Con total impunidad y desparpajo el
gobierno guyanés, ante el ominoso silencio del venezolano – que en derecho
internacional equivale a aquiescencia - anuncia el inicio de perforaciones
petroleras en la fachada Atlántica venezolana por parte de compañías transnacionales
– una de sus naves de exploración fue interceptada en aguas territoriales -
“violación inadmisible de nuestra soberanía e integridad territorial” – oración
que por insustituible asumo - pero que fue devuelta graciosamente y hasta con
disculpas, al parecer.
Recuerdo
que en los primeros años del gobierno del extinto se generó una expectativa con
el asunto de la reclamación del territorio Esequibo, y aquí en Guayana unos
exaltados grafitaban las paredes con convocatorias a la toma armada de ese territorio
venezolano en poder extranjero. Luego la euforia nacionalista se evaporó en los
éteres de la corrupción y la godarria roja rojita, al grado de correrse el
rumor sobre una supuesta negociación de nuestra cancillería con la de Guyana a
cambio del voto para el Consejo de Seguridad de la ONU, y el embajador de esa
nación usurpadora de nuestro territorio cometió el desmán de exigir al finado
en nombre de la solidaridad comunista que diera por cancelada la Reclamación y
otorgara pleno derecho a los guyaneses sobre el territorio venezolano, lo que
sería de grave incidencia sobre la posesión y soberanía de los mayores
yacimientos gasíferos venezolanos, ubicados precisamente en la zona del Delta.
Y
nos parece que esta pretensión ha sido respondida afirmativamente, de manera
tácita, porque – violando el artículo 13 de la Constitución - se le ha
permitido al Gobierno guyanés la explotación de las riquezas del suelo y
subsuelo que se encuentran en la zona en reclamación, lo que equivale a
entregarlo a través del silencio.
Evidencia
es que, en los últimos años, está apareciendo el mapa de Venezuela, oficial,
mutilado, sin su Zona de Reclamación, lo que debe ser combatido porque esa
debilidad de identificación con nuestras realidades geográficas permitió que
perdiéramos la Guajira. Venezuela ha sido, de todo el Continente americano, el
país que en su historia ha
sufrido la mayor agresión geopolítica, a pesar de que en la delimitación de sus
fronteras ha esgrimido a su favor documentos como las Cédulas Reales que
acreditan sus derechos históricos desde tiempos coloniales. Demarcado su
territorio con la creación de la Capitanía General de Venezuela el 8 de
septiembre de 1777, quedó fijado en una extensión de 2.100.026 Km2. Y perdimos
Trinidad en 1797 por la invasión armada de Inglaterra. Y cuando se concreta la
separación de Colombia en 1831, nuestro territorio quedó reducido a 1.552.741
Km2 de los cuales solamente podemos contabilizar hoy, y gracias a un trabajo de
triangulación hecho en el Sur por Cartografía Nacional que nos permitió crecer
algunos metros, 916.445 Km2. Hemos cedido en laudos y concesiones 1.183.581
Km2.
Y
todavía Colombia, no conforme con el usufructo de una cuantiosa porción
territorial desde la
Guajira hasta los límites con el Estado Bolívar, que por arte de magia hizo
binacional al Orinoco,
también quiere la mitad de nuestro Golfo de Venezuela; y Brasil, inconforme con
haberse apoderado en 1965 del Pico La Neblina, de 3.014 metros de altura y 2,2
millones de hectáreas, que conforman hoy el mayor conjunto ecológico del mundo,
pretende continuar su expansión con su política de fronteras móviles, es decir
creando pueblos fronterizos que se encargan por dinámica natural de invadir
espacios ajenos.
Genera
profunda arrechera visitar Santa Elena de Uairén y sufrir la prepotencia de los
brasileros usufructuarios de inconcebibles privilegios otorgados por la
debilidad nacionalista de los llamados a defender la integridad de la patria en
esa frontera.
La importancia del Esequibo
En
la Zona en Reclamación se focaliza el interés mundial por su capacidad
geopolítica y geoestratégica representada
por minas de bauxita y manganeso, 25.000 toneladas de oro en reservas
probadas, diamantes,
caolín, arenas, arcilla, sílice, mica, cromo, cobre, uranio, hierro, hematita,
cinita entre otros minerales metálicos, no metálicos y radiactivos (uranio),
granito de diversos colores, petróleo y gas natural, y un potencial
hidroeléctrico de unos 3.500 megavatios.
En
la región de tierras altas los bosques forestales ocupan más de ocho millones
de hectáreas que contienen más de 1.000 especies diferentes, una fauna diversa
y un porcentaje
significativo de tierras agrícolas. Todo en manos de la segunda nación más
pobre de América Latina después de Haití, y que, salvo por la geografía, no tiene la menor afinidad histórica o
cultural con Venezuela, que tiene penetrada una quinta columna de sesenta mil
nacionales en San Félix, estado Bolívar.
En conclusión
Dada
la sospechosa inactividad, y hasta complicidad por afinidad ideológica cubana
del régimen comunista que se apoderó de la República con las abusadoras autoridades
guyanesas – el extinto aseguraba, para justificar su connivencia con este
despojo, que la reclamación venezolana era un ardid de los Estados Unidos para
enfrentar a los pueblos “hermanos”, hideputa habemus, Sancho - es
imprescindible la toma de conciencia del pueblo venezolano sobre esta sostenida
agresión geopolítica que pretende usupar un derecho titular inobjetable a esta
porción de territorio patrio - no olvidemos que la isla de Aves está en riesgo
y que los terroristas colombianos aspiran formar una nueva nación con
territorio colombo - venezolano.
Por
lo tanto corresponde a las altas jerarquías militares, académicas, sociales y
políticas de la República, ya que el “bravo pueblo” está en una cola de Mercal,
tomar las acciones pertinentes para impedir esta traición a la patria en
progreso por intereses políticos. El Esequibo, incluyendo el río, es venezolano
y punto.
Rafael
Marrón González
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