“Socialismo” es un sustantivo
feliz que define la esclavitud política por el atractivo de la manipulación
llamada “justicia social”. Es un espejismo – lo probó la URSS y lo demuestra
Cuba - que ha permitido que importantes sectores de la humanidad caigan en la
trampa del estatismo exacerbado, que define la realidad política del llamado
impropiamente “social-ismo” que, repito, en la práctica no tiene nada que ver
con lo social sino con el dominio centralizado y planificado de la vida
política nacional por parte del asfixiante aparato estatal que, eliminando lo
“privado” y su exponente, la individualidad, convierte lo “publico” en lo
“gubernamental”, derivando al ciudadano en súbdito masificado, necesariamente
obediente y no deliberante, permutándole la libertad por la subsistencia basal.
Es decir,
que tal como bautizar una niña como “Hermosa”, por lo que siempre lo será de
forma ideal, el sustantivo “socialismo” posee la virtud artificial intrínseca
de referirse a lo social por encima de lo político, que el común introyecta
como “preocupación por el sufrimiento del pueblo” – solidaridad automática que
deriva en el axioma “ser pobre otorga el derecho a pedir” - cuando en la
realidad es todo lo contrario: Es un sistema que privilegia lo político por
encima de lo económico, con el desastroso resultado para lo social.
Es una de
esas voces de fácil compra pero que esconde una perversa realidad antinatural –
su símil en la naturaleza es la letal medusa “avispa marina” - que suprime la
individualidad, centraliza la actividad pública y estatiza la vida de la nación
eliminando el “interés propio” – la recompensa que premia el esfuerzo adicional
- que es el combustible que mueve la economía.
Y esta es
una fórmula inequívoca para fracasar, por lo que este sistema de gobierno
sobrevive entre sus escombros gracias a la represión de un militarismo corrupto
que se encarga de oprimir la disidencia ante la idiotez acrítica de la
tolerancia liberal – pragmáticamente cegada por la inclinación favorable de la
balanza comercial - y la ingenuidad del pueblo que jura por su madre que
“socialismo” es capitalismo pa´ los obreros y que los socialistas son custodios
incorruptibles de los derechos populares y que la voz “socialismo” se
refiere a poner a su alcance – de manera instantánea, gratuita y graciosa - la
satisfacción de sus necesidades materiales, y hasta espirituales, mientras
duerme a pierna suelta.
Obreros
sin derecho a pataleo
Una de las mentiras más recurrentes de los socialista
/comunistas es que sus filas se nutren con el movimiento obrero y en todas sus
gigantografías aparece la imagen de un obrero bien papeado, blandiendo, como
una espada, la bandera roja de la violencia que identifica a esta secta de
asesinos. La verdad histórica es que la masa obrera es la víctima propicia de
los desmanes totalitarios del grupo que se eterniza en el poder en su
nombre, prometiéndole esmerada atención personalizada a cambio de la renuncia forzada a
la libertad y sin derecho a réplica: Tal un pájaro enjaulado: Tiene comida,
agua y periódico viejo para defecar. No le falta nada, ¿verdad? Solo que,
regularmente, al encargado se le olvida atenderlo y vemos el pobre pájaro, con
el pico abierto y bañado en mierda.
“Masalismo”
es su nombre real
No es
posible llamar "socialismo" a una ideología pivotada en la masa sobre
el individuo - que es la entidad que crea sociedad - por lo tanto debe llamarse
en propiedad "masalismo". Porque, además, esta corrupción
militarista, que esconde las garras del comunismo, se aprovecha de la debilidad
moral del pueblo que solapa su carencia de conciencia en la turba, para
destruir los valores intrínsecos de la democracia, sustituyendo la formalidad
institucional de la república por aparatos propagandísticos de la ortodoxia
oficial, que exige sumisión perruna para suministrar la supervivencia basal,
por ello su eslogan es “no importa el individuo – el ser pensante que toma
decisiones y es responsable de sus actos – sino la masa – conjunto
imbecilizado, de conciencia colectiva, que obedece a la voz de las emociones y
no de la razón, y por lo tanto dócil instrumento de sus perversiones.
Y su
trampa cazabobos es la invocación de la “igualdad” – obviando la naturaleza
libre del hombre - pero no la producida por el esfuerzo individual, sino por
decreto: ¡Todos los que estén arriba se me vienen pa´bajo! O disparo. Y una vez
abajo se forman en fila para recibir su ración de nepe. Si no alcanza, vuelvan
mañana. Fue
Winston Churchill, vencedor del socialista Hitler en la segunda guerra mundial,
quien mejor definió el significado de este disparate intelectual:
“El socialismo es un sistema
cuya filosofía es el fracaso, su credo la ignorancia, su prédica la envidia y
su virtud la distribución igualitaria de la miseria”.
En
conclusión
No
existen socialismos positivos y mucho menos progresistas, todo socialismo, de
la adjetivación que sea, al propender a la repartición de una riqueza no creada
por el esfuerzo individual, privilegia la flojera y la sinvergüenzura y lleva a
sus pueblos a la mendicidad y al atraso del parasitismo social - eternos
paterdependientes. Otro panorama presentan los gobiernos presididos por
idealistas sociales, más o menos inteligentes, que han sabido reconocer la
realidad – una cosa es cantar en la ducha y otra con guitarra – y, como el caso
Brasil, protegen y respetan la acción económica privada a la par que
desarrollan programas sociales de atención a los más débiles y vulnerables,
pero siempre apostando a la inclusión por la productividad. América
Latina será liberal – trabajo, estudio, responsabilidad - o no será.
Rafael Marrón González
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