Habitante de ese universo paralelo que es la pasión por la lectura, no llevó cuenta de la cantidad de sandeces firmadas por reputaciones consagradas por la idiotez, que me ha tocado digerir, sin embargo nada hay comparado con la profusa emisión de efluvios mentales de la estitiquez chavista.
La última pertenece a ese extraño personajillo de la picaresca oficialista, inserto en la familia Escarrá, que hasta una magistratura en el Tribunal Supremo ocupó sonrojando la impudicia. No teniendo nada que decir ante la escandalosa corrupción a cielo abierto, destapada por la presión obscena de la codicia exacerbada por la disminución de lo saqueable – no por que Chávez haya sufrido una súbita crisis anticorrupción - en lugar de guardar silencio como recomienda la prudencia, le espeta a la prensa nacional: “Mucha gente se ha enriquecido porque estamos en transición”. Se queda uno sin aliento ante tanta falta de vergüenza.
La etapa de transición entre la nada y ninguna parte que mientan “proceso” se caracteriza entonces, según esta descarnada expresión de complicidad por omisión, por la falta absoluta de pulcritud administrativa, al grado de que es lícito – según la legislación chavista – enriquecerse con el dinero del pueblo – con la res pública, con la cosa de todos, con el erario – sin otro riesgo que el derivado de competir con ladrones de mayor jerarquía.
Esta confesión de parte que hace irrelevantes las pruebas, es todo un manifiesto de deshonestidad – y de sandez, por supuesto – de parte de un individuo investido por el pueblo con la dignidad de representante de sus intereses superiores, y la usa para cohonestar las acciones delictivas que desvían los recursos necesarios para emprender obras sociales, hacia las cuentas particulares de los miembros de la más descomunal banda de delincuentes que haya saqueado el tesoro de una nación de la que tenga memoria la historia de la humanidad, desde Adán (el de Eva, no el de Chávez) para acá. Y eso significa, damas y caballeros – chavistas y no chavistas del pueblo esperanzado – que el drama que enfrenta la República es la absoluta falta de escrúpulos del lumpen gobernante – sub producto de la simbiosis de piratas somalíes con asaltantes de carretera.
Por eso no hay dinero para los aguinaldos de los trabajadores de Guayana – que no son utilidades Chávez, son aguinaldos que forman parte del paquete salarial anual de los trabajadores - ni para edificar los 3 millones de viviendas que necesita a nación, Ni para invertir en el sistema eléctrico nacional ni en el servicio de agua potable. Y mucho menos para atender la seguridad de la ciudadanía ni sus necesidades educativas y hospitalarias.
Cuando bolsillo suena monedas trae
Sé que a veces – sólo a veces – hay quien echa piedras al río para que suene, sin embargo el más elemental sentido de la integridad obliga a un Jefe de Estado a ordenar las investigaciones pertinentes cuando el sonido del río indique que arrastra piedras.
No puedo entender como Chávez, que es una entidad supranormal que tiene a sus pies asultanados – cual cursi odalisca rendida – todos los poderes del Estado, no haya percibido el pútrido olor a asquerosidad que emana de su círculo íntimo, ni haya podido colegir que detrás de la opulencia de su funcionariado encumbrado pudiera existir el espantoso ladronismo que ahora, con un cinismo propio de quien ha perdido todo vestigio de decencia, trata, a la manera de los gatos, de tapar con insultos a “los ricachones”, como si no supiera que estos ricachones boliburgueses eran unos lambucios hace diez años y su meteórico ascenso económico ha sido a la sombra de su gobierno, en el que pululan situaciones irregulares que van desde el doble precio presentado por Falcón y Cabello para la construcción de una misma carretera en Lara, lo que evidencia la costumbre del sobrecosto en la contratación de infraestructuras, hasta la venta de pasaportes, cédulas de identidad y de pensiones a extranjeros, pasando por el inmenso fraude de la entrega de bolívares al BCV por los ingresos petroleros en dólares, vía reforma legal; el guiso de los fletes de los tanqueros y la extracción ilícita de oro (600 kilos se perdieron recientemente, según Nelson Bocaranda) y diamantes (los diamantes venezolanos son sacados ilegalmente del país a través de un complejo proceso de compraventa y revendidos en mercados internacionales como Nueva York, Hong Kong y Amberes, a través de canales vinculados a elementos criminales, por eso Venezuela se vio obligada a retirarse, en junio de 2008, del organismo de la ONU que certifica la procedencia legal de los diamantes); especulación con las notas estructuradas (Tobías Nobrega, Nelson Merentes, Rafael Isea y Rodrigo Cabezas están supuestamente incursos en la pérdida de $8 mil millones del Fonden); asalto a las reservas del BCV, bonos del Estado, trata de divisas (emblemático el caso del aluminio comprado a crédito en BsF y vendido a dólares del mercado paralelo); sobreprecio en las importaciones de alimentos, medicinas, equipos médicos y comisiones por la compra de aprestos militares, regularmente obsoletos; cooperativas falsas, licitaciones ganadas por empresas de maletín, nóminas paralelas y jubilaciones fantasmas en las empresas del Estado: dinero de impuestos municipales desviado a fondos privados, contrabando de armas (circulan 15 millones no permisadas), tráfico de drogas, extorsión, secuestro – expreso y tradicional - lavado de dinero en empresas y negocios de alta rentabilidad y rotación de capitales como hoteles de lujo (¿por eso la compra de hoteles en Margarita?), restaurantes, discotecas y supermercados, inmobiliarias, agencias de viajes, compañías de importación y exportación, casinos, entre otros, y, por supuesto, las inmensas colocaciones de entes oficiales en bancos quebrados, en unos casos para robarse los intereses (como los depósitos de las nóminas y el monto de los contratos adjudicados) – el gobernador de Vargas tiene el 80% de las finanzas de la gobernación depositadas en el intervenido Banco Canarias - y en otros, usadas discrecionalmente para adquirir empresas, como sospechan que hizo el pendigenuo Fernández Barruecos, cuya cercanía a Chávez le permitió desarrollar un conjunto de acciones especulativas que le redituaron una ganancia vertiginosa de 1.500 millones de dólares en menos de lo que espabila un cura loco.
Parece ficción, pero esta gente ha llegado hasta el asesinato (¿Danilo Anderson y Pierre Fould Gerges?), según denuncia de periodistas de la fuente económica que los relacionan con varios crímenes oscuros de personas vinculadas al mundo financiero (¿Arturo Erlich y Freddy Farfán?) y la voladura de una avioneta en la que pereció un importante empresario del ramo de los seguros (supuesto responsable del fraude conocido en Bolívar como “Pote Ceballos”) que viajaba a Guayana a la toma de posesión de Rodolfo Sanz, además de secuestros de banqueros como García Velutini, entre otros graves delitos de acción pública.
La verdad es que este bandidaje desaforado, que ha causando un daño patrimonial a la nación de proporciones incalculables y que será muy difícil de revertir en los próximos cincuenta años, lo que produce es asco, extensivo a todo quien quiera pasar por decente medrando en la misma charca pútrida en la que se revuelcan como cerdos, próceres, familiares y arrimados.
Ladrón, machete, es ladrón y punto
En el estadio de los antivalores – por la quiebra de la moral pública - la riqueza mal habida es un timbre de orgullo familiar. A los usufructuarios del crimen no interesa el origen del dinero que les satisface sus hambres viejas. Y para remate, estos ladrones vulgares y silvestres, de actitudes soberbias, que restriegan al miserable pueblo su obscena riqueza por la cara, obtienen por mampuesto un reconocimiento social que ya lo quisieran para sí quienes trabajan por el bien común sólo por hacer el bien.
Por eso creo que es hora de llamar a las cosas por su nombre: Ladrón es ladrón, machete, y punto. Y ladrón, aunque robe a ladrón, no tiene, ni en cien años, perdón.
Por eso pienso que es hora de preguntarle seriamente a Francisco Rangel Gómez el destino de los $15 millones que pagó la empresa canadiense Cristallex para asegurar una concesión de explotación de oro en la reserva aurífera de Las Cristinas, por la supuesta colocación de depósitos mil millonarios en el Banco Guayana, entre otras interrogantes – como el caso de los “excedentes de caja” de Terniun no entregados a los accionistas clase B - que comprometen su integridad. ¿O es que en verdad “estar en transición” otorga patente de corso a la godarria involucionaria? Responde Chávez, responde.
Rafael Marrón González
La última pertenece a ese extraño personajillo de la picaresca oficialista, inserto en la familia Escarrá, que hasta una magistratura en el Tribunal Supremo ocupó sonrojando la impudicia. No teniendo nada que decir ante la escandalosa corrupción a cielo abierto, destapada por la presión obscena de la codicia exacerbada por la disminución de lo saqueable – no por que Chávez haya sufrido una súbita crisis anticorrupción - en lugar de guardar silencio como recomienda la prudencia, le espeta a la prensa nacional: “Mucha gente se ha enriquecido porque estamos en transición”. Se queda uno sin aliento ante tanta falta de vergüenza.
La etapa de transición entre la nada y ninguna parte que mientan “proceso” se caracteriza entonces, según esta descarnada expresión de complicidad por omisión, por la falta absoluta de pulcritud administrativa, al grado de que es lícito – según la legislación chavista – enriquecerse con el dinero del pueblo – con la res pública, con la cosa de todos, con el erario – sin otro riesgo que el derivado de competir con ladrones de mayor jerarquía.
Esta confesión de parte que hace irrelevantes las pruebas, es todo un manifiesto de deshonestidad – y de sandez, por supuesto – de parte de un individuo investido por el pueblo con la dignidad de representante de sus intereses superiores, y la usa para cohonestar las acciones delictivas que desvían los recursos necesarios para emprender obras sociales, hacia las cuentas particulares de los miembros de la más descomunal banda de delincuentes que haya saqueado el tesoro de una nación de la que tenga memoria la historia de la humanidad, desde Adán (el de Eva, no el de Chávez) para acá. Y eso significa, damas y caballeros – chavistas y no chavistas del pueblo esperanzado – que el drama que enfrenta la República es la absoluta falta de escrúpulos del lumpen gobernante – sub producto de la simbiosis de piratas somalíes con asaltantes de carretera.
Por eso no hay dinero para los aguinaldos de los trabajadores de Guayana – que no son utilidades Chávez, son aguinaldos que forman parte del paquete salarial anual de los trabajadores - ni para edificar los 3 millones de viviendas que necesita a nación, Ni para invertir en el sistema eléctrico nacional ni en el servicio de agua potable. Y mucho menos para atender la seguridad de la ciudadanía ni sus necesidades educativas y hospitalarias.
Cuando bolsillo suena monedas trae
Sé que a veces – sólo a veces – hay quien echa piedras al río para que suene, sin embargo el más elemental sentido de la integridad obliga a un Jefe de Estado a ordenar las investigaciones pertinentes cuando el sonido del río indique que arrastra piedras.
No puedo entender como Chávez, que es una entidad supranormal que tiene a sus pies asultanados – cual cursi odalisca rendida – todos los poderes del Estado, no haya percibido el pútrido olor a asquerosidad que emana de su círculo íntimo, ni haya podido colegir que detrás de la opulencia de su funcionariado encumbrado pudiera existir el espantoso ladronismo que ahora, con un cinismo propio de quien ha perdido todo vestigio de decencia, trata, a la manera de los gatos, de tapar con insultos a “los ricachones”, como si no supiera que estos ricachones boliburgueses eran unos lambucios hace diez años y su meteórico ascenso económico ha sido a la sombra de su gobierno, en el que pululan situaciones irregulares que van desde el doble precio presentado por Falcón y Cabello para la construcción de una misma carretera en Lara, lo que evidencia la costumbre del sobrecosto en la contratación de infraestructuras, hasta la venta de pasaportes, cédulas de identidad y de pensiones a extranjeros, pasando por el inmenso fraude de la entrega de bolívares al BCV por los ingresos petroleros en dólares, vía reforma legal; el guiso de los fletes de los tanqueros y la extracción ilícita de oro (600 kilos se perdieron recientemente, según Nelson Bocaranda) y diamantes (los diamantes venezolanos son sacados ilegalmente del país a través de un complejo proceso de compraventa y revendidos en mercados internacionales como Nueva York, Hong Kong y Amberes, a través de canales vinculados a elementos criminales, por eso Venezuela se vio obligada a retirarse, en junio de 2008, del organismo de la ONU que certifica la procedencia legal de los diamantes); especulación con las notas estructuradas (Tobías Nobrega, Nelson Merentes, Rafael Isea y Rodrigo Cabezas están supuestamente incursos en la pérdida de $8 mil millones del Fonden); asalto a las reservas del BCV, bonos del Estado, trata de divisas (emblemático el caso del aluminio comprado a crédito en BsF y vendido a dólares del mercado paralelo); sobreprecio en las importaciones de alimentos, medicinas, equipos médicos y comisiones por la compra de aprestos militares, regularmente obsoletos; cooperativas falsas, licitaciones ganadas por empresas de maletín, nóminas paralelas y jubilaciones fantasmas en las empresas del Estado: dinero de impuestos municipales desviado a fondos privados, contrabando de armas (circulan 15 millones no permisadas), tráfico de drogas, extorsión, secuestro – expreso y tradicional - lavado de dinero en empresas y negocios de alta rentabilidad y rotación de capitales como hoteles de lujo (¿por eso la compra de hoteles en Margarita?), restaurantes, discotecas y supermercados, inmobiliarias, agencias de viajes, compañías de importación y exportación, casinos, entre otros, y, por supuesto, las inmensas colocaciones de entes oficiales en bancos quebrados, en unos casos para robarse los intereses (como los depósitos de las nóminas y el monto de los contratos adjudicados) – el gobernador de Vargas tiene el 80% de las finanzas de la gobernación depositadas en el intervenido Banco Canarias - y en otros, usadas discrecionalmente para adquirir empresas, como sospechan que hizo el pendigenuo Fernández Barruecos, cuya cercanía a Chávez le permitió desarrollar un conjunto de acciones especulativas que le redituaron una ganancia vertiginosa de 1.500 millones de dólares en menos de lo que espabila un cura loco.
Parece ficción, pero esta gente ha llegado hasta el asesinato (¿Danilo Anderson y Pierre Fould Gerges?), según denuncia de periodistas de la fuente económica que los relacionan con varios crímenes oscuros de personas vinculadas al mundo financiero (¿Arturo Erlich y Freddy Farfán?) y la voladura de una avioneta en la que pereció un importante empresario del ramo de los seguros (supuesto responsable del fraude conocido en Bolívar como “Pote Ceballos”) que viajaba a Guayana a la toma de posesión de Rodolfo Sanz, además de secuestros de banqueros como García Velutini, entre otros graves delitos de acción pública.
La verdad es que este bandidaje desaforado, que ha causando un daño patrimonial a la nación de proporciones incalculables y que será muy difícil de revertir en los próximos cincuenta años, lo que produce es asco, extensivo a todo quien quiera pasar por decente medrando en la misma charca pútrida en la que se revuelcan como cerdos, próceres, familiares y arrimados.
Ladrón, machete, es ladrón y punto
En el estadio de los antivalores – por la quiebra de la moral pública - la riqueza mal habida es un timbre de orgullo familiar. A los usufructuarios del crimen no interesa el origen del dinero que les satisface sus hambres viejas. Y para remate, estos ladrones vulgares y silvestres, de actitudes soberbias, que restriegan al miserable pueblo su obscena riqueza por la cara, obtienen por mampuesto un reconocimiento social que ya lo quisieran para sí quienes trabajan por el bien común sólo por hacer el bien.
Por eso creo que es hora de llamar a las cosas por su nombre: Ladrón es ladrón, machete, y punto. Y ladrón, aunque robe a ladrón, no tiene, ni en cien años, perdón.
Por eso pienso que es hora de preguntarle seriamente a Francisco Rangel Gómez el destino de los $15 millones que pagó la empresa canadiense Cristallex para asegurar una concesión de explotación de oro en la reserva aurífera de Las Cristinas, por la supuesta colocación de depósitos mil millonarios en el Banco Guayana, entre otras interrogantes – como el caso de los “excedentes de caja” de Terniun no entregados a los accionistas clase B - que comprometen su integridad. ¿O es que en verdad “estar en transición” otorga patente de corso a la godarria involucionaria? Responde Chávez, responde.
Rafael Marrón González
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