Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

10 de octubre de 2009

¿Política sin políticos, democracia sin partidos?

Demasiada gente como para no preocuparnos, ignora todavía que Venezuela ingresó en 1999 – tal como en 1899 con Cipriano Castro – en el interregno histórico entre una propuesta política – socialismo matizado que mantuvo suspendidas las garantías económicas, que se agotó por la baja del precio del petróleo - y otra que surgirá indefectiblemente del pensamiento posmoderno de una nueva generación y que está naciendo paralelamente al desgaste ateroesclerótico del gobierno de Chávez – desintegrado a una velocidad insólita - que tampoco tiene conciencia de su elemental rol histórico, a pesar de que el orden interno de la realidad le envía señales que su estrafalaria actitud hormonal – empeñada en imponer un estado de servidumbre - le impide captar:

Frente a esa nueva generación que se cose los labios en una huelga de hambre contestataria y le muestra el culo a las fuerzas represivas - para emitir su opinión respectiva - su imagen es la de un anciano cuya decrepitud polvorienta es asunto del tiempo que conspira a favor de esa inmensa muchachada que no quiere horizontes de piedra. Y menos erizado de fusiles y matones ignorantes.

Sin embargo me preocupan los pescadores en río revuelto que pretenden usar la bravía lucha de esa juventud rebelde, como sustituta de lo político, en una vuelta a las andadas de los mismos que destruyeron los partidos como expresión ideológica plural de la sociedad, con la incesante campaña contra la “partidocracia”, y propiciaron la anti política que creó a “Chávez” con el barro reseco de un confundido golpista derrotado que veía en las guerrillas colombianas el lógico final de su destino.

Según aquellos artífices de nuestra actual crisis política, era la “sociedad civil” - ¿con qué se come eso, preguntó sarcástico el malagradecido Miquelena después de que se sirvió de ella - la que debía asumir las riendas de la conducción del país a través de un líder ajeno a los partidos políticos – como si fuera posible la democracia sin ellos, lo que aprovechó Ceresole para crear aquella doctrina totalitaria “caudillo, ejército, pueblo” que Chávez se apresuró a asumir, aunque ahora solo queda “caudillo”, porque ejército, lo que se llama ejército, y pueblo, lo que se llama pueblo, no tiene. Pero ahora, sin el menor sentido de orientación y sin asomo de memoria histórica, veo como se erige un poderoso cogollo antipolítica – que produce líderes con cara de vidrio - exigiendo ir a las elecciones parlamentarias con una tarjeta única, despreciando el trabajo tesonero de las distintas organizaciones que tienen perfecto derecho a que su militancia y amigos tengan la opción de votar por su tarjeta, como debe ser en democracia – lo que nos distingue de Chávez.

En el colmo de esta ceguera, me he encontrado con personas que no sólo quieren una tarjeta única sino que formemos un PSUV de la oposición con un líder exactamente como Chávez – con verruga y todo - porque “si no, se queda para siempre”. No vale, no necesitamos unicidades chavistas uniformadas y en procesión, necesitamos el imperio de la política y de los liderazgos surgidos de las luchas sociales – pero con visión estadista y no populista – con propuestas viables que apunten al progreso común por el desarrollo de los individuos, que logre convocar a esa inmensa mayoría del pueblo esperanzado que ya no quiere nada con Chávez – a pesar de haberlo empoderado - pero tampoco con ese pasado ignominioso que lo creó. Y ese será el comienzo de la nueva era venezolana y esta vez, con la lección bien aprendida, será para siempre.

El inicio de la antipolítica


¿Qué es la antipolítica?, sencillamente la preeminencia del carisma sobre la ideología, lo que es irracional y peligroso, pues, como he escrito en anteriores oportunidades, en política el carisma suele desembocar en estigma así como la falta de propuestas – por lo sobreentendido carismático - en ineficacia. Y, además, para colmo, existen agencias publicitarias que fabrican candidatos, siguiendo la receta para promocionar papel tualé, para vendérselos a los pueblos ingenuos que creen que si el tipo se baña y se peina con rayita es honesto.

En Venezuela el precursor de la antipolítica fue Renny Otolina, aunque algunos señalan también a Uslar Pietri, pero éste abogaba por la decencia política, denunciando la corrupción y el incumplimiento de las promesas electorales como los males que estaban rompiendo la conexión del pueblo con los partidos.

El primer triunfo de la antipolítica fue con Rafael Caldera quien con su desarrollado instinto felino, olió la oportunidad de volver a la presidencia navegando en la justificación del golpe fallido – que no tuvo pueblo pero se hizo popular – y abjurando de su condición se lanzó en brazos del chiripero de la “sociedad civil”, destruyendo su partido – el que fundó – e inmolando a sus discípulos – llegando al poder en hombros de la plutocracia y de los militares - pescadores de río revuelto de la antipolítica - exactamente como Chávez - para ejercer un mediocre mandato durante el cual daba a veces la impresión de que estaba vivo, intensificando el desencanto del pueblo y allanando el camino para el triunfo de Chávez, que no fue tan clamoroso como sostienen.

Así que fue esa sistemática prédica contra los partidos políticos y la satanización de los políticos – aunque no puedo negar la contaminación de demasiados por la corrupción, la comodidad y la indiferencia - lo que incubó a Chávez – que derivó – como era previsible por su discurso antipolítica - en entidad totalitaria que desprecia lo civil en general - al grado de exigir a sus aduladólares de la Asamblea Nacional una reforma inconstitucional que coloca el estamento militar sobre el poder civil, antipolítica total - lo que nos ha llevado a entender – me incluyo para no dejarlos solos – que la política sin partidos y sin políticos significa dictadura.

La antipolítica en acción histórica

Otro ejemplo de las nefastas consecuencias de la antipolítica lo tenemos el 11 de Abril de 2002, cuando Chávez abandonó la presidencia – salvo prueba irrefutable en contra, tenemos la palabra de la máxima autoridad militar del momento – y un débil espontáneo, inexperto en las lides políticas, subalterno de un poderoso grupo económico y presidente de la organización empresarial, traicionó ese proceso histórico inédito en Venezuela, convirtiéndolo en un golpe de Estado, con el desastroso resultado harto conocido, por haberse inhibido los actores políticos con responsabilidad ineludible, a petición de la “sociedad civil” que no quería “políticos de oficio” en esa hora.

Fíjense en el despropósito de la antipolítica: En el ejercicio tan necesario de la política para la vida de la nación, rechaza a los expertos, a los profesionales, quiere espontáneos como curas, domésticas o ¿militares?, sin embargo para lo concerniente a la vida personal si clama por especialistas. Cosas de la idiotez protagónica. Y, luego, para remate, la antipolítica impuso a los partidos – cuyo epicentro de lucha son las elecciones - la tesis abstencionista. Mayor contradicción sólo en Estupidolandia. Y lo más triste es que hoy – como si no existiera capacidad de analizar los errores - los políticos y sus partidos parecen estar a la cola de la antipolítica – “para no traicionar la mayoría” - esperando el memo con instrucciones de los factores de poder mediático, que crean liderazgos efímero - espectaculares de cualquier evento que estimule a la “sociedad civil”, presentándolos con fanfarrias – previo guión novelado - en detrimento de los dirigentes de base – locales y regionales - que se han partido el lomo fortaleciendo sus organizaciones – con las uñas - y llevando al pueblo la palabra certera de la democracia, para combatir en su propio escenario la hipermillonaria maquinaria propagandística del gobierno con su propuesta de capona felicidad cubana.

En conclusión

Frente a nosotros el reto de derrotar a Chávez y al chavismo políticamente, para lo cual son imprescindibles los partidos y la dirigencia política, que deben presentar su propuesta de país al pueblo esperanzado dentro de sus propias realidades, pues lo que está en juego es el destino democrático de la nación y no hay espacio – ni tiempo - para los jueguitos infantiles de la antipolítica.
Rafael Marrón González

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