Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

27 de enero de 2013

EL FIN DEL MILITARISMO DEL SIGLO XX




He sostenido en distintos artículos que militarizar es imponer la estructura jerárquica del orden y la disciplina, inherentes e indispensables en el mundo militar, a la sociedad civil estructurada por la lucidez y la coherencia. Las experiencias que recoge la historia de la humanidad sobre los sistemas de gobierno militarizados han sido nefastas. Todas, sin una sola excepción, tanto de derecha como de izquierda, han producido despotismos sangrientos injustificables.

Los dantescos casos, de Pinochet en Chile, donde los militares, en el colmo de la abyección, entrenaban perros para violar prisioneras, y la satrapía pretroriana, corrupta y criminal,  de Fidel en Cuba, son emblemáticos. Gobernantes, violadores de los derechos humanos amparados en la fuerza de un ejército degradado en torturador y homicida, y la sumisión obsecuente del “Poder” Judicial.

No es posible argüir desarrollos económicos para justificar conductas criminales de esta naturaleza. Son máculas para la humanidad, como lo son Stalin, Hitler, Pol Pot, Mao, Franco, Juan Vicente Gómez o Pérez Jiménez. Pero lo verdaderamente preocupante es que el militarismo es una deformación del sentido de autoridad que afecta más a los civiles que a los militares. Perversión que se evidencia en el elevado grado de autoritarismo y despotismo a que someten a sus familias los infectados por este virus de la barbarie.

La democracia ha sido secularmente el antitodo contra esta enfermedad del cuerpo político de las naciones, sin embargo si la democracia no forma demócratas, como se obvió hacer en Venezuela durante los 40 años de su ejercicio, la virulencia de la enfermedad diezmará la vocación democrática de los pueblos, que culpan a la democracia de sus sufrimientos porque no están debidamente formados para situar la culpa en los gobiernos de la democracia que él mismo elige por sus emociones.

Muchos piensan, si a eso se puede llamar pensar, que es más fácil lograr objetivos por la fuerza que por el convencimiento, aunque esté demostrado que son menos duraderos sus efectos, como lo demostró España a la muerte de Franco, o Rusia a la del comunismo, cuya sociedad, como un resorte comprimido saltó por los aires destruyendo el mito del “hombre nuevo” creado por la negación de la realidad del individuo como potencia soberana. Y así, júrelo usted, sucederá en Cuba en lo desaparezcan los Castro y su represivo aparato terrorista.

El militarismo comienza con José Tadeo Monagas

El militarismo en forma comienza en Venezuela con José Tadeo Monagas en1847 – Páez y Soublette fueron militares civilistas, como Bermúdez, Bolívar y Sucre - aunque Santiago Mariño y Pedro Carujo, con su Revolución de las Reformas, hayan sido los primeros en establecer teóricamente la supuesta supremacía del prestigio militar sobre las virtudes civiles, al escribir en El Republicano, en 1834: “No son las leyes las que consolidan los gobiernos, sino los hombres de ascendiente y de prestigio, que haciendo respetar las nuevas formas gubernativas aseguran la marcha política de la sociedades.

En la infancia de los gobiernos todo es inferior al ascendiente que toman algunos hombres sobre el resto de sus conciudadanos, y ésta es la razón porque en los estados nacientes los prefieren siempre para los altos destinos políticos. ¿Cómo pretende “El Constitucional” (diario civilista) hacer asaltar al señor Vargas la silla presidencial de Venezuela? ¿Qué ascendiente tiene este apreciable médico sobre los venezolanos para sujetarlos al orden, y asegurar a la República su apetecida tranquilidad? ¿Con qué fuerzas cuenta el doctor Vargas para contener los disturbios atizados por el ministerio cesante, y que han alterado ya la paz de algunas provincias de la República?", y al perder las elecciones intentan, con el derrocamiento de Vargas, la imposición de esa férrea forma de gobierno que conculca las libertades civiles y políticas en nombre del orden y la disciplina propias de la vida cuartelaria.

José Tadeo Monagas, se levanta en armas con el pretexto de restaurar la Gran Colombia, pero la realidad era que pretendió crear otra república en el Oriente del país. Páez sofoca  la rebelión, pero para pacificar al caudillo oriental y contribuir a la paz de la nación, lo promueve como candidato para la presidencia de la república.

José Tadeo gana las elecciones, con los votos de los paecistas, rompe con Páez y da comienzo a la larga saga militarista que, de revolución en revolución, cubriría, con breves interregnos civiles, la mayoría títeres de algún caudillo, salvando los gobiernos de López Contreras e Isaías Medina Angarita, militares pero civilistas, y el breve destello de Rómulo Gallegos, de 1847 a 1958 - ¡111 años! - y de 1999 hasta quien sabe cuándo, porque ahora lo tenemos con apoyo electoral de la crasa ignorancia popular.

40 años de civilismo

Así que el 23 de enero de 1958 tiene significativa trascendencia en nuestra historia porque ese día se pone fin al militarismo venezolano, aunque solo por el resto del siglo XX – desgraciadamente retornó al iniciarse el XXI, triste destino de estos tierreros inciviles - y, lo más importante es que se logra por el consenso nacional de todas las instituciones civiles no gubernamentales, incluyendo un apreciable sector de las Fuerzas Armadas, institución está a la que la Constitución de 1961 asigna la defensa de la democracia, lo que fue eliminado, con aviesas intenciones, en la Constitución de 1999, “aprobada” por el pueblo.

Durante esos cuarenta años la ciudadanía eligió sus gobernantes civiles en comicios libres y los militares se sometieron al poder civil, cumpliendo a cabalidad las responsabilidades que este les encomendara, como combatir y derrotar la revolución castro-comunista que, financiada desde la Habana y con dineros rusos, pretendió entregar la República a la Unión Soviética. Así que militarista – no necesariamente militar, la frase “pa´lante mi comandante” en voz civil lo dilucida - celebrando el 23 de Enero o es un completo ignorante o un redomado cínico. Sale pa´llá.        

Rafael Marrón González

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