La filosofía según mi percepción de las cosas, es
visión razonada del objetivo real, por lo tanto la pregunta pertinente es ¿cuál
es el objetivo real en la lucha contra la pobreza? ¿Lograr que el individuo,
según sus capacidades, mediante el trabajo, el estudio y la responsabilidad,
sea un instrumento de su propia redención o decretar desde el Estado
omnipotente la eliminación de la pobreza por el expedito procedimiento de
abolir la propiedad privada, la división del trabajo y la acumulación de
capital, para crear una masa amorfa de parásitos sociales sumisos por la
subsistencia, tal cual es la propuesta socialista?
Indudablemente que para cualquier persona con
simple sentido evolutivo, la respuesta a esta antigua inquietud está en el
primer planteamiento, que es un producto de la justicia, que otorga a cada
quien lo que le corresponda.
Soy capaz, sin datos a la mano, de asegurar que
en aquellos tiempos en los cuales estudiar era una odisea y acudir a la
universidad un acto heroico, tenía el país, porcentualmente, más intelectuales,
escritores y profesionales de primera línea - a la vez que muchísima menos
delincuencia - que hoy cuando, a la disposición de cada ciudadano, existe una
escuela, liceo o universidad al alcance de su mano, a media cuadra de su casa.
La diferencia es precisamente que en aquella hora
estudiar era un esforzado compromiso del individuo consigo, con los suyos con
la sociedad, porque era un asunto personal la alternativa real entre el
progreso y el estancamiento, que es la causa auténtica del resentimiento social
– la cacareada “lucha de clases” socialista es hoy la envidia de los que se
quedaron contra los que fueron capaces de elevarse por encima de las
circunstancias que anclaron a sus contemporáneos, por eso sostengo contra la
visión de Ortega y Gasset, que el hombre es él y sus decisiones.
Y el socialismo lo que hace es extremar la sandez
que justifica la inacción del individuo con el lugar de nacimiento, el factor
económico o el color de la piel. Frente a la constelación de posibilidades de
los pobres de hoy, todos los habitantes de Venezuela eran pobres de solemnidad
en el siglo XIX y principios del XX - hoy América Latina y el Caribe cuenta con
600MH de los cuales el 8,4% está en situación de riesgo - diez millones son
cubanos - hace un siglo toda su población era mísera, sobrevivió gracias a los
despreciables empresarios bananeros, guanoneros y petroleros gringos.
En la actualidad cualquier barrio de cualquier
ciudad tiene invertidos millones de dólares en servicios públicos esenciales
que colocan la pobreza en la fealdad producida por el individuo afectado de
desidia: Pobres con calles asfaltadas y aceras y brocales, pobres con luz
eléctrica, cloacas - baños con poceta de cerámica y regadera - agua potable,
teléfono y trasporte público. Pobres con casa de bloques de cemento, bien
techadas, pero todo destartalado por la incultura - por las excepciones
confirmamos la regla.
Porque el socialismo les ha inculcado que ser
pobre es no tener real en el banco y no una forma modesta de vivir, con decoro
y aspiraciones. Vayan a África a ver pobreza. Y el socialismo exacerba el
resentimiento propio del reconocimiento de la minusvalía personal, producida
por la ignorancia, que es el más formidable de los jinetes del Apocalípsis -
los otros son el fanatismo, la superstición y el miedo - al propugnar la
igualdad, que es una ficción jurídica, por encima de la libertad, que es un
derecho natural del hombre verdadero, que causa vértigo al inservible que sufre
la adultez como una condena bíblica que lo desteta.
Los liberales proponemos la justicia
Frente a ese disparate intelectual, que fracasa
porque es imposible mantener poblaciones de parásitos sociales improductivos,
por mucho petróleo que tenga una nación, los liberales del siglo XXI, proponemos
la justicia, pues es justo que cada hombre tenga su modo de tener algo, y pueda
tener todo lo que se proponga, sin daños a terceros, pero también proponemos
que la filantropía estatal se ocupe de quienes no son aptos para aprender a
pescar y hay que darles el pescado, para eso sirven también los impuestos de la
productividad administrados por el Estado, pues pensar que pueda existir una
sociedad sin pobres volitivos es una necedad.
Así que frente a socialismo, justicia, que es el
compromiso de la sociedad con el individuo. Y si existe algún acto de justicia
esencial, es el de combatir la ignorancia, que mantiene al individuo en el
atraso, incapaz de controlar ni vicios ni tentaciones ni de tomar decisiones
ascensionales, evadido de sus responsabilidades – la hombría está en la
bragueta - y de las consecuencias de sus actos y, por lógica natural, a merced
de los profetas de la repartición proporcional de la riqueza, que si no mana
nadie produce, lo que explica la miseria estructural de Cuba después de 53 años
de comunismo del que Chávez quiere imponer a Venezuela con su legión de
agradecidos ascendidos por la incondicionalidad.
Y esa es otra diferencia con la justicia, pues
con el socialismo solo suben los peores, porque solamente un incapaz – o un
ladrón - puede ser incondicional. Y por la justicia solo asciende el mérito.
En conclusión
Entre socialismo y justicia me quedo con la
justicia, pues como dijera Bolívar en el Congreso de Angostura, a contrapelo de
lo que practica Chávez, y la cuerda de seres innobles que han maculado la faz
de la historia con sus crímenes comunistas – crimen y comunismo son sinónimos-:
"La verdadera igualdad no existe sino en la formación (el estudio) y
delante de la ley (la justicia) que liga y comprende a todos indistintamente; premia
y recompensa al virtuoso, al justo, al sabio, al valiente, al honrado, al
prudente, al industrioso, al activo y al benéfico; y castiga y reprime al
vicioso, al injusto, al inmoral, al cobarde, al temerario, al holgazán y al
perezoso". Llamarse “bolivariano” para estar en contra de esta verdad es
el colmo de las miserias intelectuales. Sale pa´llá.
Rafael Marrón González
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