En
muchos venezolanos subsiste la confusión generada por la doble fecha con la que se
celebra la Independencia de Venezuela, el 19 de Abril y el 5 de Julio,
confusión agravada por la leyenda del Escudo nacional impresa en la cinta
inferior izquierda que asume que el 19 de Abril es la fecha de la
Independencia, contraviniendo la fecha oficial que es el 5 de Julio de 1811.
Una
de las dos fechas está demás, aunque abogamos por el 5 de Julio, de mayor
coherencia con las acciones ulteriores, porque el 19 de Abril se asumió el
gobierno de la Capitanía general, mediante un golpe de estado, liderado por
civiles venezolanos y españoles y apoyado por militares españoles bajo la
premisa de la defensa de los derechos de Fernando VII, y estimulados por la
sospecha del afrancesamiento de Emparan, y aunque en muchos líderes de la
revuelta maduraba la idea de separarse de España, no fue la idea central del
levantamiento, fue tras largas discusiones que se logró el consenso necesario
para declarar la Independencia catorce meses después, y en solo una parte de
Venezuela, porque Maracaibo, Guayana y Coro continuaron fieles a la Regencia.
Y
se llegó al caso extremo que don José de las Llamozas, primer presidente de la
Junta de Caracas emanada del 19 de Abril, se alzó, en Julio de 1812, con los
negros de los valles de Barlovento, que
aunque durante generaciones habían sido esclavos de los españoles, marchan
gritando vivas al rey hacia Caracas, quemando haciendas, violando y asesinando,
haciendo caso omiso al decreto de libertad de los esclavos promulgado por
Miranda para atraerlos a la causa republicana.
No
debemos olvidar que las primeras acciones bélicas de la Independencia
constituyeron una sangrienta guerra civil, porque España no envío tropas a
Venezuela hasta 1815 y quienes destruyeron las aspiraciones independentistas de
aquella primera hora, fueron venezolanos al mando del capitán Domingo de
Monteverde. Y tras el furor del primer demagogo de la nación, José Tomás Boves,
seguían miles de venezolanos que derrotaron a Bolívar luego de su Campaña
admirable, y es falso que estos, al morir el sanguinario asturiano, siguieran a
Páez, pues mientras Boves llegó a concentrar hasta 12.000 lanceros en su
ejército, Páez solo pudo llevar 1.500 a Carabobo.
Y
Boves fue “el taita”, el padre, y Páez “el tío”. Padre es más que tío. Por ello Bolívar en el Manifiesto de
Carúpano, el 7 de septiembre de 1814, expresa: “… parece que el cielo para
nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean
nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros.
El
Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar
unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo
destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza
bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya
depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales.
No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los
furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo
aspecto solo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como
imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro
seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros hogares, y os han
condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos
ciegos esclavos que pretended ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran
(…) No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor
del reino de la libertad…”.
204 años después…
Han
transcurrido 204 años de aquel “19 de Abril tan glorioso/ en la historia de la
humanidad” – los himnos que nutren el nacionalismo de los niños han contribuido
a edificar la hipérbole histórica que esconde la realidad – y seguimos los
venezolanos intentando que esos “ciegos esclavos” a los que se refería Bolívar,
entiendan el eminente valor de la Constitución, de los valores democráticos de la
civilidad y de la libertad – ante la cual sienten vértigo, desasosiego y miedo
- ingenuamente entregados
actualmente a un flautista de verbo conjugado en resentimiento que les prometió
“justicia”, traducida en empobrecer a quienes se hayan superado, para ampliar y
diversificar el estrato social de la pobreza, que en su triste ignorancia obvia
que sin pobres no hay socialismo.
Monárquicos (militaristas) y republicanos
En
aquella época la nación se dividía entre monárquicos y republicanos, integrando
el pueblo, con la concepción actual de la palabra, la base que consolidaba el
poder de la monarquía teológica. Es por ello que las imágenes de la Virgen
María, en todas sus advocaciones, llevan corona, para confundir su imagen con
la de la reina, y el rey era elegido por Dios, por lo que rebelarse contra el
rey era hacerlo, nada menos, que contra el mismísimo Ser Supremo, y se aceptaba
el destino concedido en el nacimiento como una decisión irreversible a la que
había que resignarse, “porque Dios así lo quiso”.
Los
republicanos, por su parte, una vez lograda la independencia en una cruenta
guerra que costó 320 mil vidas, sustituyeron al monarca de origen divino en la
mente del pueblo por el militarismo, lo que ha sido más difícil de sacar que a
Felipe II.
Han
sido 36 gobiernos militares, de las 63 presidencias, incluyendo la presente,
los que ha tenido la república desde 1830 hasta esta mañana, y en los últimos
114 años de los siglos XX y XXI, 70 años ha mandado el militarismo, que es
distinto a gobernar, se manda con un “mandador” o látigo, se gobierna con una
constitución.
La
verdad es que es vergonzoso que el resultado de una guerra por la libertad haya
generado un pueblo militarista al que nada importan ideales civilistas. Y tal
como aquella guerra civil derivada del 19 de Abril de 1810, hoy la nación está amenazada por ese
tipo de fratricidio por la devoción religiosa – el extinto, llamado “el
eterno”, como a Dios, tiene altar y catedral - que se niega a admitir la ruina
nacional producida por su fanatismo militarista. O monárquico. Nada nuevo bajo el sol.
Rafael
Marrón González
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