La colectividad de las Amazonas, en Caroní, ha denunciado a través de mi programa Venezolanidad – Pentagrama 107.3 FM - la existencia de una cloaca a cielo abierto enfrente de la escuelita del sector. La nauseabunda pestilencia forma ya parte del paisaje y por costumbre ya no ofende la cotidianidad de esa barriada cuyos hijos son expuestos a esta pena por la incompetencia del alcalde José Ramón López – un comunista de honestidad cuestionada por su connivencia con el prófugo “El Antonio”, elevado a la máxima autoridad del 5º Municipio del país - el de mayor tasa de profesionales promedio de la nación - por la recurrente equivocación de la ingenuidad popular hecha mayoría emocional.
Pero no es mi intención dedicar este espacio a tan insignificante nulidad engreída que cree que el cargo “lustra, brilla y da esplendor” como el lema de la Real Academia de La lengua que destroza cada vez que abre la boca, sino para usar el caso de la cloaca, que identifica su gestión, como símil del aborregamiento paulatino de nuestra sociedad por el miedo que se ha enquistado en su espina dorsal.
Ésta comunidad me solicita espolee al alcalde a cumplir con sus responsabilidades, en lugar de reunirse unos quinientos padres de los niños expuestos a esta indignidad y darle un buen susto a la “primera autoridad del Municipio” para que aprenda que debe obediencia y respeto a la ciudadanía. Pero esta es la actitud que define al pueblo en los últimos tiempos, una conmovedora resignación medrosa que nos tibia la sangre. Una descolorida alcaldesa - que volverá a sus labores domesticas al pasar esta crisis del mérito – insulta la memoria de Raúl Leoni - el único presidente que ha reivindicado territorio, al recuperar la isla de Anacoco para Venezuela – y no pasa nada.
En demasiados barrios del estado no hay agua, en algunos los pobladores tienen que levantarse de madrugada a recoger en pequeños envases el chorrito que les llega a ras del suelo. Pero nadie protesta y Rangel Gómez sigue contándose los pelos del cuerpo, mascullando como Gómez: “todo está en calma umjú, sí señó”. Al máximo jefe del sindicato de Ferrominera – Rubén González - lo encarcelan en su casa – cárcel es cárcel - usando la ley para neutralizarlo por defender a los trabajadores y estos se amontonan en su cueva, en un histórico ataque de macro culillo colectivo, y permiten el ultraje del patrono a su soberanía, anunciándole a la vez que puede humillarlos como quiera en la próxima ocasión junto con todos los demás altos jefes sindicales, si se resbalan exigiendo sus derechos.
Y a esta infamia contribuyen los castrati del régimen, infiltrados en el movimiento sindical, que afirman que las protestas laborales deben realizarse con el meñique levantado, de acuerdo a instrucciones redactadas en Cuba, con autorización previa del patrón y sin ocasionar la mínima molestia a la empresa.
Los accionistas – copropietarios de Sidor – están devolviendo sus acciones - porque la empresa alega pérdidas basándose en un informe financiero de dudosa legitimidad - en lugar de salir a la calle con sus familiares – unas 60 mil personas más o menos - y obligar a la empresa a pagarles sus reales. Los choferes del transporte público son asaltados y asesinados a mansalva y – salvo el cierre de un puente por un ratico cuidando no cerrar ambos sentidos no los vayan a acusar de guarimberos - no pasa nada. Siguen exponiendo a sus familias a la orfandad ante la abulia oficial, en vez de arrecharse y paralizar el transporte por el tiempo que haga falta hasta que este gobierno flojo y manirroto - que invierte los recursos de los venezolanos dotando a cuerpos policiales extranjeros - ponga al servicio de la seguridad los siete mil policías suficientemente equipados que necesita el estado Bolívar para combatir al malandraje moñosuelto que se ríe a carcajadas de los operativos de seguridad del gobernador – colocando los policías a la vista para que los malandros trabajen con comodidad en barrios y urbanizaciones.
Pero los afectados prefieren el jipeo de los velorios para segregar conmiseración. Y como ellos, los empresarios, comerciantes y pobladores en general, acosados por el crimen organizado, desorganizado y espontáneo, a toda hora y en todas partes. Pero en lugar de protestar rezan. Creen que las oraciones harán retorcer de arrepentimiento a Chávez - que redujo el presupuesto de seguridad interior para el 2010 de Bs. 2,4 millardos a Bs. 870 millones - o que el crimen pague por arte de milagro porque justicia “también no hay”.
Las invasiones
¿Qué son las invasiones? Respuestas populares desesperadas al incumplimiento del gobierno en la construcción de viviendas. Pero ¿qué son en realidad los invasores? Colaboradores del gobierno que comprometen su salud y calidad de vida familiar en la insalubridad de una invasión en lugar de presionar para el cumplimiento del artículo 82 de la Constitución que ahora sí es “bolivariana” es decir inútil: “Toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada, segura, cómoda, higiénicas, con servicios básicos esenciales que incluyan un hábitat que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias.
La satisfacción progresiva de este derecho es obligación compartida entre los ciudadanos y ciudadanas y el Estado en todos sus ámbitos”. Pero dado el estado de aborregamiento colectivo, la solución es invadir un terreno inhóspito y plantar un rancho con techo de cartón para hacinar a su familia entre el olor excrementicio y el mosquero. Y el colmo es que ya las invasiones no son patrimonio de los más humildes sino que la clase media profesional está apelando a este recurso delictual para agenciarse un terrenito para su “solución habitacional”, eufemismo sociológico para traducir miseria.
Y entonces para el gobierno – gracias este colaboracionismo espontáneo - no hay carencias de viviendas – por lo que Chávez puede regalar 2.000 casas en República Dominicana y hasta en Mauritania - sino de algunos servicios públicos que pueden esperar a que suban los precios del petróleo. Así que los invasores terminan conspirando contra sí a favor del gobierno sembrando barrios destartalados en los mejores terrenos de la ciudad sin la menor posibilidad de una alternativa. De esa manera vamos perdiendo en caída libre nuestra calidad de vida, como en el caso de la salud en manos de pasantes cubanos de competencia ideologizada mientras nuestros médicos, de comprobada eficiencia continental, emigran por el odio de Chávez a todo quien no sea susceptible de dominación y control.
“Vamos a acostarnos temprano”
En contradicción con la opinión de todos los expertos – chavistas y no chavistas – del sector eléctrico, que urgían por la inversión para la generación de 1.000 MW anuales adicionales – desde 1999 - para compensar el crecimiento poblacional, Chávez decidió usar ese dinero vital para el desarrollo del país, financiándole la revolución a Fidel Castro para que por fin pueda cogerse América Latina, lo que le impidió Rómulo Betancourt que lo derrotó en todos los terrenos.
Y ahora cuando el destino lo alcanzó sumiendo en la oscuridad a la nación, huye hacia delante acusando al pueblo de derrochador de electricidad. Y la respuesta de ese pueblo calumniado, usado para desviar la culpa, es “vamos a acostarnos temprano” o como me dijo un taxista: “Es que los venezolanos derrochamos mucha luz”, argumento estúpido para justificar la traición de un gobernante inepto, que obvia, por su paranoia comunista, que el acceso irrestricto a electricidad, agua potable, salubridad, vivienda, seguridad, empleo, telefonía, Internet, son derechos fundamentales del ciudadano en el mundo actual.
Contra Chávez calle
Chávez ha ranchificado el país con el cuádruple de ingresos usados para la construcción de su infraestructura moderna. Allí esta el Metro de Caracas como símbolo de esa verdad irrefutable. De ser una expresión de la capacidad cultural del venezolano pasó a ser una maloliente muestra de la ineficacia de un gobierno absolutamente antinacional. Y la respuesta a ese desastre no puede ser la aborregada resignación – ni de chavistas ni de no chavistas – sino la protesta cívica consagrada en la propia Constitución.
Porque Chávez se asumió revolucionario y no gobernante, cuando el pueblo eligió fue a un administrador de la res pública para que resolviera los grandes y pequeños problemas nacionales, no para que se la comiera. Y Chávez debe asumir las consecuencias de sus actos ante el pueblo, ante la ley y ante la historia. Porque la patria es la gente y cualquier acción que lesione los intereses de la gente, es traición a la patria.
Rafael Marrón González
Pero no es mi intención dedicar este espacio a tan insignificante nulidad engreída que cree que el cargo “lustra, brilla y da esplendor” como el lema de la Real Academia de La lengua que destroza cada vez que abre la boca, sino para usar el caso de la cloaca, que identifica su gestión, como símil del aborregamiento paulatino de nuestra sociedad por el miedo que se ha enquistado en su espina dorsal.
Ésta comunidad me solicita espolee al alcalde a cumplir con sus responsabilidades, en lugar de reunirse unos quinientos padres de los niños expuestos a esta indignidad y darle un buen susto a la “primera autoridad del Municipio” para que aprenda que debe obediencia y respeto a la ciudadanía. Pero esta es la actitud que define al pueblo en los últimos tiempos, una conmovedora resignación medrosa que nos tibia la sangre. Una descolorida alcaldesa - que volverá a sus labores domesticas al pasar esta crisis del mérito – insulta la memoria de Raúl Leoni - el único presidente que ha reivindicado territorio, al recuperar la isla de Anacoco para Venezuela – y no pasa nada.
En demasiados barrios del estado no hay agua, en algunos los pobladores tienen que levantarse de madrugada a recoger en pequeños envases el chorrito que les llega a ras del suelo. Pero nadie protesta y Rangel Gómez sigue contándose los pelos del cuerpo, mascullando como Gómez: “todo está en calma umjú, sí señó”. Al máximo jefe del sindicato de Ferrominera – Rubén González - lo encarcelan en su casa – cárcel es cárcel - usando la ley para neutralizarlo por defender a los trabajadores y estos se amontonan en su cueva, en un histórico ataque de macro culillo colectivo, y permiten el ultraje del patrono a su soberanía, anunciándole a la vez que puede humillarlos como quiera en la próxima ocasión junto con todos los demás altos jefes sindicales, si se resbalan exigiendo sus derechos.
Y a esta infamia contribuyen los castrati del régimen, infiltrados en el movimiento sindical, que afirman que las protestas laborales deben realizarse con el meñique levantado, de acuerdo a instrucciones redactadas en Cuba, con autorización previa del patrón y sin ocasionar la mínima molestia a la empresa.
Los accionistas – copropietarios de Sidor – están devolviendo sus acciones - porque la empresa alega pérdidas basándose en un informe financiero de dudosa legitimidad - en lugar de salir a la calle con sus familiares – unas 60 mil personas más o menos - y obligar a la empresa a pagarles sus reales. Los choferes del transporte público son asaltados y asesinados a mansalva y – salvo el cierre de un puente por un ratico cuidando no cerrar ambos sentidos no los vayan a acusar de guarimberos - no pasa nada. Siguen exponiendo a sus familias a la orfandad ante la abulia oficial, en vez de arrecharse y paralizar el transporte por el tiempo que haga falta hasta que este gobierno flojo y manirroto - que invierte los recursos de los venezolanos dotando a cuerpos policiales extranjeros - ponga al servicio de la seguridad los siete mil policías suficientemente equipados que necesita el estado Bolívar para combatir al malandraje moñosuelto que se ríe a carcajadas de los operativos de seguridad del gobernador – colocando los policías a la vista para que los malandros trabajen con comodidad en barrios y urbanizaciones.
Pero los afectados prefieren el jipeo de los velorios para segregar conmiseración. Y como ellos, los empresarios, comerciantes y pobladores en general, acosados por el crimen organizado, desorganizado y espontáneo, a toda hora y en todas partes. Pero en lugar de protestar rezan. Creen que las oraciones harán retorcer de arrepentimiento a Chávez - que redujo el presupuesto de seguridad interior para el 2010 de Bs. 2,4 millardos a Bs. 870 millones - o que el crimen pague por arte de milagro porque justicia “también no hay”.
Las invasiones
¿Qué son las invasiones? Respuestas populares desesperadas al incumplimiento del gobierno en la construcción de viviendas. Pero ¿qué son en realidad los invasores? Colaboradores del gobierno que comprometen su salud y calidad de vida familiar en la insalubridad de una invasión en lugar de presionar para el cumplimiento del artículo 82 de la Constitución que ahora sí es “bolivariana” es decir inútil: “Toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada, segura, cómoda, higiénicas, con servicios básicos esenciales que incluyan un hábitat que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias.
La satisfacción progresiva de este derecho es obligación compartida entre los ciudadanos y ciudadanas y el Estado en todos sus ámbitos”. Pero dado el estado de aborregamiento colectivo, la solución es invadir un terreno inhóspito y plantar un rancho con techo de cartón para hacinar a su familia entre el olor excrementicio y el mosquero. Y el colmo es que ya las invasiones no son patrimonio de los más humildes sino que la clase media profesional está apelando a este recurso delictual para agenciarse un terrenito para su “solución habitacional”, eufemismo sociológico para traducir miseria.
Y entonces para el gobierno – gracias este colaboracionismo espontáneo - no hay carencias de viviendas – por lo que Chávez puede regalar 2.000 casas en República Dominicana y hasta en Mauritania - sino de algunos servicios públicos que pueden esperar a que suban los precios del petróleo. Así que los invasores terminan conspirando contra sí a favor del gobierno sembrando barrios destartalados en los mejores terrenos de la ciudad sin la menor posibilidad de una alternativa. De esa manera vamos perdiendo en caída libre nuestra calidad de vida, como en el caso de la salud en manos de pasantes cubanos de competencia ideologizada mientras nuestros médicos, de comprobada eficiencia continental, emigran por el odio de Chávez a todo quien no sea susceptible de dominación y control.
“Vamos a acostarnos temprano”
En contradicción con la opinión de todos los expertos – chavistas y no chavistas – del sector eléctrico, que urgían por la inversión para la generación de 1.000 MW anuales adicionales – desde 1999 - para compensar el crecimiento poblacional, Chávez decidió usar ese dinero vital para el desarrollo del país, financiándole la revolución a Fidel Castro para que por fin pueda cogerse América Latina, lo que le impidió Rómulo Betancourt que lo derrotó en todos los terrenos.
Y ahora cuando el destino lo alcanzó sumiendo en la oscuridad a la nación, huye hacia delante acusando al pueblo de derrochador de electricidad. Y la respuesta de ese pueblo calumniado, usado para desviar la culpa, es “vamos a acostarnos temprano” o como me dijo un taxista: “Es que los venezolanos derrochamos mucha luz”, argumento estúpido para justificar la traición de un gobernante inepto, que obvia, por su paranoia comunista, que el acceso irrestricto a electricidad, agua potable, salubridad, vivienda, seguridad, empleo, telefonía, Internet, son derechos fundamentales del ciudadano en el mundo actual.
Contra Chávez calle
Chávez ha ranchificado el país con el cuádruple de ingresos usados para la construcción de su infraestructura moderna. Allí esta el Metro de Caracas como símbolo de esa verdad irrefutable. De ser una expresión de la capacidad cultural del venezolano pasó a ser una maloliente muestra de la ineficacia de un gobierno absolutamente antinacional. Y la respuesta a ese desastre no puede ser la aborregada resignación – ni de chavistas ni de no chavistas – sino la protesta cívica consagrada en la propia Constitución.
Porque Chávez se asumió revolucionario y no gobernante, cuando el pueblo eligió fue a un administrador de la res pública para que resolviera los grandes y pequeños problemas nacionales, no para que se la comiera. Y Chávez debe asumir las consecuencias de sus actos ante el pueblo, ante la ley y ante la historia. Porque la patria es la gente y cualquier acción que lesione los intereses de la gente, es traición a la patria.
Rafael Marrón González
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