Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

8 de enero de 2011

La responsabilidad anticomunista

A la condición explícita de secta de asesinos que caracteriza al comunismo hay que añadir, además de su ladronismo implícito, la de “corruptora de menores”, que señaló con justedad el general (r) Carlos Peñaloza, por eso la lucha contra el comunismo es una obligación ética, moral y política.

Fue la ingenuidad democrática la que – indigestada por su izquierdismo solidario – cobijó a esa ideología criminal –Congreso polaco dixit - entregándole las universidades, pues pensaba en su idiotez cómplice que sería más dañina en los sindicatos.

El resultado fue una legión de profesionales infectados por esta esquizofrenia liberticida que multiplicó en la sociedad el discurso insensato de la lucha de clases y el odio hacia las consecuencias de la productividad, que genera espontáneamente movilidad social. Y ni siquiera con la evidencia del inmenso desastre económico, político y social – humano, mejor dicho - en Cuba, se convence a sus seguidores de la verdad escondida detrás de la promesa de paraíso terrenal que los alienta a formar entre sus filas.

No entienden que, tal como hay que morir físicamente para acceder al paraíso de las religiones, hay que morir políticamente para poder obtener los supuestos privilegios que ofrece la castración de la individualidad y que – como le advirtiera Fidel a Chávez – significa miseria para todos.

Tampoco logran inferir que el proceso de comunistización de la sociedad tiene como resultado previsible el parasitismo social - lo que ahora ataca furiosamente la tardía lucidez de Raúl Castro - sencillamente porque es imposible que sin la recompensa merecida el hombre produzca más allá de la cuota impuesta por la coacción. Cuba, como Vietnam o China, ha descubierto luego de 52 años de miseria y muerte – el comunismo es una secta de asesinos – lo que todo el mundo sabe desde la infancia: Quien trabaja no come paja.

Pero el comunismo – o socialismo, que es la misma cosa – estigmatiza la productividad – aunque requiera como el aire del capitalismo para subsistir, cuando al capitalismo le da gripe al socialismo le da neumonía - y mientras el hombre de verdad amanece trabajando, produciendo, esforzándose por crecer y crear fuentes de trabajo, el comunista espera que Fidel le mande un fusil para robarse el producto de la hombría en nombre de su concepción perversa de pueblo, cuyo lumpen se siente realizado por el premio a su flojera, vicios excesivos y falta de conciencia y voluntad.

No existe diferencia alguna entre un malandro y un gobierno comunista que roba el producto del esfuerzo sostenido de la ciudadanía, alegando explotación del hombre por el hombre, para él explotarlo por el hambre. El resultado del despojo comunista es exactamente el que la lógica espera: La quiebra de las empresas robadas y, por lo tanto, la ruina de la sociedad. Y por una razón sencilla – y en palabras del pueblo – “lo que nada nos cuesta hagámoslo fiesta”. O, mejor aún, sigamos el ejemplo que el comunismo da: Robémoslo.


El anticomunismo es un imperativo ético

El comunismo – apoyado con agentes castristas - se apodera de la nación y ya no hay tiempo para delicados sonrojos, como si la amenaza fuera virtual – Chávez ya marcó la pauta de la AN: “Triturar a la oposición”. Me preocupa la débil reacción a esta realidad. Recuerdo a un renombrado político carabobeño, al que entrevisté en mi programa radial sobre esta situación, su respuesta colindó con el cretinismo: “No importa el comunismo si le da bienestar al pueblo”, demostrando que la fortaleza del comunismo en Venezuela no es otra que la complicidad subrepticia de demasiados líderes de oposición que comulgan con el socialismo – entre ellos prestigiosos editores de diarios nacionales - que creen que la inviabilidad comunista es asunto de falencias de liderazgos y no de la perversión de la fórmula, pues el pueblo que si intuye su maldad, lo rechaza contundentemente en más de un 80%, lo que a Chávez tiene sin cuidado, pues asume que el pueblo lo eligió sabiendo lo que era.

En este punto recuerdo a Manuel Caballero sosteniendo que era antimilitarista, ocultando que todo comunismo/socialismo debe serlo por imperativo esencial, porque solamente por la poderosa fuerza de las armas un hombre libre resigna sus derechos conquistados en duras luchas contra el absolutismo.

La creación de enemigos externos imaginarios justifica el mantenimiento armamentista de ejércitos adoctrinados para asesinar disidentes internos. Acción que Chávez ha llevado hasta la histeria. Como Corea del Norte.
La farsa de Lula

El anticomunismo enfrenta un nuevo tipo de adversario encarnado en el expresidente brasileño Lula da Silva: Este mimético sujeto se confiesa socialista y protegió y alcahueteó los gobiernos socialistas del continente, a pesar de sus violaciones a los derechos humanos, sin embargo usó las formas capitalistas para logar éxito para su gestión:

Durante sus años de gobierno fue un agente viajero de la “burguesía” - léase empresariado - de su país, generó 14 millones de empleos por el aumento de las exportaciones, derivadas de la firma de tratados de libre comercio y del ejercicio del libre mercado, insertó 36 millones de pobres en la clase media – es movilidad social, no lucha de clases, estúpido - fortalecida por el auge económico propiciado por la libre empresa y el respeto a la propiedad privada (ver Balance latinoamericano, de Jorge G. Castaneda, en Analitica.com), respetó la libertad de expresión – traducida por la Rousseff – de borrascoso pasado comunista, pero de discurso “muy poco socialista” - como “prefiero el ruido de la libertad de prensa al silencio de las dictaduras”, lo que molestó a Chávez hasta desairar el baile y la cita formal con la presidente - pero mientras lograba este bienestar, le vendía el alma a Chávez – que hace todo lo contrario - a cambió de ocho mil millones de dólares de intercambio comercial a su favor.

Son canallas – es canalla todo quien conociendo las perversiones de una propuesta se preste para apoyarla por interés personal - como Lula o como la Bachelet – aquí tenemos muchos de ese tipo de farsantes que apoyan el comunismo pero viven a lo capitalista, como ridiculiza Berlusconi a los comunistas italianos – quienes permiten que los Chávez del continente opriman a sus pueblos con el comunismo que ellos no practican ni de vainita.

Venezuela no quiere comunismo

Así que todo hombre íntegro, con familia, tiene el deber ético de irrespetar, combatir y derrotar esa esquizofrenia criminal y cleptópata que ahoga nuestro sistema de vida, y que ya ha tomado mucha fuerza, pues que presida la AN el anacrónico Fernando Soto Rojas “comandante Ramírez” – encargado de recibir a los invasores cubanos de Machurucuto, una acción de traición a la patria según el 464 del COP Militar, partidario de los paredones para la oposición - constituye suficiente señal para reaccionar.

Y, como puntilla, Oscar Schemel, de Hinterlaces, alerta sobre que “ya se cerró una etapa que blinda a la revolución y le da soporte a la nueva institucionalidad” y que, al final, “se formará un nuevo estado, con tres poderes: el ejecutivo, el popular y el de coerción, para reprimir y penetrar a la sociedad, y reprimir a la disidencia”.

Hasta ahora he escuchado solo a tres diputados de oposición marcar firme posición al respecto: María Corina Machado: “Vamos a la Asamblea Nacional a impedir la imposición del comunismo en Venezuela; Nora Bracho: “No importa cuánto nos griten, Venezuela no quiere comunismo” y William Ojeda: “Vinimos a parar en seco al comunismo”. Esa es la premisa, sin falsos pudores ni respeto alguno hacia ese miserable sistema cuya premisa es la coacción.

En conclusión

El momento es inmejorable para un ejercicio de posicionamiento doctrinario como este: Soy liberal Siglo XXI, por lo tanto anticomunista, y esto significa que creo en la libertad con racionalidad social y en la sociedad de bienestar lograda a través del trabajo, el estudio y la responsabilidad que genera movilidad social – propuesta humanista frente a la criminal “lucha de clases” comunista – que el igualitarismo es una peligrosa ficción política y es la libertad la que procura igualdad; que el individuo debe ser responsable de las consecuencias de sus actos; que la vida, la libertad y la propiedad, son derechos inalienables de la humanidad; que la propiedad privada es una herramienta indispensable para la libertad individual como la libre empresa del desarrollo nacional; que toda persona debe recibir una recompensa acorde con su preparación y capacidad y que a la miseria hay que tenerle tanta arrechera como para erradicarla de raíz de la faz de la tierra – con el concurso decidido de los afectados - pues la pobreza es una forma modesta de vivir, hasta voluntaria. ¿Y usted?

Rafael Marrón González

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