La carencia de pensamiento crítico hace que las personas caigan en el simplismo interpretativo de los códigos morales de la sociedad. La Biblia recoge un mandato de origen divino que ordena a la humanidad crecer y multiplicarse y el simplismo ha caído secularmente en el error de considerar que se refiere a “crecer” como desarrollo de los órganos reproductivos, lo que sería, de ser así, además de una perogrullada, una idiotez redundante, pues se supone que para poder tener descendencia, el hombre – varón y varona, como humanidad – debe cubrir su requerimiento de maduración biológica.
Así que, lo que en realidad, traduce esta orden teológica – por lo menos para el sentido de la comprensión moderna - es que los sujetos a reproducirse deben formarse - espiritual e intelectualmente y, acotamos, hasta económicamente - antes de proceder a la procreación – “crecer para multiplicarse” - para no someter a sus descendientes a la precariedad física y moral a la que los condena la irresponsabilidad de los zagaletones y aduldolescentes que preñan a diestra y siniestra, como en campaña de prueba de su hombría, confundiéndola con “braguetería”, pues, paradójicamente, la hombría es directamente proporcional a la responsabilidad. Y hay que ver el tremendo daño que esta aberrante reproducción inmadura – traducida en hijos sin padres - le ha ocasionado a la sociedad.
Un millón de hogares dirigidos por mujeres solas - muchas de las cuales procrean de distintas parejas para ver si alguna se queda con ella por el hijo – lo demuestran. Un axioma popular infamante llega al extremo de oficializar esta anormalidad alegando que “madre es una y padre es cualquiera”, lo que rechazo de manera categórica en lo que me atañe porque provengo y pertenezco a una cadena generacional de paternidad responsable, lo que traduce que mis abuelos tuvieron padre y mi padre tuvo padre y yo tuve padre y mis hijos, aunque adultos ya, tuvieron y siguen teniendo padre y presente en sus vidas.
Por esto es cada vez más evidente que aquel axioma que confiere a “la familia” ser el núcleo de la sociedad está, y estará, divorciado de la realidad mientras no se admita que lo es el individuo y en la medida en la que éste se forme – “crezca” – lo será la familia.
Las aberraciones producidas por ese irresponsable “creced y multiplicaos” que, en estúpida danza de la fertilidad, adosa masivamente vientres al destino, son inenarrables y llegan hasta el crimen: La prensa nacional reseña un homicidio cometido por un idiota de 18 años que asesinó a su hija de once meses, ahogándola en un tambor de agua, para evitar el pago de manutención, porque tiene dos mujeres más embarazadas. ¿Esa cosa es gente? ¿”Creció” para multiplicarse? Si en verdad esta sociedad tiene la intención de corregir los graves problemas sociales que la agobian, debe comenzar por asumir la verdad con toda su crudeza.
Hemos creado – hasta con el lenguaje - una barrera de cristal que nos separa de la grosera realidad que nos circunda. A la mojigatería social se le eriza la epidermis cuando escucha los sustantivos y adjetivos que reflejan la crudeza de la realidad, sencillamente porque cree que con eufemismos la va a esconder o a eliminar. En el seno de la familia todavía hay padres que azuzan al hijo a seducir jovencitas, y ante el reclamo responden que el otro debe atar su becerra porque su “toro” anda suelto. “Su toro” es un bolsiclón espinilloso que ante el primer embate de la hombría verdadera sale en carrera dejando un reguero de bosta para su epitafio.
Y así leemos en un diario de circulación nacional: “Una niña de 10 años tuvo que someterse a un aborto luego de quedar embarazada de su padrastro, de 44 años, quien abusaba de ella desde hace dos...”. ¿Creció ese animal para multiplicarse? Es importante destacar que jóvenes hay con una desarrollado sentido de la responsabilidad, que no rehúyen sus compromisos y forman hogares que ya quisieran muchos que se las dan de “maduros”, sin embargo esto constituye excepción y ni por asomo es el promedio.
La contundencia de la realidad nos indica que la inmensa mayoría de los hijos sin padres que, por ejemplo, abordan el delito, son producto de una relación entre adolescentes cuyo crecimiento – madurez - era nulo. Y es que la banalización de la relación sexual – confundida, en muchos casos con amor - que ha sido asumida por una parte como he dicho, para probar la hombría, y por la otra como una manera de “amarrar” al hombre, agravando su problema, a quien perjudica es al fruto de esa perversión, un niño sin destino a capricho del azar. Por eso, si queremos una mejor sociedad hay que asumir que para multiplicarse hay que crecer. Ambos tienen que crecer.
El lumpen amenazante
Chávez da en el clavo sin proponérselo, al tratar de insultar a los estudiantes que se le pusieron de pie en toda la nación y que son hijos de chavista y no chavistas, al llamarlos “hijos de papá”, aunque debió llamarlos “hijos con papá”, aunque seguro estoy de que hay muchos que desgraciadamente son hijos de madres solas que han sabido cumplir con el doble deber, aunque, repito, no es la norma.
Sin embargo Chávez está claro en su discurso, sabe que se ha constituido para la psiquis de cientos de miles de hombres y mujeres en el padre que jamás tuvieron, al que recurrir en busca de apoyo material y del que se espera comprensión y afecto, por eso su discurso es tan difícil de desmontar, aunque la prédica opositora refleje la verdad y desnude la realidad de esta nación, nada puede contra el amor por el súbito padre que les trajo la marea y que se traduce en odio contra lo que consideran nuevo peligro de orfandad.
La más grave lesión social que se le ha infligido a la sociedad – repito - es la proliferación de braguetas locas que andan probando su supuesta hombría embarazando ingenuas enamoradas que en prueba de amor se espernancan en el colmo de la ignorancia, pues lo mínimo que debe saber una mujer es que alberga en su seno el sofisticado equipo de la reproducción que se activa al contacto con varón.
A nuestros jóvenes hay que inculcarles que no existe hombría alguna en el machismo y que la hombría se demuestra con la responsabilidad. Mi mensaje permanente a la juventud es que crezca – más que física, intelectual y moralmente - para multiplicarse para que no se inserten en ese deplorable modelo de reproducción irresponsable y asuman su deber con sus hijos.
Hay que ver la devastación moral que ha causado a la nación la paternidad irresponsable. La falta del padre en el hogar además de que exponencia la pobreza, genera una secuencia de actitudes negativas que limitan el desarrollo armónico del individuo por falta de identidad, aunque existan excepciones que confirman esta regla.
Malandros o desalmados
Y es que el crecer sin la figura paterna incide en el desarrollo psicológico del individuo y, en gran medida, es causa de resentimiento social que puede derivar en odio homicida, de allí la crueldad impía de la delincuencia venezolana, a la que no basta con robar o coaccionar sino que lesiona, viola y asesina, vengando agravios sociales de los que la víctima no tiene ninguna culpa.
Las personas que han sufrido secuestros narran los insultos que reciben y todos ellos poseen un fuerte contenido social más que amenazantes. Por eso el discurso de Chávez, calificando como “gente con padre”, con intención descalificadora, a sus adversarios, tiene tanta repercusión. Para entender a cabalidad la inmensa contradicción entre la realidad y el apoyo a Chávez, es hora de asumir que hay que crecer para poder multiplicarse. Porque la patria es la gente y si queremos mejor patria es imperativo formar mejor gente.
Para preocuparse
La verdad es que nuestra sociedad está amenazada de extinción, pues, además de la realidad generada por ese irresponsable “crecer y multiplicaos”, que lesiona de manera considerable la armonía de las relaciones sociales de nuestra población, sufrimos también los embates de la pérdida de la moral pública por la lenidad en la investigación y castigo de la corrupción y de una cada vez mayor población esquizofrénica no diagnosticada, que ignora que su propensión a la violencia, a maltratar a los más débiles, a disfrutar la humillación del otro y a sentirse poderoso por la ausencia de piedad, es originada por una enfermedad mental.
Y como si eso no fuera suficiente, ahora nos vemos sometidos al imperio de una ideología criminal cuya estructura dualista es exactamente igual a la esquizofrenia (expresada en un egocentrismo colectivo) – como sostiene el Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco J. Rubia.
Rafael Marrón González
Así que, lo que en realidad, traduce esta orden teológica – por lo menos para el sentido de la comprensión moderna - es que los sujetos a reproducirse deben formarse - espiritual e intelectualmente y, acotamos, hasta económicamente - antes de proceder a la procreación – “crecer para multiplicarse” - para no someter a sus descendientes a la precariedad física y moral a la que los condena la irresponsabilidad de los zagaletones y aduldolescentes que preñan a diestra y siniestra, como en campaña de prueba de su hombría, confundiéndola con “braguetería”, pues, paradójicamente, la hombría es directamente proporcional a la responsabilidad. Y hay que ver el tremendo daño que esta aberrante reproducción inmadura – traducida en hijos sin padres - le ha ocasionado a la sociedad.
Un millón de hogares dirigidos por mujeres solas - muchas de las cuales procrean de distintas parejas para ver si alguna se queda con ella por el hijo – lo demuestran. Un axioma popular infamante llega al extremo de oficializar esta anormalidad alegando que “madre es una y padre es cualquiera”, lo que rechazo de manera categórica en lo que me atañe porque provengo y pertenezco a una cadena generacional de paternidad responsable, lo que traduce que mis abuelos tuvieron padre y mi padre tuvo padre y yo tuve padre y mis hijos, aunque adultos ya, tuvieron y siguen teniendo padre y presente en sus vidas.
Por esto es cada vez más evidente que aquel axioma que confiere a “la familia” ser el núcleo de la sociedad está, y estará, divorciado de la realidad mientras no se admita que lo es el individuo y en la medida en la que éste se forme – “crezca” – lo será la familia.
Las aberraciones producidas por ese irresponsable “creced y multiplicaos” que, en estúpida danza de la fertilidad, adosa masivamente vientres al destino, son inenarrables y llegan hasta el crimen: La prensa nacional reseña un homicidio cometido por un idiota de 18 años que asesinó a su hija de once meses, ahogándola en un tambor de agua, para evitar el pago de manutención, porque tiene dos mujeres más embarazadas. ¿Esa cosa es gente? ¿”Creció” para multiplicarse? Si en verdad esta sociedad tiene la intención de corregir los graves problemas sociales que la agobian, debe comenzar por asumir la verdad con toda su crudeza.
Hemos creado – hasta con el lenguaje - una barrera de cristal que nos separa de la grosera realidad que nos circunda. A la mojigatería social se le eriza la epidermis cuando escucha los sustantivos y adjetivos que reflejan la crudeza de la realidad, sencillamente porque cree que con eufemismos la va a esconder o a eliminar. En el seno de la familia todavía hay padres que azuzan al hijo a seducir jovencitas, y ante el reclamo responden que el otro debe atar su becerra porque su “toro” anda suelto. “Su toro” es un bolsiclón espinilloso que ante el primer embate de la hombría verdadera sale en carrera dejando un reguero de bosta para su epitafio.
Y así leemos en un diario de circulación nacional: “Una niña de 10 años tuvo que someterse a un aborto luego de quedar embarazada de su padrastro, de 44 años, quien abusaba de ella desde hace dos...”. ¿Creció ese animal para multiplicarse? Es importante destacar que jóvenes hay con una desarrollado sentido de la responsabilidad, que no rehúyen sus compromisos y forman hogares que ya quisieran muchos que se las dan de “maduros”, sin embargo esto constituye excepción y ni por asomo es el promedio.
La contundencia de la realidad nos indica que la inmensa mayoría de los hijos sin padres que, por ejemplo, abordan el delito, son producto de una relación entre adolescentes cuyo crecimiento – madurez - era nulo. Y es que la banalización de la relación sexual – confundida, en muchos casos con amor - que ha sido asumida por una parte como he dicho, para probar la hombría, y por la otra como una manera de “amarrar” al hombre, agravando su problema, a quien perjudica es al fruto de esa perversión, un niño sin destino a capricho del azar. Por eso, si queremos una mejor sociedad hay que asumir que para multiplicarse hay que crecer. Ambos tienen que crecer.
El lumpen amenazante
Chávez da en el clavo sin proponérselo, al tratar de insultar a los estudiantes que se le pusieron de pie en toda la nación y que son hijos de chavista y no chavistas, al llamarlos “hijos de papá”, aunque debió llamarlos “hijos con papá”, aunque seguro estoy de que hay muchos que desgraciadamente son hijos de madres solas que han sabido cumplir con el doble deber, aunque, repito, no es la norma.
Sin embargo Chávez está claro en su discurso, sabe que se ha constituido para la psiquis de cientos de miles de hombres y mujeres en el padre que jamás tuvieron, al que recurrir en busca de apoyo material y del que se espera comprensión y afecto, por eso su discurso es tan difícil de desmontar, aunque la prédica opositora refleje la verdad y desnude la realidad de esta nación, nada puede contra el amor por el súbito padre que les trajo la marea y que se traduce en odio contra lo que consideran nuevo peligro de orfandad.
La más grave lesión social que se le ha infligido a la sociedad – repito - es la proliferación de braguetas locas que andan probando su supuesta hombría embarazando ingenuas enamoradas que en prueba de amor se espernancan en el colmo de la ignorancia, pues lo mínimo que debe saber una mujer es que alberga en su seno el sofisticado equipo de la reproducción que se activa al contacto con varón.
A nuestros jóvenes hay que inculcarles que no existe hombría alguna en el machismo y que la hombría se demuestra con la responsabilidad. Mi mensaje permanente a la juventud es que crezca – más que física, intelectual y moralmente - para multiplicarse para que no se inserten en ese deplorable modelo de reproducción irresponsable y asuman su deber con sus hijos.
Hay que ver la devastación moral que ha causado a la nación la paternidad irresponsable. La falta del padre en el hogar además de que exponencia la pobreza, genera una secuencia de actitudes negativas que limitan el desarrollo armónico del individuo por falta de identidad, aunque existan excepciones que confirman esta regla.
Malandros o desalmados
Y es que el crecer sin la figura paterna incide en el desarrollo psicológico del individuo y, en gran medida, es causa de resentimiento social que puede derivar en odio homicida, de allí la crueldad impía de la delincuencia venezolana, a la que no basta con robar o coaccionar sino que lesiona, viola y asesina, vengando agravios sociales de los que la víctima no tiene ninguna culpa.
Las personas que han sufrido secuestros narran los insultos que reciben y todos ellos poseen un fuerte contenido social más que amenazantes. Por eso el discurso de Chávez, calificando como “gente con padre”, con intención descalificadora, a sus adversarios, tiene tanta repercusión. Para entender a cabalidad la inmensa contradicción entre la realidad y el apoyo a Chávez, es hora de asumir que hay que crecer para poder multiplicarse. Porque la patria es la gente y si queremos mejor patria es imperativo formar mejor gente.
Para preocuparse
La verdad es que nuestra sociedad está amenazada de extinción, pues, además de la realidad generada por ese irresponsable “crecer y multiplicaos”, que lesiona de manera considerable la armonía de las relaciones sociales de nuestra población, sufrimos también los embates de la pérdida de la moral pública por la lenidad en la investigación y castigo de la corrupción y de una cada vez mayor población esquizofrénica no diagnosticada, que ignora que su propensión a la violencia, a maltratar a los más débiles, a disfrutar la humillación del otro y a sentirse poderoso por la ausencia de piedad, es originada por una enfermedad mental.
Y como si eso no fuera suficiente, ahora nos vemos sometidos al imperio de una ideología criminal cuya estructura dualista es exactamente igual a la esquizofrenia (expresada en un egocentrismo colectivo) – como sostiene el Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco J. Rubia.
Rafael Marrón González
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