No sé si el partido gobernante está
enterado que el artículo 2 de la Constitución Nacional, que es “la norma
suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico” de la nación, establece
irrevocablemente que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social
de Derecho y de Justicia…”, y que esa definición no es socialista, sino la más
reciente evolución del Estado liberal moderno de derecho, llevado a la práctica
por los partidos socialdemócratas, que es un concepto más amplio que el Estado
de Bienestar al integrar en su seno, además de lo económico y social de aquel, aspectos
políticos, ideológicos, y jurídicos contemplados ya en la denostada
Constitución venezolana de 1961. La más adelantada de todos los tiempos.
Lo traigo a colación por el alerta de un
inteligente columnista nacional que arguye que en Cuba también existe un Estado
de Derecho utilizado para reprimir legalmente la disidencia y perpetuar a un
par de decrépitos tiranos en el poder.
Lamento disentir, pero cuando hablamos de
Estado de Derecho, nos referimos al marco jurídico normativo para proteger el
ejercicio de la democracia
y de la libertad del abuso y la transgresión del individuo y del propio Estado.
Lo que existe en Cuba, y en los países totalitarios, es un Derecho de Estado
que pivota en leyes ilegítimas, según el ordenamiento jurídico moderno, la
supresión de libertades y derechos.
Para ejemplarizar, mientras los sátrapas
que en el mundo han sido, han manifestado: “El Estado soy yo” – como aquel “el
pueblo soy yo”, pronunciado por el fallecido – para graficar que tenían el
“derecho” a redactar la ley, aplicarla e interpretarla, y cuando se equivocaban
era ley que se considerara que la ley había sido modificada, en nuestro
ordenamiento jurídico el Estado está dividido en instituciones subordinadas a
poderes autónomos subordinados a su vez a la soberanía popular consagrada en la
Constitución de la República.
Esto indica que por definición, el Estado de
Derecho excluye la imposición unilateral de la voluntad de unos sobre otros, y
la aplicación leyes que no han sido sancionadas. Es decir, que todos reconozcan
que los derechos son individuales y,
de parte de quienes están al turno de gobierno, que las leyes no tienen efecto
ni a priori ni retroactivo. Sólo el Estado de Derecho permite el despliegue en
libertad de las potencialidades y talentos de cada individuo, y de la sociedad
en su conjunto, respetando siempre el derecho ajeno.
El Derecho surge
de la libertad
La arqueología ha demostrado que la
humanidad desciende de una mona única llamada Lucy. Ella fue la mona que se
paró en dos patas. Y al hacerlo tuvo que encontrar utilidad para sus extremidades
superiores, y así esa libertad le desarrolló el cerebro. Y no al contrario,
como se suponía, que fue el cerebro el que nos hizo bípedos.
Así también es fundamental que el pueblo,
como nación sujeta de deberes y derechos, conozca a cabalidad que es la
libertad la que ha generado los derechos. Así como son los delitos y los
abusos, del individuo y del Estado, los que generan constituciones, leyes
y normas.
No fue que un tipo con poder se levantó
inspirado una mañana y se dijo, por ejemplo: -¿Y qué tal si esta gente vota?
No. Fue la voluntad de millones de hombres y mujeres, que forzando la barrera
de su libertad generaron ese derecho. Así como los derechos laborales surgieron
del ejercicio de la libertad para declararse en huelga y hasta para morir por
sus ideales de millones de obreros en el mundo.
Por eso me irrita cuando unos ignorantes
entregan sus derechos a cambio de una promesa o por el babieco encantamiento de
un desaprensivo. Y cuando un baboso politiquero incondicional propone la
igualdad por encima de la libertad, cuando la primera es consecuencia de la
segunda.
Las
debilidades del Estado de Derecho
En los países totalitarios, como Cuba o
Norcorea o Zimbabwue, el derecho protege y garantiza a los incondicionales
comunistas, mientras que proscribe
y encarcela y fusila a los disidentes – la ley es inexorable para los enemigos.
Porque así es el Derecho de Estado: Omnímodo y absoluto.
En cambio aquí, en la Venezuela
democrática – no en la actual, por supuesto - o en cualquier Estado de Derecho,
un comunista, sabiendo
nosotros que de obtener el poder destruiría nuestra libertad obligando y
prohibiendo, goza de los mismos privilegios y libertades que nosotros.
Tiene garantizada su libertad de expresión
para difundir sus esquizofrénicos postulados liberticidas. Y a nadie se le
ocurriría fusilarlo, deportarlo o encarcelarlo. Esa es una debilidad de nuestro
Estado de Derecho – por eso sus enemigos, antiguos encapuchados y terroristas
urbanos están enchufados en el poder - pero es la diferencia fundamental con el
Derecho de Estado.
Las
armas del Derecho de Estado
Julio César solía decir que sus legiones
conferían legalidad a sus leyes. Así definía para la posteridad lo que hoy
conceptúo como Derecho de Estado. En cambio las armas del Estado de Derecho son
las leyes y su acatamiento define su legitimidad.
Hoy en Venezuela está vigente el Derecho
de Estado – los últimos acontecimientos que lanzan a la cadena comercializadora
del país al ludibrio público – luego de la sistemática destrucción del aparato
productivo - obviando el
debido proceso, lo confirman - pues,
la omnipotencia del Poder Ejecutivo, controlado por superministros
militaristas, pivotada en
el “dejar hacer” del TSJ y la obsecuencia canalla del Poder Legislativo, que en
acto “autosuicida” delega sus funciones vía habilitante, a quien por ley debe
controlar, anuncia el retorno inminente de aquella atrocidad incivil de
Curruco, el policía de mi pueblo en el gobierno de “mi general Marcos Pérez
Jiménez”/ presidente constitucional/ elegido por el pueblo/ para gloria
nacional”: - ¡Cédula en la boca y culo contra la paré, suidadano!
Rafael Marrón González
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