Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

12 de noviembre de 2009

BASE FILOSÓFICA DEL LIBERALISMO SIGLO XXI

Una organización liberal regional que se define “ortodoxa”, ha incorporado recientemente a su nombre el adjetivo Siglo XXI identificatorio de nuestra propuesta, lo que es una contradicción por que si es ortodoxa es siglo XIX, y porque nuestra propuesta liberal, al contrario, está adjetivada precisamente porque incorpora la idea cristiana de enseñar a pescar al que pueda aprender pero sin olvidar que hay que dar el pescado al que no pueda, pues no podemos obviar la realidad de nuestros pueblos latinoamericanos inmerso en una pobreza atroz producida por la ignorancia, la superstición, el fanatismo y el miedo.

Por ello es imperativo que el Estado asuma de manera puntual la responsabilidad en materias tan fundamentales para el desarrollo del individuo como la salud y la educación, entendida como la preparación del individuo para el ejercicio de la libertad y de la productividad, respetando los derechos de los demás a ejercer lo suyo; además de convertirse en un instrumento de captación de la inversión extranjera, y para ampliar nuestro mercados, diversificando nuestra economía, con la finalidad de generar empleo, asumiendo “empleo” como la actividad laboral con salario justo, lo que incluye beneficios contractuales y prestaciones sociales; estabilidad laboral y que genere movilidad social; filosofía que tomamos en cuenta a la hora de emprender la labor de dotar de argumentos político/sociales nuestra propuesta, que tiene a la persona humana como centro de toda su actuación e inversión.

Aclarado este punto, es preciso repetir cuáles son los valores nucleares del liberalismo Siglo XXI, cuya visión de la igualdad, coincidiendo plenamente con la de Bolívar, es ante la ley, porque la naturaleza nos hace diferentes y por ello es necesario que un instrumento político nos confiera una igualdad artificial para evitar el abuso y la arbitrariedad; y del individuo, como sujeto de formación y de derechos, cuyo desarrollo a través del trabajo, el estudio y la responsabilidad es la base del progreso general, es decir del bien común. Son cuatro los valores sustantivos de esta premisa política que enfrenta la amenaza dictatorial “comunal” que el gobierno llama eufemísticamente “Socialismo siglo XXI”: La libertad (que, aunque la consideramos por encima de la igualdad, es equilibrada por la Constitución y las leyes precisamente porque produce desigualdad, para no causar daños a terceros ni a los menos favorecidos por la naturaleza y la fortuna), la ética, el pluralismo y la tolerancia.

Libertad

El común suele desvalorizar lo que le es cotidiano, sin percibir que es heredero de las luchas de sus antecesores que dieron vida, libertad o exilio para lograr que las nuevas generaciones disfrutaran de valores de desarrollo que ellos no conocieron.

Así pasa con el valor libertad. ¿Para qué libertad?, preguntan, cuando confieren mayor importancia a los derivados de ese valor, que también perderán irremediablemente al perderse la libertad. Es el problema de la ignorancia, no define, y por lo tanto no puede conceptuar, y toma por decisiones personales lo que en realidad son inducciones de sus preferencias emocionales. Pero como el hombre es él y sus decisiones, si éstas son desacertadas, las consecuencias son catastróficas para sí, como individuo y para toda la sociedad.

La sola palabra “masa” debiera ser un alerta de peligro para el individuo, pero en su ignorancia la confunde con unidad de desposeídos en busca de “justicia”: Individuo es, por lo tanto, para ellos, sinónimo de codicia, y masa de solidaridad. Por lo tanto hay que mutilarle al individuo su conciencia inteligente y sustituirla por una colectiva en la que no sólo se disuelve su responsabilidad y su conciencia sino también su posibilidad de desarrollo.

Los que consideramos el valor libertad como supremo, hablamos de sociedad, y en la medida en que el individuo pueda desarrollar con plenitud sus potencialidades, con plena racionalidad social, esa sociedad, llamada entonces de bienestar, será más justa, equitativa y evolutiva. Pero eso solamente puede lograrse en libertad.

Las constituciones liberales han logrado conciliar el sometimiento a las leyes con el disfrute de la libertad plena, al señalar que el ciudadano tiene derecho a hacer todo aquello que no le esté expresamente prohibido, y esto se reduce al respeto al derecho de los demás, a la norma sobre el uso de los bienes colectivos o públicos, y a los delitos. Esta leyes, dictadas por la misma sociedad para la protección del individuo contra la arbitrariedad del poder que sólo puede hacer aquello que le está expresamente permitido, establece que el individuo no puede ser sometido a ningún apremio no legal y que se respeta la dignidad de las personas.

El valor libertad se consagra en lo físico, como la posibilidad de poder desplazarse por el territorio nacional o internacional sin más impedimento que el cumplimiento de las normas; la libertad civil o libertad individual o con libre albedrío, que es aquella que permite obrar según el propio gusto y decisión, dentro de los límites de la ley y sin dañar a otros; la libertad política es el poder de disfrutar de derechos individuales cívicos, consagrados en la constitución, como el derecho inalienable a votar para elegir a sus gobernantes con plenitud de soberanía, de libre asociación, de reunión, etc.; la libertad económica, que permite el libre tránsito de los bienes y servicios, tanto en lo interno como entre naciones sin más restricciones que las que paute la ley, y sin intromisión del Estado, cuya base es la propiedad privada conceptuada por la posesión, la disponibilidad y el disfrute de los bienes; la libertad de conciencia, que es el poder real de conducirse con el suficiente juicio práctico que permita discernir entre el bien y el mal y apreciar moralmente sus actos y los de los demás; la libertad de pensamiento o de expresión, que significa poder expresar el propio pensamiento en forma hablada o escrita, y su aplicación principal es la libertad de prensa y en general la de los medios masivos como la radio y la televisión.

Los gobiernos autoritarios, de izquierda o de derecha, son incompatibles con la libertad. Por eso se persigue hasta el pensamiento más íntimo, se utiliza a la propia familia para, a través de recompensas, controlar con “espías endógenos” cualquier disidencia con el régimen.

Los sindicatos, contraviniendo la esencia de su existencia, se convierten en instrumentos para la esclavitud. La justicia es una farsa, pues los tribunales son instrumentos de represión de estos regímenes. La “justicia social” es el elemento usado para, en su nombre, como justificación, conculcar todos los derechos civiles del ciudadano, que deja de serlo, pues al carecer de derechos civiles se convierte en prisionero político en una inmensa cárcel geográfica.

Ética

Las abstrusas disquisiciones sobre la ética han mantenido esta herramienta de la decencia en el limbo de las discusiones académicas, cuando se trata sencillamente del compromiso del individuo con la sociedad, que podemos enunciar con el simple dogma de convivialidad que sustenta el vigor moral de todas las religiones del mundo: No hagas a otros lo que te irrita que te hagan a ti.

La sociedad no le exige al individuo proezas sobrehumanas, quien logra destacar en esfuerzos superiores al común lo logra por exigencia personal. La sociedad solamente exige que los componentes que la integran tengan el sentido común de mantener una actitud y una conducta favorable al progreso moral y material.

Cuando el sujeto viola las disposiciones de salvaguarda de la integridad de la sociedad, ésta activa el mecanismo de compromiso de la sociedad con el individuo que conocemos con el nombre de justicia. La ética es un valor profusamente enunciado, lo que significa que sí es considerado de suprema importancia para la decencia, que es la actitud regida por los valores ascensionales de la sociedad, pero, lamentablemente, como sucede con todos los valores, son muy pocos los que la practican. Y así vemos a la sociedad clamando por justicia, sin percibir que lo que está exigiendo es venganza contra acciones de sus propios componentes individuales.

La conducta ética, al hacerse cotidiana, genera confianza y retribución, porque dentro del campo de la ética caen elementos como la honestidad, la rectitud, la honradez, la puntualidad, la sinceridad, la fidelidad o lealtad, es decir, la integridad. El sujeto ético es una persona íntegra, lo que nos lleva al campo de la estética, porque el fondo repuja la forma, y entonces, la forma de la persona ética es estética aunque no sea necesariamente hermosa. Con esto quiero decir que una conducta ética hasta aleja al cirujano plástico.

He creado un pequeño conjunto de preceptos básicos del comportamiento ético, inserto en el plano humano, que contempla: 1- Practicarás la generosidad. 2 – No serás indiferente ante el sufrimiento ajeno. 3 - No lesionarás para beneficiarte ni al planeta ni al hombre. 4 – Te importará el otro tanto como te importas tú. 5 – Serás justo aun pudiendo evitarlo. 6 – Aparatarás de ti la codicia. 7 – No ajustarás tu conciencia a tus realidades. 8 – Progresarás para servir de desarrollo a los que te siguen. 9 – Por humilde que sea tu obra debe generar respeto. 10 – No maltratarás a tus hijos.

Este último punto puede resultarles controversial al incluirlo en la lista de preceptos éticos, pero en la realidad el maltrato infantil es una de las causas más graves de comportamiento agresivo contra la sociedad, porque el niño maltratado suele transformarse en un adulto que solamente respeta lo que teme. La racionalidad social a la que nos remite la ética, nos exige amar a nuestros hijos de un modo tal que los conduzca a amar a los suyos.

Los hijos son la herencia que legamos a la sociedad y no es posible pretender una sociedad ética si la conforman individuos que actuarán impelidos por el desprecio hacia todo aquello que no signifique una amenaza real para su integridad física. Debemos recordar que la frase “mi hijo”, no significa propiedad sino responsabilidad. Un niño maltratado es un alarido de Dios en la conciencia.

Pluralismo

Como “pluralismo” se define la doctrina que sólo admite el mundo formado de individuos y conjunto de individuos. Pero el significado básico de la palabra es “multiplicidad”, lo que nos remite a aceptar que nuestra sociedad, y todas las sociedades del planeta, están integradas por múltiples tendencias y opiniones en su quehacer económico, político y social.

“Pluralismo” es lo contrario a pensamiento único, que es la razón de ser de los regímenes totalitarios que consideran que son dueños de la única verdad posible y que, como sus actuaciones están regidas por esa univocidad, aunque sean violatorias de los derechos humanos, no pueden ser susceptibles a críticas ni a juicios de valor. Por el contrario, la democracia propende a la coexistencia pacífica de todas las tendencias políticas, aun de aquellas que en un momento dado, por sus características autocráticas, puedan, de tomar el poder, destruirla. Por eso, precisamente se llama democracia, más allá de su definición elemental de gobierno del pueblo, porque es el gobierno que respeta la multiplicidad, es decir, el pluralismo, y constituye el único sistema en el que las minorías no ven aplastados sus derechos.

Tolerancia

Según el DRAE, “tolerancia” es respeto a la libertad de los demás, a sus formas de pensar y de actuar o a sus opiniones políticas o religiosas. Pero, además, la tolerancia es lo opuesto a fanatismo y desecha la violencia como método de imposición de las ideas. Uso la palabra en este trabajo por ser ampliamente conocida, aunque yo prefiero un término más preciso, como “aceptación”, pero podemos hacerlos sinónimos si definimos “tolerar” como espíritu de justicia, aceptación del otro y respeto a la dignidad de la persona humana.

Pero para aprender a ser tolerantes debemos analizar lo que significa la palabra “otro”. ¿Qué es el otro? ¿A qué me refiero cuando digo “el otro”? Pues, al que no soy yo. El otro es el no-yo. Por lo tanto, ese no-yo piensa y actúa de manera distinta a mí, es culturalmente diferente, aunque su condición socio-económica lo instale en mis predios o a mí en los suyos, y tiene preferencias distintas a las mías. Simplificando, la tolerancia es el ejercicio de la “otredad”, entender que es por el otro que me es posible existir. Porque así como hay personas diferentes a mí, yo también soy distinto para otras. Y que, exactamente, sin apelación, “con la vara que mides serás medido”.

Rafael Marrón González

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