Cuando denuncio al ladrón y al canalla sólo al canalla y al ladrón señalo

Cuando llamo ladrón al ladrón y canalla al canalla, sólo al ladrón y al canalla aludo. Ladrones y canallas suelen cobijarse bajo la pudibundez moral, la insulsa descalificación y las leyes dictadas ex profeso para acallar la voz tronante que los desnuda como canallas y ladrones. Nada me produce más satisfacción que contemplar los cadáveres insepultos de ladrones y canallas, aullando sus pútridas carnes las huellas de mi látigo, deambular ululantes en los muladares buscando un rincón para cavar sus tumbas con la sordidez de su moral deshilachada. ¡Silencio ladrones y canallas que, aunque los tiempos parecen favorecer a canallas y ladrones, este espacio es un reducto de la decencia y de la integridad!

4 de mayo de 2014

19 de Abril 1810 – 19 de Abril 2014



En muchos venezolanos subsiste la confusión generada  por la doble fecha con la que se celebra la Independencia de Venezuela, el 19 de Abril y el 5 de Julio, confusión agravada por la leyenda del Escudo nacional impresa en la cinta inferior izquierda que asume que el 19 de Abril es la fecha de la Independencia, contraviniendo la fecha oficial que es el 5 de Julio de 1811.

Una de las dos fechas está demás, aunque abogamos por el 5 de Julio, de mayor coherencia con las acciones ulteriores, porque el 19 de Abril se asumió el gobierno de la Capitanía general, mediante un golpe de estado, liderado por civiles venezolanos y españoles y apoyado por militares españoles bajo la premisa de la defensa de los derechos de Fernando VII, y estimulados por la sospecha del afrancesamiento de Emparan, y aunque en muchos líderes de la revuelta maduraba la idea de separarse de España, no fue la idea central del levantamiento, fue tras largas discusiones que se logró el consenso necesario para declarar la Independencia catorce meses después, y en solo una parte de Venezuela, porque Maracaibo, Guayana y Coro continuaron fieles a la Regencia.

Y se llegó al caso extremo que don José de las Llamozas, primer presidente de la Junta de Caracas emanada del 19 de Abril, se alzó, en Julio de 1812, con los negros de los valles de Barlovento, que aunque durante generaciones habían sido esclavos de los españoles, marchan gritando vivas al rey hacia Caracas, quemando haciendas, violando y asesinando, haciendo caso omiso al decreto de libertad de los esclavos promulgado por Miranda para atraerlos a la causa republicana. 

No debemos olvidar que las primeras acciones bélicas de la Independencia constituyeron una sangrienta guerra civil, porque España no envío tropas a Venezuela hasta 1815 y quienes destruyeron las aspiraciones independentistas de aquella primera hora, fueron venezolanos al mando del capitán Domingo de Monteverde. Y tras el furor del primer demagogo de la nación, José Tomás Boves, seguían miles de venezolanos que derrotaron a Bolívar luego de su Campaña admirable, y es falso que estos, al morir el sanguinario asturiano, siguieran a Páez, pues mientras Boves llegó a concentrar hasta 12.000 lanceros en su ejército, Páez solo pudo llevar 1.500 a Carabobo.

Y Boves fue “el taita”, el padre, y Páez “el tío”. Padre es más que tío.  Por ello Bolívar en el Manifiesto de Carúpano, el 7 de septiembre de 1814, expresa: “… parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros.

El Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de combates. No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales. No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatriotas que instigados por los furores de la discordia os han sumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspecto solo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tan horroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramando vuestra sangre, incendiando vuestros hogares, y os han condenado a la expatriación. Vuestros clamores deben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretended ligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran (…) No, no son los hombres vulgares los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad…”.

204 años después…

Han transcurrido 204 años de aquel “19 de Abril tan glorioso/ en la historia de la humanidad” – los himnos que nutren el nacionalismo de los niños han contribuido a edificar la hipérbole histórica que esconde la realidad – y seguimos los venezolanos intentando que esos “ciegos esclavos” a los que se refería Bolívar, entiendan el eminente valor de la Constitución,  de los valores democráticos de la civilidad y de la libertad – ante la cual sienten vértigo, desasosiego y miedo -  ingenuamente entregados actualmente a un flautista de verbo conjugado en resentimiento que les prometió “justicia”, traducida en empobrecer a quienes se hayan superado, para ampliar y diversificar el estrato social de la pobreza, que en su triste ignorancia obvia que sin pobres no hay socialismo.

Monárquicos (militaristas) y republicanos

En aquella época la nación se dividía entre monárquicos y republicanos, integrando el pueblo, con la concepción actual de la palabra, la base que consolidaba el poder de la monarquía teológica. Es por ello que las imágenes de la Virgen María, en todas sus advocaciones, llevan corona, para confundir su imagen con la de la reina, y el rey era elegido por Dios, por lo que rebelarse contra el rey era hacerlo, nada menos, que contra el mismísimo Ser Supremo, y se aceptaba el destino concedido en el nacimiento como una decisión irreversible a la que había que resignarse, “porque Dios así lo quiso”.

Los republicanos, por su parte, una vez lograda la independencia en una cruenta guerra que costó 320 mil vidas, sustituyeron al monarca de origen divino en la mente del pueblo por el militarismo, lo que ha sido más difícil de sacar que a Felipe II.

Han sido 36 gobiernos militares, de las 63 presidencias, incluyendo la presente, los que ha tenido la república desde 1830 hasta esta mañana, y en los últimos 114 años de los siglos XX y XXI, 70 años ha mandado el militarismo, que es distinto a gobernar, se manda con un “mandador” o látigo, se gobierna con una constitución.

La verdad es que es vergonzoso que el resultado de una guerra por la libertad haya generado un pueblo militarista al que nada importan ideales civilistas. Y tal como aquella guerra civil derivada del 19 de Abril de 1810,  hoy la nación está amenazada por ese tipo de fratricidio por la devoción religiosa – el extinto, llamado “el eterno”, como a Dios, tiene altar y catedral - que se niega a admitir la ruina nacional producida por su fanatismo militarista. O monárquico.  Nada nuevo bajo el sol.

Rafael Marrón González


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