Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

5 de julio de 2025

¡ENDEPENDENCIA, QUÉ VAINA PA'GÜENA!

¡ENDEPENDENCIA QUÉ VAINA PA´GÜENA! Rafael Marrón González ¡¡¡Nepomucena!!! ¡¡Nepomucena!! ¡Nepomucena! - ¿Qué alboroto es ese muchacho? ¿Qué es lo que pasa? - ¡Guá, Nepo, que tenemos endependencia! - ¡Ave María Purísima! ¿Y qué guarandinga es esa? - Bueno, yo la verdad no sé, pero endenantico, a las tres de la tarde, don Juan Antonio Rodríguez Domínguez, se asomó a la puerta y nos dijo a nosotros los que tábanos en la plaza, que había endependencia. Y enseguida salió el Miranda, con su peluca entalcá, y reunió a un grupo y armaron tremenda gritería por las calles dando mueras a Fernando sétimo y gritando a to´pulmón ¡ah, ah, libertad!, ¡ah, ah, libertad!, ¡ah, ah, libertad! Y se metieron en el palacio del arzobispo, y el Miranda se puso a bailá y a cantá como loco: - ¡Se va, se va, se va, se va! Y un asomao se quiso robá un candelabro. Y don Francisco Espejo se lo arrebató y le dijo cuatro vainas. Y lo amenazó con un rejo. Que la endependencia era de hombres honraos.Y el arzobispo se calentó y llamó a la guardia que no le hizo caso. Y por poco la da un patatús. Se puso hasta morao. - ¡Pobre don Narciso y que vení pa´esta tierra en pleno alboroto! Ese ta´empavao. - Y el Miranda, cuaj, cuaj, cuaj, muerto e´la risa, Nepo. - ¡Dios nos agarre confesaos! ¡Ese hombre es el diablo mismo, mi´jito! Ese fue el refistolero del amito Bolívar el que se lo trajo de donde estaba. De allá de la Londres. Y desde que llegó no ha dejao de formá bochinche. Que si el club patriótico. Que si el Patriótico Venezolano. Que si el congreso. Que si una reunidera de noche y de día, Que si patatín. Que si patatán. Puro bochinche. Nada más que pa´metese con el rey, nuestro señó. Y eso Dios lo castiga. Como si lo tuviera viendo. ¡Cuándo en mis tiempos! ¿Y, dime muchacho, cómo sabes tú de eso que mientan endepedencia? - Bueno, como yo soy el mandadero de las Bolívar, me entero de todo. Porque, ¡ah mujeres pa´chismosas. Pa´cureras. Y pa´godas! Y le tienen al Miranda la rabia que brinca pa´rriba. No lo pueden ni ve. Lo llaman hijuepulpero. Blanco de orilla. Lucifer. Y cuando pasa junto a ellas en la calle se persinan. Porque ese y que está ejcomulgao. Que es como está muerto, pues. Y eso que el viejo de lo más refistolero cuando pasa por su lao se quita el sombrero. Y casi barre el piso con él, pero las cuaimas arrespingan la nariz y ni lo ven. - ¡Cuidao te oyen piazo e´muchacho! Mira que esas bichas no mascan pa´echále látigo a un negro. - ¡Yo no soy negro! A mi me dijo don José Félix Ribas que yo soy pardo. - ¡Esa es la misma vaina, pendejo! - Tá bien. Tá bien. Pero negro no soy. Yo soy más blanco que tú. - Bueno, como tú digas, pero cuéntame, pues. Anda. - Resulta, Nepo… que este cuento es largo. No tendrás porahi un piazo de arepa y un poco e´guarapo. Que con el corre y corre no he comío en to´el santo día. - Si tengo pero anda contando. Bueno, las Bolívar me mandaron para que viera y les juera a contá ca´ratico. Y así andaba, me asomaba un rato y salía corriendo a contale a las cacatúas. Y volvía a asomame y otra vez ¡ráspale! a contales. A veces se me olvidaba. Porque me quedaba así como encandilao. Escuchando a uno que hablaba bonito. Yo no le entendía nada. Pero hablaba bonito. Y cuando me daba cuenta, salía esmachetao paquese las Bolívar. Y cuando llegaba estaba la María Antonia en la puerta con el rejo en la mano dándose en la pierna. Esperándome con la cara amarrada. Ella que es fea. Con el jocico asi se pone pior. Hasta orita en eso, pues. Tengo las patas entumecías de tanto corré pa´llá y pa´cá. Pero, bueno, Nepo, te cuento. Resulta que… ¡esta arepa si ta buena, vale! Pero el guarapo ta frío. - ¡Trágate eso y cuenta rápido, piazo e´loco! - Mira Nepo, esta mañana esa gente que mientan deputaos llegó al Congreso como a las diez. Bien temprano pa´ellos. Porque esa gente si que duerme. No había manera que llegaran antes de las tres de la tarde. Fue cuando la Juana Bolívar que los vio pasá me mandó a espiá. Una cosa que si vi rara, Nepo, fue que el marques del Toro que cuando le pega tufo e´negro le da tos, taba de lo más entusiasmao con el Roscio. Que es pardo. O la misma vaina que negro como dices tú. Que to caballero es blanco y to blanco es caballero. Lo que son las cosas. Quién lo iba a decí. Ahora parece que el Roscio también es caballero aunque no sea blanco. ¿Será eso lo de endependencia? Bueno, Nepo. Se sentaron muy serios. Don Juan Antonio dijo unas cosas. El secretario leyó un papel que dijo que era el orden del día. Muy serio. Y el Miranda. Como si tuviera un resorte. En lo que se calló el secre pidió la palabra. Y ahí comenzó la hablachentería. Se pasaron to´el día hablale que te habla. Discurso y discurso. Se paraba uno. Hablaba. Y se paraba otro y le contestaba. Y otro le rispotaba. Y el primero se volvía a pará y le contestaba a los dos. Y que ya tu hablates. Que ahora me toca a mí. Que yo no he hablao. Y el médico José Luis Cabrera que endependencia ya. Que llegó la hora. Y el Miranda también que endependencia ya. Y el deputao e´La Grita empeñao en que no. Que endependencia no. Que entuavía no. Y el Miranda se ponía rojo y pálido y jipato. Y gritaba que endependencia sí. Que ahora sí. Y se le iba encima al Vicente Maya, que así se llama el de La Grita, que taba empeñao en que no y que no y que no. Que endependencia no. Y había como tres más que decían que no también. Pero lo decían así como queriendo y no queriendo. Hasta que llegó el Miranda y dijo algo así como ¡endependencia o muerte! Con la voz estremecía. Bien derecho. Con el pecho ajuera. Y la cabeza levantá. Te juro que se me puso la piel de gallina, Nepo. Se me aflojaron las piernas y se me atoró un nudo en el gañote. Del tiro se me olvidó el rejo de María Antonia. Ya la veo pará en la puerta buscàndome pa´que le lleve el chisme. Entonces, agarró el don Juan Antonio y los puso a votá. - ¡Alcen la mano los que estén con la endependencia! Y se alzó aquel pocote e´manos. El único que no alzó la mano fue el deputao e´La Grita. Me dio una lástima. Parecía un pajarito. Tuel mundo votó por la endependencia. Menos él. El Miranda alzó las dos manos. Y se paró. ¡Endependencia! ¡Endependencia! ¡Endependencia! Y se daba la vuelta pa´contá las manos. Y don Juan Antonio después de contá. Le dio un golpe fuerte a la mesa. Y dijo muy serio con ganas de llorá. Con la cara así: - ¡Tenemos endependencia! Y se hizo un silencio. Pero después fue fin de mundo. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertá! ¡Viva la endependencia! Mayor algarabía. Parecía muchachos. Se abrazaban. El Miranda saltaba en una pata. Y abrazaba al Cabrera que es de Guanarito. Y le daba besos al Maya. Que taba arrechísimo. Y no dejaba de murmurar: - ya van a ve. Ya van a ve. Ya van a ve. Parece que pa´el Maya la endependencia es una disgracia. Pero el Miranda nada que ve. Lo del era fiesta y parranda. Y el marqués del Toro empeñao en apurruñá al Roscio. Y el Roscio se hacía el loco y abrazaba a otro. Y eso era Nepo puro viva la patria. Viva la revolución. Viva la endependencia. Y fue cuando salieron el Miranda y el Francisco Espejo. Y se les pegó ese gentío. Y allí taban el moreno Camacho y el moreno Ibarra. Y yo ahí. Codiandome con lo fino. Yo decía ah, ah. Y don Vicente Salias decía ¡libertá! Y yo no aguantaba la risa. Vaina pa´güena esta endependencia. Yo decía Ah, ah, y don Coto Paúl decía ¡liberta! Yo decía ah, ah. Y me echaba una meneaita. Y nada menos que don Carlitos Soublette, Nepo, decía ¡libertá! Y fuimos pa´ la plaza. Y le dimos la vuelta tres veces. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Sin banderas. Porque no teníanos. A puro gañote. Y ahí se nos pegó más gente. Y vi, Nepo, a don Antonio Muñoz Tébar. Y vi a… don Pedro Pellín. Y a… don Casiano Medranda. Y al dotor Miguel Peña. Y a don Lorenzo Buroz. Y a… don Pedro Pablo Díaz. Déjame acordame. Y a… don José Antonio Pelgrón y a don Pedro Salias. Y a don Rafael Castillo. Y a… don Carlos Núñez y a su hermano don José María. Y a don Ramón García Cádiz. Y yo con ese poco e´mantuanos. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. ¡Vaina pa´güena esta endependencia! Me decía pa´mis adentros. Cuándo iba a andá yo con ese mantuanaje si no tenía endependencia. Pero ahora tenemos endependencia, Nepo. ¿Cuánto irá a durá? Ah, y se me olvidaba. ¡También andaba el viudo don Simón de Bolívar! Que también gritaba ah, ah, libertá. Yo me le fui arrimando como quien no quiere la cosa. Y cuando lo tuve al lao. Grité ¡Ah, ah! Y di dos pasitos. Uno pa´lante y otro pa´trás. Y el don Simón contestó ¡libertá! ¡Ah, ah! Decía yo. Y el contestaba ¡libertá! ¡Qué vaina pa´güena esta endependencia! Y más gente salía de las casas con las cacerolas de hierro y las usaban de tambor dándoles con un tolete. Aquello era la locura. Ah, ah, libertá. Plácata, plácata, plácata. Ah, ah, libertá. Plácata, plácata, plácata. Ah, ah, libertá. Plácata, plácata, plácata. Y recorrimos toa´las calles del centro. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ahí fue cuando pasamos por la casa arzobispal. Y el Miranda dijo que iba a dale un susto al cura. Y yo que no masco aproveché pa´ve por dentro la casa del obispo. Y eso fue puro gritá ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Y el cura como le dice el Miranda se metió pa´dentro en lo que vio esa gentará. Y comenzó a llamá a la polecía. ¡Polecía, polecía! Pero la polecía también quería la endependencia. Y se hicieron los locos. Y el Miranda y toditos entramos. Eso ha sío toa la tarde. Ya el Miranda tá ronquito. Y caminando cojo. Porque ese siempre andava alante. Echao pa´tras. Marcando el paso. Después se devolvieron pa´l Congreso y se pusieron otra vez a discutí. Y háblale que te habla. Pero era pa´un asunto de un documento. Diun acta. Como la mentaron. Y ahí mismito brincó el Roscio. Eso lo hago yo. Y yo también dijo el Isnardi. Que era el secretario. El del sello, pues. Pa´no quedase atrás. Pa´figurá, pues. Y entonces don Juan Antonio dijo que sí. Que lo hicieran el Roscio y el Isnardi. Y así quedó. Pero la cosa no termino ahí. Al escuchar la algarabía. Y la gritería de libertá. Salieron don Cristóbal Mendoza, y don Baltasar Padrón y don Juan de Escalona. Los que llaman el poder ejecutivo. Que no taban en lo del Congreso. A decí que ellos también querían la endependencia. Y otra vez la abrazadera. Y la besadera del Miranda. Y el Miranda besaba hasta al Roscio que le tenía la rabia que juega garrote. Y entonces el Miranda dijo que había que jurá. Y se nombró una comisión pa´escribí el juramento. Y van a jurá cuando te´ listo. Que va a se pasao mañana. Porque esa gente mañana amanece rebentá. Y entuavía falta la ternera. Que seguro es con ron. Yo no me la voy a pelá. Que vá, oh. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. ¿Qué te parece Nepo? ¡Nepo! ¡Nepo! ¡Se quedó dormida, la Nepo! ¡Que va a sabé la pobre de endependencia! Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá. Ah, ah, libertá.

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