El joven político guayanés Wilson Castro me sorprende con una premisa impecable que resume mi predica liberal – definida en su contexto como amor a la libertad - y la coloca en el preciso lugar de su implementación consciente: “Los pobres no pueden darse el lujo de ser socialistas, eso es para ricos, los pobres – si quieren derrotar la pobreza - tienen que ser obligatoriamente liberales”. Y es así. Es muy machete ser socialista desde la dialéctica de ricos, mantenidos y de seudo intelectuales sensibleros.
Es fácil ser socialista desde la cima de Miguel Otero Silva, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez o Saramago, o desde el usufructo lujurioso del poder de Hugo Chávez y Fidel Castro, o desde el ensimismamiento de la intelectualidad europea, que predica su Sermón de la montaña mirándose el ombligo en un café de la Torre Eiffel repleto de turistas de los países capitalistas, que dejan millones en las arcas del Estado hecho poderoso por la productividad liberal de su gente.
Pero que duro es serlo para un humilde obrero de salario ideologizado y servicios públicos destartalados, que sufre un deshilachado barrio sin agua y sin luz azotado por el hampa. Éste no tiene otra opción que ser liberal, es decir, convertirse en una herramienta individual de desarrollo o perecer - tragado por sus circunstancias - en el tremedal del pensamiento único, haciendo cola frente a una bodega del gobierno con los anaqueles vacíos.
Y precisamente por eso, el hombre es él – solo, sujeto, individuo - y sus decisiones. Hay que hablarle con esa claridad al pueblo - pues mientras la pobreza produzca poder, será - para combatir la dicotomía de los más humilde, pues mientras luchan denodadamente por “su modo de tener algo” y construir un espacio mejor y más justo para sus hijos, se dejan seducir por el discurso antagónico a su realidad, porque les promete la imposible justicia social – eufemismo con el que el socialismo de vitrina sustituye la promesa comunista de la repartición proporcional de la riqueza, dando a cada cual según sus necesidades- cuando cada quien debe recibir el producto de su esfuerzo personal de acuerdo a sus capacidades.
Precisamente la perversión del socialismo – que lleva cien millones de muertos históricos en su camino de un siglo hacia el paraíso comunista de vivir sin trabajar para lo que solamente hay que morir políticamente y borreguizarse – se sintetiza en su discurso demagógico conjugado en futuro que seduce por la oferta engañosa de la igualdad sin más mérito que el haber nacido ni más esfuerzo que el del pertenecer al partido. Y es que no hay nada más seductor que la promesa de gloria asignada al porvenir. Lo que no dicen es que quien quiera futuro tiene que invertir su presente y que no es posible ningún progreso si el pueblo no produce y éste solamente es productivo a cambio de una recompensa. Y a eso se llama liberalismo económico. Que llevó al éxito a China, Brasil y Chile. Aunque sus hipócritas jefes de Estado se apoden “socialistas”.
La ignorancia produce pobres
Por esa verdad inapelable y ante la inmensa publicidad del multimillonario gobierno de Chávez, que posee mercenarios infiltrados en los sindicatos y en todas las instancias de la vida civil y militar para difundir el engaño que le redituará una sociedad de eunucos mentales al servicio de su Estado de esclavitud - sumisa por la supervivencia - es necesario combatir la ignorancia, porque ésta, además de producir tiranías, es fuente inagotable de pobreza.
La ignorancia – uno de los jinetes del moderno Apocalipsis – va siempre acompañada del miedo, la superstición y el fanatismo, elementos paralizantes que impiden al individuo – varón o varona – realizarse a plenitud a través del desarrollo de sus potencialidades naturales. Así que la pobreza no es causada por la injusticia sino por la ignorancia que impide entre otras muchas cosas, luchar denodadamente por los derechos, al grado de que muchas personas se ajustan a la precariedad en lugar de reclamar la responsabilidad del estado en el cumplimiento de sus deberes.
La ignorancia tiene la facultad de cobijar a sus propios depredadores porque actúa por las emociones, incapaz de leer el orden interno de su realidad que le permitiría comparar el discurso manipulador del poder con la manera como vive, para lograr extraer la verdad que lo hará libre. Vencer la ignorancia no es enseñar a leer y a escribir, eso es alfabetizar y hay el ignorante alfabetizado y hasta doctorado que juega garrote, sino enseñar a convertir en sabiduría lo aprendido, a desarrollar el pensamiento crítico y a juzgar por la realidad y no por las ilusiones y promesas. Si una cosa ladra y mueve el rabo, es perro, aunque el ilusionista desde el poder diga que es un piano.
¿Qué es ser pobre?
La pobreza tiene distintos indicadores científicos que miden la situación del individuo de acuerdo a sus ingresos o a su capacidad de ahorro o si vive en barro o urbanización. De esto se desprende que es pobre quien no tiene. Sin embargo considero que la pobreza debe medirse por la capacidad o incapacidad del sujeto para vencer sus limitaciones naturales o culturales, y desde esta percepción hay pobres fijos y pobres en tránsito, y los pobres fijos se dividen en pobres porque no pueden tener y pobres porque no quieren tener.
Los pobres porque no pueden, son aquellos que – como decía la madre Teresa de Calcuta – no pueden aprender a pescar y hay que darles el pescado. Los pobres porque no quieren son los que esconden en la pobreza su incapacidad para vencer sus debilidades humanas. Cuántos de estos hay que prefieren dedicarse al cultivo sistemático de la miseria, convirtiendo sus ingresos económicos – por cuantiosos que estos sean - en herramientas de destrucción personal y familiar. Para estos la pobreza es una excusa, una justificación de su actitud negativa, son lo que adosan las consecuencias de sus actos a Dios, a una idiotez que llaman “suerte” o al gobierno o a cualquier otra circunstancia que les sirva para evadir su responsabilidad.
Como ejemplo, tengo años recomendando a los trabajadores de la nómina diaria de las empresas de Guayana, que lleven su salario completo a la casa para atender como primerísima prioridad el progreso familiar, porque es incongruente que la ignorancia dilapide su estabilidad laboral y su salario – que es el pago en efectivo por un tiempo de su vida que no volverá – para producir miseria y delincuencia. No es concebible que estos trabajadores gasten un elevado porcentaje de su salario, en un millón de cajas de cerveza todos los meses. Tal fortuna al año nos da una justa dimensión de la mentira que esconde la pobreza producida por la incultura que extrema los vicios y es excesiva en sus artificios sociales. Y si algo es injusto sería que los pobres porque no pueden y los pobres en tránsito tengan que sufragar la manutención de esta cáfila de vagos, viciosos y sinvergüenzas.
Entre los dos extremos, la superación
Por eso es tan importante la afirmación de Wilson Castro: “Los pobres no pueden darse el lujo de ser socialistas”, puesto que, entre los pobres porque no pueden y los pobres porque no quieren, están los pobres en tránsito, dispuestos a superarse mediante el trabajo, el estudio y la responsabilidad.
Es fácil ser socialista desde la cima de Miguel Otero Silva, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez o Saramago, o desde el usufructo lujurioso del poder de Hugo Chávez y Fidel Castro, o desde el ensimismamiento de la intelectualidad europea, que predica su Sermón de la montaña mirándose el ombligo en un café de la Torre Eiffel repleto de turistas de los países capitalistas, que dejan millones en las arcas del Estado hecho poderoso por la productividad liberal de su gente.
Pero que duro es serlo para un humilde obrero de salario ideologizado y servicios públicos destartalados, que sufre un deshilachado barrio sin agua y sin luz azotado por el hampa. Éste no tiene otra opción que ser liberal, es decir, convertirse en una herramienta individual de desarrollo o perecer - tragado por sus circunstancias - en el tremedal del pensamiento único, haciendo cola frente a una bodega del gobierno con los anaqueles vacíos.
Y precisamente por eso, el hombre es él – solo, sujeto, individuo - y sus decisiones. Hay que hablarle con esa claridad al pueblo - pues mientras la pobreza produzca poder, será - para combatir la dicotomía de los más humilde, pues mientras luchan denodadamente por “su modo de tener algo” y construir un espacio mejor y más justo para sus hijos, se dejan seducir por el discurso antagónico a su realidad, porque les promete la imposible justicia social – eufemismo con el que el socialismo de vitrina sustituye la promesa comunista de la repartición proporcional de la riqueza, dando a cada cual según sus necesidades- cuando cada quien debe recibir el producto de su esfuerzo personal de acuerdo a sus capacidades.
Precisamente la perversión del socialismo – que lleva cien millones de muertos históricos en su camino de un siglo hacia el paraíso comunista de vivir sin trabajar para lo que solamente hay que morir políticamente y borreguizarse – se sintetiza en su discurso demagógico conjugado en futuro que seduce por la oferta engañosa de la igualdad sin más mérito que el haber nacido ni más esfuerzo que el del pertenecer al partido. Y es que no hay nada más seductor que la promesa de gloria asignada al porvenir. Lo que no dicen es que quien quiera futuro tiene que invertir su presente y que no es posible ningún progreso si el pueblo no produce y éste solamente es productivo a cambio de una recompensa. Y a eso se llama liberalismo económico. Que llevó al éxito a China, Brasil y Chile. Aunque sus hipócritas jefes de Estado se apoden “socialistas”.
La ignorancia produce pobres
Por esa verdad inapelable y ante la inmensa publicidad del multimillonario gobierno de Chávez, que posee mercenarios infiltrados en los sindicatos y en todas las instancias de la vida civil y militar para difundir el engaño que le redituará una sociedad de eunucos mentales al servicio de su Estado de esclavitud - sumisa por la supervivencia - es necesario combatir la ignorancia, porque ésta, además de producir tiranías, es fuente inagotable de pobreza.
La ignorancia – uno de los jinetes del moderno Apocalipsis – va siempre acompañada del miedo, la superstición y el fanatismo, elementos paralizantes que impiden al individuo – varón o varona – realizarse a plenitud a través del desarrollo de sus potencialidades naturales. Así que la pobreza no es causada por la injusticia sino por la ignorancia que impide entre otras muchas cosas, luchar denodadamente por los derechos, al grado de que muchas personas se ajustan a la precariedad en lugar de reclamar la responsabilidad del estado en el cumplimiento de sus deberes.
La ignorancia tiene la facultad de cobijar a sus propios depredadores porque actúa por las emociones, incapaz de leer el orden interno de su realidad que le permitiría comparar el discurso manipulador del poder con la manera como vive, para lograr extraer la verdad que lo hará libre. Vencer la ignorancia no es enseñar a leer y a escribir, eso es alfabetizar y hay el ignorante alfabetizado y hasta doctorado que juega garrote, sino enseñar a convertir en sabiduría lo aprendido, a desarrollar el pensamiento crítico y a juzgar por la realidad y no por las ilusiones y promesas. Si una cosa ladra y mueve el rabo, es perro, aunque el ilusionista desde el poder diga que es un piano.
¿Qué es ser pobre?
La pobreza tiene distintos indicadores científicos que miden la situación del individuo de acuerdo a sus ingresos o a su capacidad de ahorro o si vive en barro o urbanización. De esto se desprende que es pobre quien no tiene. Sin embargo considero que la pobreza debe medirse por la capacidad o incapacidad del sujeto para vencer sus limitaciones naturales o culturales, y desde esta percepción hay pobres fijos y pobres en tránsito, y los pobres fijos se dividen en pobres porque no pueden tener y pobres porque no quieren tener.
Los pobres porque no pueden, son aquellos que – como decía la madre Teresa de Calcuta – no pueden aprender a pescar y hay que darles el pescado. Los pobres porque no quieren son los que esconden en la pobreza su incapacidad para vencer sus debilidades humanas. Cuántos de estos hay que prefieren dedicarse al cultivo sistemático de la miseria, convirtiendo sus ingresos económicos – por cuantiosos que estos sean - en herramientas de destrucción personal y familiar. Para estos la pobreza es una excusa, una justificación de su actitud negativa, son lo que adosan las consecuencias de sus actos a Dios, a una idiotez que llaman “suerte” o al gobierno o a cualquier otra circunstancia que les sirva para evadir su responsabilidad.
Como ejemplo, tengo años recomendando a los trabajadores de la nómina diaria de las empresas de Guayana, que lleven su salario completo a la casa para atender como primerísima prioridad el progreso familiar, porque es incongruente que la ignorancia dilapide su estabilidad laboral y su salario – que es el pago en efectivo por un tiempo de su vida que no volverá – para producir miseria y delincuencia. No es concebible que estos trabajadores gasten un elevado porcentaje de su salario, en un millón de cajas de cerveza todos los meses. Tal fortuna al año nos da una justa dimensión de la mentira que esconde la pobreza producida por la incultura que extrema los vicios y es excesiva en sus artificios sociales. Y si algo es injusto sería que los pobres porque no pueden y los pobres en tránsito tengan que sufragar la manutención de esta cáfila de vagos, viciosos y sinvergüenzas.
Entre los dos extremos, la superación
Por eso es tan importante la afirmación de Wilson Castro: “Los pobres no pueden darse el lujo de ser socialistas”, puesto que, entre los pobres porque no pueden y los pobres porque no quieren, están los pobres en tránsito, dispuestos a superarse mediante el trabajo, el estudio y la responsabilidad.
El único capital con que cuentan es su voluntad – que es el carburante que impulsa la inteligencia y las potencialidades – y ésta solamente encontrará oportunidad de erguirse frente a la adversidad circunstancial del nacimiento, con las opciones que brinda la libertad. Pero si se dejan seducir por el facilismo del discurso pobrecitista – la hipnótica serenata socialista, una paradoja que pregona contra la pobreza sobre los hombros de la pobreza – pivotada en el resentimiento social – que no es más que envidia purulenta - se convertirán en parásitos para la servidumbre del poder omnímodo que a cambio de un promesa de almuerzos gratuitos, les castra sus posibilidades.
Frustrados cascarones de lo posible. Para la lástima. Es la libertad el escenario donde será fructífero su esfuerzo para el logro. Porque la libertad es el espacio impune para el pensamiento ascensional. Hay que ver la cantidad de personas que sin grandes salarios y viviendo en zonas humildes, desarrollan una existencia digna, edificando una oportunidad para que sus hijos tengan un escalón más elevado para su lanzamiento a la vida. Para ellos la pobreza es un acicate, cuya expresión es su forma modesta de vivir… pero vislumbrando siempre el horizonte con un sueño en las pupilas. Sólo quien sueña es capaz de construir.
Rafael Marrón González
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