Que el pueblo menos informado e instruido jure que Chávez es una reencarnación de Bolívar, Jesucristo y la negra Gertrudis, pasa como anécdota sociopolítica de estos tierreros que todavía creen que su situación es culpa del gobierno anterior, del color de su piel o de que un español violó a su “tataragüela” por allá por el 1500.
Pero que el propio Chávez se lo crea ya es un asunto para la ciencia psiquiátrica: “No debe pasar de esta semana que comienza mi retorno físico a Caracas”. Vaya pa´la auyama. Eso significa que logró separar su cuerpo astral, que se quedó en el país despachando los delicados asuntos del Estado, mientras su cuerpo físico viajaba a La Habana a someterse a una operación quirúrgica.
He sabido de justificaciones autocráticas para violar la Constitución – Guzmán Blanco respondió con un “ese muerto es mío” al asesinato de Matías Salazar, fusilado a pesar de que la Constitución prohibía la pena de muerte – pero esta de Chávez – para no cumplir con el mandato constitucional de juramentar al vicepresidente - rompió todos los esquemas que al respecto en el mundo de la historia han sido: Chávez escinde a voluntad su ser en dos divinas personas: La que se queda cuidando el coroto y vigilando la caimanera del PSUV y la que se va a remendar la salud.
Con este simple acto, lo del doble con el que los adecos justificaban las rascas de Lusinchi o los cubanos el presunto don de la ubicuidad de Fidel, ha quedado para el anecdotario infantil. Y es que hemos visto de todo en estos larguísimos trece años de desastre gubernamental, moral y ético, como aquello que hizo reír al mundo entero de adelantar el reloj media hora para que “la luz solar estimulara la inteligencia de los escolares”. O combatir a muerte la productividad capitalista nacional para estimular a mares la productividad capitalista internacional – “los empresarios brasileños aman a Chávez” – o crear a dedo el “control obrero” dentro de las empresas del Estado pero nombrar a dedo a los presidentes de esas empresas, o entregar el control de las cárceles a los “privados de libertad” como se les llama en la jerga chavista a los reclusos; pero jamás nos imaginamos que llegaríamos a esta portentosa invención trascendental, mediante la cual el presidente físico despacha desde La Habana pero no viola la Constitución porque en la sede constitucional de los poderes públicos, que es Caracas, se encuentra el presidente en estado gaseoso.
Rafael Marrón González
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