Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

2 de agosto de 2012

DAMAS Y CABALLEROS: ¡EL MULATO BOLÍVAR! ¡SÍ OH!



En verdad os digo que esta comisión presidencial para jurungar los restos de Bolívar ingresará con largueza al libro Guiness en la sección de la  adulancia sustentable, pero cobrando:

El rostro del Libertador presentado en cadena nacional el pasado 24 de julio, desde el palacio de Miraflores, es una oda a la manipulación complaciente: Bolívar salto atrás con los rasgos propios del mulato Machado – hijo del conde De la Granja con una esclava mandingo - nos mira con la insolencia canaria de Francisco Tomás Morales, pero con la mirada perdida de quien otea las rejas de una licorería en día feriado, mostrando en la base de la nariz cuasi aguileña,  pero de aletas gruesas, para remarcar el parecido con Chávez, quien se espeluscó, la marca de los Rayban, milagro del photoshop, aunque, según encuentro en Noticias Centro, es un burdo plagio de una vieja joda merideña. 

Es que es tan fácil ponerse en unos reales complaciendo los delirios racistas inversos de Chávez, quien como Boves, quiere un país solo de negros, pero obedientes y agradecidos, para eso usa a  Aristóbulo, “el unicornio”, como símbolo del negro necesario. Me imagino la desesperación del funcionariado alto y bajo, arrancando de las paredes de sus despachos los antiguos cuadros “oligarcas” de Bolívar para sustituirlos por la nueva imagen bolivariana, burda como todo lo hecho en socialismo, que ni a balazos se hubiera levantado a la aristócrata María Teresa del Toro y Alaiza, nada menos que en casa del marqués de Ustáriz, en el mismísimo Madrid de Carlos IV de Borbón.

Un Bolívar paralelo Pero, lo cierto es que este retrato fotochopiado, para seducir resentidos,  contradice las descripciones de personalidades de toda credibilidad que conocieron a Bolívar y pelearon a su lado, como Guillermo Miller:  “… las mejillas sumidas, la cejas hirsutas, el pelo ondeado, rebelde; las patillas castañas claras, el bigote castaño oscuro casi negro; la frente  ocupa  mucha parte del rostro. La distancia entre la nariz y la boca es grande. La nariz recta y larga y la barbilla aguda le asemejan al tipo vasco de sus antepasados...”.

Luís Perú de Lacroix: La cabeza larga, ancha en la parte superior y muy afilada en la inferior. La frente, grande, despejada, cilíndrica y  surcada de arrugas hondas.  El pelo, crespo, erizado, abundante y canoso. Los ojos son profundos, ni pequeños ni grandes; las cejas, espesas, separadas, poco arqueadas y más canosas que el pelo. La nariz, proporcionada. Los huesos de los carrillos, agudos, y las mejillas, chupadas en la parte inferior. La boca, algo grande, y saliente el labio inferior…”.

Iram Paulding, oficial estadounidense: “... Era bien parecido tanto de semblante como de persona. Tenía la tez trigueña, aunque realmente lo estaba más de lo que realmente era por estar continuamente expuesto a las faenas e intemperie de una vida militar en un clima cálido. Sus ojos tenían una expresión que no puede pintarse ni con el pincel ni con la pluma. El color de ellos era castaño oscuro…”. 

Jeannete Hart, joven estadounidense, enamorada de Bolívar:  “El general Bolívar era el centro de las miradas y parece quemado por el sol; su cara es angosta y alargada, enmarcada por cabellos negros ligeramente ensortijados, de nariz fina y aguzada, barbilla puntiaguda; su bigote es negro y sombrea una boca roja, carnosa y sensual…”.

Francois Desiree Roulin: Médico y pintor francés contratado por Francisco Antonio Zea para trabajar en el Museo de Ciencias Naturales que quería establecer en Bogotá. El 15 de febrero de 1828 dibujó un perfil de Bolívar que ha sido modelo para casi todos los pintores, grabadores y escultores modernos. Es el Bolívar de las monedas: “…En su juventud había sido muy blanco, pero al cabo le había quedado la tez bastante morena, quemada por el sol y las intemperies de quince años de campañas y viajes. (…) Tenía la cabeza de regular volumen, pero admirablemente conformada, deprimida en las sienes, prominente en las partes anterior y superior, y más abultada aún en la posterior. El desarrollo de la frente era enorme, pues ella solo comprendía bastante más de un tercio del rostro, cuyo óvalo era largo, anguloso, agudo en la barba y de pómulos pronunciados. 

Algunos escritores han dicho que Bolívar tenía la nariz aguileña, seguramente por no dar a este adjetivo su acepción verdadera, que es la de lo corvo, como el pico del águila. El Libertador tenía el perfil enteramente vascongado y griego, principalmente por el corte del rostro, la pequeñez de    la boca, la amplitud de la frente y la rectitud de la nariz,  muy finamente delineada. Al propio tiempo que tenía la frente muy levantada en la región de los órganos de la imaginación, era prominente en las cejas, bien arqueadas y extensas, donde se ponían de manifiesto los signos de la perspicacia y de prontitud y grandeza de percepción. Como tenía profundas las cuencas de los ojos, éstos que eran negros, grandes y muy vivos, brillaban con un fulgor eléctrico, concentrando su fuego cual si sus miradas surgiesen de profundos focos”. 

José Antonio Páez: Rostro feo, largo y moreno. Cejas espesas y ojos negros, románticos en la meditación y vivaces en la acción. Pelo negro cortado casi al rape, con crespos menudos. El labio inferior protuberante y desdeñoso. Larga la nariz que cuelga de una
frente alta y angosta, casi sin formar ángulo…".

El Bolívar de Bolívar El Libertador certificó el retrato que le hiciera el artista José Gil de Castro en Lima en 1825, que muestra un rostro perfilado, delgado, de frente despejada, barbilla afilada  y nariz larga y muy fina con las ventanas retraídas. En la dedicatoria de este retrato el Libertador anota: “Retrato mío hecho en Lima de la más grande exactitud y semejanza”.

Como curiosidad la boca de este retrato fue copiada, con escaso logro, derivando hacia la sonrisa de la Gioconda, por el “artista” que diseñó el Bolívar de Chávez. Así que: Sale pa´llá.

Rafael Marrón González

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