Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

19 de octubre de 2009

Decencia política

Este interregno chavista – que dure lo que dure se acabará, aunque dejando una estela de miseria y rencor - debe ser aprovechado para realizar un profundo examen de conciencia ciudadana con la finalidad de deslastrar la democracia de muchas perversiones que se han hecho normales en el escenario electoral venezolano.

El pueblo durante años ha presenciado la indecencia que usa como armas, para lograr el favor popular, la descalificación, el insulto y la calumnia sin el menor escrúpulo al decoro familiar ni reparo con el daño moral a causar, para luego de pasada la contienda, reunirse los contendores, como si nada hubiera pasado – “porque esas son cosas de la política” - ante el asco de la sociedad que responde certeramente con un “qué sucios son los políticos”, confundiéndolos con los sinvergüenzas. Y cuando uno de nuestros jóvenes decide incursionar en la política , el consejo que le dan los viejos políticos es que “tenga el cuero duro para que aguante hasta agua caliente”, como si el que más aguanta insultos y vejámenes es el más digno de ganar el cargo en disputa. Pues, yo digo que ya basta.

Mi consejo a los jóvenes políticos es que no se la calen. No perdonen agravios. No empeñen su dignidad tolerando infamias. Pues, dos cosas tenemos que lograr: Una, el respeto a los adversarios como principio fundamental de la política, para poderla rescatar del albañal donde la han sepultado los espontáneos recogidos en las galleras por sus mentores, por su condición de “echaos pa´lante”. Y la otra, hay que despejar la conciencia popular de la creencia de que el fin justifica los medios, porque ningún fin ético – y esa es nuestra tragedia nacional - puede derivar de una acción inmoral; y la vileza de algunos políticos – escondidos detrás de mercenarios - en campaña electoral contra sus adversarios raya en la infamia.

Y esa abyección debe revertirse, en los eventos electorales debe privar la propuesta, la integridad, la trayectoria moral vertical, la inteligencia y jamás la actitud procaz o la inescrupulosidad. Un mercenario al servicio de un candidato regional se refería en sus columnas periodísticas a un joven adversario político por las siglas de su nombre, para asociarlas en el imaginario popular con el sentido escatológico de waterclok. ¿Eso es decente? ¿Tiene el joven político, en aras de cualquier fin electoral, que conciliar con semejante atropello contra sus derechos humanos, con el argumento de que son “cosas de la política”? Pienso que no.

De esa manera el escenario político degradó a especie de chiquero en el que se revuelcan los aspirantes a dirigir los destinos de la patria de Bolívar, que se ciñen la banda de la victoria sacudiéndose del rostro la pastosa pestilencia de la ignominia. Y es que no se trata de la ironía inteligente o de la mordacidad sagaz que ha nutrido el anecdotario político del pasado, sino del brutal ataque artero a la integridad personal, en el cual nada es sagrado, el vale todo es la impúdica consigna inescrupulosa.

Chávez es el aventajado

Chávez en sus campañas es un ejemplo de esta práctica denigrante de su condición humana, pero él no la inició, es un aventajado alumno de esta deformación que sustituyó la práctica de convencer al pueblo de los inicios de la democracia cuando el candidato y sus colaboradores viajaban por todos los pueblos con su mensaje, prometiendo bienestar y calidad de vida, y la capacidad oratoria era, en todo caso, la ventaja.

Recuerdo a dos titanes en acción: Jóvito Villalba y Rómulo Betacourt. Villalba era mejor tribuno pero Rómulo era guatireño y aprendió a llegarle directo al corazón del pueblo y mientras Jóvito hablaba de ideales etéreos, Rómulo le hacía agua la boca con el verbo conjugado en arepas y láminas de zinc.

Eran tiempos en que los principios democráticos estaban probados en la lucha contra dictaduras criminales y si se quería ganar había que demostrar que se era mejor, no que el otro era peor. Y eran líderes honestos a toda prueba, lástima que sus herederos se prostituyeran de manera tan grosera, al grado de que Rómulo amenazó con sacar a patadas a los corruptos del partido, pues mientras los advenedizos y espontáneos hacían fortunas a las sombras de poder – Uslar dixit – el forjador de la democracia se vio en la necesidad de exigir que los medios impresos le pagaran por sus artículos y entrevistas, así como a las instituciones públicas y privadas por su conferencias, porque la pensión de ex presidente no le alcanzaba para vivir con decoro.

Decencia política es integridad

Contemplo con esperanzas – traducidas como espera activa por una nueva realidad más equitativa y de progreso pivotado en el desarrollo individual – la incorporación de la juventud en los partidos tradicionales y en nuevos movimientos para la participación en las luchas sociales y políticas, porque eso significa que ni el militarismo ni la antipolítica han logrado sus objetivos, pero a esos jóvenes hay que inculcarles el valor sustantivo de la ética como compromiso del individuo con la sociedad y este compromiso debe expresarse en la demostración cotidiana de su integridad, y la decencia política es la vitrina donde debe exhibirse esa virtud. Que su discurso traduzca sus anhelos por contribuir al bienestar general y que su pulcritud personal sea su carnet de identidad. Ya basta de zafios ignorantes pegando lecos descalificadores para elevarse por contraste. Y de alianzas oportunistas entre víctimas y victimarios por la avidez del poder. Los que ayer eran insectos a los que había que exterminar, hoy se asocian con el insecticida por la posibilidad de colocarse “donde haiga”.

En conclusión

Mí mensaje a los jóvenes políticos de cualquier tendencia ideológica democrática es que busquen el poder como vía para desarrollar sus proyectos de bienestar general y no como fin para sus apetencias de riquezas o de reconocimiento social, que se profesionalicen en gerencia pública, que estudien filosofía y lógica formal, que edifiquen su arquitectura interna con solidez para resistir los tsunamis de la tentación de la riqueza fácil.

Cualquiera es honrado mientras no le lleguen al precio, por eso no tener ninguno es lo correcto y para hacer lo correcto basta con tener certezas basadas en los principios.

La política, en el plano de la decencia, es un apostolado que solamente reditúa la íntima satisfacción del deber cumplido, porque, pasada la efímera hora de los loas, lo que queda es el silencio y la amargura de la soledad, que no puede lesionar a quien los espera consciente de la veleidad del amor del pueblo y fortalece su espíritu con la dignidad del deber cumplido.

Por eso la ignorancia no puede continuar siendo la medida del político promedio, y cuando digo ignorancia me refiero también a la que mina a no pocos egresados universitarios - lo que dan es lástima por su desconexión cerebral - que solamente emiten señales de vida cerebral ante la posibilidad de corromperse. Sean humildes, no permitan que el éxito – ese farsante destructivo – les arruine la historia.

Mírense en el espejo de tantos muertos en vida que se arrastran entre pesadillas, después de haber volado su desprecio en las alturas, indiferentes con el dolor de los humillados que los elevaron con su equivocación. La humildad no es andar en harapos con el orgullo brotando por los agujeros de la sotana, como los estoicos, sino tener la capacidad de ajustar la actitud a la dimensión del interlocutor. Y cultiven el respeto como demostración de su compromiso ético, jamás pronuncien una palabra que implique su dignidad en la diatriba de los desesperados que tratan de esconder su podre moral en la alharaca de la abyección. Pero sepan responder como corresponde a quienes los ofendan. Partirles la trompa en cadena nacional es una buena opción. Los agravios que comprometen la integridad son imperdonables. La Venezuela que surgirá del disparate chavista merece el tributo de la decencia política.


Invitación

El jueves 22 de octubre, a las 7pm, estaré bautizando mi nuevo libro digital “Venezolanidad, una pasión inteligente” en la librería Latina del Orinokia mall de Puerto Ordaz. Quedan cordialmente invitados.
Rafael Marrón González

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