Es sumamente complejo el tema de la “justicia social”,
sobre todo para quienes desean obtener el voto de un pueblo acostumbrado a la
limosna parasitaria, por lo que el aspirante debe seguir la corriente aunque
esté en contra o sepa la verdad:
Quien ofrezca la tríada trabajo, estudio y
responsabilidad como único medio posible para obtener la superación personal
que redundará en el progreso colectivo – progreso por el desarrollo del
individuo – no ganará las elecciones que coronarán al populista de siempre que
ofrece “meta la mano, todo gratis”, sin aclarar que no existe nada gratis-
alguien paga, regularmente el mismo pueblo con la deficiencia de sus servicios
públicos - en un símil con las promesas de cielo de las religiones que insultan
la inteligencia al sostener, por ejemplo, que el trabajo lo hizo Dios como
castigo, o que primero entra un autobús articulado por el ojo de un cilindro de
cerradura por las puertas del cielo, que un próspero empresario, creador de
riquezas, empleos y movilidad social, pues este es un club de exclusiva
membresía para pobres – y de espíritu para más ñapa, como tergiversa la mala
traducción del Sermón de la montaña - pero hay que morir primero, como también
hay que morir política e intelectualmente para acceder al supuesto paraíso
comunista en el cual una ilusoria riqueza espontánea se repartirá a partes
iguales sin el menor aporte para su creación, lo que explica el estrepitoso
fracaso de esos experimentos inhumanos y antinaturales, donde han sido.
Lo cierto es que la pobreza será eterna,
mientras busque su reivindicación en el socialismo – que es un sustantivo feliz
pero falaz - que se sustenta en la ideología basada en la
supresión de la recompensa de la productividad individual que es el auténtico
motor del desarrollo, por lo menos aquí en la tierra, y que mucho ignorante
asumido por el romanticismo de su idealismo social, contribuye a propagar.
El asuntico de la “justicia social”
Luchar contra la corriente es harto arduo,
sin embargo me niego a aceptar el dogma de la mayoría como sustento de la
verdad. La izquierda decimonónica ha tenido éxito en imponer criterios basados
en el pobrecitismo que nadie se atreve a discutir so pena de parecer “enemigo
de los pobres”, ergo, del “pueblo mesmo”, cuando lo somos radicalmente de la
pobreza y queremos erradicarla de raíz, junto a sus jinetes apocalípticos:
Ignorancia, fanatismo, superstición, vicios, irresponsabilidad y miedo.
La adjetivación de “social” a la justicia
– que es, según Justiniano, “dar a cada quien lo que le corresponda”- se
refiere a la necesidad de una adecuada y proporcional distribución de la
riqueza (la que primero debe ser creada para poder
repartirla, Santo Tomás dixit), sin
embargo, la demagogia ha convertido esta aspiración popular en el sustantivo
político de la filantropía ejercida por el Estado.
Sobre el particular Michael Novak escribe:
“La "justicia social" presupone (…) que ningún individuo debe ser
considerado responsable por su posición en la sociedad. Afirmar que es
responsable sería "echarle la culpa a la víctima". En realidad, la
función del concepto de “justicia social” es echarle la culpa a otro, echarle
la culpa “al sistema”, echarle la culpa a los que míticamente lo controlan”.
Como ha escrito Leskek Kolakowski en su magistral “Historia del comunismo”, el
paradigma fundamental de la ideología comunista: “Usted
sufre, su sufrimiento es causado por personas poderosas; hay que destruir a esos
opresores, lo que tiene garantizado un inmenso atractivo”.
John Stuart Mill en su famoso libro Utilitarismo, definió la justicia social: “La
sociedad debería de tratar igualmente bien a los que se lo merecen, es decir, a los
que se merecen absolutamente ser tratados igualmente. Este es el más elevado estándar
abstracto de justicia social y distributiva; hacia el que todas las
instituciones, y los esfuerzos de todos los ciudadanos virtuosos, deberían ser
llevadas a convergir en el mayor grado posible".
Para Marx y Engels “la justicia social” es
una especie de prodigalidad divina, sin el concurso del compromiso personal. El
hombre es un mantenido eterno por el simple hecho de haber nacido, cuyo
esfuerzo nada significa para su existencia, lo que deriva, en parasitismo
social, como sostengo con conocimiento de causa, que en la realidad redunda en
sumisión al despotismo por la supervivencia.
Racionalidad social
Para el liberalismo Siglo XXI, que es el
que propugno, cada quien tendrá el fruto de la explotación de sus capacidades y
es el esfuerzo individual lo que hace la diferencia, sin olvidar, y aquí el
porqué de la “racionalidad social”, que ningún sector de la sociedad sufra la
exclusión por falta de oportunidades, enseñar a pescar pero sin obviar a quienes
no pueden aprender a pescar.
La racionalidad social estimula el
desarrollo de propuestas institucionales e individuales e incluye la
participación de los propios afectados por la pobreza en la solución de sus
problemas, para impedir, insisto, el devastador parasitismo social,
exponenciado por la trata de votos en los gobiernos populistas, como el que
sufrimos.
En conclusión
Aunque reconozco que es absolutamente
cierto que quien dice la verdad en estos tierreros conceptuales, no gana
elecciones, lo que nos debe dar profunda vergüenza como nación, por el atraso
confeso, sería muy importante que comenzáramos a pensar seriamente en el
concepto social bajo la óptica de la racionalidad – como en lo político y en lo
económico - pues los demagogos autoritarios como Chávez, se blindan tras la
premisa falsa de la “justicia social” para medrar del pueblo ingenuo a cambio
de la perversa promesa destructiva de “vivir viviendo” es decir vivir sin
expectativas de superación.
Rafael Marrón González
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