Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

25 de marzo de 2012

VENEZUELA INDIGNADA Y CARCOMIDA



El horrendo asesinato de la joven de 19 años Karen Berendique, hija del cónsul de Chile en Maracaibo, pero por las circunstancias hija de todos los venezolanos decentes que estamos cansados de denunciar la violencia genética del chavismo en todas sus instancias, porque de la violencia viene bajo la directriz de esa monstruosidad circense que todavía roe las bases de la democracia americana, que exhibe, como macabro trofeo de su medio siglo de inutilidad, el descarnado costillar de la que fuera una de las naciones más prósperas del continente, devela la realidad de un gobierno que, como el cáncer, carcome las estructuras de la patria.


Y en el colmo del cinismo más grotesco, mientras esta familia sufre el dolor de la irreparable pérdida, el presidente en campaña, indolente y sobrado, con total desprecio por el sufrimiento de la ciudadanía, anuncia que nos vas a dar “una paliza memorable” el 7 de Octubre, cuando la “paliza memorable” lleva trece años dándola su gobierno inútil al pueblo venezolano.


Un gobierno que es un cáncer que ha hecho metástasis en todo el cuerpo institucional de la república, sin excepción: Esos policías “gatillo alegre” que asesinaron tan vilmente a esa joven promesa – no es posible que un ciudadano no pueda diferenciar una alcabala policial de una de malandros - no son más que tumores cancerosos producidos por un discurso y una actitud violenta e irresponsable propia de un desestabilizado adolescente resentido y no de un jefe de Estado.


Allí tenemos, como emblema de la revolución, las bandas armadas del 23 de Enero que en su nombre siembran el terror, protagonizando balaceras en plena vía, segando vidas, quemando carros de humildes ciudadanos y decretando estado de sitio, una vergüenza que, en un gobierno digno, ya hubiera generado los correctivos adecuados para someterlas al imperio de la ley, pero el presidente de la nación sostiene que son un apoyo indispensable para el éxito del proceso… ¿de destrucción nacional?, con lo que cohonesta las acciones delictivas de estos grupos paramilitares ilegales, que, no dudo, tengan en mente asesinar al candidato presidencial opositor, tal como lo revelara el Chávez “yonofui” en una de sus proyecciones.


Eso es un tumor canceroso. Como es un tumor el desastre de PDVSA – endeudada – hasta le debe al Fonden 185 millones de dólares - destruida su capacidad productiva, con sus mejores pozos devastados, comprando gasolina al imperio – 71.000 B/D - para cumplir con sus compromisos porque sus refinerías no sirven, una ruina de lo que antes fuera - caracterizada ahora por los derrames petroleros contaminantes – el del río Guarapiche es uno entre muchos - y los siniestros producidos por la ineficiencia más ramplona, que no tienen parangón en ninguna otra empresa de su tipo en el mundo: Un cáncer carcomió sus estructuras profesionales y la inmoralidad campea con la desinhibida sinvergüenzura de querida del jefe a la que basta gritar que es “roja, rojita” para que todos sus desmanes sean obviados.


Estos son solo ejemplos puntuales de la hórrida metástasis que sufre Venezuela, basta visitar sus principales capitales para evidenciar este aserto: Caracas da asco, nuestra otrora hermosa capital es una ciudad que hiede a muerte, a miedo, a basura, a mendicidad, a excremento – porque es de lo más revolucionario y popular defecar a cielo abierto en pleno centro: “¡Qué vergüenza de capital, qué vergüenza! La inmundicia de sus calles jamás la verá usted en Santiago de Chile, Lima o Ciudad de Panamá, llena de aceras rotas, mendigos tirados en ellas, o niños haciendo malabares en los semáforos”.


Caracas sufre de un cáncer producido por la toxicidad de un gobierno deletéreo:Deteriorada, sometida por el hampa – que es quien manda en este país - y convertida en un gigantesco estacionamiento a toda hora. Sin alumbrado público, cubierta de basura – las laderas de La Mariposa son un estercolero - llena de huecos, contaminada”. Pero así esta Venezuela entera: Un solo alarido de abandono, desidia y corrupción.

La gran obra: El parasitismo social


Pero donde ha sido más destructivo este cáncer mortífero, es en el concepto del trabajo como valor ascensional del hombre: Miríada de zánganos pululan en la inmensa charca de la flojera, sustentando con los sofismas del gobierno que más pobres ha cosechado en toda la historia patria, el tráfico de votos.


Trabajar – porque trabajo hay, lo que no hay es empleo, porque Chávez destruyó sus fuentes – parece ser un insulto para quien considera un derecho vivir sin hacerlo en un país convertido en el paraíso de los parásitos sociales, que ahora sufraga el embarazo precoz, la prostitución y la vagancia, esta última portando fichas de las empresas del Estado, generando en ellas la parálisis productiva, por efecto dominó, por la que han fracasado todos las propuestas socialistas que en el mundo han sido y son todavía a pesar de las pruebas en contra, lo que nos indica lo infinito de la estupidez humana.


Un cáncer de dimensiones catastróficas que amenaza con disolver la república y convertirla en un protectorado de los únicos esclavistas que quedan en el planeta: Los chinos, pero eso poco importa a la masa estúpida que sigue gozosa, a paso danzante, al delirante flautista que la lleva al abismo.


En conclusión


La muerte de la joven Karen a manos de policías animalizados – más de cien tiros dispararon contra la camioneta con placas consulares - ha estremecido la sensibilidad nacional, adormecida ya por la costumbre – “la inseguridad está matando a los venezolanos y no veo que se haga nada que valga la pena, es muy lamentable porque Venezuela no se merece esto” - y la responsabilidad absoluta del ciudadano presidente es incuestionable. Lo que nos alienta es la certeza de que este cáncer sí es curable con los votos terapéuticos del 7 de Octubre.


Rafael Marrón González

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