Me tocó vivir mi adolescencia de humilde muchacho pueblerino adocenado, en plena efervescencia chefidelista. Teniendo once años, estudiante de primer año de bachillerato, recogía en una lata un bolívar para la Sierra Maestra. Fue la época del martirio de Lumumba. “Lumumba tu muerte será vengada”, escribíamos con trozos de carbón en las paredes. Nunca supe quién se quedó con los bolívares que recogí horadando calles de aquella Barcelona deshilachada por la pobreza, en la que un bolívar significaba la diferencia para no acostarse sin comer.
A los doce años la fantasía crea héroes y villanos sin mayor sentido crítico. A los 14 años pertenecía a una célula rural del “glorioso” Partido Comunista conducido por Jesús Farias, que “daba la vida por la Unión Soviética”, no por Venezuela. En “Los bosques de Viena”, nostálgico nombre para una taguara cañera de palma y bahareque, nos reuníamos un grupo de adolescentes a escuchar las prédicas justicialistas de los “buenos revolucionarios” que nos llenaban el alma de envidia barata y nos castraban la fe en nosotros mismos.
La culpa de nuestra pobreza la tenía el rico, el estado, el gobierno, Dios. Aunque en mi caso particular solo sirvió para hacerme un adicto de los libros. Carlos Marx era el dios tutelar de nuestras ansias de justicia. Algunos, los más fanatizados, se lanzaron por el barranco de las guerrillas, unos, como Luis Hernández, desaparecieron en manos de la Digepol, o del ejército, sin dejar rastro. Otros salieron de la prisión para hacerse digepoles. Los líderes que nos comunistaban llegaron a ser diputados y candidatos presidenciales, eficientes jerarcas de la policía política, y millonarios como José Vicente Rangel. Pero en mi caso mi conocimiento del comunismo era directamente proporcional a su rechazo, más por intuición que por sabiduría.
No puede ser bueno nada que niegue el individuo, y lo primero que me encendió la luz roja fue la frase, acriticamente repetida hasta hoy: “No importa el individuo sino la masa”, llevada al paroxismo de la ignorancia al traducirse como “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”. El suicidio de Maiakoski en Moscú, en 1930, era la evidencia que no vimos. Era poeta, es decir, individuo. Pero fui comunista desde los once años hasta los veinte. Quien no ha sido comunista a esa edad, no tiene corazón. Quien lo sigue siendo después de esa edad, no tiene cerebro.
¿Quién era Carlos Marx?
Nació Carlos Marx en Trier, Alemania, el 5 de Mayo de 1818, en una familia de rabinos a lo largo de varias generaciones. Su padre, abogado, fue notario y logró alcanzar cierta holgura económica. Carlos estudió en el gimnasio jesuita de Traer, luego entre 1835 y 1841, estudió derecho, filosofía e historia en Bonn y Berlín. Su padre estaba preocupado porque dedicaba su tiempo al ocio y a escribir ensayos poéticos de dudoso gusto.
En 1836 se comprometió con Jenny von Westphalen, hija de un consejero de estado, y cuatro años mayor que él. En 1841 se doctoró en Filosofía en la Universidad de Jena y se dedicó a dirigir el periódico “Rehinche Zeitung”. Al recibir fuertes críticas y censuras se retiró del periódico y comenzó a transitar las ideas comunistas que, según su opinión, debían resultar del desarrollo consecuente de la filosofía. En 1843 contrajo matrimonio con Jenny y se trasladó a París como colaborador de los “Anales Franco-Alemanes”.
Su obra más significativa de aquella época fueron “Los manuscritos económicos filosóficos”. Allí conoció al escritor y poeta alemán Heinrich Heine, y a su amigo y protector económico, para toda su vida, con los reales del padre, el político y teórico alemán Friedrich Engels. En 1845 se le expulsó de París y se mudó a Bruselas, capital de Bélgica, donde permaneció hasta 1848, cuando fue hecho prisionero y expulsado del país. En ese año revolucionario el nuevo gobierno francés lo invitó a regresar a París, pero Marx ya se había trasladado a Colonia con Engels, donde fundó el periódico “El Nuevo Rin”, pero en Mayo de 1849 se le expulsó del país y regresó a Paris, pero allí las cosas habían cambiado y tampoco era bienvenido.
Londres fue su hogar cómodo, apacible y mantenido
Se trasladó entonces a Londres, donde, alejado de la vida pública, trabajó para varios periódicos pero principalmente en textos sobre economía como El Capital, obra en la que trabajaría por veinte años. La situación económica de Marx en esta época era insostenible, vivía en Dean Street en una casa con dos habitaciones para seis personas. Sus cartas pidiéndole dinero a Engels estaban llenas de amargura.
Fue en el año 1869 cuando Engels pudo asignarle una generosa pensión anual que permitió a la familia Marx contar con suficiente abastecimiento para vivir como cualquier familia burguesa, célula fundamental del capitalismo. El dinero provenía del padre de Engels que era propietario de una próspera textilera en Manchester. ¡Qué anatema! ¡Marx comía de un capitalista! Para 1850 ya Marx había comenzado a sufrir del hígado y de la vesícula, dolencias que no se le curaron nunca. A esto se le unieron trastornos nerviosos graves, acompañados de dolores de cabeza, insomnio y reumatismo, lo que lo envejeció prematuramente. Los últimos años de su vida los pasó perturbado por agudos ataques de tipo nervioso.
En 1872, Marx, que no había cumplido cincuenta y cinco años, parecía un anciano de 80 años. En 1881 murió Jenny y al año siguiente emprendió sus últimos viajes a Argelia, Suiza y Francia. Kart Marx murió el 14 de Marzo de 1883, antes de cumplir los 65 años. Su tumba se encuentra en Londres donde vivió permanentemente por más de treinta años. Sus trabajos teóricos llegaron a ser bastante conocidos pero nunca fueron muy populares mientras vivió, una de las causas fue su racismo impenitente, demostrado hasta la saciedad en su “biografía” de Bolívar.
¿Cuál es la idea central del pensamiento económico de Marx?
El determinismo económico. Su historia de la filosofía afirma que las ideas no determinan la existencia social, sino que las condiciones económicas son las que configuran la estructura mental del hombre y de la sociedad. Según él, la forma de vida del hombre determina su forma de pensar. Sin embargo también, además del económico, existe otro condicionante del comportamiento del hombre en la sociedad, que es la codicia (el egoísmo, el hedonismo, el deseo de poder por el poder, el excesivo afán de lucro), y ésta pertenece a la naturaleza de la mayoría de los hombres, lo que explica el enorme fracaso en la aplicación de las ideas de Marx a la realidad.
Capitalismo vs proletariado
La teoría económica marxista parte de la antítesis capitalismo – proletariado. El capitalismo posee los medios de producción mientras que el proletariado solo posee su fuerza de trabajo, allí se origina la explotación, porque el capitalista paga al proletariado solo una parte de su salario, el cual es el valor del producto fabricado por el trabajador, la otra parte, que él llama “plusvalía” se la guarda el capitalista como ganancia.
En la sociedad sin clases, la dirección conjunta de las fábricas y de los recursos de riqueza, elimina esta situación, presumo que con todo y fábricas como sucedió en la URSS y en Alemania oriental. Marx sostenía que la concentración del capital en pocas manos y los bajos salarios que disminuyen el consumo, significarían el final del capitalismo, sin embargo, a pesar de todas las guerras y crisis sufridas por el capitalismo en los países industrializados o desarrollados, este colapso no ha tenido lugar, al contrario se ha expandido, y los únicos países que derivan justicia social hacia los trabajadores son precisamente los capitalistas; en cambio los países que han enrumbado sus sociedades por la tesis marxista han sucumbido en la miseria o han cambiado drásticamente de rumbo hacia el capitalismo, como es el caso actual de China que de comunista solo le queda su aparato represivo.
Son dos las causas de esta debacle del comunsimo ( o del socialismo), una la inflexibilidad económica del Estado, y la segunda, la intolerancia con la disidencia. Están conmigo, incondicionalmente, o se mueren. La tesis de Marx acerca del Estado como instrumento de opresión de la clase dominante también se ha visto disminuida con los años porque los modernos Estados democráticos se han convertido en garantes institucionales de los derechos de todos los ciudadanos, mientras que en los países marxistas el Estado sí es opresor directo de los trabajadores, como es el caso de Cuba. Modernas leyes del trabajo y contratos colectivos cada día más justos y exigentes, dejaron la teoría de Marx en eso, en teoría.
La lucha de clases
Para Marx toda la historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases. A una clase que domina otra le está siempre subordinada. Marx vio la sociedad burguesa caracterizada por la contradicción entre burguesía y proletariado industrial. Los poderosos están en posesión de los medios de producción y explotan a los desposeídos y controlan la sociedad.
El comunismo conduce a la sociedad sin clases, en la cual no existen diferencias sociales. Hoy en día la lucha no es de clases, sino de los que se quedaron contra los que subieron desde un mismo medio y con los mismos recursos. Cada quien según sus capacidades. Y el comunismo no ha pasado de feroces dictaduras genocidas que le han costado millones de vidas a la humanidad, y la única visión que hemos recibido de su sociedad sin clases es la de una manada de borregos aterrorizados haciendo una cola infinita frente a una estantería vacía, con una libreta de racionamiento en la mano, esperando le den la gracia del aire para respirar. Como en Cuba.
Las obras de Marx
Entre las obras de Marx, dos de ellas son de un significado especial: “El Manifiesto Comunista”, escrito al alimón con Federico Engels, en 1841; y “El Capital”, su obra “científica”, del que deriva una contradicción fenomenal llamada “comunismo científico”. Reconozco que Marx realizó un estudio fundamental sobre la alienación de las masas, que hoy continúan en su aduldolescencia milenaria, reproduciéndose irresponsablemente, bordeando la delincuencia por los vicios, absortas en modas y miriñaques, consumiendo sus exiguas ganancias en vanidosas intrascendencias exógenas, estupidizándose entre las telenovelas, los centros comerciales y las licorerías, apiñándose para aupar al producto de la promoción publicitaria, permitiendo que los gobernantes los destinen impunemente a carne de cañón y sufrimiento, y declarando a la prensa que la política no es lo suyo sino todo lo contrario, mientras se enamoran a morir del populista que les ofrezca el paraíso donde se puede vivir sin trabajar.
Lo mismo aquí que en la desaparecida Unión Soviética, donde al eliminarse la brutal presión policial sobre la sociedad, saltó por los aires una viscosa depravación multitudinaria como para encabezar un nuevo manifiesto comunista: Un fantasma recorre Europa… el de las mafias soviéticas. Viva Marx… en el olvido para siempre.
Rafael Marrón González
A los doce años la fantasía crea héroes y villanos sin mayor sentido crítico. A los 14 años pertenecía a una célula rural del “glorioso” Partido Comunista conducido por Jesús Farias, que “daba la vida por la Unión Soviética”, no por Venezuela. En “Los bosques de Viena”, nostálgico nombre para una taguara cañera de palma y bahareque, nos reuníamos un grupo de adolescentes a escuchar las prédicas justicialistas de los “buenos revolucionarios” que nos llenaban el alma de envidia barata y nos castraban la fe en nosotros mismos.
La culpa de nuestra pobreza la tenía el rico, el estado, el gobierno, Dios. Aunque en mi caso particular solo sirvió para hacerme un adicto de los libros. Carlos Marx era el dios tutelar de nuestras ansias de justicia. Algunos, los más fanatizados, se lanzaron por el barranco de las guerrillas, unos, como Luis Hernández, desaparecieron en manos de la Digepol, o del ejército, sin dejar rastro. Otros salieron de la prisión para hacerse digepoles. Los líderes que nos comunistaban llegaron a ser diputados y candidatos presidenciales, eficientes jerarcas de la policía política, y millonarios como José Vicente Rangel. Pero en mi caso mi conocimiento del comunismo era directamente proporcional a su rechazo, más por intuición que por sabiduría.
No puede ser bueno nada que niegue el individuo, y lo primero que me encendió la luz roja fue la frase, acriticamente repetida hasta hoy: “No importa el individuo sino la masa”, llevada al paroxismo de la ignorancia al traducirse como “con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”. El suicidio de Maiakoski en Moscú, en 1930, era la evidencia que no vimos. Era poeta, es decir, individuo. Pero fui comunista desde los once años hasta los veinte. Quien no ha sido comunista a esa edad, no tiene corazón. Quien lo sigue siendo después de esa edad, no tiene cerebro.
¿Quién era Carlos Marx?
Nació Carlos Marx en Trier, Alemania, el 5 de Mayo de 1818, en una familia de rabinos a lo largo de varias generaciones. Su padre, abogado, fue notario y logró alcanzar cierta holgura económica. Carlos estudió en el gimnasio jesuita de Traer, luego entre 1835 y 1841, estudió derecho, filosofía e historia en Bonn y Berlín. Su padre estaba preocupado porque dedicaba su tiempo al ocio y a escribir ensayos poéticos de dudoso gusto.
En 1836 se comprometió con Jenny von Westphalen, hija de un consejero de estado, y cuatro años mayor que él. En 1841 se doctoró en Filosofía en la Universidad de Jena y se dedicó a dirigir el periódico “Rehinche Zeitung”. Al recibir fuertes críticas y censuras se retiró del periódico y comenzó a transitar las ideas comunistas que, según su opinión, debían resultar del desarrollo consecuente de la filosofía. En 1843 contrajo matrimonio con Jenny y se trasladó a París como colaborador de los “Anales Franco-Alemanes”.
Su obra más significativa de aquella época fueron “Los manuscritos económicos filosóficos”. Allí conoció al escritor y poeta alemán Heinrich Heine, y a su amigo y protector económico, para toda su vida, con los reales del padre, el político y teórico alemán Friedrich Engels. En 1845 se le expulsó de París y se mudó a Bruselas, capital de Bélgica, donde permaneció hasta 1848, cuando fue hecho prisionero y expulsado del país. En ese año revolucionario el nuevo gobierno francés lo invitó a regresar a París, pero Marx ya se había trasladado a Colonia con Engels, donde fundó el periódico “El Nuevo Rin”, pero en Mayo de 1849 se le expulsó del país y regresó a Paris, pero allí las cosas habían cambiado y tampoco era bienvenido.
Londres fue su hogar cómodo, apacible y mantenido
Se trasladó entonces a Londres, donde, alejado de la vida pública, trabajó para varios periódicos pero principalmente en textos sobre economía como El Capital, obra en la que trabajaría por veinte años. La situación económica de Marx en esta época era insostenible, vivía en Dean Street en una casa con dos habitaciones para seis personas. Sus cartas pidiéndole dinero a Engels estaban llenas de amargura.
Fue en el año 1869 cuando Engels pudo asignarle una generosa pensión anual que permitió a la familia Marx contar con suficiente abastecimiento para vivir como cualquier familia burguesa, célula fundamental del capitalismo. El dinero provenía del padre de Engels que era propietario de una próspera textilera en Manchester. ¡Qué anatema! ¡Marx comía de un capitalista! Para 1850 ya Marx había comenzado a sufrir del hígado y de la vesícula, dolencias que no se le curaron nunca. A esto se le unieron trastornos nerviosos graves, acompañados de dolores de cabeza, insomnio y reumatismo, lo que lo envejeció prematuramente. Los últimos años de su vida los pasó perturbado por agudos ataques de tipo nervioso.
En 1872, Marx, que no había cumplido cincuenta y cinco años, parecía un anciano de 80 años. En 1881 murió Jenny y al año siguiente emprendió sus últimos viajes a Argelia, Suiza y Francia. Kart Marx murió el 14 de Marzo de 1883, antes de cumplir los 65 años. Su tumba se encuentra en Londres donde vivió permanentemente por más de treinta años. Sus trabajos teóricos llegaron a ser bastante conocidos pero nunca fueron muy populares mientras vivió, una de las causas fue su racismo impenitente, demostrado hasta la saciedad en su “biografía” de Bolívar.
¿Cuál es la idea central del pensamiento económico de Marx?
El determinismo económico. Su historia de la filosofía afirma que las ideas no determinan la existencia social, sino que las condiciones económicas son las que configuran la estructura mental del hombre y de la sociedad. Según él, la forma de vida del hombre determina su forma de pensar. Sin embargo también, además del económico, existe otro condicionante del comportamiento del hombre en la sociedad, que es la codicia (el egoísmo, el hedonismo, el deseo de poder por el poder, el excesivo afán de lucro), y ésta pertenece a la naturaleza de la mayoría de los hombres, lo que explica el enorme fracaso en la aplicación de las ideas de Marx a la realidad.
Capitalismo vs proletariado
La teoría económica marxista parte de la antítesis capitalismo – proletariado. El capitalismo posee los medios de producción mientras que el proletariado solo posee su fuerza de trabajo, allí se origina la explotación, porque el capitalista paga al proletariado solo una parte de su salario, el cual es el valor del producto fabricado por el trabajador, la otra parte, que él llama “plusvalía” se la guarda el capitalista como ganancia.
En la sociedad sin clases, la dirección conjunta de las fábricas y de los recursos de riqueza, elimina esta situación, presumo que con todo y fábricas como sucedió en la URSS y en Alemania oriental. Marx sostenía que la concentración del capital en pocas manos y los bajos salarios que disminuyen el consumo, significarían el final del capitalismo, sin embargo, a pesar de todas las guerras y crisis sufridas por el capitalismo en los países industrializados o desarrollados, este colapso no ha tenido lugar, al contrario se ha expandido, y los únicos países que derivan justicia social hacia los trabajadores son precisamente los capitalistas; en cambio los países que han enrumbado sus sociedades por la tesis marxista han sucumbido en la miseria o han cambiado drásticamente de rumbo hacia el capitalismo, como es el caso actual de China que de comunista solo le queda su aparato represivo.
Son dos las causas de esta debacle del comunsimo ( o del socialismo), una la inflexibilidad económica del Estado, y la segunda, la intolerancia con la disidencia. Están conmigo, incondicionalmente, o se mueren. La tesis de Marx acerca del Estado como instrumento de opresión de la clase dominante también se ha visto disminuida con los años porque los modernos Estados democráticos se han convertido en garantes institucionales de los derechos de todos los ciudadanos, mientras que en los países marxistas el Estado sí es opresor directo de los trabajadores, como es el caso de Cuba. Modernas leyes del trabajo y contratos colectivos cada día más justos y exigentes, dejaron la teoría de Marx en eso, en teoría.
La lucha de clases
Para Marx toda la historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases. A una clase que domina otra le está siempre subordinada. Marx vio la sociedad burguesa caracterizada por la contradicción entre burguesía y proletariado industrial. Los poderosos están en posesión de los medios de producción y explotan a los desposeídos y controlan la sociedad.
El comunismo conduce a la sociedad sin clases, en la cual no existen diferencias sociales. Hoy en día la lucha no es de clases, sino de los que se quedaron contra los que subieron desde un mismo medio y con los mismos recursos. Cada quien según sus capacidades. Y el comunismo no ha pasado de feroces dictaduras genocidas que le han costado millones de vidas a la humanidad, y la única visión que hemos recibido de su sociedad sin clases es la de una manada de borregos aterrorizados haciendo una cola infinita frente a una estantería vacía, con una libreta de racionamiento en la mano, esperando le den la gracia del aire para respirar. Como en Cuba.
Las obras de Marx
Entre las obras de Marx, dos de ellas son de un significado especial: “El Manifiesto Comunista”, escrito al alimón con Federico Engels, en 1841; y “El Capital”, su obra “científica”, del que deriva una contradicción fenomenal llamada “comunismo científico”. Reconozco que Marx realizó un estudio fundamental sobre la alienación de las masas, que hoy continúan en su aduldolescencia milenaria, reproduciéndose irresponsablemente, bordeando la delincuencia por los vicios, absortas en modas y miriñaques, consumiendo sus exiguas ganancias en vanidosas intrascendencias exógenas, estupidizándose entre las telenovelas, los centros comerciales y las licorerías, apiñándose para aupar al producto de la promoción publicitaria, permitiendo que los gobernantes los destinen impunemente a carne de cañón y sufrimiento, y declarando a la prensa que la política no es lo suyo sino todo lo contrario, mientras se enamoran a morir del populista que les ofrezca el paraíso donde se puede vivir sin trabajar.
Lo mismo aquí que en la desaparecida Unión Soviética, donde al eliminarse la brutal presión policial sobre la sociedad, saltó por los aires una viscosa depravación multitudinaria como para encabezar un nuevo manifiesto comunista: Un fantasma recorre Europa… el de las mafias soviéticas. Viva Marx… en el olvido para siempre.
Rafael Marrón González
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