Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

3 de agosto de 2013

LA IRA DE LOS DIOSES



En una de sus imitaciones del caudillo fallecido, experto en inventar atentados de oropel, el señor Maduro amenaza con la “ira de los dioses” “si ellos llegaran a hacerme algo a mi”. De idéntica manera suelen amenazar los malandros a sus víctimas aterrorizadas: “Yo soy tu dios, yo decido si vives o mueres”. Esa sensación de estar ante sus dioses sentiría el cabo Diosny Manuel Guinand cuando era asesinado, nada menos que, supuestamente, por  un teniente coronel, un primer teniente y un sargento primero de la guardia nacional. Dioses todopoderosos ante cuya omnipotencia la vida del humilde soldado no valía nada.

Esa es la ira de los dioses que acabó con la vida de 4.500 venezolanos durante los primeros cien días de gobierno del tronante Nicolás y de su Plan Patria Segura, que por los resultados desastrosos evidencia la intención solapada de militarizar las calles, no vaya a ser cosa. Y es que por toda la república se observan los escombros de la ira de los dioses que se abatió sobre este pueblo ingenuo y esperanzado. La ira de los dioses acabó con el papel tualé, entre muchos rubros de primera necesidad, y dejó los anaqueles de los supermercados, incluyendo los suyos, repletos de peroles plásticos. Y fue la ira de los dioses la que acabó con las posibilidades de empleo digno -estabilidad laboral, salario justo, prestaciones sociales y movilidad social - en el campo y la ciudad.

La ira de los dioses, que entregó la Faja del Orinoco a las transnacionales y PDVSA a los chinos, como también Guayana, si nos dejamos; aventó a los profesionales universitarios a la buhonería para poder subsistir y a los profesores de las universidades a la calle en una huelga indefinida exigiendo salarios acordes con la inflación desatada por la ira de los dioses, que como langostas le cayeron a esta patria cuyos estudiantes han perdido la fe en el futuro y abandonan las aulas del progreso por desarrollo - los dioses de la ira han endeudado de tal manera irresponsable la nación que pasarán generaciones para recuperarse  - para insertarse en la incertidumbre informal de la sumisión por la supervivencia, donde se encuentran estancados los trabajadores, cuyos beneficios laborales y contratos colectivos han sido disueltos en la precariedad por los dioses de la ira, engendros llenos de resentimiento social, odio contra todo quien destaque  y envidia contra la Venezuela que se erguía orgullosa – sin obviar las contradicciones - ocupando un lugar privilegiado en América y el mundo, porque su incompetencia estructural los hacía inservibles para la conducción gerencial de sus instituciones y empresas, como ha quedado demostrado luego de su paso de 15 años por el manejo del Estado, con el resultado que está a la vista de todos:

Fealdad, malos olores, contaminación, delincuencia oficial y privada, crímenes horrendos, secuestros, escasez, deterioro y pobreza. Tome al azar cualquier ciudad de Venezuela y comprobará lo que sostengo: Lo que se respira es miedo. Dígame Caracas. Y tiene Nicolás la desfachatez de amenazar con la ira de los dioses si le pasa algo, cuando es uno de los consentidos dioses de la ira que devastaron, física y moralmente, la nación, pero, gratuitamente, por maldad y estupidez, porque Venezuela nada les hizo para recibir tanto mal, tanta ingratitud.

Es que me parece oír al poeta Andrés Eloy Blanco: “…Los cuatro que aquí estamos nacimos en la pura tierra de Venezuela, la del signo del éxodo, la madre de Bolívar y de Sucre y de Bello y de Urdaneta y de Gual y de Vargas y del millón de grandes, más poblada en la gloria que en la tierra, la que algo tiene y nadie sabe dónde, si en la leche, en la sangre o en la placenta, que el hijo vil se le eterniza adentro y el hijo grande se le muere afuera”.

¿Pero, y esos dioses?

Pero, volviendo a la oración titular - toda palabra que del poder provenga tiene un sentido oculto – pienso, también, en estos momentos extraños por insólitos que vive la política nacional, que Nicolás está enviando señales de radar a todas partes, para curarse en salud y agenciarse lealtades furibundas, por chantaje, de las que hicieron poderoso al extinto, y que cuando habla de “dioses” y su ira se refiere metafóricamente al poder de fuego a su disposición, así como el finado hablaba de “revolución pacífica pero armada”.

Por lo tanto esos “dioses” a cuya ira invoca como amenaza arrasadora, pueden ser, y ojala me equivoque – es un decir - los milicianos cubanos – obedientes so pena de muerte – que en cuantioso número no determinado pero sí imaginable – se habla de decenas de miles - están bajo las órdenes directas de la dictadura cubana que apuesta a la consolidación de su pro cónsul en Venezuela, ocupando posiciones que alarman a las conciencias patriotas auténticas de este país de soberanía en disolución. Y esa es una amenaza cierta, con fusiles y demás aditamentos de matar. Y alto mando en el país con órdenes de estricto cumplimiento.

Y eso explica el súbito valor adquirido  para la campaña “caiga quien caiga” contra la corrupción emprendida por Maduro - luego de 15 años en el cogollito del poder, durante los cuales ni vio ni supo, sí, oh – desde el pasado 24 de junio, en respuesta al desplante sufrido en pleno acto simbólico, que tiene un fuerte tufo a disuasivo de ambiciones camaradas, que están poniendo sus barbas en remojo, según se desprende de la aparición en los medios de comunicación de incondicionalidades “Maduro o muerte” en el establecimiento militar oficialista y de insospechados delfines relegados rasgando sus vestiduras en defensa de la integridad, supuestamente amenazada, de quien les quitó el puesto por una cabeza o por un viaje a La Habana. Y no es para menos. Ya veremos qué pasa cuando Raúl agache el dedo. Sale pa´llá.
Rafael Marrón González



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