cumplir con el mandato constitucional de asumir la presidencia de la República - delega poder a un mediocre y conocerás la dimensión de la idiotez.

Y el propio Chávez – solo ahora ante su inminente destino manifiesto - “un tumor abscesado con presencia de células cancerígenas” – debe sentir que el mundo se le vino encima, con su peso multiplicado por la inmensa ineptitud de su séquito de obedientes incondicionales, convocados por la voracidad rapiñosa de su hambre vieja, y una Fuerza Armada dividida, en la cual la institucionalidad puede activarse en su contra con funestas consecuencias para la democracia. Como la activó Gómez contra Castro. O Pinochet contra el bolsiclón de Allende.

Así que el país entero pende de un Hugo. Y no es que Chávez sea ningún dechado de aptitud y eficacia, sino que aprendió, con el doctor Frankestein caribeño, a mover los hilos que mantienen sujetas a sus faltriqueras las ambiciones descontroladas de sus creaciones artificiales, que hoy se desmoñan por el título de “delfín”.

Imagínense ustedes el desastre si Chávez debe permanecer tres meses fuera de Venezuela. Si con apenas unos días se abrió la caja de Pandora: Se agravó la crisis eléctrica y el diente roto de Rodríguez Araque – muy bueno para poner bombas y matar soldados venezolanos – no es capaz ni de hilvanar una frase creíble para paliar la angustia del pueblo afectado del interior de la república - porque en Caracas está prohibido que se vaya la luz, aunque la tierra se abra - por los cada vez más recurrentes apagones, que en los barrios de Ciudad Guayana suceden a diario y por tres y cuatro horas.

Estalló el escándalo de la cabilla en Sidor – que tiene los ingredientes de un pase de factura entre bandas rivales – y ahora menos se consigue cabilla, lo que, unido a la nula producción de la cementera dirigida por la esposa del Jaua, raspa la ilusoria Gran Misión Vivienda; un sangriento enfrentamiento en dos cárceles, una de las cuales sigue en poder de los pranes que se dan el lujo de retar abiertamente, por las redes sociales, al gobierno y a las Fuerza Armada; la violencia chavista en las empresas de Guayana cobra su primer muerto, digan lo que digan los demás; los médicos, cansados de tanto engaño, decretan un paro nacional, mientras se descubre convenientemente en un muelle de San Félix el alijo de droga más grande de los últimos años, el cual se presenta a la prensa y se liquida sin examen previo ni presencia judicial – el pueblo que no es zonzo como Chávez cree, sospecha que es un montaje para tapar los escándalos – y, de ñapa, Estados Unidos amenaza con nuevas sanciones:

La cara de muchacho a punto de llorar del equipo de gobierno, impotente para hacer frente a tan vasta responsabilidad, refleja la realidad de esa pobre gente elevada a los mayores niveles de ¿decisión? estatal por la varita mágica de la incondicionalidad, cuya mejor, muestra de su talante fue incitar a una rebelión armada para evitar una derrota electoral. Un gobierno que pende de un Hugo ni es gobierno ni es na´.

Y la revolución también…

Una esponjosa “parlamentaria” – debe ser repetitaria – del oficialismo declara ante los medios nacionales que “la fortaleza de la revolución está en “la conexión amorosa entre Chávez y el pueblo”: No en la eficiencia del gobierno revolucionario, no en la mejor calidad de vida que debería tener el pueblo después de doce años de mandato revolucionario con los más extraordinarios ingresos que haya tenido gobierno alguno en América y Europa; no en la paz y tranquilidad de la familia venezolana por la derrota del hampa despiadada, la eficacia de los servicios públicos, el pleno empleo y el accesible costo de la vida, no por haber dotado de una vivienda digna a cada venezolanos que la necesitara, no por haber eliminado la corrupción zampando a la cárcel a los corruptos que han saqueado a la nación en estos doce años.

No, por nada tangible: Por el amor. Esa infeliz declaración de devoción a Chávez – que desplaza hacia el pueblo el sentimiento personal de la susodicha - solo denota la imposibilidad cierta de esta revolución, que ha fracasado por dos razones:
La primera, porque la parte del pueblo venezolano que defiende la democracia y la libertad, le ha impedido avanzar, a pesar de sus tiránicos esfuerzos, con su lucha incesante e irrenunciable. Y en segundo lugar, porque nada que dependa de un solo hombre para existir, puede sobrevivir y no sobrevivirá.

El espanto que reflejan los avejentados y lívidos rostros de la nomenclatura oficial señala la verdad: Llegaron las doce de la noche a la Patria de Bolívar y el encantamiento ha desaparecido y lo que queda de la opulenta carroza y la princesa es una auyama destripada, unos ratones corriendo hacia sus ratoneras y una vieja harapienta y moribunda lanzando al aire sus quejidos lastimeros.

En conclusión

Decía el bitle Yon Lennon que llamamos “la vida” a todo lo que nos sucede sin haber sido planificado. Pues a Chávez le llegó “la vida” a cobrarle sus desmanes: Cuando accedió al poder, por equivocación popular, juró que iba a presidir los actos del bicentenario del 5 de Julio y cometió los actos antidemocráticos más repudiables para logarlo, pero llego “la vida” y se lo está dificultando.
Como le está poniendo fin a su revolución tapa amarilla. La que iba a durar por siempre. Porque su megalomanía la puso a pender de un Hugo. Y mientras más ineficaz el seguidor, más alto se elevaba, pues había Hugo para rato y podía permitirse encumbrar inservibles en cuanto incondicionales. Y esa fue su perdición. Nada se mueve si Hugo no lo decide y, por lo tanto, ahora, nada se mueve. Pendemos de un Hugo. Que Dios se apiade de la Patria.


Rafael Marrón González
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