El 13 de enero de 1823, en el periódico “El Venezolano” el periodista y político liberal Tomás Lander, escribe: “Tienen los franceses una bella costumbre que nosotros deberíamos imitar: El día primero del año, todos los que han tenido algunas relaciones se buscan, se abrazan y se dan el ósculo de la amistad dando por terminadas todas las diferencias”.
Al año siguiente, tímidamente, comenzó la
costumbre en algunos hogares caraqueños, y poco a poco llegó a la provincia y
se extendió por toda la nación convirtiéndose en una hermosa tradición
humanística.
También es oportuno recordar el cañonazo de las
doce en punto de la noche que indicaba que el año anterior había concluido y se
iniciaba un año nuevo. Todo comenzó en diciembre de 1870, cuando un cronista, a
través del diario “La Opinión Nacional” le ruega al Comandante de Armas del
Distrito, a disponer que una pieza de artillería, convenientemente situada en
una de las plazas centrales de la ciudad, que disparase tres cañonazos al sonar
el último campanazo de las doce, que serían funerales del año que perece y al
mismo tiempo saludo al año nuevo”.
Y, además, nada ha sido más venezolano en
nuestras costumbres de fin de año, que el poema feliz de Andrés Eloy Blanco,
“Las Uvas del Tiempo”, que cada fin de año radiaban las emisoras del país en la
voz de inolvidables recitadores, lo que conmovía hasta las lágrimas el alma
sensible de nuestra gente. Pero en aquellos tiempos si los gobiernos eran malos
los cambiábamos cada cinco años, y a otra cosa mariposa, pero ahora cargamos
con un camión de ladrillos remojados – una guate´pajarito que le cayó al
hermoso árbol de Venezuela - que lleva catorce años destruyendo al país a
patadas y con sus posaderas aplastadas sobre las esperanzas de los venezolanos
de conciencia inteligente.
Un “feliz” año pa´ti
Pero a pesar de los pesares, deseo que el 2013
sea el año para la reflexión sobre la necesidad de fortalecer el compromiso
individual – trabajo, estudio, responsabilidad - de participar en el progreso
por desarrollo que redundará en el equilibrio indispensable para lograr la
Venezuela que deseamos.
Espero, sin el menor optimismo, ver en el 2013
los atisbos de sensatez necesaria para que el gobierno comprenda que así como
existen en Venezuela sectores subdesarrollados, penetrados por la ignorancia,
la superstición y el miedo, que generan la sumisión voluntaria por la
supervivencia, también tiene su espacio un importante sector desarrollado en
los distintos campos del pensamiento y la acción que trabaja y produce, que es
imperativo respetar, apoyar y fortalecer por su carácter paradigmático, como
evidencia de lo posible, porque definitivamente la patria es la gente y a mejor
gente mejor patria.
Como estoy convencido de que la felicidad no
existe – como no existe ni la suerte ni los accidentes ni lo gratuito - no
puedo desearles esa pamplina, sino que tengan un año pletórico de realizaciones
personales por el desarrollo de sus potencialidades individuales.
Rafael Marrón González
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